Hoy, celebramos
con gozo la fiesta del apóstol Santiago y le consideramos como nuestro patrón y
nuestro modelo de fe, hagamos el propósito de imitar su valor y su tesón en la
defensa de la fe cristiana. Apóstol es el que trasmite la doctrina que ha
recibido, el que vive la vida de aquel a quien se ha adherido, el que cree sin
límites en aquel al que ha seguido, Santiago lo hizo hasta entregar su vida.
La
tradición cuenta que Santiago predicó en España, al principio nadie le hacía
caso. Eso le hacía sufrir, pero siguió según cuentan la Virgen, a orillas del
Ebro, se le apareció... Santiago Apóstol se vio alentado por la aparición de
Santa María Virgen en aquellos momentos malos en que Santiago no veía el fruto
de su trabajo. Al cabo de los siglos aquella siempre floreció llenando de
esplendor las páginas de la Historia.
La historia narra el enterramiento en tierras de
Galicia del Apóstol Santiago. No hay referencias claras a las tumbas de los
Apóstoles. Es obvio que bajo la Basílica de Roma, junto a la sede del Vicario
de Cristo, reposa el primer Papa: San Pedro. Y luego Santiago en tierras de
Galicia. El año 830, Teodomiro, obispo de Iria, descubrió en Compostela el sepulcro del apóstol,
dando comienzo desde entonces a las peregrinaciones (Camino de Santiago), que
tanto auge tendrán entre los siglos X al XV.
Es cierto
que no está acreditada históricamente, pero no es difícil pensar, sin gran
margen de error, que el Apóstol estuviese en el actual territorio español,
entonces llamado Hispania y provincia importante del Imperio romano. Como se
sabe, se ha especulado mucho también sobre un viaje --o viajes-- de Apóstol
Pablo a la península ibérica. El mismo anuncia en sus cartas la cercanía de tal
visita. No hay constancia del viaje, pero eso no quiere decir que no se hubiera
producido. Las referencias a la actividad apostólica son muy escasas. Solo
están los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de Pablo. De ellas se sabe que
solo han llegado a nosotros unas pocas y no enteras. La secuencia histórica de
tal actividad está más que incompleta. Y en ese sentido lo mismo puede ocurrir
con Santiago. Poco importa. que hay muchos detractores respecto a la veracidad
del trabajo pastoral de Santiago en España. Desde el punto de vista documental
ninguna de las dos posiciones puede ser confirmada, pero la herencia de muchos
años y los frutos de fe ahí están. La importancia de esa presencia da un
contenido permanente a la Historia de España y no por exclusivas razones
políticas o civiles. Santiago es origen de la fe católica en España.
El llamado Camino
(o caminos) de Santiago supuso, durante toda la Edad Media y no poco de la
Moderna, el segundo punto obligado de peregrinación en Europa. El primero era
Roma. Al amparo de ese recorrido se fue consolidando la realidad europea y bien
puede decirse que la corriente espiritual cristiana –espacio permanente de
conversión a la Palabra del Señor Jesús-- más densa, laica y culturalmente más
fuerte salió de dicho camino y de sus caminantes: los peregrinos. El Apóstol
Santiago se iba a convertir en el auténtico faro, en la luz guiadora de Europa
y de su pujante primer cristianismo.
Esta fiesta litúrgica conoce varias fechas; la más
antigua en occidente seb celebraba el 27 de
diciembre. La iglesia copta la celebra el 12 de abril y la griega el 30 de
mismo mes, sin duda por su proximidad a la Pascua. El Martiriologio
Romano señala el 25 de julio como el día de la traslación de las reliquias de
Santiago desde Jerusalén a España.
«Con
gran fortaleza los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor
Jesús y abundante gracia había en todos ellos.» Con estas palabras se indica lo
que interiormente los movía a entregar lo que poseían y vender tierras y casas.
