No me mueve, mi Dios, para quererte,
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme al verte
clavado en una Cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero, te quisiera.
El soneto se
compone de 14 versos endecasílabos (11 sílabas). Éste pertenece al siglo
de Oro Español. Sus versos son muy profundos, y la persona que lo escribió transpira una
gran religiosidad. Aunque el soneto es anónimo, los expertos lo atribuyen a San Juan de
la Cruz o a Santa Teresa de Jesús.
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