Comentarios a las lecturas del domingo segundo despues de Navidad 3 de enero de
2016
Este domingo es el segundo después de navidad, y seguimos en este
ambiente del nacimiento del niño Dios. La liturgia de la Palabra nos invita a
meditar con el Libro del Eclesiástico, el salmo 147, la Carta a los Efesios y
el primer capítulo del Evangelio según san Juan. Toda la escritura de este
domingo nos habla de la Palabra, del Verbo, que se hizo carne.
La primera lectura tomada del libro del
Eclesiástico ( Eclo 24,1-4.8-12 ) . El libro del
Eclesiástico forma parte de los llamados Libros Sapienciales, sapienza en latín
significa sabiduría, de modo que los libros que conforman este corpus hablan de
la sabiduría. Sabiduría que en términos bíblicos va más allá del hecho del
conocimiento, como tal vez la concebimos nosotros, porque habla de la
experiencia, de la vida. Sabio en la biblia no es quien más ha estudiado, sino
quien mejor ha vivido, quien tiene muchos años y ha tenido la oportunidad de
experimentar lo bueno y lo malo de la vida, y eso le permite tener capacidad de
discernimiento. El fragmento que se nos propone hoy, del capítulo 24 del
Eclesiástico, habla que la sabiduría, por orden del Creador, estableció su
morada en Jacob, su heredad es Israel, y echa raíces en un pueblo glorioso, en
la porción del Señor, en su heredad.
Nos habla de la Sabiduría de Dios, que existe desde el principio y dirige,
ilumina y explicita el plan de Dios. «Yo salí de la boca del Altísimo, y como
neblina recubrí la tierra. En las alturas puse mi
morada, mi trono era columna de nube".
"La sabiduría hace su propio elogio, se gloría en medio de su pueblo.
Abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus
Potestades". Todo cuanto existe ha sido creado por él y en él. Un
mundo universo donde se pierde la más rica imaginación del hombre. Un
macrocosmos y un microcosmos de magnitudes infinitamente grandes, o
desmesuradamente pequeñas.
"Entonces el Creador del universo me ordenó, el Creador estableció mi
morada: habita en Jacob, sea Israel tu heredad ". La Sabiduría de Dios bajó a la tierra, se puso al alcance del hombre. El
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. El Hijo de Dios se hizo hombre y
acampó en nuestro campamento. Y lo que era atemporal, eterno, lo que estaba
fuera de nuestro espacio y nuestro tiempo vino a encuadrarse en nuestros
calendarios de papel y en nuestra geografía de profundas arrugas. Lo
trascendente se hizo inmanente, lo que estaba muy fuera se nos metió muy
dentro.
Dios quería que el hombre fuera como él. Pero el hombre no sabía cómo
conseguir esta semejanza con Dios. Más de una vez lo intentó. Siempre confundía
el camino. Ya desde el principio se equivocó de ruta. Quiso ser como Dios y
creyó lograrlo haciendo caso al Maligno, desobedeciendo el mandamiento divino.
Y en lugar de subir a la altura de Dios, bajó más y más en la cuesta abajo de
la miseria de los hombres. " En el pueblo glorioso he echado raíces, en la
porción del Señor, en su heredad."
El interleccional de hoy es el Salmo 147 (Sal 147,12-15.19-20 ).
Este himno es una invitación a alabar a Dios por su poder universal y cuidado
providencial. En los vv. 1-11, Dios es alabado por la reconstrucción de
Jerusalén, la reunión de la gente, la curación, la creación, y que prevean las
necesidades de aquellos que él crea. El v. 5b dice que no hay ningún límite a
su sabiduría. En los vv. 12-14, la adoración se debe a él por proteger a
Jerusalén, por bendecir a sus hijos, y por traer la paz y la prosperidad. Los
vv. 16-18 hablan de la actividad de la “palabra” de Dios (v. 15) en los
fenómenos de la naturaleza, desde el frío invierno hasta el deshielo de
primavera. Sólo a Israel Dios le declaró su pacto.
"Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión".
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, o lo que es igual, la
Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Dos modos similares de traducir
Logos, esa palabra griega del prólogo del cuarto Evangelio de san Juan, quien
extasiado ante el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, emocionado
íntimamente ante el descenso del Verbo, desde las alturas de la divinidad hasta
las honduras terrenales de la creación.
Sabiduría-Palabra que por mucho que se profundice en ella nunca podrá
expresar la grandeza del misterio. De todos modos, ante esa grandeza divina que
se escapa a fórmulas humanas que la expresen con claridad, dejémonos invadir
por su fuerza, abramos las puertas de nuestro corazón a la voz de la sabiduría
que se expande por todo el universo,.
"Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina". El salmo enumera alguno de los muchos beneficios que Dios nos ha otorgado,
para que nuestro espíritu tome conciencia de su bondad sin límites, se llene de
gozo y cante en silencio, alegre y enternecido, la melodía de un villancico.
"Él envía -nos dice el salmista- su mensaje a la tierra y su palabra corre
veloz. Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y sus mandatos a Israel; con
ninguna nación obró así, ni les dio a conocer su mandatos".