De nuevo las palabras referentes a la resurrección de Jesús están en el texto
como tema fundamental de la proclamación apostólica. Los Hechos de los
apóstoles nunca se cansan de hablar de ella. Realmente tiene que haber sido una
impresión emotiva que los apóstoles como testigos de la resurrección
comparecieran ante los hombres y su testimonio fuera corroborado por Dios con
señales y prodigios. Los hombres tuvieron la experiencia de una nueva mañana de
la creación. Entonces los valores externos palidecieron, y del conocimiento de
la actualidad del Señor creció el amor dispuesto a la renuncia para dedicarse
al servicio del prójimo.
El testimonio no es sólo un convencimiento humano, si
bien ello es necesario, sino algo que tiene su origen en Dios por muchos
caminos: "testigos de ello somos nosotros y el Espíritu Santo",
lo cual, literalmente se refiere a los primeros apóstoles no separados
del Espíritu, sino juntos aunque no en el mismo plano. Todo el libro de Hechos
es una crónica de la acción del Espíritu en los primeros tiempos de la iglesia
mediante la actividad de los discípulos. Y tal testimonio tiene como contenido
fundamental la resurrección concebida como salvadora "para otorgar a
Israel la conversión".
Lo destacable en la lectura son las dificultades con
que tropieza este testimonio. Entre ellas la principal es la muerte del primero
de los Doce, Santiago, el hermano de Juan a quien solemos llamar "el
Mayor". Está mencionada brevemente, en un estilo muy neotestamentario,
lejos de cualquier ponderación sentimental. Pero no por eso es menos
importante. Es el primero del grupo que convivió con Jesús durante su vida que
muere por su Maestro. Resuena
en el texto una exhortación: "Hay que obedecer a Dios antes que a los
hombres". Y es que el ministerio apostólico vive su vida en comunión con
la de Jesús, su destino es ser servidor, y su vivir con humildad, riesgo,
sufrimiento y entrega.
La
Biblia de Jerusalén da a este salmo el título de Oración pública después de la recolección anual.
Era recitado probablemente durante la fiesta con que se daba por terminada la
cosecha.
Se trata de
un salmo para cantarlo en la procesión de acceso al Templo. También lo cantaban
los peregrinos que marchaban hacia Jerusalén. Y refleja el deseo ardiente de
que todos los hombres –sean del país que sean—alaben a Dios. Repite todo el
salmo una gran alegría y enorme esperanza. Esos aspectos ya vistos por los
judíos contemporáneos de Jesús son perfectamente válidos para nosotros.
El salmista
inicia su poema comentando la bendición sacerdotal de Núm. 6,24-27, dando una
proyección universalista. La benevolencia divina se manifiesta en el resplandor
de la faz de Yahvé sobre los suyos; se dice de Dios que «aparta su faz» cuando
priva a alguno de su protección; y, al contrario, cuando dispensa a alguno su
ayuda y protección se dice que su faz brilla sobre él. El salmista aquí
considera al pueblo elegido como vehículo para dar a conocer los caminos o
modos de proceder de Dios para con los pueblos. La protección dispensada a
Israel será como una lámpara que atraerá la atención de todas las gentes hacia
Dios. La glorificación del pueblo elegido será una prueba de que Dios protege a
los que le son fieles, y en ese sentido es un reclamo para dar a conocer sus
caminos.
El v. 4 es
un estribillo que señala la división de las estrofas, sin duda cantando con
alternancia de coros; y en él se invita a los pueblos a alabar a Yahvé. La
perspectiva del salmista es netamente universalista; como en las profecías
mesiánicas de Isaías, se considera a Israel el centro de todos los pueblos: la
protección de Dios y elevación religiosa y moral de su Ley será una invitación
a las gentes para acercarse al pueblo que ha sido objeto de las predilecciones
divinas.
