sábado, 7 de febrero de 2015

Comentario a las lecturas del V Domingo del T O. 8 de febrero de 2015

La Iglesia celebra hoy la Campaña contra el Hambre en el mundo. Y es algo que no podemos dejar pasar por alto. El hambre existe y afecta a mil millones de personas de manera permanente en todo el mundo. La reflexión en torno al hambre es imprescindible. Hay muchos puntos de injusticia en el mundo, pero, ciertamente, el de la polarización de la abundancia y escasez de alimentos rompe cualquier esquema.
Este año 2015, el lema es “Luchamos contra la pobreza, ¿te apuntas?”. Con esta Campaña Manos Unidad, recoge el trabajo de los últimos ocho años, en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y trata de abrir nuevos caminos en la lucha contra la pobreza. Se quiere trabajar en favor de un modelo de sociedad que no excluya a los débiles, los más empobrecidos, los menos dotados. Por eso, nuestros esfuerzos se dirigen a acompañar a los pobres entre los pobres.  Se propone, además, denunciar las causas de la pobreza, colaborando con la puesta en marcha de acciones concretas para acabar con ella.

Vamos a reflexionar en las lecturas de hoy, que iluminaran también esta Campaña de Manos Unidas.

El pasaje del Libro de Job (Job, 7,1-4.6-7 ), es la meditación del hombre probado por el dolor y en diálogo con Dios: "El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero; como el esclavo suspira por la sombra, como el jornalero aguarda su salario..." La vida del hombre es como un soplo, pasa rápidamente. El libro de Job es un resumen de sufrimientos tolerados por el Señor y producidos por el ataque del Maligno. En nuestra sociedad se esconde el dolor o se disimula. De lo que se trata es de soportar el sufrimiento –físico o moral—en la medida que sea posible. Cuando llega una enfermedad hay que hacer todo lo posible para curarla, y también pedir al Señor Dios que nos cure. En Job vemos como la queja en busca de consuelo ayuda mucho,. En el fragmento del Libro de Job que hemos leído, resalta el realismo de la vida, lo que nos narra es una situación habitual: un tiempo de dificultades que acontece a muchos hombres y mujeres de hoy y de todos los tiempos.

El salmo de hoy, con su expresiva estrofa  (Salmo 146) "Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados". nos sitúa ante la acción sanadora de Dios y que se ve descrita en el evangelio de hoy. Jesús no vino al mundo para juzgar al mundo, sino para salvarlo. Y además lo hace de una personalizada.
" Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre".

En la segunda lectura ( Primera carta a los Corintios, 9, 16- 19.22-23 ), san Pablo entra en el mismo contenido de parte del  Evangelio de hoy, les dice a los cristianos de Corinto  " El hecho de predicar no es para mi motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!" ¿Y como predica San Pablo?; “me he hecho todo a todos” A la vez defiende su libertad, la que le permite servir a los otros, débiles o rebeldes. San Pablo anuncia el Evangelio de la libertad ante intereses particulares. Intenta el diálogo con la diferencia: “Porque, siendo yo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes”.

