sábado, 19 de diciembre de 2015

Comentarios a las lecturas del IV Domingo de Adviento 20 de diciembre de 2015.

Comentarios a las lecturas del IV Domingo de Adviento 20 de diciembre de 2015.

El cuarto Domingo de Adviento es sumamente mariano.  Por encima del profeta Isaías, Juan Bautista y José, es María el personaje fundamental del Adviento. Ella es quien esperó como nadie supo esperar la venida del Mesías, pues le llevó en su seno. Ella señala, en la historia de la salvación, el paso de la profecía mesiánica a la realidad evangélica, de la esperanza a la presencia real del Verbo encarnado.
. "Practica la justicia. Deja tu huella", es el lema de la Campaña de Navidad de Cáritas 2015.Esta Navidad abramos los ojos como María para mirar a nuestro alrededor, pero no de cualquier forma, si no con perspectiva y conciencia, miremos nuestra propia realidad y la de los demás para dejarnos transformar por ella y actuar en consecuencia. El Papa ha llamado la atención sobre la triste realidad de los descartados de nuestro mundo. Muchas personas no tienen medios para vivir dignamente Es una invitación a poner la mirada en el hecho de que practicar la justicia, velar y hacer posibles los derechos fundamentales de todas las personas es imprescindible para erradicar la pobreza en el mundo.

La primera lectura tomada del Profeta Miqueas  (Miq. 5, 1-4a) nos habla de Belén como el lugar destinado al nacimiento del Mesías. Y
"Esto dice el Señor: Pero tú Belén de Éfrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel" (Mi 5, 1). Belén, la ciudad de David. Belén de Judá: la ciudad señalada con el dedo de Dios. Perdida en la historia de los patriarcas y renacida luego por ser cuna del rey David, el de palabras encendidas y de nobles sentimientos. El profeta Miqueas contempla extasiado cómo en este pueblo, cuyo nombre significa "Casa del pan", nacerá el Mesías.
Esta profecía estará muy presente en la historia de Israel, que esperaba su liberación por medio de ese personaje biblico. En tiempos de Jesús la figura del Mesías estaba vista como un jefe político dotado de fuerza sobrehumana que libraría al pueblo judío de su esclavitud. Pero la sabiduría de Dios preveía una libertad no temporal, sino espiritual y eterna. El Mesías que llegó venía a salvar almas y buscar la Gloria futura de los cuerpos. Y para nada pretendía sustituir un imperio por otro.

  El  Salmo responsorial de hoy es el 79 : (Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19) expresa un deseo ardiente : "Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve". Por el pecado original con el que nacemos, nacemos como vasijas rotas, inclinadas al pecado, con múltiples ranuras y debilidades.
Debemos pedirle a Dios todos los días que nos restaure, es decir, que llene con su gracia las debilidades físicas y morales con las que ya venimos a este mundo. Pedirle a Dios que muestre su poder y que venga a salvarnos. Es esta  una buena petición para este tiempo último de Adviento, ya en vísperas de la Navidad.

La segunda lectura tomada de la Carta a los Hebreos (Hb 10, 5-10) presenta la misión del Mesías  Es necesario que nosotros reflexionemos sobre dicha misión. Jesús es ofrenda permanente al Padre, desde el comienzo de su vida en la tierra y en la –también—consecución de su trabajo de Redentor: es un servicio al Padre como rey, profeta y sacerdote.
fragmento se inscribe dentro de la sección de 10,1-18. En 5,9-10 el autor de Hebreos había anunciado tres temas: que Jesús es sacerdote según el orden de Melquisedec, que es sacerdote perfecto y que es causa de eterna salvación para los hombres. En los cc 7-9 ha desarrollado los dos primeros temas. Ahora se centra en el tercero.
El autor pone en labios de Jesús, apenas nacido, las palabras del Sal/040/07-9. En el contexto original se trata de un salmo en el que un hombre justo, después de haber experimentado en su vida la salvación de Dios, le da gracias y promete cumplir su voluntad en vez de ofrecerle sacrificios de animales y holocaustos. Pero en la boca de Jesús estas palabras son como el "introito" del sacrificio de su vida que ha de culminar en la cruz. Jesús entra en el mundo bajo el signo de la obediencia al Padre y permanece bajo este signo hasta que todo haya sido cumplido según la voluntad del Padre.
Concisamente explica el autor el sentido de su cita: los sacrificios del A.T. no agradan a Dios y son abolidos definitivamente; en su lugar, Jesús establece el único sacrificio que agrada a Dios y que consiste en cumplir su voluntad.
Participar en el sacrificio de Cristo es siempre y radicalmente cumplir, como él, la voluntad de Dios.
Si Jesús se ha ofrecido de una vez por todas, pues se ha ofrecido sin reservas al Padre, ya no tiene por qué repetir su sacrificio.
Cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas… Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
Y si él se ha ofrecido por todos los hombres, podemos confiar que por su sangre todos hemos sido salvados.