El reconocimiento
del gobierno equitativo de Dios (vv. 5-6). Todas las gentes deben
sentirse felices y exultantes, porque es el propio Dios quien lleva las riendas
del gobierno en el mundo, y, en consecuencia, sus decisiones tienen que llevar
el sello de la equidad y de la justicia. Ello debe dar seguridad a sus fieles
que se conforman a las exigencias de su Ley. Esto que se manifiesta en la
historia de Israel, debe ser reconocido por todas las naciones, vinculadas al
pueblo elegido en virtud de la bendición de Dios a Abraham sobre todas las
gentes (Gn 12,2). Por eso se invita a todos los
pueblos a unirse en alabanza del Dios omnipotente y justo, que gobierna el
mundo conforme a sus designios salvadores.
Acción de
gracias por la cosecha (vv. 7-8). La benevolencia divina se ha
manifestado concretamente en la abundancia de los frutos de la tierra. El
salmista, agradecido por los beneficios recibidos, vuelve a implorar la
bendición divina para su pueblo. Todos los habitantes de la tierra, desde sus
más remotos confines, deben reconocer reverencialmente este poder superior de
Dios, que gobierna el mundo con equidad (v. 8). (Maximiliano García Cordero, en
la Biblia
comentada de la BAC).
En esta sección de la carta Pablo expone algunos de
los rasgos de los servidores de la nueva alianza.
Hay dos principales: la debilidad humana del
predicador pone más de manifiesto que los buenos resultados producidos tienen
su auténtica causa en Dios y no en la habilidad humana: "este
ministerio lo llevamos en vasijas de barro", para que se vea que todo es
gracia, todo obra de Dios, y desde esta fragilidad tenemos que anunciar la
Palabra; teniendo en cuenta que no podremos hacerlo si antes no lo hemos
asumido, creído y vivido.
El tesoro
es esta experiencia vital de la resurrección de Jesús cuya fuerza comunicamos y
no la llevamos envuelta y adobada en ricas doctrinas, en atractivos envoltorios
culturales, en eficientes medios propagandísticos, en omnipotentes medios de
poder. Más bien llevamos este tesoro del evangelio envuelto en debilidad,
porque es un mensaje de amor. Y el amor siempre es débil, no se defiende, no
organiza la ira, no devuelve mal por mal, pone la otra mejilla, no avasalla,
todo lo comprende, todo lo perdona, respeta siempre, ama la libertad del otro.
Es tema del que Pablo es muy consciente como muestra también
1 Cor 3,5-12 y 2 Cor
12,7-10. Es importante caer en la cuenta de ese enfoque para que no se crea, a
la vista de la segunda parte de la perícopa (vv.
11-13) se piense que el fruto del anuncio está en proporción con el esfuerzo
del predicador.
En estas líneas más que insistir en los defectos
personales del predicador, Pablo se centra en las tribulaciones y persecuciones
de todo tipo. No sólo lo que solemos entender con esa palabra, sino también las
incomprensiones, faltas de estima, soledades...
Dicho esto, hay
que pensar también en la entrega absoluta de los que anuncian. Pablo habla de
una "muerte" y la relaciona indirectamente con la de Jesús. Es un
enfoque que cualquiera que se dedique a esta predicación no puede olvidar,
porque tal fue el destino del Maestro y de su seguidores cercanos como
Santiago.
Pero aun en este párrafo no faltan las alusiones al
Espíritu y a Dios como verdaderos protagonistas del anuncio. Se trata,. una
.vez más, de combinar el "hacerlo todo como si todo dependiera de
nosotros, sabiendo que todo depende de Dios".
Hoy leemos un fragmento del capítulo 20 del
evangelio de Mateo (.
El texto
proclamado nos plantea algo lejano y cercano en la historia de los seguidores
de Jesús. Los seguidores no siempre entendemos bien
el camino y el destino. Nuestra principal incomprensión puede que guarde
relación con la cruz. Incomprensión del misterio de la cruz.
