lunes, 10 de diciembre de 2012

La infancia de Jesús.

Es el tercer libro sobre Jesús de Nazareth del papa Benedicto XVI, "sala de ingreso a los dos anteriores" -ha escrito él mismo-, pero también broche. El Papa se esfuerza en los cuatro capítulos y en el epílogo del libro por comprender e interrogar a los primeros capítulos de los evangelios de Mateo y Lucas. Hace preguntas familiares a las mujeres y los hombres de siempre: "¿Qué querían decir los evangelistas?", "¿es verdadera su narración?", "¿qué tengo que ver yo con todo ello?". El Papa, a lo largo de las 174 páginas, muestra una convicción: se trata de una "historia; historia real, algo que sucedió. Lógicamente una historia interpretada y comprendida a la luz de la palabra de Dios". Jesús entra en la historia en un tiempo preciso y en un ambiente geográfico determinado. Lo universal y lo concreto se tocan. El infinito y lo finito se encuentran.
El autor se plantea una pregunta tan delicada y crucial : “¿Es cierto que Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen?”. El Papa se contesta: “Sí, sin reservas”. Ahora bien, Benedicto XVI le quita la razón a San Agustín, quien dejó escrito que María hizo un voto de castidad y se encomendó a José para que la protegiera. Según Benedicto XVI, tal reconstrucción de los hechos “está fuera del mundo judío en el tiempo del nacimiento de Jesús”. Una fecha que Joseph Ratzinger sitúa –recurriendo al Evangelio de San Lucas—en el año 15 del imperio de Tiberio César, entre el 6 y el 7 antes de Cristo, coincidiendo con una conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte. Pero, más que la fecha, llama la atención la manera en que el Papa reescribe, aunque sin refutar, los textos de Lucas y de Mateo. “¿De dónde?”, se viene a preguntar Ratzinger, “¿pudieron sacar los dos evangelistas la historia que cuentan?”. Según su respuesta, de la propia María. “Solo ella”, sostiene el Papa, “podía referir el evento de la Anunciación”. Los matices del teólogo alemán llegan con los detalles. Según explica en el tercer capítulo, dedicado al nacimiento de Jesús, la Virgen envolvió a su hijo en pañales, pero como cualquier otra madre en sus circunstancias, esto es, con amor pero “sin sensiblería”. Es la tradición, según Joseph Ratzinger, la que le pone literatura al asunto, metiendo en el cuadro un pesebre —representación del altar— y unas gasas para envolver al bebé —un anticipo de la hora de su muerte—. El Papa, por tanto, hace tabla rasa con los detalles —“en el portal no había animales”— y, a cambio, garantiza la veracidad del meollo del asunto: el nacimiento de Jesús no es un mito, sino una realidad: “Historia, historia real, acontecida, historia interpretada y comprendida con base en la Palabra de Dios”. Tan cierta, añade el Papa, como la virginidad de María. “Una mujer valiente”, escribe Joseph Ratzinger, “que incluso ante lo inaudito [el anuncio del Ángel] mantiene el autocontrol. Es una mujer de gran interioridad, que mantiene juntos el corazón y la razón y trata de entender el contexto, el conjunto del mensaje de Dios”.

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