Desde
los primeros tiempos de la Iglesia no se celebra Eucaristía hoy, Viernes Santo,
ni mañana, Sábado Santo. Y las normas y costumbres litúrgicas son iguales que
desde hace siglos. Ayer, Jueves Santo, el Altar quedó desnudo, sin mantel, sin
candelabros, sin cruz y el Cuerpo de Cristo se reservó en el “monumento”,
sagrario especialmente adornado para el culto de los fieles. Imagen de soledad
que no pasa desapercibida. Sabemos que estamos solos y una tristeza enorme nos
invade. No puede ser de otra forma. A las tres de la tarde murió Jesús y desde
esa hora los fieles de todo el mundo no unimos para dar los pasos junto a la
cruz.
Empezamos
con la postración y silencio y a continuación con la liturgia de la Palabra. El
cuarto canto del Siervo de Yahvé que es la profecía que manera prodigiosa narra
la Pasión de Jesús, su sufrimiento y sus efectos salvadores. Dicen que los
antiguos judíos jamás repararon en estos cantos del Siervo de Yahvé y mucho
menos le dieron aplicación mesiánica. Esperaban un triunfador.
La
primera lectura (Is
52, 13-53, 12). Estamos ante uno de las cantos del
Siervo Paciente de Yahvé, uno de los pasajes más difíciles de entender, sobre
todo entre los intérpretes judíos, los rabinos que se dividían a la hora de
entender quién era ese misterioso y doliente personaje. . No sabemos, a quién
se refería el profeta Isaías cuando hablaba del “siervo de Yahveh”.
Es un cántico que nosotros, los cristianos, desde los principios, aplicamos a
Jesús de Nazaret, en los momentos últimos de su pasión y muerte.
Jesucristo en su Pasión y Muerte, con sus padecimientos cumple cuanto en dicha
profecía se anunciaba, incluido el valor redentor de su sacrificio, así como el
final glorioso de sus padecimientos.
Las
palabras del profeta parecen proferidas ante la contemplación directa de cuanto
ocurrió en la Pasión. El cargó sobre el peso de nuestros pecados, soportó en
sus espaldas el castigo que habíamos merecido. Por eso Jesús, sabiendo lo que
le esperaba, pide al Padre que le libre de aquella hora, al mismo tiempo que llevado de su amor acepta
sereno su muerte.
En el salmo de hoy (SALMO 30) se describe la actitud de confianza
del sufriente. Salmo que nos sirve a nosotros para reflexión y
expresión de confianza en los momentos duros de la vida.
Reproduce las palabras de Jesús al expirar.
PADRE, A TUS
MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU
A ti, Señor,
me acojo:
no quede yo
nunca defraudado;
tú, que eres
justo, ponme a salvo.
A tus manos
encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios
leal, me librarás.
Soy la burla
de todos mis enemigos,
la irrisión
de mis vecinos,
el espanto
de mis conocidos;
me ven por
la calle, y escapan de mí.
Me han
olvidado como a un muerto,
me han
desechado como a un cacharro inútil.
Pero yo
confío en ti, Señor,
te digo: «Tú
eres mi Dios.»
En tu mano
están mis azares;
líbrame de
los enemigos que me persiguen.
Haz brillar
tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por
tu misericordia.
Sed fuertes
y valientes de corazón,
los que
esperáis en el Señor.
La segunda
lectura de Hebreos (4,
14-16; 5, 7-9), nos recuerda que Jesús es nuestro Sumo
y Eterno Sacerdote, que ha penetrado en el Santuario de los cielos para
interceder por nosotros; esto es un motivo más que suficiente para que nos
llenemos de confianza y de gozo. Por ello el autor nos exhorta a que nos
mantengamos firmes en la fe que profesamos. Y también en la esperanza, pues
sabemos que Jesús puede compadecerse de nuestros sufrimientos, ya que él mismo
los ha padecido en su propia carne. En su afán de acercamiento se ha hecho
semejante en todo a nosotros, menos en el pecado.
De
ahí que nos diga también San Pablo, que nos acerquemos llenos de confianza al
trono de la gracia, es decir, al trono de Dios. Es cierto que si miramos hacia
nuestro interior tenemos muchas cosas de la que arrepentirnos, motivos para
pensar que Dios nos rechazará. Sin embargo, , Dios es mucho más grande y
generoso, y tiene compasión de nosotros que, al fin y al cabo, hemos sido redimidos
con la sangre de Cristo.