Sigamos el texto: "Prosternándose
y en actitud de pedirle algo". La escena recuerda el protocolo áulico con
que la madre de Salomón se presentó a David para asegurar el trono a su hijo
Salomón (1Rey.1,15-21).
Los vs.20-24 presentan
la disonancia de la petición de la madre con el
recién trazado programa de Jesús para la ida a Jerusalén (Lc.20,17-19).
Disonancia expresamente resaltada por Jesús: No sabéis lo que estáis pidiendo. Un
domingo más, en esta ocasión de la pluma de Mateo, el texto recoge una
situación real en un lenguaje de conversación real.
¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber? Jesús
apunta a una comunión de destino entre él y sus seguidores. Comunión de camino
hacia una misma gloria pasando por una misma cruz (cáliz). Gloria con cruz.
Pero ni la madre y sus dos hijos ni los diez entendían
correctamente esa comunión de camino y de destino.
V.21 A derecha y a izquierda. Los dos puestos
inmediatos al Rey son los primeros en honor y en autoridad.
V.22 Beber el cáliz. Metáfora: afrontar y asimilar el sufrimiento.
V.24 Y al enterarse los diez, se indignaron contra los
dos hermanos. Instantánea psicológica, ajena a la idealización y al mito, que
avala la reciedumbre histórica de los evangelios. No es de suponer que el enojo
colectivo contra los dos hermanos naciese de razones desinteresadas.
Los vs.25-28 presentan
la enseñanza de Jesús a los doce corrigiendo y
rectificando un ejercicio autoritario y opresor de la autoridad por uno de
servicio. A una situación habitual y sobradamente conocida por todos (sabéis
que…), Jesús contrapone otra, nada habitual y poco conocida (no será así entre
vosotros). Al estilo autoritario y opresor, Jesús contrapone el estilo de
servicio. La contraposición la formula vaciando de sus connotaciones
habituales a los términos grande-primero para conferirles las connotaciones de
los términos servidor-esclavo. Aspiras a ser grande, sé servidor; aspiras a ser
primero, sé esclavo. Sólo siendo servidor serás grande; sólo siendo esclavo
serás primero. Grafismo y paradoja en el lenguaje de Jesús.
Pero Jesús no era sólo maestro del lenguaje; era
también, y sobre todo, maestro de coherencia con lo que tras el lenguaje se
escondía: servidor hasta el extremo de dar la vida para liberar a todos de la
muerte. Hablando de lo que el Hijo del Hombre había venido a hacer, Jesús
estaba en realidad autodefiniéndose a sí mismo. Él, en efecto, ha venido
a servir y a dar la vida por todos. Jesús era maestro de expresividad gráfica
no sólo por lo que decía sino por cómo lo decía. Hablaba de sí mismo sin hacer
de sí mismo el centro de atención de los oyentes.
V.25 Los jefes de las naciones, los grandes. Los
gobernantes no judíos. Las naciones, las gentes, los gentiles: términos con que
los judíos designaban a los no judíos. Gentes era para los judíos el
equivalente de Bárbaros para los griegos.
Vs.26-27 Antónimos: grande-servidor; primero-esclavo. Sinónimos:
grande-primero; servidor-esclavo.
V.28 Hijo del Hombre. Expresión tomada del libro de
Daniel; denota un personaje misterioso que supera la condición humana y que
encarna el poder y la justicia que duran por siempre. En los cuatro
evangelios la expresión es de uso exclusivo de Jesús sobre sí mismo. A servir y
a dar la vida. La conjunción y tiene valor explicativo: es decir, es a saber. El
servicio se realiza en el dar la vida. Rescate: liberación. Por muchos: Expresión
hebraizante contraponiendo la unicidad del agente con la multitud de los
receptores. La expresión no sólo no excluye, sino que sugiere el concepto de
totalidad.
