viernes, 3 de abril de 2015

Comentarios a las lecturas del Viernes Santo: Celebración de la Pasión del Señor 3 de abril de 2015

Comentarios lecturas Viernes Santo.  Celebración de la Pasión del Señor 3 de abril de 2015.
Desde los primeros tiempos de la Iglesia no se celebra Eucaristía hoy, Viernes Santo, ni mañana, Sábado Santo. Y las normas y costumbres litúrgicas son iguales que desde hace siglos. Ayer, Jueves Santo, el Altar quedó desnudo, sin mantel, sin candelabros, sin cruz y el Cuerpo de Cristo se reservó en el “monumento”, sagrario especialmente adornado para el culto de los fieles. Imagen de soledad que no pasa desapercibida. Sabemos que estamos solos y una tristeza enorme nos invade. No puede ser de otra forma. A las tres de la tarde murió Jesús y desde esa hora los fieles de todo el mundo no unimos para dar los pasos junto a la cruz.
Empezamos con la postración y silencio y a continuación con la liturgia de la Palabra. El cuarto canto del Siervo de Yahvé que es la profecía que manera prodigiosa narra la Pasión de Jesús, su sufrimiento y sus efectos salvadores. Dicen que los antiguos judíos jamás repararon en estos cantos del Siervo de Yahvé y mucho menos le dieron aplicación mesiánica. Esperaban un triunfador.

La primera lectura (Is 52, 13-53, 12). Estamos ante uno de las cantos del Siervo Paciente de Yahvé, uno de los pasajes más difíciles de entender, sobre todo entre los intérpretes judíos, los rabinos que se dividían a la hora de entender quién era ese misterioso y doliente personaje. . No sabemos, a quién se refería el profeta Isaías cuando hablaba del “siervo de Yahveh”. Es un cántico que nosotros, los cristianos, desde los principios, aplicamos a Jesús de Nazaret, en los momentos últimos de su pasión y muerte.
 Jesucristo en su Pasión y Muerte,  con sus padecimientos cumple cuanto en dicha profecía se anunciaba, incluido el valor redentor de su sacrificio, así como el final glorioso de sus padecimientos.
Las palabras del profeta parecen proferidas ante la contemplación directa de cuanto ocurrió en la Pasión. El cargó sobre el peso de nuestros pecados, soportó en sus espaldas el castigo que habíamos merecido. Por eso Jesús, sabiendo lo que le esperaba, pide al Padre que le libre de aquella hora,  al mismo tiempo que llevado de su amor acepta sereno su muerte.

En el salmo de hoy  (SALMO 30) se describe la actitud de confianza del sufriente. Salmo  que nos sirve a nosotros para reflexión y expresión de confianza en los momentos duros de la vida. Reproduce las palabras de Jesús al expirar.
PADRE, A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.

La segunda lectura de Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9), nos recuerda que Jesús es nuestro Sumo y Eterno Sacerdote, que ha penetrado en el Santuario de los cielos para interceder por nosotros; esto es un motivo más que suficiente para que nos llenemos de confianza y de gozo. Por ello el autor nos exhorta a que nos mantengamos firmes en la fe que profesamos. Y también en la esperanza, pues sabemos que Jesús puede compadecerse de nuestros sufrimientos, ya que él mismo los ha padecido en su propia carne. En su afán de acercamiento se ha hecho semejante en todo a nosotros, menos en el pecado.
De ahí que nos diga también San Pablo, que nos acerquemos llenos de confianza al trono de la gracia, es decir, al trono de Dios. Es cierto que si miramos hacia nuestro interior tenemos muchas cosas de la que arrepentirnos, motivos para pensar que Dios nos rechazará. Sin embargo, , Dios es mucho más grande y generoso, y tiene compasión de nosotros que, al fin y al cabo, hemos sido redimidos con la sangre de Cristo.

Como evangelio hoy tenemos el relato de la Pasión (Juan 18, 1-19,42 ). Como todos los años, el Viernes Santo, la narración de San Juan se deja oír con toda su grandiosidad y belleza, con todo su misterio y su claridad. El IV Evangelio fue escrito el último de todos. Escrito el Evangelio de Juan muchos años después que los sinópticos ya ha habido tiempo para conocer los dones maravillosos de la Pasión salvadora de Cristo. Hechos meditados y descubiertos en la intimidad de la oración, en la contemplación amorosa. Por ello su relato aparece lleno de luz pascual.
Bajo esa luz, la inspiración de San Juan recuerda al fin de su vida, y pone por escrito, los hechos y dichos de Jesús, completando los relatos de los otros evangelistas.

Para nuestra vida.
La vida humana está llena de dificultades y problemas, a veces muy graves. Y es en la capacidad para aguantar y superar estas dificultades y sufrimientos donde se fragua la virtud y la santidad cristiana. Cristo prefirió sufrir hasta la muerte, antes que ser infiel a la misión que su Padre le había encomendado. Queda como ejemplo para  nosotros.
El “siervo de Yahveh” “tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores”. En esta tarde de viernes santo vamos a unirnos nosotros al “cordero llevado al matadero, sin abrir la boca”, para hacernos corredentores con Cristo y para ayudarle a quitar el pecado del mundo.
Ejemplar el salmo para nuestra oración.
La segunda lectura nos fortaleza, recordando lo realizado por Jesucristo. "Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente".
Hoy podemos meditar los hechos narrados en la Pasión. ¿Cómo nos identificamos en los hechos y personajes?. El relato de la Pasión del Señor, según San Juan, nos  impresiona. Como se sabe la otra jornada de la Semana Santa en la que se proclama completo el relato de la Pasión ha sido este pasado Domingo de Ramos. En su liturgia se lee, según el ciclo B, que nos corresponde este año, el texto evangélico de San Marcos. Y si hoy leemos a Juan es porque expone la exaltación hacia la gloria total del Señor Jesús.

Del ritual de hoy destacamos  la Oración universal larga y completa. También las palabras que invitan a la adoración de la cruz: "Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del hombre". Es momento de reflexionar qué hizo Jesús por nosotros y qué hacemos nosotros por El. El vino para ser Camino, Verdad y Vida. Los creyentes a menudo, caminamos por nuestros caminos, nos creamos nuestras verdades y no dejamos que El dé sentido a nuestra vida. Vino para darnos la vida y la salvación, como la vid da la vida a los sarmientos (Jn 15, 1-6). Fue el Mesías prometido por Dios a su pueblo. Pero fue también el "Siervo de Yahvé" que soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores. Jesús terminó clavado en la cruz construida con la madera de un frío árbol, fue asesinado por su infinito Amor a nosotros y por su obediencia a la voluntad del Padre. El canto del Siervo de Yahvé es desgarrador: "maltratado voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca". La cruz es símbolo de adhesión, de confianza, de amor. Y, sin embargo, cuando somos incoherentes le matamos en nuestro corazón....le entregamos como Judas, a cambio de unas pocas monedas sin valor: egoísmo, comodidad, mediocridad, falta de confianza...).

1 comentario:

  1. La vida humana está llena de dificultades y problemas, a veces muy graves. Y es en la capacidad para aguantar y superar estas dificultades y sufrimientos donde se fragua la virtud y la santidad cristiana. Cristo prefirió sufrir hasta la muerte, antes que ser infiel a la misión que su Padre le había encomendado. Queda como ejemplo para nosotros.
    El “siervo de Yahveh” “tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores”. En esta tarde de viernes santo vamos a unirnos nosotros al “cordero llevado al matadero, sin abrir la boca”, para hacernos corredentores con Cristo y para ayudarle a quitar el pecado del mundo.

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