El  Evangelio de hoy ( Marcos, 1, 29-39 ), nos presenta lo esencial de la vida cristiana personificado en el mismo Jesús: ORAR, PREDICAR y SANAR.
"Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar". Quizá , los tres verbos que mejor definen la acción de Jesús, mientras estuvo en la tierra con nosotros, sean estos tres verbos que he escrito arriba: rezar, predicar, curar, tal como aparecen escritos hoy en este relato del evangelio según. Antes de salir al encuentro con la gente sentía la necesidad de ponerse en comunión directa con su padre, Dios, y llenar su alma humana de fuerza y energía divina. A Jesucristo, como hombre verdadero que era, el trabajo le cansaba y terminaba el día, física y psicológicamente agotado. Necesitaba descansar físicamente por la noche después de haber trabajado intensamente durante el día y, antes de comenzar el duro trabajo del día que empezaba, necesitaba cargar las pilas del alma, poniéndose en contacto directo con la energía divina que le comunicaba su Padre. Esto mismo es lo que han intentado hacer siempre los santos, monjes y monjas, misioneros, laicos, y toda persona que se disponga a trabajar intensamente durante todo el día, en nombre de Dios. Esto mismo es lo que debemos hacer todos y cada uno de nosotros, cada mañana, antes de ponernos a trabajar con ilusión y empuje en lo que nos toque.
"Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido". Predicar es el mandato que les dio Jesús a sus discípulos, antes de partir definitivamente hacia el Padre: id al mundo entero y predicad el evangelio. La misión principal de la Iglesia es evangelizar, nos han dicho, en más de una Encíclica, los Papas; una Iglesia que no evangeliza no es fiel al mandato de Cristo. Todos los cristianos tenemos la vocación de evangelizar y debemos estar dispuestos a hacerlo libremente y de balde, como san Pablo, haciéndonos débiles con los débiles y servidores de todos.
" La suegra de Simón estaba en la cama con fiebre. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levanto…Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios". Las gentes de Galilea admiraban a Jesús y le seguían sobre todo por esto: porque hacía milagros y curaba a los enfermos, tanto en enfermedades físicas como espirituales, hoy diríamos sicológicas. El final del día encontramos a Jesús sanando a otros enfermos. Estará entre los excluidos a causa de su enfermedad… escuchando quejas… plegarias como lamentos… voluntariamente se sitúa en el lugar por donde pasa la vida doliente. Dios en Jesús ha elegido el lugar social carente de esperanza, más sometido a prueba. Quiere dignificar la vida.
Atender a los demás en sus necesidades es algo que debemos tener en cuenta todos los cristianos, en general: aunque todo es necesario, el hacer el bien a los demás es prioritario.

 Resumiendo el mensaje de hoy de la lecturas, vemos que la acción de Jesús está principalmente dirigida a las personas más necesitadas y destrozadas; a los enfermos, a los pecadores, a las mujeres marginadas, a la gente sencilla. No vino a buscar a los santos, sino a los pecadores, no atendió preferentemente a las noventa y nueve ovejas que estaban en dentro del redil, sino a la oveja perdida. Nuestro cristianismo tradicional y heredado debe hacer examen de conciencia sobre esto: hasta qué punto nuestra Iglesia ha vivido siempre volcada hacia los que están dentro, a los que nos son fieles. Es evidente que esto es lo más fácil, y hasta lo más lógico e inmediato, pero si la Iglesia de Cristo quiere ser fiel a Cristo, deberá hacer un esfuerzo supremo para llegar de alguna manera a los que están lejos, a tantos corazones destrozados que se están muriendo de soledad y abandono en las cunetas de la vida.
Pablo en la lectura de hoy, habla una vez más de su condición de hombre libre, llamado a predicar. San Pablo siendo del todo libre, se hace siervo de todos para salvarlos a todos, se hace judío con los judíos para ganar a los judíos. Detalladamente explica cómo se hace todo para todos, para salvarlos a todos. Y esto lo hace para predicar y de ello nos da ejemplo: " ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Y lo hace por un encargo recibido; "Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio" . Nos queda a nosotros una profunda reflexión; el silencio de un enviado de Dios, además de una vil cobardía, es un gran pecado que puede ser la causa del daño más grande para un hombre, la pérdida de la fe.
La predicación va íntimamente unida a la oración. Hoy contemplamos que Jesús, aunque asediado por las multitudes, buscaba el silencio para orar a Dios por los hombres. También nosotros, a pesar de estar metidos en tantas tareas humanas, hemos de buscar el silencio para escuchar a Dios, para mantenernos en intimidad con Ël. De lo contrario la rapidez de los acontecimientos y el rápido pasar de los días y las cosas nos envolverá, arrastrándonos hacia la superficialidad y el vacío interior.
Aunque parezca un contrasentido, para acercarnos al  ser humano debemos hacerlo en intimidad con el creador, porque sino con facilidad olvidaremos la grandeza del ser humano y podemos caer en la trampa de no sevir al hombre necesitado sino servirnos de él.  

Rafael Pla Calatayud
rafael@sacravirginitas.org

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