sábado, 10 de enero de 2015

Comentario a las lecturas en la Fiesta del Bautismo de Jesús en el Jordán. 11 de enero 2015.

Comentario a las lecturas en la Fiesta del Bautismo de Jesús en el Jordán. 11 de enero 2015

En la historia de Jesús, el bautismo en el Jordán, podríamos definirlo como el momento en que fue proclamado públicamente como Mesías. La primitiva comunidad  estaba ávida de historias infantiles. Juan el Bautista era el hombre más famoso e importante de su tiempo, para la colectividad judía. Desde la cercanía de Juan el Bautista Jesús comienza su vida publica.
  
El profeta Isaías en la primera lectura (Isaías, 42, 1-4.6-7),  habla de una persona que ha sido elegida por Dios, que es su siervo, a quien Dios prefiere. "Sobre él he puesto mi espíritu". Es el siervo de Yahvé, personaje que nos describe el profeta y que prefigura a Jesucristo. En él se conjugan la servidumbre y el poder.
Vendrá a implantar el derecho en la tierra. No lo hará con armas, ni con violencia, sino con el Espíritu del Señor. Este siervo de Yahvé, es una persona al mismo tiempo fuerte y humilde, inquebrantable y manso, luchador y pacífico. No gritará, no clamará, no voceará por las calles, no quebrará la caña cascada, no apagará el pábilo vacilante, pero promoverá fielmente el derecho, abrirá los ojos de los ciegos, hará justicia, será alianza de un pueblo y luz de las naciones. Nosotros, los cristianos, referimos este texto a Jesús de Nazaret, nuestro Salvador, el Mesías que vino a salvarnos. Así actuó Jesús de Nazaret, movido siempre por su Espíritu, por el Espíritu del Dios que le había ungido.
El profeta nos recuerda que el  Señor hace su obra en nosotros. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones”. El Señor nos pensó desde que estábamos en el seno materno, nos lleva de la  mano, , nos encomienda la tarea de ser “alianza” y “luz”. “Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas”.

En el Salmo (Salmo 28), de hoy reconocemos la obra de Dios, su bendición que es la Paz.
EL SEÑOR BENDICE A SU PUEBLO CON LA PAZ
La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnifica.
El Dios de la gloria ha tronado.
El Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: ¡Gloria!
El Señor se siente por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno R.-

En la segunda lectura (Act. 10, 34-38). las palabras de Pedro define en pocas palabras la esencia de Jesús: “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo”.. Pasó haciendo el bien a todos, no haciendo distinciones, fueran de la nación que fueran. Lo que quería Jesús de Nazaret, ungido con el Espíritu de Dios, es que todos temieran al Señor, que le amaran y practicaran la justicia. Hizo el bien, con especial predilección, a los oprimidos por el diablo, es decir, a todos los que sufrían opresión, esclavitad, hambre o enfermedad, a los hijos pródigos, a las ovejas descarriadas

En el Evangelio ya retomamos a Marcos (Mc 1, 7-11) -evangelista del ciclo B.  Describe la escena de Jesús en el Jordán. Como un judío más, se mezcla entre tantos que piden el bautismo mientras expresan el dolor por sus pecados. El agua, que limpia por fuera al cuerpo, es sólo un signo del Espíritu que limpia y llena de gracia por dentro al ser humano creado a imagen y semejanza de Dios.  Jesús no conoce el pecado y no necesita ningún bautismo de penitencia, pero quiere participar de la suerte de sus hermanos pecadores. El cielo se abre, como signo de la posibilidad de comunicación entre lo humano y la divinidad. "Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo. Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”.. Jesús sale de dudas sobre su persona y su misión cuando deja las aguas del río.
En Jesús el Espíritu revela quien es, le manifiesta públicamente su misión. En nosotros el bautismo nos da el Espíritu Santo, la fortaleza que necesitamos para dar testimonio con nuestra vida donde estemos. Un testimonio de verdad, justicia, amor, generosidad, entrega, servicio. “Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones”. Ese testimonio se nos pedirá, en ocasiones, manifestarlo públicamente. Pero el bautizado da un testimonio cada día, de una manera callada, sencilla, servicial, natural, escondida. Su forma de actuar vendrá ,marcada por las palabras de Isaías referidas al Siervo de Yahvé en quien nosotros reconocemos a Jesucristo. Es una forma de vida a la que nosotros también estamos llamados como discípulos suyos. “No gritará, no clamará, no voceará por las calles”.

La fiesta del Bautismo de Cristo es, una buena ocasión para recordar lo que significa el sacramento que nosotros un día recibimos, las exigencias que comporta, las promesas y las realidades que nos ha concedido. El Bautismo es de donde arranca nuestra vida espiritual, donde se fundamenta y empieza nuestra filiación divina, donde se nos capacita para dar culto a Dios en Espíritu y en verdad. De él brota nuestra vocación a la santidad, a cooperar según nuestras posibilidades personales a la realización del Reino de Dios sobre la tierra.
Hoy, en esta fiesta del bautismo del Señor, le damos gracias a Dios nuestro Padre por habernos enviado a su Hijo amado, el preferido, para que nos bautizara con su Espíritu a nosotros, pecadores, y nos dejará sanados de todos nuestros pecados.

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