Esta distinción entre Jesús histórico y el Cristo de la fe es una
distinción que surge dentro del mundo de la teología protestante. En síntesis
el problema viene a ser el siguiente, según los teólogos protestantes del S.
XVIII Y XIX: H. S. Reimarus (1700-1768), introduce en el campo de la exégesis
bíblica un racionalismo exacerbado, destructor de principios fundamentales de
la fe cristiana. Con él se establece una distinción entre el Jesús histórico y
el Cristo de la fe proclamado por los Evangelios y la Iglesia primitiva
cristiana.
Su actitud crítica y racionalista se hace de derecho público en el año
1778, precisamente 10 años después de su muerte, acaecida en la ciudad de
Hamburgo en 1768. En efecto, un manuscrito de Reimarus es publicado por G. E.
Lessing entre 1774 y 1778. Este manuscrito se publica en 7 apartados de los
cuales el último se titula: "De la pretensión de Jesús y de sus
discípulos". Reimarus distingue entre la finalidad pretendida por
Jesús y la de sus discípulos. Jesús era un Mesías político ilusionado por
implantar un reino terreno y librar a los judíos del yugo romano, pero Jesús
fracasó en su obra, como se puede deducir de su grito en la cruz: "Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, Mt. 27,46. Ante este
fracaso de Jesús, la actitud de los discípulos es clara. Ellos no quieren
volver a sus primitivas ocupaciones; para ello roban el cadáver de Jesús e
inventan el mensaje de la resurrección y el anuncio de su futura venida. La
predicación pública de los discípulos está sellada por un "auténtico
fraude". Fueron los Apóstoles los que crearon la figura de Jesús que
nosotros leemos y creemos en los escritos de los Evangelios.
Su sucesor F. Strauss (1770-1856), con la publicación de su obra: "Vida
de Jesús", en 1835, inicia un nuevo camino en el proceso explicativo
del Jesús histórico basándose en la teoría del mito. Según él, para explicar la
vida de Jesús no hay que recurrir a lo sobrenatural, como hacen los teólogos
dogmáticos, ni hay que recurrir al "fraude" de Reimarus. Toda la
narración de los Evangelios es como la conclusión de una leyenda que se
desenvuelve poco a poco. La vida de Jesús está arraigada en el mito, es decir,
en la expresión de una idea o creación de la imaginación de un hecho que no ha
ocurrido en sí. La figura de Jesús es una imagen poética formada a partir de
los que se decía en el A.T. sobre el Mesías prometido, Jesús es un personaje
idealizado, no es un Jesús realmente histórico.
Con estos argumentos de Reimarus (Jesús, es un fraude) y Strauss (Jesús, es
un mito), del Jesús histórico, real, sabemos muy poco, casi nada o nada.
Argumento que dan: Los evangelios no son libros históricos en el sentido
científico de la palabra, más bien son libros escritos por una comunidad de
creyentes que a la luz de los acontecimientos posteriores a la muerte de Cristo
(Resurrección-Ascensión-Pentecostés), han idealizado al Jesús histórico del que
se nos dicen muy pocas cosas. Los evangelios son escritos desde la fe y por lo
tanto ya no nos narran lo que "realmente" ocurrió, sino lo que esa
comunidad ha idealizado, mitificando la persona de Cristo y su obra de predicar
el Reino de Dios. Por eso ellos hacen un distinción entre lo que ellos llaman
el Jesús de la historia, o el Jesús histórico y el Cristo de la fe, el Kyrios,
Señor. Para los protestantes, éste Cristo, es un Cristo idealizado, tiene muy
poco que ver con el Jesús histórico.
Esta distinción del Jesús de la historia con el Cristo de la fe es propia
de la teología protestante, antidogmática, racionalizante y que tiene poco
aprecio de la sucesión apostólica y de la vivencia real de la primitiva
comunidad cristiana. Desde el punto de vista de la teología protestante los evangelios
hay que leerlos con mucha distancia ya que están muy lejos de contarnos la
"vida real" de Jesús. El prejuicio ideológico que hay detrás de estas
afirmaciones es la causa
determinante por la que ellos dicen que, para encontrar al Jesús de la historia sería necesario "recuperarlo" de esas mitificaciones e invenciones que realizó al comunidad primitiva cristiana. La investigación histórica sobre el verdadero Jesús consistirá, según estos autores protestantes, en sospechar de la mitificación exaltada en cada palabra y hecho del Nuevo Testamento que parezca contener "algo que se salga de lo normal", algo sobrenatural, pues esto sobrenatural es sospechoso y hay que atribuirlo a la exaltada idealización imaginativa de la comunidad primitiva cristiana. El problema de la historicidad de los Evangelios es el de hallar la continuidad existente entre "el Cristo de la fe" y "el Jesús histórico". Sabemos, ciertamente, que los Evangelios nos dan una visión de Jesús iluminada por la fe pascual. Cada evangelista, con su labor de selección de datos recibidos, de la acomodación de los mismos a las necesidades y circunstancias concretas de su predicación apostólica, presenta a su manera la visión de la persona y de la obra de Cristo. La redacción última del Evangelio recoge, a su vez, toda una tradición oral, previa proclamada por los Apóstoles y vivida en la fe por la comunidad cristiana. Así tenemos tres elementos que configuran y garantizan la autenticidad de los Evangelios y por lo tanto de la persona de Jesucristo:
a. Predicación y tradición apostólica.
b. Vivencia en la fe de los seguidores de Jesucristo (primitiva comunidad
cristiana).
c. Redacción final de los Evangelios.
Estos tres elementos nos describen la persona de Cristo, en quien creen y a
quien confiesan como el Señor.
Quien comienza el estudio de la cristología debe de tener en cuenta este
"prejuicio" surgido de las teorías de Reimarus y Strauss, que ejerce
gran influencia en muchos trabajos de investigación histórica, restándole la
objetividad imprescindible para que puedan llamarse justamente obra científica.
La Iglesia Católica enseña y dice que el Jesús de la historia es el
mismo que Jesús de la fe, que hay un verdadero nexo entre el Jesús
real y el Cristo resucitado y glorificado, este nexo lo realizaron los
Apóstoles con su predicación y testimonio, su predicación desde el día de
Pentecostés hasta nuestros días. Testimonio de vida de la primitiva comunidad
cristiana. Los evangelios son producto de esta comunicación de esta Buena Nueva
que Cristo ha traído al mundo.
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