sábado, 21 de febrero de 2015

Comentarios a las lecturas del I Domingo de Cuaresma 22 de febrero de 2015

"Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados  sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla  (1 Cor 10, 15)
Hoy hay  una relación muy bien entretejida, entre los textos litúrgicos para enseñarnos la ayuda de Dios en nuestro caminar terrenal.
En la primera lectura (Génesis, 9, 8-15) aparece la voluntad de Dios de hacer un pacto con la humanidad en la persona de Noé: este pacto no está condicionado a la respuesta del hombre, sino que se basa única y exclusivamente en el amor y la misericordia de Dios. "Dijo Dios a Noé y a sus hijos: yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes".
Después del diluvio, Dios promete a Noé un pacto, una Alianza: no volverá a haber otro diluvio que devaste la tierra. En esta voluntad divina de la Alianza, vemos como la misericordia de Dios es más grande que el pecado del hombre. Esto debe de llenarnos de agradecimiento a Dios y debe animarnos a serle fieles, movidos más por su amor, que por el miedo a sus castigos. Lo mismo que la misericordia de Dios para con nosotros se basa únicamente en su amor incondicional a nosotros, así nosotros debemos responder con fidelidad al amor de Dios. Las normas morales que se basan únicamente en el miedo al castigo, aunque sea pedagógicamente, no son, teológicamente, las más fieles a la realidad narrada en los textos bíblicos.

El salmo responsorial (Salmo 24), de hoy resume esta realidad de la misericordia divina anunciada ya en la primera lectura.
TUS SENDAS, SEÑOR, SON MISERICORDIA Y LEALTAD PARA LOS QUE GUARDAN TU ALIANZA.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y con tu misericordia son eternas.
Acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
San Pedro en su Primera Carta (3, 18-22), nos recuerda que llegada la plenitud de los tiempos, se obró un gran prodigio en favor de los humanos. La salvación no fue pura quimera, fue una realidad al alcance de todos y cualquiera, gracias a la obra de Jesús.  Él Hijo de Dios , trae la salvación universal  a todos. Muchos esperaban la salvación desde los tiempos de Noé y hasta antes. La Palabra de Dios sigue viva y eficaz. En este inicio del tiempo de Cuaresma, la Palabra ha de llevarnos a una conversión más profunda, a un sentirse impregnados, por el mensaje, de salvación que nos anuncia y proclama la Palabra.
 En Evangelio de hoy (Marcos, 1, 12- 15 ) nos presenta las tentaciones de Jesús en el desierto. "El Espíritu empujó a Jesús al desierto". El desierto, en la vida de cualquier persona, es un camino inherente a la condición y naturaleza humana. Hablar de desierto en el camino de la vida cristiana es hablar de momentos difíciles por los que tendremos que pasar. Pueden ser dificultades físicas, en forma de enfermedad, o dificultades psicológicas y espirituales, en forma de crisis interiores y tentaciones, o problemas sociales, en forma de dificultades económicas, relaciones laborales o familiares. Todos los santos y todas las grandes personas tuvieron que pasar por desiertos interiores o exteriores, antes de llegar a ser lo que fueron.
También Cristo, como hemos visto  hoy en este relato de san Marcos, tuvo que pasar por el desierto, antes de comenzar su vida pública. Y no lo hizo empujado por sus deseos más naturales, sino empujado por el Espíritu. El desierto fue para Jesús un lugar de privaciones materiales y de tentaciones espirituales, el desierto es lugar de prueba y de fortalecimiento. También todos nosotros deberemos aceptar los momentos de desierto interior y exterior, si queremos caminar fuertes en nuestra vida.
En la Liturgia de las Horas hay un himno que nos habla del desierto de nuestro corazón. Nos puede servir de meditación.


Hoy sé que mi vida es un desierto,
en el que nunca nacerá una flor,
vengo a pedirte, Cristo jardinero,
por el desierto de mi corazón.

Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca ahoguen los fracasos
mis ansias de seguir siempre tu voz,
pon, Señor, una fuente de esperanza
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca busque recompensa
al dar la mano o al pedir perdón,
pon, Señor, una fuente de amor puro
en el desierto de mi corazón.

Para que no busque a mí cuando te busco
y no sea egoísta mi oración,
pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra
en el desierto de mi corazón. Amén
( Lunes II semana, laudes)  (Anónimo)


 Jesús, el protagonista, llevado al desierto por el Espíritu, es tentado por el maligno, en esos los míticos cuarenta días. Se dejó tentar, permitió que fuera atacado por los enemigos peores que el hombre tiene, aquellos que surgen de su mismo interior. El hambre que procede del estómago, era expresión de otras muchas tentaciones, más difíciles de superar. Vivía entre alimañas, servido por ángeles. Exactamente como nosotros nos sentimos rodeados, atacados, pero protegidos por el  favor de Dios que nos ayudara a superar las tentaciones. En los caminos de la vida Dios nos ofrece su ayuda, su colaboración

Resumiendo  el contenido de las lecturas, nos percatamos de que estamos llamados a  iniciar este tiempo de Cuaresma , percatándonos de que el mal y la tentación están cerca de nosotros. En este domingo se nos sitúa ante nuestra responsabilidad en las tentaciones de la vida. La tentación está ahí, acecha a todo ser humano. Lo malo no es ser tentado, Jesús también lo fue, lo malo es caer en la tentación. Está nuestra capacidad de elegir: de consentir o de vencer. El evangelio de Marcos en este primer domingo de Cuaresma nos presenta este lado profundo y real  del mal. Pero también presenta a otras realidades que nos ayudaran a buscar y vivir en el bien: El Espíritu, Jesús, Dios y su proyecto. Toda vida humana pasará la prueba de la tentación. La tentación es la posibilidad, siempre presente, de abrirle las puertas a fuerzas que se oponen al proyecto fraterno de Dios. El seductor es el que me aparta de mí mismo. Una gran tentación es eludir nuestras responsabilidades y así vernos libres del trabajo que comporta una vida entregada a la misión que Jesús nos encomienda. Sin embargo, en nosotros hay una llamada a dejarnos guiar por el Espíritu, a optar por Dios como compañero de camino, nunca para manipularlo y servirnos de Él, sino para que se realice el destino de vivir en libertad, pese al “poder de las tinieblas”. No olvidemos que el actor principal de la tentación es ya un ser vencido por la muerte y resurrección de Cristo. tendrá sus artimañas pero es ya un derrotado.
La Cuaresma es un tiempo de conversión y por ello es un tiempo privilegiado para la oración. La oración es esencial para entender y comprender la voluntad de Dios. Y si no la entendemos ni la comprendemos es porque, muchas veces, no valoramos los desiertos de la oración, el silencio, la reflexión o la lectura asidua de la Palabra de Dios.
Que el Señor nos ilumine en este tiempo de camino a la Pascua:
a) Ante la tentación del materialismo, el saber defender el “ser” antes que el “tener”. Cuántos hermanos nuestros viven en situaciones de dificultades y de desencanto porque no han sabido medir ni controlar su avaricia
b) Ante el incentivo de la vanidad hay que adorar al Único que se lo merece: a Dios. La vanagloria, los aplausos y el engreimiento son fiebres que se pasan en cuatro días ¿Qué queda luego? Las secuelas de las grandes soledades.
c) Ante la incitación del poder, el dominio de uno mismo. El poder en la vida de un cristiano es el servir con generosidad y el ofrecer sin esperar nada a cambio.