El evangelio es un texto de San Lucas (Lc. 1, 39-45).
El evangelio de hoy nos sumerge de lleno en el gran acontecimiento de todos los tiempos: la Navidad. "En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá..." (Lc 1, 39). El Evangelio dice con bastante imprecisión: "En aquellos días", sin permitirnos decir cuánto tiempo transcurrió entre el anuncio del ángel y el viaje de María. Por otro lado, el Evangelio precisa el tiempo que María estuvo con Isabel fuera de su casa: "María permaneció con ella (Isabel) unos tres meses, y se volvió a su casa (Lc 1,56). La intención del evangelista es hacer comprender que María se quedó con Isabel hasta después del nacimiento de su hijo Juan. Es claro que María volvió a su casa cuando ella misma tenía más de tres meses de embarazo.
Centrándonos en el texto vemos que ya  había comenzado la historia del  amor divino, en el misterio  de la Encarnación. En efecto, en las entrañas de  María, había comenzado a latir un germen de vida que un día llegaría a ser el Mesías. Como todo hombre que comienza su gestación en el seno materno, Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, había iniciado su historia en el tiempo. Otro hombre también lo hacía en el seno de otra mujer, Isabel, la  mujer de Zacarías.
Lucas acentúa la prontitud de María en servir, en ser sierva. El ángel habla del embarazo de Isabel e, inmediatamente María se dirige de prisa a su casa para ayudarla. De Nazaret hasta la casa de Isabel hay una distancia de más de 100 Km., cuatro días de viaje, en las condiciones de aquel tiempo. María empieza a servir y a cumplir su misión a favor del pueblo de Dios.
Isabel representa el Antiguo Testamento que estaba terminando. María representa el Nuevo que está empezando. El Antiguo Testamento acoge el Nuevo con gratitud y confianza, reconociendo en ello el don gratuito de Dios que viene a realizar y a completar la expectativa de la gente. En el encuentro de las dos mujeres se manifiesta el don del Espíritu. La criatura salta de alegría en el seno de Isabel. Esta es la lectura de fe que Isabel hace de las cosas de la vida.
Isabel dice a María: “¡Bendita eres tú entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!” Hasta hoy, estas palabras forman parte de la oración  más conocida y más rezada en el mundo entero, que es el "Dios te salve María".
¡Bendita Tú entre las mujeres! Fue el grito espontáneo de Isabel a María.
"¡Dichosa por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor!”. Es el elogio de Isabel a María y lo que recuerda Lucas a las comunidades: creer en la Palabra de Dios, pues la Palabra de Dios tiene la fuerza para realizar todo aquello que nos dice. Es Palabra creadora. Engendra vida en el seno de la virgen, en el seno de la gente pobre que la acoge con fe.
El encuentro de María con Isabel no ha quedado sólo en Ein Karem. Hoy, aquí y ahora, María se encuentra con nosotros para ayudarnos a descubrir el tesoro de la fe que, por lo que sea, puede estar oscurecido o demasiado escondido.

Para nuestra vida.
En las lecturas de este cuarto domingo de Adviento, vemos que  ni Belén de Éfrata fue grande por el simple hecho de ser pequeña, sino porque de ella salió el Mesías; ni Isabel y María fueron grandes por ser económica o socialmente pobres, sino por poner su vida enteramente al servicio del Señor; ni Cristo fue grande por ofrecer a Yahvé grandes sacrificios y holocaustos, sino por ofrecer el sacrificio de su voluntad del Padre. Son lecturas que nos llaman a la humildad.
Llegamos al final del Adviento. Hoy, ahora, hemos completado la iluminación del altar con la cuarta vela de nuestra corona. Y surge la reflexión de que es --¿qué está siendo?-- el Adviento para nosotros. Es conveniente  centrar nuestro interés en ver la perfecta secuencia todo el camino litúrgico de la llegada de Jesús. Los textos de este cuarto domingo de Adviento son muy significativos. La profecía de Miqueas sobre Belén ya centra el lugar del nacimiento del Señor. El Salmo habla de que el Señor nos mire y nos salve. Y es que quedan pocas jornadas para el gran acontecimiento de la Navidad y debemos estar preparados. Hemos esperado la llegada del Niño y eso es el Adviento.