Así comenta San Juan Crisóstomo, este fragmento del
evangelio de San Mateo
"Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo,
diciéndole: Ordena que se siente uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. ¿Qué
les responde el Señor? Para hacerles ver que lo que piden no tiene nada de
espiritual y que, si hubieran sabido lo que pedían, nunca se hubieran atrevido
a hacerlo, les dice: No sabéis lo que pedís, es decir: «No sabéis cuán
grande, cuán admirable, cuán superior a los mismos coros celestiales es esto
que pedís». Luego añade: ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber,
o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Es como si
les dijera: «Vosotros me habláis de honores y de coronas, pero yo os hablo de
luchas y fatigas. Éste no es tiempo de premios, ni es ahora cuando se ha de
manifestar mi gloria; la vida presente es tiempo de muertes, de guerra y de
peligros».
Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor
equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: «¿Podéis soportar la
muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra sangre?», sino que sus palabras son: ¿Sois
capaces de beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo he de
beber; de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que
ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su
pasión le da el nombre de «bautismo», para significar, con ello, que sus sufrimientos
habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo. Ellos
responden: Lo somos. El fervor de su espíritu les hace dar esta
respuesta espontánea, sin saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de
que de este modo alcanzarán lo que desean.
¿Qué les dice entonces el Señor? El cáliz que yo
voy a beber lo beberéis, y os bautizarán con el bautismo con que yo me voy a
bautizar. Grandes son los bienes que les anuncia, esto es: «Seréis dignos
del martirio y sufriréis lo mismo que yo, vuestra vida acabará con una muerte
violenta, y así seréis partícipes de mi pasión. Pero el sentarse a mi
derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos para
quienes lo tiene reservado mi Padre». Después que ha levantado sus ánimos y
ha provocado su magnanimidad, después que los ha hecho capaces de superar el
sufrimiento, entonces es cuando corrige su petición.
Los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Ya veis cuán imperfectos eran todos, tanto aquellos
que pretendían una precedencia sobre los otros diez, como también los otros
diez que envidiaban a sus dos colegas. Pero –como ya dije en otro lugar– si nos
fijamos en su conducta posterior, observamos que están ya libres de esta clase
de aspiraciones. El mismo Juan, uno de los protagonistas de este episodio, cede
siempre el primer lugar a Pedro, tanto en la predicación como en la realización
de los milagros, como leemos en los Hechos de los apóstoles. En cuanto a
Santiago, no vivió por mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar de su
gran vehemencia y, dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien pronto
la gloria inefable del martirio (San Juan Crisóstomo. Homilía 65, 2-4: PG
58, 619-622).
Para nuestra vida
En la
primera lectura nos sitúa ante la realidad evangelizadora propia de la
condición de discípulos: "En aquellos días, los Apóstoles daban testimonio
de la resurrección del Señor con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios
en medio del pueblo… y el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de
Juan".
Ya sabemos la razón por la que el rey Herodes mandó decapitar al apóstol
Santiago: porque se negó, junto a los demás apóstoles, a obedecer al Sumo
Sacerdote, que les había prohibido formalmente enseñar en nombre de Jesús.
Podemos preguntarnos: ¿por qué eligió Herodes a Santiago para ser decapitado,
antes que a Pedro, a Juan, o a otro de los apóstoles que también habían
desobedecido al Sumo Sacerdote? Es razonable pensar que la causa de lo elección
de rey Herodes se debió a que veía al apóstol Santiago como el principal y más
decidido opositor a su mandato. Este dato nos confirma, sin duda, el valor y la
audacia con la que nuestro apóstol predicaba el evangelio
Importantes las palabras de San Pablo hoy en la
segunda lectura , nos recuerdan algo evidente: nuestra fragilidad : " Este tesoro lo llevamos en
vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios
y no proviene de nosotros". El tesoro al que se refiere
san Pablo es el ministerio de la fe y de la predicación del evangelio de Jesús.