Como evangelio
hoy tenemos el relato de la Pasión (Juan
18, 1-19,42 ). Como todos
los años, el Viernes Santo, la narración de San Juan se deja oír con toda su
grandiosidad y belleza, con todo su misterio y su claridad. El IV Evangelio fue
escrito el último de todos. Escrito el Evangelio de Juan muchos años después
que los sinópticos ya ha habido tiempo para conocer los dones maravillosos de
la Pasión salvadora de Cristo. Hechos meditados y descubiertos en la intimidad
de la oración, en la contemplación amorosa. Por ello su relato aparece lleno de
luz pascual.
Bajo
esa luz, la inspiración de San Juan recuerda al fin de su vida, y pone por
escrito, los hechos y dichos de Jesús, completando los relatos de los otros
evangelistas.
Para nuestra vida.
La vida humana está llena de
dificultades y problemas, a veces muy graves. Y es en la capacidad para
aguantar y superar estas dificultades y sufrimientos donde se fragua la virtud
y la santidad cristiana. Cristo prefirió sufrir hasta la muerte, antes que ser
infiel a la misión que su Padre le había encomendado. Queda como ejemplo
para nosotros.
El “siervo de Yahveh”
“tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores”. En esta tarde de
viernes santo vamos a unirnos nosotros al “cordero llevado al matadero, sin
abrir la boca”, para hacernos corredentores con Cristo y para ayudarle a quitar
el pecado del mundo.
Ejemplar el salmo para nuestra oración.
La segunda lectura nos fortaleza, recordando lo realizado por Jesucristo.
"Por
eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente".
Hoy podemos meditar los hechos narrados en la Pasión. ¿Cómo nos
identificamos en los hechos y personajes?.
El relato de la Pasión del Señor, según San Juan, nos impresiona. Como se sabe la otra jornada de
la Semana Santa en la que se proclama completo el relato de la Pasión ha sido
este pasado Domingo de Ramos. En su liturgia se lee, según el ciclo B, que nos
corresponde este año, el texto evangélico de San Marcos. Y si hoy leemos a Juan
es porque expone la exaltación hacia la gloria total del Señor Jesús.
Del ritual de hoy destacamos la Oración
universal larga y completa. También las palabras que invitan a la adoración de
la cruz: "Mirad el árbol de la Cruz,
donde estuvo clavada la salvación del hombre".
Es momento de reflexionar qué hizo Jesús por nosotros y qué hacemos nosotros
por El. El vino para ser Camino, Verdad y Vida. Los creyentes a menudo,
caminamos por nuestros caminos, nos creamos nuestras verdades y no dejamos que
El dé sentido a nuestra vida. Vino para darnos la vida y la salvación, como la
vid da la vida a los sarmientos (Jn 15, 1-6). Fue el Mesías prometido por Dios
a su pueblo. Pero fue también el "Siervo de Yahvé" que soportó
nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores. Jesús terminó clavado en la
cruz construida con la madera de un frío árbol, fue asesinado por su infinito
Amor a nosotros y por su obediencia a la voluntad del Padre. El canto del
Siervo de Yahvé es desgarrador: "maltratado
voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al
matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca".
La cruz es símbolo de adhesión, de confianza, de amor. Y, sin embargo, cuando
somos incoherentes le matamos en nuestro corazón....le entregamos como Judas, a
cambio de unas pocas monedas sin valor: egoísmo, comodidad, mediocridad, falta
de confianza...).
La vida humana está llena de dificultades y problemas, a veces muy graves. Y es en la capacidad para aguantar y superar estas dificultades y sufrimientos donde se fragua la virtud y la santidad cristiana. Cristo prefirió sufrir hasta la muerte, antes que ser infiel a la misión que su Padre le había encomendado. Queda como ejemplo para nosotros.
ResponderEliminarEl “siervo de Yahveh” “tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores”. En esta tarde de viernes santo vamos a unirnos nosotros al “cordero llevado al matadero, sin abrir la boca”, para hacernos corredentores con Cristo y para ayudarle a quitar el pecado del mundo.