Aclamación confiada en el salmo. Con la esperanza de que el Señor venga pronto a restaurar nuestras debilidades y pecados, preparamos, alegres, para el día de la Navidad.

Dios ha consumado su salvación. Como se nos dice y se nos repite varias veces en el fragmento de la carta a los Hebreos, Cristo ofreció de una vez para siempre un sacrificio al Padre, el sacrificio de su propia vida. Ese era el sacrificio que Dios, su Padre, le pedía y con ese sacrificio único del Hijo, el Padre nos libró a todos nosotros de nuestros pecados. El mayor sacrificio que podemos hacer nosotros en nuestra propia vida cristiana es cumplir la voluntad de Dios, nuestro Padre. Si asociamos nuestro sacrificio con el sacrificio de Cristo, nuestro sacrificio tendrá un valor redentor. Eso es lo que hacemos de una manera sacramental y única en el sacrificio de la misa y eso es lo que debemos hacer siempre cuando ofrecemos a Dios algún sacrificio determinado: unir nuestro sacrificio al sacrificio de Cristo.

Hoy la escena del evangelio es entrañable. En el caso de María, la emoción y la ternura de la madre que espera ilusionada a su querido hijo ha sido sacralizada, por decirlo así, en la devoción popular que la Iglesia ratificó con su liturgia. En efecto, los días que preceden a la Navidad son los días de la Virgen de la O. ¡Oh!, exclamación gozosa y llena de admiración ante la grandeza de ese Niño que va a nacer, y que a partir del día diecisiete de diciembre, el oficio de Vísperas va repitiendo en sus antífonas al "magníficat", al tiempo que aclama al Mesías como Sabiduría divina, Dios y Jefe de la casa de Israel, Raíz de Jesé y llave de David, Sol naciente y Rey de los pueblos, el Emmanuel prometido y deseado.
Isabel embarazada reconoce la maternidad divina de María. La sensibilidad femenina ha sido capaz de descubrir aquello que estaba oculto.
Señor, queremos ser como Isabel  para confiar en tu Amor sabiendo que sólo desde la humildad,  se puede descubrir tus caminos, tus obras.
Colocándome en la posición de María e Isabel: ¿soy capaz de percibir y experimentar la presencia de Dios en las cosas sencillas y comunes de la vida de cada día?
 El elogio de Isabel a María: “¡Has creído!” Su marido tuvo problema en creer lo que el ángel le decía. ¿Y yo?.
Hoy, como entonces, María se ha puesto en camino. Y, en este domingo IV de adviento, nos ayuda a alegrarnos por lo que está por venir; por lo que está por pasar; por lo que, Ella, ha sabido guardar y hacer crecer en las en los entresijos de Madre. Pero ¿cómo alegrar al mundo si, tal vez, nosotros hemos perdido la alegría del acontecimiento por el Nacimiento del Salvador? Recuperemos no sólo la cuna o el pesebre, recuperemos el contenido de la Navidad.
Ojalá la contemplación de estos hechos que precedieron al nacimiento de Jesús introduzca en nuestro corazón, bajo la acción del Espíritu Santo, la misma humildad, la misma sencillez y la misma fe inquebrantable de María. También nosotros, movidos por el Espíritu Santo como Isabel, digámosle "bienaventurada", para que se cumpla su oráculo: "Todas las generaciones me llamarán 'bienaventurada', porque el Poderoso ha hecho cosas grandes por mí" (Lc 1,48-49).
Viene el Señor, y aunque por lo inesperado que resultó su visita ante una realidad que le aguardaba victorioso y potente, ojala nos sintamos privilegiados para vivir, sentir y celebrar la Navidad como el mejor regalo de Dios a la humanidad.
En este Año de la Misericordia, María, sale a nuestro encuentro para que, salgamos de nuestros egoísmos particulares y ofrezcamos nuestro esfuerzo y nuestra ayuda para que, este mundo nuestro, sea un poco más hermano, más pacífico y menos sufriente. ¿Acaso lo tuvo fácil María? ¿E Isabel?
Vivamos estos días con este gozo, con esta alegría interior, con esto que también Isabel le dice a la Virgen,”Feliz de Ti por haber creído que se cumplirá”,  también nosotros creamos profundamente en este Dios que viene a cumplir sus promesas en nuestra historia personal.



Rafael Pla Calatayud.
rafael@sacravirginitas.org

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