Esta verdad la conocieron y la experimentaron en su vida todos los apóstoles y
la han conocido a lo largo de sus vidas todos los santos y todos los cristianos
fieles al evangelio. Los apóstoles, antes de Pentecostés, se comportaron muchas
veces con miedo y cobardía. La fuerza y el valor les vinieron de lo alto, del
Espíritu Santo que recibieron. Todos nosotros somos débiles y frágiles, nuestro
cuerpo es una vasija de barro; pero si nuestro cuerpo se llena del Espíritu de
Dios, somos fuertes, porque es el Espíritu el que nos conforta. El valor
cristiano siempre es un valor humilde, que atribuye a Dios la fuerza y el
poder. Al admirar y alabar la fuerza y el valor del apóstol Santiago, lo que de
verdad estamos alabando y celebrando es el Espíritu de Jesús, con el que actuó
el valeroso apóstol Santiago.
El evangelio nos muestra la madre de los hijos
de Zebedeo no había entendido nada. Creía también que el mesianismo de Jesús
iba por el camino de los honores y de la autoridad. Tampoco
habían entendido los demás discípulos, que se indignaron contra los dos
hermanos porque les iban a quitar dos buenas "colocaciones". Hoy
demasiadas veces vemos cómo en la Iglesia - nosotros mismos- no entendemos el
mensaje de Jesús. Ni antes, ni ahora en la Iglesia, puede haber rivalidades por
obtener los primeros puestos. La Iglesia de Jesucristo, es una Iglesia abierta
a todos; donde todos son iguales, donde se acoge al pobre, se perdona al
pecador.
Juan y
Santiago entendieron muy bien la pregunta de Jesús. Sabían que no se trataba de
beber un cáliz dulce y agradable, sino un cáliz de esfuerzo y dolor, de
martirio.
Pero, en
nuestro caso, Santiago era un hombre valiente, al que no le iban las medias
tintas. Aspiraba siempre a lo mejor, a ser el primero en el seguimiento del
Maestro, a seguirle hasta donde él llegara, aunque fuera hasta el martirio. No
hay duda de que el carácter valiente y decidido del apóstol Santiago le ayudó a
ser lo que fue: el protomártir del cristianismo. En este siglo XXI, en Europa, vivimos
un cristianismo relativamente cómodo, sin graves riesgos, ni materiales, ni
sociales, ni políticos. Esto, en lugar de ser un privilegio para nosotros,
puede convertirse en todo lo contrario: en que nos acostumbremos a vivir y a
practicar un cristianismo anodino, de medias tintas, que no fue, ciertamente,
el cristianismo que predicó Jesús, porque no exige beber ningún cáliz
martirial. Por esto mismo, el ejemplo hoy del apóstol Santiago, su valor y
hasta su osadía, deben hacernos reflexionar sobre nuestra propia manera de
vivir el Cristianismo. Los cristianos no debemos ser nunca locos, ni
temerarios, ni intransigentes, pero sí debemos ser siempre valientes y
decididos en la predicación de nuestra fe cristiana, tanto de palabra como de
obra. Sólo así podremos celebrar con dignidad esta festividad del apóstol
Santiago.
"No sabéis
lo que pedís". "Sabéis que los que son jefes en este mundo gobiernan
como dictadores y opresores, pero no ha de ser así entre vosotros, sino al
revés". Todavía entonces los apóstoles no lo habían entendido. Todavía hoy
nosotros quizá no lo hayamos entendido. Ser cristiano es amar. Y amar es
servir. Y la autoridad en la Iglesia es para servir. Y cualquier otra autoridad
no tiene la misión sino de servir. Pero es más fácil servirse, servirnos a
nosotros mismos, poner a los demás a nuestro servicio. El Hijo del Hombre no
vino a ser servido, sino a servir. ¿Será tan difícil seguirle?
Rafael Pla Calatayud.
rafael@sacravirginitas.org
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