Jesucristo, Rey del Universo. 23 de noviembre de 2014
“al
atardecer de la vida te examinarán del amor” ( Cesáreo Gabarain)
El
último domingo del año litúrgico se celebra la fiesta de "Jesucristo, Rey
del universo".
En
las lecturas de este último domingo del año litúrgico no hemos leído las
lecturas que se refieren a los hechos catastróficos que precederán a la venida
del Hijo del Hombre, sino la lectura de Mateo 25, que se refiere a lo primero
que hará el Hijo del Hombre cuando ya haya venido.
Es
la culminación de todas las fiestas del Señor que hemos celebrado a lo largo
del año. ¿Cómo, dónde, cuándo tiene que reinar Jesucristo? Su reino no es de
este mundo, por eso su forma de reinar es desde la humildad, desde la cruz....
Su corona es de espinas, su cetro una caña cascada, su manto un trapo de color
púrpura, su trono la cruz. Reina en el corazón de cada hombre y cada mujer que
se acerca al otro, descubre su necesidad y le ayuda. Reina en aquél que
descubre a Cristo en el rostro del mendigo, en la madre angustiada por el hijo
que se pierde, en el anciano que se muere en soledad. Cristo debe reinar ya en
nuestro interior, porque su Reino ya ha comenzado, pero todavía no ha llegado a
su plenitud. Es el "ya, pero todavía no" en tensión escatológica.
En
la primera lectura del Profeta Ezequiel, (Ez34, 11-12. 15-17) oímos al Señor
Dios, Yahvé, el que expresa por boca del profeta Ezequiel su amor por las
personas más desprotegidas y necesitadas. Los cristianos siempre hemos aplicado
este texto del profeta Ezequiel, así como el salmo 22, a Cristo. El Profeta
Ezequiel nos promete que en la Era Mesiánica el Hijo de David, el Mesías, será
nuestro Rey-Pastor. Por culpa de sus jefes, Israel es un rebaño disperso. El
Destierro de Babilonia es una calamidad que amenaza la misma supervivencia de
Israel. Por eso va a intervenir Yahvé y va a realizar un plan de Redención y
Salvación. Yahvé las rescata de todos los sitios adonde han sido desterradas y
dispersadas; las reúne y congrega; las retorna al aprisco y a los pastos de Israel.
Después del destierro ya no se restauró la Monarquía; el Rey-Pastor será Yahvé.
Y ahora, desechados y castigados los malos pastores que en vez de ocuparse de
las ovejas, egoístas y avaros sólo buscaron las propias conveniencias, Yahvé
mismo se hace Pastor de su pueblo: «Yo
mismo apacentaré mis ovejas, Yo mismo las llevaré a reposar. Oráculo de Yahvé».
Es
lo mismo que se expresa en el salmo 22, que todos sabemos de memoria, en él podemos
ver cómo sentimos nosotros ese amor y ese cuidado de Dios en primera persona: “El Señor es MI pastor… en verdes
praderas me hace recostar… me conduce hacia fuentes tranquilas… repara mis
fuerzas… me guía por el sendero justo… tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida…”.
.
En la segunda lectura ( primera carta a
los Corintios), San Pablo recuerda una
vez más a los cristianos de esa comunidad que con la resurrección de Cristo se
ha hecho posible nuestra propia resurrección. "El último enemigo aniquilado será la muerte".
Y esa resurrección
unirá nuestra vida terrenal y la eterna.
El
Evangelio de hoy, es parte del capítulo 25 del evangelio de San Mateo, guarda
coherencia con los anteriores que hemos ido leyendo las últimas semanas y que contienen advertencias firmes para el
final de los tiempos. En definitiva, Jesús nos ha ido dado una serie de
consejos a que vigilemos nuestra actitud ya que el tiempo se está consumando.
En
este mundo terrenal, los pobres son la presencia de Dios, de Jesús, entre
nosotros. Dios se manifiesta a través de ellos. Ellos son para nosotros palabra
y presencia de Dios. Si queremos estar cerca de Dios, no podemos olvidar, ni
estar lejos de los pobres. Dios no es indiferente ante el sufrimiento humano.
Por eso, aquellos que en esta vida no encuentren justicia, serán recompensados
por Dios en la resurrección al final de los tiempos. Ahí será restablecida toda
justicia y todos será recapitulado y puesto en su justo orden. Ahí viviremos en
plenitud ese proyecto de humanidad de Dios basado en el amor y la fraternidad
entre todas las personas. Ahí también daremos cuenta de nuestra manera de
actuar con los más necesitados, con los últimos de este mundo, con los
pequeños, con los más pobres. Ahí recibiremos la herencia de Dios, de la cual
somos herederos: “Venid vosotros,
benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la
creación del mundo”.
Fuertes
son las palabras de Jesús. Y ninguno de
nosotros quisiera oír, un día, el desprecio final que el Maestro expresa. Lo
más duro es más pensar que no nos deje seguir a su lado, que no nos reconozca y
que nos llame malditos. Las palabras cálidas con las que nos rogaba que
fuéramos a su lado si estábamos cansados y agobiados se han desvanecido.
Asimismo parece que quedan muy lejos las invitaciones a portar carga y yugo
suaves y ligeros. Nuestra salvación es un asunto personal, en cuanto que es una
respuesta al Señor, respuesta que se expresa a través de nuestras obras.
Es
cierto que contamos con la ayuda de Dios, sin la cual habría posibilidad
alguna. Pero eso no quiere decir que podamos transferir nuestra
responsabilidad. Jesús nos ido repitiendo que hemos de perseverar, vigilar y
estar atentos.
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