Parte segunda.
Hoy escribe Antonio Piñero
Mi valoración de este libro es ambigua. Por una lado, admiro sinceramente el valor y el espíritu de profunda humanidad que lleva a sacrificar toda la vida en pro de un ideal encarnado en un seguimiento de un “Jesús recordado” y vivido en la Iglesia, y admiro también el intento, que creo sincero, de mezclar lo que puede obtenerse y aplicarse, para mejorar el mundo de hoy, de la imagen de un Jesús transmitido por tradición con una crítica, en algunos casos severa, a esa misma tradición, de la cual llega a afirmarse que ha distorsionado, a veces, la figura de ese Jesús.González Faus como director que ha sido durante años de la revista de los jesuitas catalanes “Selecciones de teología” es un hombre bien informado.
Pero, por otro lado, me parece que no es del todo consecuente en seguir las líneas de una crítica a la “verdad” evangélica, crítica que se insinúa claramente en algunos de sus párrafos. Esa crítica debería servirle para construir una imagen de Jesús con rasgos más ambiguos, más negativos incluso, y no sólo un Jesús totalmente positivo, del que se obtiene para la posteridad sólo rasgos admirables que han de fundamentar la actuación del creyente hoy.Unos pocos ejemplos:
1) la moderna crítica histórica pone de relieve que Jesús como buen creyente judío creía en un reino de Dios plasmado en reino temporal en la tierra de Israel, liberado de ataduras políticas. Un reino excluyente de todos aquellos los que no creían en su mensaje y que tiene pocos visos de “universalista”. No se explica en este libro de GF el paso al concepto de un reino totalmente universal y prácticamente sólo ultramundano por parte de sus seguidores posteriores de Jesús.
Tengo la impresión de que esta interpretación se muestra en el ocultamiento de la palabra “reino” de Dios y en la insistencia casi exclusiva en traducir la expresión de los evangelios, basileía tou theou, siempre como “reinado” y no como “reino”, que denota sobre todo un espacio geográfico sobe el que Dios reina.
El movimiento por “otro mundo es posible”, que sin duda tiene como idea subyacente el que el reino de Dios se realizaría de algún modo en esta tierra si se siguieran las directrices de Jesús, es más bien una deducción un tanto voluntarista por parte de los teólogos de hoy, que despojan al Jesús de la historia de sus rasgos negativos.
Es cierto que Jesús lleva por lo general una vida pobre, que critica duramente la riqueza, y que exigen la venta de los bienes…; pero Jesús está rodeado más de ricos que de pobres en la pintura evangélica, y sus amigos por lo general son de la clase acomodada. Repásese mentalmente con quién trata Jesús.
Otro ejemplo: a propósito de este estilo de exégesis de un Jesús recordado por tradición, en cuyo sustento intelectual se afirma que los datos obtenidos por la historia acerca del Jesús histórico valen relativamente poco, y que sobre ellos no puede basarse una teología del seguimiento de Jesús, surge espontáneamente la pregunta: ¿por qué hemos de guiarnos por la experiencia postpascual, generalmente visionaria, de unos seguidores de Jesús, judíos del siglo I cuyas experiencias postpascuales estaban claramente condicionadas –como ocurre siempre- por sus coordinadas intelectuales y sociales propias del Israel del siglo I?
¿Cómo estamos seguros de que las consecuencias sociales que hoy se obtienen para construir un mundo mejor, que sería el reinado de Dios, corresponden al pensamiento del Jesús de la historia y no un mero humanismo que podría basarse en todo caso y sólo de un modo vago y general en una ideas religiosas y no en una reflexión no religiosa sobre la realidad del ser humano?
No digo que las propuestas deducidas de la visión obtenida de Jesús hoy no sean en la práctica buenas: ¿quién va a postular que la lucha contra todo tipo de injusticia no sea algo excelente y un fin al que debemos aspirar todos? Pero no estoy seguro de el fundamento jesuánico sea correcto a la luz de los estudios históricos de hoy.
GF responde a esta pregunta en la p. 66 del modo siguiente:
“La manera de ir encarnando la utopía evangélica (para Jesús no había utopía sino una realidad que iba a hacerse indefectiblemente visible y real en poco tiempo; lo que ocurre es que de hecho no sucedió así) y de ir ‘positivando’ los valores cristianos no nos ha sido revelada con el anuncio evangélico: es más bien la tarea que pesa sobre cada generación de la historia”.
Justamente aquí radica mi duda: el Jesús recordado –el que fundamenta esa utopía- es en muchos y repetidos casos un Jesús puramente idealizado; los estudios históricos no lo confirman. Pongo de nuevo un ejemplo: GF comenta Lc 23,37-31 (encuentro con la mujeres de Jerusalén camino del calvario) y afirma que no es un pasaje que “ofrezca demasiadas garantías de historicidad” (p. 97). Luego añade: “Si hemos de creer a Lucas, Jesús, aunque rechazó la bebida, no rechazó a las mujeres que la habían preparado… Sea lo que sea de la historicidad del pasaje, aquí está otra vez esa difícil combinación de acogida y verdad que sólo puede ser furo de una gran libertad interior y que era nuestro balance de la conducta de Jesús con los ricos como personas concretas”.
Obsérvese cómo se confirman ideas sobre cuál era el pensamiento y la conducta de Jesús. Pero al igual que GF duda de este pasaje de Lucas, y sin embargo lo interpreta como confirmatorio de análisis anteriores, pienso que otro muchos pasajes anteriores son también dudosos, pero a pesar de ello se han obtenido consecuencias sobre cómo era Jesús y cómo era su doctrina. Opino que este proceder es aventurado.
Otros casos muy dudosos serían: la exégesis de perícopas acerca de la postura de Jesús ante los romanos como la del “tributo al César” y el sentido Dios la purificación del Templo. E Igualmente echo de menos el análisis de otros pasajes que revelen cuál era en verdad el pensamiento del Jesús histórico.
Otro ejemplo: ¿tuvieron los apóstoles una “ingenuidad mesiánica” (p. 132) al interpretar el posible mesianismo de Jesús. Me parece que es imposible la teoría que mantiene que Jesús repitió muchas veces cómo era su mesianismo (sufriente; muerte vicaria), pero que los apóstoles nunca lo entendieron, pero siguieron estando con él, incluso fueron con Jesús a aje, pero sólo lo comprendieron después de la resurrección
La pregunta clave es: ¿puede construirse una teología a sabiendas de que se está omitiendo al Jesús de los estudios históricos y que sólo se tiene en cuenta el Jesús de la tradición? O ¨Se cree a pies juntillas la tradición con buena voluntad, pro con falta de espíritu crítico?
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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