Este salmo y el evangelio según San Juan, hablan que la Palabra de Dios se
hizo carne, acampó entre nosotros. De alguna manera estos textos se refieren a
Cristo, a la Palabra, como sabiduría que se encarna y vive entre nosotros. Por
eso no nos debe extrañar la autoridad y la forma como enseñaba Jesús, el sabio
por excelencia.
En la segunda Lectura
(Ef 1,3-6.15-18), se hace referencia a las de las oraciones judías
y cristianas tempranas “Bendito sea…”. Dios nos
ha dado, por medio de Cristo, “toda bendición espiritual en los lugares
celestiales”, bendiciones en nuestros corazones que son invisibles y eternas,
que unen al mundo físico con Dios “, porque (v. 4) antes del tiempo Dios
Trinidad planeó que Cristo vendría a nosotros, para que seamos santos, apartado
para él, viviendo “en amor”, para que sus seguidores se hagan miembros de su
familia (“para su adopción como sus hijos”, v. 5), y que sean capaces de
apreciar y reflexionar en los espléndidos regalos del Padre a nosotros (“para
alabanza …”, v. 6).
Dios nos dio esto gratuitamente; esta era su voluntad y su “placer” (v. 5).
(Después del bautismo de Jesús, una voz del cielo dice: “Tú eres mi Hijo amado,
en ti me he complacido.”, Marcos 1:11)
Es a través de Cristo que somos , rescatados (“redención”, v. 7) y
perdonados de nuestras desviaciones de los caminos de Dios (“ofensas”). Siendo
ahora “santos y sin mancha” (v. 4), tenemos el conocimiento intelectual de Dios
(“sabiduría”, v. 8) y somos capaces de aplicarlo; para que podamos conocer y
participar activamente en su plan para la creación que se da a conocer en el
acontecimiento de Cristo (nacimiento, vida, muerte, resurrección y ascensión).
Este plan, que llegará a buen término cuando se cumplan los propósitos eternos
de Dios, es unir (“reunir”, v. 10) toda la creación (“cielo y tierra”) en
Cristo.
En Cristo, los cristianos hemos sido adoptados por Dios (“herencia”, v.
11), por su plan, a fin de que nosotros, los precursores (“los primeros”, v.
12) de muchos en “poner nuestra esperanza en Cristo”, podamos vivir para alabar
el poder manifiesto de Dios (“gloria”). En Cristo, los destinatarios de esta carta,
después de haber oído el evangelio y creer en él, fueron bautizados (“marcados
con el sello del Espíritu Santo…”, v. 13), son incorporados a la Iglesia. La
presencia santificadora interior del Espíritu es una garantía (“promesa”, v.
14) que Dios llevará su promesa a finalización.
Acaba San pablo expresando su oración por quienes tienen fe en Jesús:
"Por lo cual también yo, al conocer vuestra fe en Jesús, el Señor, y
vuestro amor para con todos los creyentes, no ceso de dar gracias a Dios por
vosotros, recordándoos en mis oraciones".
El evangelio de hoy es el
mismo que el día de Navidad ( Jn 1,1-18). Para El
autor, el evangelio es una alabanza a la Palabra de Dios, a la segunda persona
de la Santísima Trinidad, a quien también llamamos el Verbo de Dios.
El autor del evangelio, afirma de manera categórica la naturaleza divina de
este niño a quien celebramos en estos días, a quien acudimos para pedirle
nuestros regalos, para pedirle la fe. Y El autor del evangelio, lamenta que
habiendo venido a habitar con nosotros, muchos no le recibieron, muchos
cerraron su corazón a su gracia, no lo quisieron ver. El autor del evangelio,
nos exhorta para que en nosotros no suceda eso, sino que con un corazón bien
dispuesto, le demos espacio y permitamos que esa palabra también se encarne en
nosotros, acampe entre nosotros.
Para nuestra vida.
Hoy las lecturas nos han situado ante la comunicación de Dios. El Señor
rompió desde muy antiguo su silencio, se acercó ya en el Paraíso hasta el
hombre rebelde y caído para levantarle, para perdonarle, para reanimarle con la
promesa de un futuro triunfo sobre la maldad de la serpiente... Pero, a pesar
de todo, el hombre se rebela una y otra vez. No obstante, Dios siguió hablando,
exhortando, amenazando, suplicando. Y al llegar a la plenitud de los tiempos,
prescindió de mensajeros que proclamasen sus palabras y él mismo se hizo
Palabra humana, además de serlo ya divina.
En la primera lectura se resalta la realidad de la Sabiduría, su presencia
a lo largo de la historia. No son precisos las palabras del hombre para
percibir la belleza de Dios, su poder sin límites, su inteligencia sin sombras.
Todo cuanto existe es un poema sinfónico, un canto gozoso de las maravillas del
Señor. También nosotros como criaturas excelsas de Dios, hemos de ser notas que
se unen acordes al canto del universo. Seamos alabanza del Creador, como es
alabanza del padre la perfección del hijo. Cristo el Primogénito, el Hijo
mayor. Imitándole conseguiremos parecernos al Padre, a ese Dios que es, sobre
todo y ante todo, Amor.
