La Iglesia celebra
hoy la Campaña contra el Hambre en el
mundo. Y es algo que no podemos dejar pasar por alto. El hambre existe y
afecta a mil millones de personas de manera permanente en todo el mundo. La
reflexión en torno al hambre es imprescindible. Hay muchos puntos de injusticia
en el mundo, pero, ciertamente, el de la polarización de la abundancia y
escasez de alimentos rompe cualquier esquema.
Este año 2015, el
lema es “Luchamos contra la pobreza, ¿te apuntas?”.
Con esta Campaña Manos Unidad, recoge el trabajo de los últimos ocho años, en
el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y trata de abrir nuevos
caminos en la lucha contra la pobreza. Se quiere trabajar en favor de un modelo
de sociedad que no excluya a los débiles, los más empobrecidos, los menos
dotados. Por eso, nuestros esfuerzos se dirigen a acompañar a los pobres entre
los pobres. Se propone, además, denunciar las causas de la pobreza,
colaborando con la puesta en marcha de acciones concretas para acabar con ella.
El pasaje del Libro de Job (Job, 7,1-4.6-7 ), es la meditación
del hombre probado por el dolor y en diálogo con Dios: "El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son
los de un jornalero; como el esclavo suspira por la sombra, como el jornalero
aguarda su salario..." La vida del hombre es como un soplo, pasa
rápidamente. El libro de Job es un resumen de sufrimientos tolerados por el
Señor y producidos por el ataque del Maligno. En nuestra sociedad se esconde el
dolor o se disimula. De lo que se trata es de soportar el sufrimiento –físico o
moral—en la medida que sea posible. Cuando llega una enfermedad hay que hacer
todo lo posible para curarla, y también pedir al Señor Dios que nos cure. En
Job vemos como la queja en busca de consuelo ayuda mucho,. En el fragmento del
Libro de Job que hemos leído, resalta el realismo de la vida, lo que nos narra
es una situación habitual: un tiempo de dificultades que acontece a muchos
hombres y mujeres de hoy y de todos los tiempos.
El salmo de hoy, con su expresiva estrofa (Salmo 146) "Alabad al Señor, que
sana los corazones destrozados". nos sitúa ante la acción
sanadora de Dios y que se ve descrita en el evangelio de hoy. Jesús no vino al
mundo para juzgar al mundo, sino para salvarlo. Y además lo hace de una
personalizada.
" Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre".
En
la segunda lectura ( Primera carta a los Corintios, 9, 16- 19.22-23 ), san Pablo entra en el mismo contenido de parte
del Evangelio de hoy, les dice a los
cristianos de Corinto " El hecho de predicar no es para mi
motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el
Evangelio!" ¿Y como predica San Pablo?; “me he
hecho todo a todos” A la vez
defiende su libertad, la que le permite servir a los otros, débiles o rebeldes.
San Pablo anuncia el Evangelio de la libertad ante intereses particulares.
Intenta el diálogo con la diferencia: “Porque,
siendo yo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más
posibles. Me he hecho débil con los débiles; me he hecho todo a todos, para
ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para
participar yo también de sus bienes”.
El Evangelio de hoy ( Marcos, 1, 29-39 ), nos presenta lo esencial
de la vida cristiana personificado en el mismo Jesús: ORAR, PREDICAR y SANAR.
"Se levantó de madrugada, se marchó al descampado
y allí se puso a orar". Quizá , los tres verbos que mejor definen la acción
de Jesús, mientras estuvo en la tierra con nosotros, sean estos tres verbos que
he escrito arriba: rezar, predicar, curar, tal como aparecen escritos hoy en
este relato del evangelio según. Antes de salir al encuentro con la gente
sentía la necesidad de ponerse en comunión directa con su padre, Dios, y llenar
su alma humana de fuerza y energía divina. A Jesucristo, como hombre verdadero
que era, el trabajo le cansaba y terminaba el día, física y psicológicamente
agotado. Necesitaba descansar físicamente por la noche después de haber
trabajado intensamente durante el día y, antes de comenzar el duro trabajo del
día que empezaba, necesitaba cargar las pilas del alma, poniéndose en contacto
directo con la energía divina que le comunicaba su Padre. Esto mismo es lo que
han intentado hacer siempre los santos, monjes y monjas, misioneros, laicos, y
toda persona que se disponga a trabajar intensamente durante todo el día, en
nombre de Dios. Esto mismo es lo que debemos hacer todos y cada uno de
nosotros, cada mañana, antes de ponernos a trabajar con ilusión y empuje en lo
que nos toque.
"Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para
predicar también allí; que para eso he salido". Predicar es el
mandato que les dio Jesús a sus discípulos, antes de partir definitivamente
hacia el Padre: id al mundo entero y predicad el evangelio. La misión principal
de la Iglesia es evangelizar, nos han dicho, en más de una Encíclica, los
Papas; una Iglesia que no evangeliza no es fiel al mandato de Cristo. Todos los
cristianos tenemos la vocación de evangelizar y debemos estar dispuestos a
hacerlo libremente y de balde, como san Pablo, haciéndonos débiles con los
débiles y servidores de todos.
" La suegra de Simón estaba en la cama con fiebre.
Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levanto…Así recorrió toda Galilea,
predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios". Las gentes de Galilea
admiraban a Jesús y le seguían sobre todo por esto: porque hacía milagros y
curaba a los enfermos, tanto en enfermedades físicas como espirituales, hoy diríamos
sicológicas. El final del día encontramos a Jesús sanando a otros enfermos.
Estará entre los excluidos a causa de su enfermedad… escuchando quejas…
plegarias como lamentos… voluntariamente se sitúa en el lugar por donde pasa la
vida doliente. Dios en Jesús ha elegido el lugar social carente de esperanza,
más sometido a prueba. Quiere dignificar la vida.
Atender a los demás
en sus necesidades es algo que debemos tener en cuenta todos los cristianos, en
general: aunque todo es necesario, el hacer el bien a los demás es prioritario.
Resumiendo el mensaje de hoy de la lecturas,
vemos que la acción de Jesús está principalmente dirigida a las personas más
necesitadas y destrozadas; a los enfermos, a los pecadores, a las mujeres
marginadas, a la gente sencilla. No vino a buscar a los santos, sino a los
pecadores, no atendió preferentemente a las noventa y nueve ovejas que estaban
en dentro del redil, sino a la oveja perdida. Nuestro cristianismo tradicional
y heredado debe hacer examen de conciencia sobre esto: hasta qué punto nuestra
Iglesia ha vivido siempre volcada hacia los que están dentro, a los que nos son
fieles. Es evidente que esto es lo más fácil, y hasta lo más lógico e
inmediato, pero si la Iglesia de Cristo quiere ser fiel a Cristo, deberá hacer
un esfuerzo supremo para llegar de alguna manera a los que están lejos, a
tantos corazones destrozados que se están muriendo de soledad y abandono en las
cunetas de la vida.
Pablo en la lectura de hoy, habla una vez más de su
condición de hombre libre, llamado a predicar. San Pablo siendo del todo libre,
se hace siervo de todos para salvarlos a todos, se hace judío con los judíos
para ganar a los judíos. Detalladamente explica cómo se hace todo para todos,
para salvarlos a todos. Y esto lo hace para predicar y de ello nos da ejemplo: " ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi
propio gusto, eso mismo sería mi paga.
Y lo hace por un encargo recibido; "Pero
si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio" . Nos
queda a nosotros una profunda reflexión; el silencio de un enviado de Dios,
además de una vil cobardía, es un gran pecado que puede ser la causa del daño
más grande para un hombre, la pérdida de la fe.
La predicación va íntimamente
unida a la oración. Hoy contemplamos que Jesús, aunque asediado por las
multitudes, buscaba el silencio para orar a Dios por los hombres. También
nosotros, a pesar de estar metidos en tantas tareas humanas, hemos de buscar el
silencio para escuchar a Dios, para mantenernos en intimidad con Ël. De lo contrario la rapidez de los acontecimientos y el rápido
pasar de los días y las cosas nos envolverá, arrastrándonos hacia la
superficialidad y el vacío interior.
Aunque parezca un
contrasentido, para acercarnos al ser humano debemos hacerlo en intimidad con el creador, porque sino con facilidad olvidaremos la grandeza del ser humano y podemos caer en la trampa de no sevir al hombre necesitado sino servirnos de él.
Rafael Pla Calatayud
rafael@sacravirginitas.org
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