sábado, 29 de diciembre de 2012

El verdadero sentido de la Navidad.


Hay que evitar que las ramas no nos impidan ver el bosque. Afirmación que se dice cuando alguien ha perdido el sentido verdadero, total, de una realidad, por haberse quedado con un visión parcial, pequeña, que forma parte del conjunto (del bosque), e incluso con una visión deformada.  Con otras palabras: hay realidades que, por las circunstancias que sean, terminan desvirtuándose, y si son aspectos de la cultura humana-religiosa, al final terminan por cambiar de significado, y en ocasiones trasmiten un mensaje que no tiene nada que ver con el inicial. Por ejemplo, las fiestas de las ciudades, de los pueblos, el carnaval, el recuerdo de los fieles difuntos (Hallowen).


         Las causas pueden ser variadas. Entre ellas están la creciente descristianización, la filosofía del placer que esconde el egoísmo, el consumismo,  la perdida del sentido trascendente de la vida, es decir, el oscurecimiento de la vida eterna, etc.

 

         Las ramas de ese bosque podríamos decir que son las luces de las calles en navidad, los adornos en los escaparates de las tiendas, los regalos en esas fechas, la reunión de las familias al completo en la Nochebuena, incluso desplazándose desde otra ciudad, los preparativos de todo esto con más de una semana de antelación.

 

Qué celebramos en Navidad


El Nacimiento de Dios en la tierra en el seno virginal de María.

 

I. Por qué el Verbo se hizo carne (Catecismo de la Iglesia católica)


n. 456. Con el Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos confesando: “Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre”.

 

n. 457. El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: “Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10).”El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo” (1 Jn 4, 14). “El se manifestó para quitar los pecados” (1 Jn 3, 5):

Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdida la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacia falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado? (San Gregorio de Nisa, or. catech. 15).

 

n. 458.  El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4, 9). “Porque tanto amó Dio s al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

n. 459.  El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí ... “(Mt 11, 29). “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte de la transfiguración, ordena: “Escuchadle” (Mc 9, 7;cf. Dt 6, 4-5). El es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la ley nueva: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (cf. Mc 8, 34).

 

n. 460. El Verbo se encarnó para hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2 P 1, 4): “Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: Para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios” (S. Ireneo, haer., 3, 19, 1). “Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios” (S. Atanasio, Inc., 54, 3). “Unigenitus Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo” (“El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos participantes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres”) (Santo Tomás de A., opusc 57 in festo Corp. Chr., 1).

Aprovechar estos símbolos y estos gestos


Este símbolo (la luz) evoca una realidad que afecta a lo más íntimo del hombre: me refiero a la luz del bien que vence al mal, del amor que supera al odio, de la vida que derrota a la muerte. En esta luz interior, en la luz divina, nos hace pensar la Navidad, que vuelve a proponernos el anuncio de la victoria definitiva del amor de Dios sobre el pecado y sobre la muerte.
(...) al ver las calles y las plazas de las ciudades adornadas con luces brillantes, recordemos que estas luces nos remiten a otra luz, invisible para los ojos, pero no para el corazón.

Mientras las admiramos, mientras encendemos las velas en las iglesias o la iluminación del belén y del árbol de Navidad en nuestras casas, nuestra alma debe abrirse a la verdadera luz espiritual traída a todos los hombres de buena voluntad. El Dios con nosotros, nacido en Belén de la Virgen María, es la Estrella de nuestra vida.
 

Sugerencias para la celebración cristiana de la Navidad


         Poner con los hijos el belén. Cantar y escuchar villancicos: que sea música de fondo en el hogar, de vez en cuando, en esos días. Visitar, según la edad, concursos de belenes. Otros años suele haber en el pórtico de la catedral de Bilbao. Asistir a la Misa del gallo, si es posible. Escuchar y ver por TV al Papa que, desde la plaza de San Pedro imparte la bendición a todo el mundo (urbi et orbe: a la ciudad y al mundo). Leer en la Nochebuena, quizá antes de cenar o después, toda la familia reunida delante del belén, el comienzo del capítulo 2 del evangelio de San Lucas, donde se narra el Nacimiento del Señor. Asistir  a la cabalgata de los Reyes Magos. Ir al cine  a ver una de esas películas que son para niños, o al circo, con toda la familia uno de esos días de vacaciones. Contribuir, por medio de la parroquia o cualquier otra institución, a llevar alimentos a los necesitados. Visitar a familiares enfermos o que están en una residencia de tercera edad.

Regalos: El mejor regalo que podemos hacer al Niño Jesús es el de recibir la gracia en el sacramento de la Confesión, así alcanza de modo profundo al alma el misterio de la Navidad.

Reunión de la familia: Jesús viene para unirnos, para reunirnos, para derribar las fronteras del rencor, del orgullo, del odio. Se hacen esfuerzos, se recorre el camino que nos lleva al otro.

Remedio de la soledad: acordarse de los que están sin cariño.

Preparativos: sin prisa. Todo tiene su tiempo. El adviento.

“Ella, que fue totalmente envuelta por la luz del Espíritu Santo, nos ayude a comprender y a vivir en plenitud el misterio de la Navidad de Cristo.

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