El salmo nos ha recordado
que Dios provee refugio en el templo. Un lugar para
cantar alabanzas, pero también un lugar de refugio para todo el mundo; incluso
las aves están seguras allí. Podemos encontrar la felicidad con la seguridad
que Dios nos da, y los que confían en Dios son bendecidos. Además de refugio,
necesitamos agua para sostenernos. Las fuentes de agua son necesarias para la
vida y con ellas y con Dios, no tendremos sed. Dios provee para nosotros. Alabamos
a Dios y pedimos en nuestras oraciones fervientes porque Dios es el
Todopoderoso.
Nos debemos preguntar ¿Cómo experimentamos el amor de Dios en nuestra
vida?. ¿Cómo expresamos la felicidad que encentramos en la presencia de
Dios?.
La segunda lectura nos
recuerda que Dios trae bendiciones para un futuro lleno de gloria y de poder.
Somos escogidos para ser hijos de Dios. Dios nos
eligió para que fuéramos santos y sin mancha. Nuestros pecados son perdonados y
Dios nos acepta plenamente. No solo hemos obtenido una herencia, también
estamos sellados por el Espíritu Santo. Buscamos la sabiduría y la revelación a
fin de conocer mejor a Dios. Nosotros, como gente humilde nos esforzamos por
conocer mejor a Dios. Creemos
San Pablo, escribe a los efesios alegre porque ve que son un pueblo
que ha acogido a la Palabra de Dios, que tiene una gran fe en Cristo. "Que
el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda un
espíritu de sabiduría y una revelación que os permita conocerlo plenamente. Que
ilumine los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis cuál es la esperanza a
la que habéis sido llamados, cuál la inmensa gloria otorgada en herencia a su
pueblo". Hoy le pedimos a San Pablo que también ore por nosotros, que le
pida a Dios nos dé su espíritu de sabiduría para saber discernir y reconocer el
camino que nos pide seguir, para seguir y hacer su voluntad. Hoy estamos
expuestos a muchas tentaciones, muchas cosas negativas se hacen normales, la
gente las asume como tal. Pero nosotros, estamos llamados a denunciar las cosas
que no son correctas y Dios nos pide alejarnos de esas realidades que nos
sitúan en el dominio de la tentación y del pecado.
¿Cómo podemos conocer a Dios más plenamente?. ¿Cómo ha sido bendecida
nuestra vida?.
El evangelio nos sitúa
ante la palabra encarnada. La Palabra, Dios, Cristo,
ha nacido en este mundo imperfecto – un mundo que “llegó a existir por medio de
él” (v.3). – Pero la mayoría de la gente no le recibe como quien es. Llegó a
Israel, pero su gente en general lo rechazó, pero algunos sí lo recibieron por
lo que es; algunos se comprometieron con él. Estos recibieron el poder para ser
adoptados como hijos e hijas de Dios: renacieron en la familia de Dios, por el
Espíritu Santo (“de Dios”, v. 13).
La “carne”, la humanidad, era vista como débil, imperfecta y transitoria.
Cristo hace algo increíble: se convierte en un ser humano (aunque, siendo Dios,
un ser perfecto). El autor es testigo de la presencia divina mostrada en Jesús
(“gloria”, v. 14). Juan el Bautista fue el primero de los testigos de este
evangelio del acontecimiento de Cristo, Dios hecho humano.
De todo lo que está en Dios (“plenitud”, v. 16), hemos recibido regalo tras
regalo (“gracia sobre gracia”). La Ley de Moisés fue dada por Dios, y Cristo
trajo la plena revelación de los caminos de Dios. El judaísmo dice que Dios no
puede ser visto (v. 18). Incluso Moisés, no fue autorizado a ver el rostro de
Dios. Es a través de Cristo, que está en completa intimidad con el Padre, que
se nos ha dado acceso y conocimiento de Dios Padre.
Puede parecer que la oscuridad está a nuestro alrededor, y sin embargo, en
esa oscuridad, en ese dolor e incertidumbre, la luz de Cristo resplandece, y
las tinieblas no prevalecieron contra ella. La oscuridad sigue ahí, el dolor y
el sufrimiento, pero con la luz de Cristo, que brilla en nosotros, la oscuridad
ya no tiene el poder para vencer. El encarnado, que se convirtió en uno de
nosotros, camina con nosotros a través de estos momentos de dolor,
incertidumbre y ceguera, y nos llama a seguirlo, no impulsados por el miedo a
los lugares de comodidad y seguridad, sino a abandonar el miedo e ir al mundo
para amar y servir.
¿Qué diferencia hace la luz de Cristo en nuestra vida?. ¿Qué
sucedería al seguir a Jesús, a la luz de un hecho actual que te ha estado
preocupando?
" La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros". Que Jesús,
palabra encarnada nos acompañe siempre y haga brillar su luz sobre todos
nosotros.
Rafael Pla
Calatayud.
rafael@sacravirginitas.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario