lunes, 18 de julio de 2016

EL JESÚS DE LA HISTORIA Y EL CRISTO DE LA FE



Esta distinción entre Jesús histórico y el Cristo de la fe es una distinción que surge dentro del mundo de la teología protestante. En síntesis el problema viene a ser el siguiente, según los teólogos protestantes del S. XVIII Y XIX: H. S. Reimarus (1700-1768), introduce en el campo de la exégesis bíblica un racionalismo exacerbado, destructor de principios fundamentales de la fe cristiana. Con él se establece una distinción entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe proclamado por los Evangelios y la Iglesia primitiva cristiana.
Su actitud crítica y racionalista se hace de derecho público en el año 1778, precisamente 10 años después de su muerte, acaecida en la ciudad de Hamburgo en 1768. En efecto, un manuscrito de Reimarus es publicado por G. E. Lessing entre 1774 y 1778. Este manuscrito se publica en 7 apartados de los cuales el último se titula: "De la pretensión de Jesús y de sus discípulos". Reimarus distingue entre la finalidad pretendida por Jesús y la de sus discípulos. Jesús era un Mesías político ilusionado por implantar un reino terreno y librar a los judíos del yugo romano, pero Jesús fracasó en su obra, como se puede deducir de su grito en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, Mt. 27,46. Ante este fracaso de Jesús, la actitud de los discípulos es clara. Ellos no quieren volver a sus primitivas ocupaciones; para ello roban el cadáver de Jesús e inventan el mensaje de la resurrección y el anuncio de su futura venida. La predicación pública de los discípulos está sellada por un "auténtico fraude". Fueron los Apóstoles los que crearon la figura de Jesús que nosotros leemos y creemos en los escritos de los Evangelios.
Su sucesor F. Strauss (1770-1856), con la publicación de su obra: "Vida de Jesús", en 1835, inicia un nuevo camino en el proceso explicativo del Jesús histórico basándose en la teoría del mito. Según él, para explicar la vida de Jesús no hay que recurrir a lo sobrenatural, como hacen los teólogos dogmáticos, ni hay que recurrir al "fraude" de Reimarus. Toda la narración de los Evangelios es como la conclusión de una leyenda que se desenvuelve poco a poco. La vida de Jesús está arraigada en el mito, es decir, en la expresión de una idea o creación de la imaginación de un hecho que no ha ocurrido en sí. La figura de Jesús es una imagen poética formada a partir de los que se decía en el A.T. sobre el Mesías prometido, Jesús es un personaje idealizado, no es un Jesús realmente histórico.
Con estos argumentos de Reimarus (Jesús, es un fraude) y Strauss (Jesús, es un mito), del Jesús histórico, real, sabemos muy poco, casi nada o nada. Argumento que dan: Los evangelios no son libros históricos en el sentido científico de la palabra, más bien son libros escritos por una comunidad de creyentes que a la luz de los acontecimientos posteriores a la muerte de Cristo (Resurrección-Ascensión-Pentecostés), han idealizado al Jesús histórico del que se nos dicen muy pocas cosas. Los evangelios son escritos desde la fe y por lo tanto ya no nos narran lo que "realmente" ocurrió, sino lo que esa comunidad ha idealizado, mitificando la persona de Cristo y su obra de predicar el Reino de Dios. Por eso ellos hacen un distinción entre lo que ellos llaman el Jesús de la historia, o el Jesús histórico y el Cristo de la fe, el Kyrios, Señor. Para los protestantes, éste Cristo, es un Cristo idealizado, tiene muy poco que ver con el Jesús histórico.
Esta distinción del Jesús de la historia con el Cristo de la fe es propia de la teología protestante, antidogmática, racionalizante y que tiene poco aprecio de la sucesión apostólica y de la vivencia real de la primitiva comunidad cristiana. Desde el punto de vista de la teología protestante los evangelios hay que leerlos con mucha distancia ya que están muy lejos de contarnos la "vida real" de Jesús. El prejuicio ideológico que hay detrás de estas afirmaciones es la causa

determinante por la que ellos dicen que, para encontrar al Jesús de la historia sería necesario "recuperarlo" de esas mitificaciones e invenciones que realizó al comunidad primitiva cristiana. La investigación histórica sobre el verdadero Jesús consistirá, según estos autores protestantes, en sospechar de la mitificación exaltada en cada palabra y hecho del Nuevo Testamento que parezca contener "algo que se salga de lo normal", algo sobrenatural, pues esto sobrenatural es sospechoso y hay que atribuirlo a la exaltada idealización imaginativa de la comunidad primitiva cristiana. El problema de la historicidad de los Evangelios es el de hallar la continuidad existente entre "el Cristo de la fe" y  "el Jesús histórico". Sabemos, ciertamente, que los Evangelios nos dan una visión de Jesús iluminada por la fe pascual. Cada evangelista, con su labor de selección de datos recibidos, de la acomodación de los mismos a las necesidades y circunstancias concretas de su predicación apostólica, presenta a su manera la visión de la persona y de la obra de Cristo. La redacción última del Evangelio recoge, a su vez, toda una tradición oral, previa proclamada por los Apóstoles y vivida en la fe por la comunidad cristiana. Así tenemos tres elementos que configuran y garantizan la autenticidad de los Evangelios y por lo tanto de la persona de Jesucristo:
a. Predicación y tradición apostólica.
b. Vivencia en la fe de los seguidores de Jesucristo (primitiva comunidad cristiana).
c. Redacción final de los Evangelios.


Estos tres elementos nos describen la persona de Cristo, en quien creen y a quien confiesan como el Señor.
Quien comienza el estudio de la cristología debe de tener en cuenta este "prejuicio" surgido de las teorías de Reimarus y Strauss, que ejerce gran influencia en muchos trabajos de investigación histórica, restándole la objetividad imprescindible para que puedan llamarse justamente obra científica.
La Iglesia Católica enseña y dice que el Jesús de la historia es el mismo que Jesús de la fe, que hay un verdadero nexo entre el Jesús real y el Cristo resucitado y glorificado, este nexo lo realizaron los Apóstoles con su predicación y testimonio, su predicación desde el día de Pentecostés hasta nuestros días. Testimonio de vida de la primitiva comunidad cristiana. Los evangelios son producto de esta comunicación de esta Buena Nueva que Cristo ha traído al mundo.

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