En esta cuaresma se nos invita a dedicar tiempo a analizar nuestras tentaciones más frecuentes y nuestra actuación en  ellas.  Si vivimos en intimidad con el Señor Dios, Él  no permitiría que la tentación supere nuestras fuerzas, ni nuestra capacidad de evitarla. Y, sin embargo, caemos una y otra vez. La realidad es que cuando se analiza nuestra caída y la naturaleza del pecado cometido  vemos que a veces, demasiadas veces ha sido por imprudencia . Vamos directamente al engaño por falta de cuidado o reflexión.. La  realidad es que la tentación existe, que es persistente, si le dejamos sitio. Y la mejor forma de salir de ella es no dar pábulo a sus argumentos. Ahí lo de huir no es de cobardes, sino de perspicaces e inteligentes.
"Quien quiera servir a Dios  puede contar con tentaciones,  preparase contra ellas;   el mejor preparativo es armarse de fortaleza, para hacerles frente cuando vengan   (San Francisco de Sales)
El ocio y la pereza es origen de muchas tentaciones.la tentación nunca nos coge tan flacos como cuando estamos tan ociosos"...“No dejéis que se entretenga vuestro espíritu en pensamientos varios e inútiles; si se acostumbra a  éstos, luego pasará más allá, deteniéndose en los malos y nocivos”.(San Francisco de Sales).
“Combates tendréis y no pequeños, porque nuestros enemigos son muchos y muy crueles, por tanto no os descuidéis; si no, luego sois perdidos. Si los que velan aún tienen trabajo en guardarse, qué pensáis será de los descuidados, sino ser todo vencidos”  (San Juan de Ávila)
Las tentaciones actúan en el hombre de tres maneras:
 engañando el entendimiento con falsas ilusiones, por ejemplo: me salvaré aunque siga pecando, con esto seré feliz...
 Debilitando nuestra voluntad, debilitándolo a base de caer continuamente en la comodidad, la negligencia, la fantasía, dejándome llevar por la pereza, etc.
 instigando a los sentidos internos, principalmente la imaginación, ofreciendo imágenes sensuales, soberbias, odios, envidias etc.
La tentación sólo puede incitar a pecar, pero nunca nos puede obligar a pecar, porque la voluntad permanece dueña de la libertad. También contamos con la ayuda de Dios, su presencia, su Palabra, la gracia divina. La tentación es pecado, no cuando la sentimos, sino cuando voluntariamente la consentimos.
Pero estamos ya inmersos en la historia de Salvación divina.
San Juan de Ávila nos advierte: "el hombre que se cree a sí mismo no ha menester demonio que lo tiente, que él es demonio para sí."
 Esto es verdad, , pero también es verdad que detrás de cada tentación, directa o indirectamente, está el demonio. 
El oficio del demonio es tentar, llevar a los hombres a pecar. 
El demonio empieza con una sugestión o mera representación del mal y después sigue con  complacencia deliberada  y consentimiento de la libertad.
Las tentaciones se vencen con la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, la oración, la mortificación de los sentidos, la abnegación del entendimiento y de la voluntad, la huida de las ocasiones de pecado y, sobre todo, con la oración. 
Santa Teresa nos advierte:"Son tantas veces las que estos malditos demonios me atormentan,
y tan poco el miedo que ya los he,
con ver que no pueden menear si el Señor no les da licencia…
Sepan que cada vez se nos da poco de ellos quedan con menos fuerza y el alma muy más señora…
Porque no son nada sus fuerzas si no ven almas rendidas a ellos y cobardes que aquí muestran ellos su poder” (Santa Teresa de Jesús)

Textos del Catecismo de la iglesia Católica para el Primer domingo de Cuaresma
CEC 394, 538-540, 2119: la tentación de Jesús
CEC 2846-2949: "No nos dejes caer en la tentación"
CEC 56-58, 71: la Alianza con Noé
CEC 845, 1094, 1219: el Arca de Noé prefigura la Iglesia y el Bautismo
 CEC 1116, 1129, 1222: Alianza y sacramentos (especialmente el Bautismo)
CEC 1257, 1811: Dios nos salva por medio del Bautismo

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