sábado, 10 de febrero de 2018

Lecturas del VI Domingo del Tiempo Ordinario 11 de febrero de 2018


PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DEL LEVÍTICO 13, 1-2. 44-46
El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
«Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca una llaga como de lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón, o ante uno de sus hijos sacerdotes.
Se trata de un leproso: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza.
El enfermo de lepra andará con la ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada y gritando: "¡Impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá siendo impuro. Es impuro y vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento».
Palabra de Dios.



SALMO RESPONSORIAL
Salmo 31, 1-2. 5. 11
R. TÚ ERES MI REFUGIO, ME RODEAS DE CANTOS DE LIBERACIÓN

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño. R.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero. R.



SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 10,31-11, 1
Hermanos:
Ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios.
No deis motivo de escándalo ni a judíos, ni a griegos, ni a la Iglesia de Dios; como yo, que procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propia ventaja, sino la de la mayoría, para que se salven.
Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo.
Palabra de Dios.



 ALELUYA Lc 7, 16
Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo



EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio»,
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor

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