domingo, 28 de septiembre de 2014

Comentario a las lecturas del XXVI Domingo del Tiempo Ordinario 28 de septiembre de 2014

"HIJO, VE HOY A TRABAJAR EN MI VIÑA".
En la primera lectura, el profeta Ezequiel insiste en que el Señor perdona y salva siempre a los que se arrepienten y se convierten de corazón. El corazón de Dios es más misericordioso y compasivo que el corazón de los hombres, porque nosotros albergamos fácilmente en nuestro corazón el odio y la venganza, y nos resistimos a perdonar al que nos ha ofendido. Cuando hablamos de personas que fueron, en su pasado, pecadores, no debemos juzgarles siempre ya por lo que fueron, si vemos que, de verdad, ahora dan muestras claras de haber cambiado y de haberse arrepentido. Todos podemos equivocarnos, porque errar de humanos, pero también todos podemos dejarnos reconciliar por el Señor y vivir novedosamente la conversión.
 Como pedimos en el salmo, la misericordia de Dios es eterna, mientras que nuestros juicios son frecuentemente mezquinos y circunstanciales. Este Salmo 24 nos marca un camino concreto de oración. Respondemos todos: "Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna". Todos los versos que hemos oído al lector son materia de oración. Nos quedamos con los últimos:
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
Hoy escuchamos a San Pablo dirigiéndose a los Filipenses. La comunidad de Filipos fue una de las primeras comunidades cristianas más queridas del apóstol Pablo, porque fue una comunidad que siempre le ayudó, aun en los momentos más difíciles de su apostolado. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Demasiadas veces vivimos desde el egoísmo. Hoy la palabra proclamada nos invita a vivir estando dispuestos a perder algo de lo nuestro, para que otros puedan tener lo necesario. A veces nos encerramos demasiado en nuestro mundo y en nuestras circunstancias, como si el mundo se acabara donde se acaban nuestros intereses personales. la invitación no es a la uniformidad:  "Tener todos un mismo amor y un mismo sentir" no es pensar necesariamente lo que todos piensan y sentir lo que todos sienten, sino pensar y vivir en comunión afectiva con las demás personas, preferentemente con las personas más necesitadas. Así vivió el apóstol Pablo, porque siempre quiso vivir como había predicado su Maestro, Jesús de Nazaret.
Hoy en Evangelio nos presenta  de nuevo una parábola sobre una viña, la segunda (y la semana que viene, la tercera). Es importante contextualizarla. Jesús está hablando a las autoridades religiosas, los sumos sacerdotes y ancianos, y a los notables del pueblo. A ellos  critica Jesús su poca fe y su falta de credibilidad frente al testimonio de Juan, el Bautista, y frente a Él mismo y sus signos, que son cuestionados por ellos (acaba de expulsar a los mercaderes del templo y los sumos sacerdotes le han pedido explicaciones). Frente a ellos, hay otros que sí han creído, aunque en principio su palabra haya sido “no quiero”..
En la Parábola se da la invitación a trabajar en la viña. La invitación es a dos hermanos que son invitados por el Padre a trabajar en la viña; el primero contesta que no, pero va; el segundo dice que sí, pero no va; y Jesús pregunta: “¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?”. Lógicamente, contestamos que el que fue a la viña. Y de ahí saca Jesús su enseñanza. En concreto, Jesús habla de los publicanos y las prostitutas. Estos, a pesar de ser pecadores y decir “no quiero”, como el primer hijo, han acabado creyendo (“se arrepintió y fue”).
Jesús dijo y hoy nos dice que “los publicanos y las prostitutas os llevarán la delantera en el reino de Dios”, por su capacidad de arrepentimiento y de conversión, de saber abrirse a los nuevos caminos que Dios plantea en la vida, mientras que ellos permanecen inamovibles en sus actitudes y en sus pecados. Son los de: “Voy, Señor. Pero no fue” (segundo hijo). (esa es la Ante la pregunta que hace Jesús“¿Qué os parece?”.) la respuesta es obvia  " los que hacen lo que quiere el padre",  queda para nosotros como ejemplo y recomendación. Como el hijo que va, aunque había dicho que no, siguen a Jesús  los que tienen capacidad de conversión, de “volver a nacer”.
En ello estamos y es lo que espera el Señor de cada uno de nosotros.

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