Comentarios a las lecturas del día de la Sagrada Familia. 27 de diciembre de 2015.
La liturgia de este domingo y dentro
de la octava navideña, se nos invita a celebrara la fiesta de la Sagrada
Familia. Lo hacemos en el marco del año dedicado a la misericordia. Este año se
convierte para toda la Iglesia en un gran eco de la Palabra de Dios que resuena
fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda y de
amor..
Hay que tener en cuenta algunas
precisiones. lo primero que nos encontramos es
que la familia formada por José, María y
el niño Jesús, es una familia atípica, que se sale del marco normal de lo que
los judíos entendían por familia tradicional. También es distinta del modelo de
familia que hoy seguimos entendiendo como familia tradicional. Pensemos, más
bien, en familias como las de las que nos habla la Biblia con un solo hijo,
concebido este de forma milagrosa y excepcional. Así fueron las familias
formadas por Ana y Elcaná, con el niño Samuel, o
Isabel y Zacarías, con el niño Juan. En la Sagrada familia, se da además la
circunstancia de que el padre de Jesús, José, es solo un padre putativo y no
padre natural. Todo esto debemos tenerlo en cuenta cuando queremos presentar a
la Sagrada Familia, como familia modelo y prototipo de lo que debe ser hoy una
familia cristiana. La Sagrada Familia debe ser, para nosotros, no tanto un
modelo de familia estructural, al que debamos imitar,
sino un modelo de comportamiento individual de cada uno de los miembros de la
familia, dentro de la estructura de la familia actual.
Tanto la primera
lectura como la segunda de este domingo son comunes en todos los ciclos
litúrgicos.
consejos
para la armonía familiar.
Ya el pueblo judío reconoció históricamente,
muy la importancia de la familia.
Los consejos que nos da este texto son perfectamente aplicables a nuestro
tiempo y debemos de tenerlos muy en cuenta. Su autor es un tal Jesús Ben Sirá, de donde procede el otro nombre con el cual se conoce
este libro: Sabiduría de Ben Sirá o Sirácida. El libro es uno de los mejores ejemplos de la
literatura sapiencial judía y casi una síntesis de toda la teología del
judaísmo en diálogo con una nueva sociedad más sensible a los valores laicos.
El
texto que leemos hoy es un comentario apasionado del cuarto mandamiento: “Honra
a tu padre y a tu madre para que vivas muchos años en la tierra que el Señor tu
Dios te va a dar” (Ex 20,12). Para Jesús Ben Sirá el
amor y el respeto hacia los padres forman parte de las virtudes fundamentales
de la sabiduría. El verbo central de todo el texto es el verbo “honrar” o “dar
honor”, presente en el Decálogo y que indica amor, ayuda concreta y respeto, y
cuya recompensa será la bendición divina.
Es
importante comprender que a la raíz del cuarto mandamiento se encuentra el
concepto de los padres como los primeros transmisores de los valores más altos
de humanidad y religiosidad al interior de la tradición judía. Son los
llamados, a través de su palabra y de su ejemplo, a introducir al hijo en la
corriente de bendición de la religión de Yahvéh. Y
esta es la primera razón por la cual el hijo israelita “honra” a sus padres. En
otras palabras, los padres obtienen “honor” de parte de sus hijos siendo
sacramentos vivos del amor de Dios, transmisores de la bendición y maestros de
sabiduría. Por eso “honrar” a los padres, en el fondo, es “honrar” a Dios mismo
y aceptar a través de ellos la bendición y la sabiduría que vienen del
Altísimo. El “honrar a padre y madre” supone afecto y ayuda, respeto y amor
hacia los propios progenitores, aun en el ocaso de la vida, durante la vejez,
cuando las energías biológicas e intelectuales disminuyen. El padre y la madre
serán siempre un signo vivo del amor y la vida de Dios en el mundo.
es un salmo de alabanza. Hay en él una loanza doble: a Dios, que reparte sus bendiciones y que
vela por nosotros “todos los días de nuestra vida”, y al justo que sigue los
caminos del Señor. A través de imágenes sencillas y expresivas, el salmista nos
muestra qué dones recibe el que “teme al Señor”. Son aquellos que todo hombre de
aquella época podría considerar los mayores bienes: una esposa fecunda, un
hogar próspero, hijos sanos y hermosos, salud y una descendencia numerosa. Hoy,
tantos siglos después, también podríamos decir que este es el sueño de la
mayoría de las personas: formar una familia, gozar de bienestar económico, y
vivir una vida larga y pacífica, junto a los seres queridos.
Pero, ¿quién puede conseguir esta felicidad? ¿Quién es el que teme al Señor
y sigue sus caminos? En lenguaje de hoy, no podemos comprender que debamos
tener miedo de un Dios que es amor. Pero esa falta de temor tampoco nos ha de
llevar al olvido y al descuido. Dios nos ama, pero también nos enseña. Nos
muestra, a través de la Iglesia y especialmente a través de su Hijo, Jesús,
cuál es el camino para alcanzar una vida digna, llena de bondad.
Lo que hemos de temer es olvidarnos de él, ignorarlo, vivir a sus espaldas.
¡Ay de nosotros si apartamos a Dios de nuestra vida! Caeremos en la oscuridad y
en el desconcierto, y comenzaremos a vagar a la deriva. Perderemos la paz, la
armonía familiar, y hasta los bienes materiales, tarde o temprano.
Por eso este salmo, además de alabanza, es un recordatorio. Dios cuida de
nosotros siempre, cada día que pasa. Y nos muestra el camino hacia la “vida
buena”, la que todos anhelamos en lo más profundo de nuestro ser, la que merece
ser vivida.
de
la Carta de Pablo a los Colosenses consejos
para conseguir la concordia entre los cristianos.
Dichos consejos no "superaban" el ámbito familiar porque la vida de
las primitivas iglesias era como la de una familia santa. Hace falta en
nuestras comunidades una mayor hermandad, una vida de familia que hoy no
existe.
Las recomendaciones de San Pablo
incluyen en dicha "actividad familiar" la Liturgia con la alusión a
la Acción de Gracias. Finalmente, da algunos consejos muy oportunos para estos
tiempos, pero que, tal vez, son poco apreciados por las familias, las parejas o
las mujeres de hoy. Dice Pablo: "Mujeres, vivid bajo la autoridad de
vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres,
y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que
eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que
pierdan los ánimos". Pablo tenía un sentido de la familia basada en la
propia estructura de la Iglesia. Cristo era la cabeza de ella, lo mismo que el
marido era la cabeza de la familia. No se trata de que la mujer no acceda a sus
derechos de igualdad. El mensaje de hoy es que la familia necesita amor y
armonía. Y esa armonía se consigue con un cierto orden. Haría falta, pues, un
núcleo coherente en el interior de la familia que evitase cualquier dispersión.
¿A quién le toca hoy ser cabeza de familia?. Es
importante no olvidar la complementariedad de hombre y mujer en el plan creador
de Dios.
nos introduce en los umbrales de la madurez
incipiente de Jesús (Lc 2,41-51a). Todos los años,
nos cuenta Lucas María y José solían dirigirse a Jerusalén para la fiesta de la
pascua (v. 41). Al cumplir los doce años, también Jesús subió en esa misma
ocasión de Nazaret a Jerusalén en compañía de sus padres (v. 42). Y durante su
peregrinación inicial al templo dio lugar a su primera manifestación como Hijo
de Dios (v. 49).
Es la escena evangélica con la
que concluye el evangelio de la infancia según Lucas, constituye una especie de
parábola de toda la existencia de Jesús. La vida de Jesús, centrada en el
cumplimiento de la voluntad de Dios, se cristaliza en este relato lucano. Lo
que el autor de Hebreos nos decía hace unas semanas: "Cuando Cristo entró
en el mundo dijo: "Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad"
(10, 5-7), Lucas lo presenta en forma narrativa en el evangelio de hoy.
El evangelista se entretiene
presentándonos a Jesús sometido a la Ley del Señor en la tradición de su
pueblo. Jesús aparentemente abandona a sus padres para encontrar a su Padre.
Jesús ha encontrado a su Padre-Dios en la tradición de su pueblo, por ello
permanece entre los doctores y dialoga con ellos, lo ha encontrado en el
ambiente sagrado del antiguo Templo y por eso permanece allí como en su casa.
Jesús se ha encarnado en la historia humana y en la tradición de su propio
pueblo.
Este
viaje puso al descubierto la inteligencia precoz de Jesús en sus respuestas a
los interrogatorios de los doctores (v. 46-47), y pondrá de manifiesto, quizá
por primera vez, la emancipación de Jesús de su esfera familiar a la vez
mediante una fuga (v. 43) y mediante una contestación que decía mucho sobre su
conciencia de una vocación particular (v. 49).
Sus padres están evidentemente
demasiado angustiados (versículo 48) como para comprender a su Hijo (v. 50).
Sin embargo, María conserva todos estos sucesos en su corazón (v.51) con el
presentimiento materno de un futuro misterioso.
Al redactar este relato, unos
cincuenta años después de este acontecimiento, Lucas sabe qué misión presagiaba
este episodio, y su forma de escribir permite que el lector lo comprenda
también: estos acontecimientos hay que leerlos a la luz de la muerte y de la
resurrección del Señor.
Por eso señala Lucas que sus
padres "no comprendieron" lo que sucedía (v.50).
El texto acaba destacando
la actitud silente y confiada de María "
Su madre conservaba todo esto en su corazón.". La última palabra misteriosa
de Jesús (2, 50), pero también todas las demás que habían precedido y todos los
acontecimientos que habían surgido de ella.
La
Sagrada Familia, era matrimonio y familia. El primer matrimonio y familia cristiano.
El primero y el más insigne. De ellos hay que aprender. Con ellos hay que
intimar. Sus riquezas espirituales debemos desear compartir. A todos nos está
permitido participar de su amistad. La Iglesia al presentarnos litúrgicamente a
la Sagrada familia, pretende incorporárnosla, enriquecernos. No os dejéis
deslumbrar, mis queridos jóvenes lectores, por la fama de quienes atreviéndose
tal vez a llamarse matrimonio y pasear como tal por la alfombra roja, viven su
unión a su antojo, movidos por primitivos y sencillos sentimientos, puestos de
acuerdo respecto a proyectos de vida en común, decisiones estas que cambian o
suprimen más tarde.
El matrimonio cristiano, las sagradas familias
cristianas, así en minúscula, pero con todos los honores, son aquellos que se
encuentran en la intimidad de Dios. Que si tal vez no son capaces de dialogar,
cooperar y amarse tiernamente en algún momento, cuando en su intimidad se
acercan a Dios, descubren a su consorte, que también está rezando y que en su
encuentro con el Señor, están amparados por la Familia de Nazaret, que colabora
con cada uno de ellos y para que sean uno en carne, espíritu y alma.
El salmo de hoy nos sitúa ante la actitud
de la alabanza. Los antiguos ya indagaron sobre qué debía hacer el hombre que buscaba una
vida sana, dichosa y en paz. Los filósofos clásicos llegaron a la conclusión de
que ésta se podía alcanzar mediante la honradez y la práctica de las virtudes.
También los israelitas creían que mediante el culto a Dios y el cumplimiento de
sus mandatos, que no dejan de ser prácticas cívicas y virtuosas, podrían
conseguirla. Los cristianos, hoy, tenemos un camino aún más claro y directo:
Jesús. Ya no se trata de aprender leyes o de leer muchos libros, sino de
conocer, amar e imitar al que amó generosamente, hasta el extremo, y aprender a
amar como él lo hizo. Ese es nuestro auténtico camino.
El
relato del evangelio, nos presenta la
etapa de crecimiento de Jesús en un doble contexto, familiar y divino. La familia como realidad de
enraizamiento humano y el Padre como realidad de enraizamiento divino. No se
trata de dos realidades antagónicas o mutuamente excluyentes; de hecho, en el
relato de Lucas no lo son. Eso sí: ambas son necesarias en un modelo cristiano
de crecimiento personal. La talla de un crecimiento en cristiano depende de las
dos. Cualquiera de ellas que falte condicionará el crecimiento haciéndolo raquítico.En el umbral de la mayoría de edad de Jesús un
incidente abre de par en par el horizonte de su persona. Todos los pormenores
de la narración tienen su razón de ser en las palabras de Jesús del v. 49:
"¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi
Padre?" Son las primeras palabras pronunciadas por Jesús en el tercer
evangelio. Testimonian, por una parte, el misterio de una persona, de quien no
resulta exacto decir que hubiera estado perdida; por otra, ponen de manifiesto
la espontánea dificultad humana para captar este misterio.
Misterio y dificultad de
comprensión son, en efecto, los elementos narrativos predominantes. Por lo que
se refiere al misterio. Lucas no da, por ejemplo, un sólo detalle sobre el modo
de separación de Jesús de sus padres. Preguntarse, como se hace a menudo, por
el modo es probablemente un desenfoque del relato. Por lo que se refiere a la dificultad
de captación. Lucas la explícita en dos ocasiones: "sin que lo supieran
sus padres" (v. 43); "no comprendieron lo que quería decir" (v.
50). Sin embargo, esta dificultad de comprensión inicial no está reñida con una
subsiguiente actitud de reflexión buscando descubrir lo que Jesús es y
significa. Como ya lo había hecho en 2, 19, Lucas vuelve a poner a María como
modelo de esta actitud de búsqueda creyente.
Enraizado en el misterio, Jesús
se hace, sin embargo, persona en un marco familiar humano. Es en este marco
donde sitúa Lucas el crecimiento de Jesús y lo hace imitando al escritor del
primer libro de Samuel, cuando escribe a propósito de éste que iba creciendo y
lo apreciaban el Señor y los hombres (1 Sam 2, 26). Este aprecio de Dios y de
los hombres es lo que significa la literal traducción litúrgica crecer en
gracia ante Dios y los hombres.
Un tema importante que nos
afecta a los cristianos también hoy, y que aflora a lo largo del relato: Lucas,
es la búsqueda.
La búsqueda de Dios es un tema
importante en la Escritura, porque Yahvé no es, como los ídolos, un Dios que se
deja encontrar fácilmente. Esta búsqueda es, en primer lugar, la de los
patriarcas nómadas que descubren el cumplimiento del plan de Dios en la
historia. Es, después, de una forma más espiritual, la búsqueda de Dios en su
ley (scrutare: Sal 118/119); pero el punto de vista
es con frecuencia demasiado humano aún (Os 5, 6-7, 15), el destierro vendrá a
rectificar la espera del pueblo, y hasta después del destierro no se pondrá el
pueblo a buscar a Dios para encontrarle en la obediencia a su voluntad. Esta
"búsqueda" de Yahvé se realiza especialmente en el Templo. Designa
incluso la participación en su liturgia, con la expresión "buscar su
rostro"; (2Sam 21, 1). En la liturgia del Templo era donde el pueblo
exteriorizaba y reforzaba su búsqueda de Dios.
A partir de Cristo, la
"búsqueda de Dios" se convertirá en la "búsqueda del
Señor". Los padres de Jesús van a realizar en Sión su "búsqueda de
Dios", pero su búsqueda es demasiado humana y el Templo no encierra la
realidad de Dios. Buscándole después en el plano humano, en su familia (Lc 2, 44), se ven orientados a buscarle y a encontrarle, al
fin, en los "negocios de su Padre" (Lc 2,
49).
Meditemos ante el
cuadro que San Lucas nos presenta y las palabras del final: " Su madre
conservaba todo esto en su corazón.". María es la mujer toda corazón. Esto significa que aunque
en su mente no entendía muchas cosas, ama, espera y cree. Jesús le cambia los
planes desde su concepción hasta su muerte. De niño le hizo retornar a
Jerusalén, y ni siquiera entendía sus palabras. Pero al final calla y confía.
María siempre aparece en el evangelio, como la mujer silente y revelando su
"fiat", su "hágase", su total
confianza y obediencia a los planes divinos. Otro aspecto mariano de este
evangelio es la prontitud de María, en busca de Jesús. A donde quiera que tenga
que ir Jesús allí va María, a Egipto, a Jerusalén, al Calvario. María sigue con
prontitud a Jesús, se sacrifica y lo sigue hasta el final, hasta las últimas
consecuencias, siempre y a lo largo de toda la vida. También María es la mujer
que se deja sorprender por Jesús. Se sorprende ante sus hechos y palabras. Esto
demuestra su fina sensibilidad. María invita a recuperar esa capacidad de
sorpresa y de admiración. El Dios de María es un Dios sorprendente, admirable,
desconcertante. Finalmente María revela esa dimensión profética de la pregunta:
¿Por qué? No permanece callada ante el misterio, ante los acontecimientos
difíciles. Le preguntó al Ángel y le pregunta a su Hijo, y con su hijo se
identificó cuando en la cruz Jesús también preguntó: ¿por qué? No se trata de
mantener un silencio estéril, se trata de la inteligencia que limitada ante el
misterio de la vida solicita una respuesta. De la pregunta humilde hecha
oración viene la respuesta elocuente de un Dios que habla y se revela hasta en
sus silencios.
Rafael Pla Calatayud.
rafael@sacravirginitas.org
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