Comentarios a las lecturas
del Domingo XV del Tiempo Ordinario 10 de julio de 2016
La
primera lectura (Dt 30,10-14) es la conclusión del
texto
Dt. 29, 28-30, 14: es la llamada a convertirse,
escuchar, guardar los preceptos, amar a Dios... con todo el corazón y con toda
el alma (vs. 10). "Moisés habló al pueblo diciendo:
escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos…"
El carácter tardío de
este pasaje (una especie de «homilía a los desterrados») se advierte en su
preocupación por los que han desobedecido y han ido al destierro. El carácter
cultual aparece en la reiteración de la palabra «hoy» (siete veces), en la
experiencia de la cercanía de la palabra de Dios («la palabra está cerca de
ti»: v 14) y en el enfático llamamiento a la conversión.
La meditación o
reflexión sobre el castigo infligido por Dios deben llevar al israelita a la
conversión, al cumplimiento del pacto con toda sinceridad. Así Dios se
compadecerá de Israel y hará prosperar todas sus empresas.
Los vs. 11-14 se
refieren a la comprensión/incomprensión de los mandatos divinos y no hacen más
que desarrollar el pensamiento de la introducción: lo oculto de Dios el hombre
no puede descubrirlo por sí mismo, pero se hace claro y manifiesto porque la
palabra divina lo ha revelado en forma de mandatos y de preceptos (29, 28).
La cercanía de la
palabra se expresa con gran elocuencia, con fuerza y cadencia rítmica: «El
precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda..., no está en el
cielo...; ni está más allá del mar... El mandamiento está a tu alcance, en tu
boca y en tu corazón» (11-14), cúmplelo. Todo
buen judío sabía el decálogo de memoria y le guardaba en su corazón. Otra cosa
es que lo cumplieran en su vida ordinaria.
Hoy el
responsorial es el salmo 68 (Sal 68,14.17.30-37).Es una invitación a buscar la
vida desde la humildad. " R.Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón" Ya en la estrofa se nos
indica la condición necesaria para que dios nos escuche: la humildad.
Es un salmo en el que
nos ponemos ante la benevolencia del Señor, sabiendo lo débiles que somos y lo
fuerte que es el Señor.
Comienza resaltando la
llamada a la actitud orante:. "Mi oración se dirige a ti". Se fija en el tiempo indicado para obrar
Dios: " Señor, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad,"
Indica el motivo de porque Dios nos
ayuda" por tu gran compasión, vuélvete hacia mí"
Es también una
confesión pública de la voluntad salvadora de Dios, su fortaleza es para las
persona y también para Sión.: "Dios salvará a Sión, reconstruirá
las ciudades de Judá".
Ante esa fortaleza el
salmista se muestra débil: Yo soy un pobre malherido".
La obra de Dios no debe quedar
escondida: "proclamaré su grandeza con acción de gracias"
Expresa la seguridad de la respuesta
de Dios: " Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos"
En la
segunda lectura de colosenses (Col 1,15-20 ), Acabados los
saludos y la oración por ellos, ahora en
los vv.15-20 San Pablo se vuelca de lleno al tema de su carta: la verdad con
respecto a Jesucristo; recordemos que Pablo escribe a cristianos, a verdaderos
cristianos, de hecho él resalta el amor verdadero de estos creyentes (v.8). Sin
embargo, les habla de la preeminencia de Cristo ¿por qué? San Pablo nos presenta un himno que proclama la grandeza de Cristo en su relación
con Dios, con toda la creación y, en especial, con la iglesia, que es su
cuerpo. Igualmente destaca su obra reconciliadora. Es probable que este himno
esté basado en un texto usado en el culto de la iglesia .
Este “himno cristológico” se recoge probablemente de la liturgia bautismal
del siglo primero. San Pablo dice a los cristianos de Colosas,
es Cristo, no los astros u otros poderes celestes intermedios. Para los
cristianos el único que tiene el poder y la gloria es Cristo, no otro poder del
orden que sea,
El himno exalta la divinidad del Señor y su existencia
eterna. Nos enseña que la obra de la creación divina estuvo íntimamente ligada
a la manifestación de Cristo preexistente. Dios creó todas las cosas que hay en
los cielos y en la tierra, las visibles y también las invisibles por medio del
Señor y para Él. El Señor mantiene el orden del universo y es quien gobierna a
la Iglesia.
También nos habla de
su resurrección, que fue el primero en resucitar, o sea que nosotros también
resucitaremos algún día al igual que el lo hizo y esa
es nuestra esperanza. El propósito de la muerte de Cristo en la cruz del
Calvario fue realizar la pacificación del Comos.
Algo muy importante que nos dice este pasaje es que ”El es la imagen del
Dios invisible”. Una imagen es una expresión exacta y Pablo está
explicando en este pasaje que Jesús, el hombre, es la expresión exacta de todo
lo que es Dios. También el pasaje nos dice que Jesús es “el primogénito de toda
la creación”, lo que significa que el Señor Jesús se halla, en relación
con la creación, como el heredero de la propiedad de su Padre. No forma parte
de ella, sino que es más bien el propietario de ella, el heredero. Este
pasaje es muy útil para combatir las herejías de los Testigos de Jehová quienes
niegan la deidad de Cristo.
San
pablo intenta aclarar determinadas ideas que venían de algunas filosofías
orientales que se mezclaron con la fe cristiana: Dios es bueno y santo, por lo
tanto no puede cohabitar ni tomar parte en lo carnal. Así concluyeron que Jesús
fue un espíritu o un ángel, un ser incorpóreo (fantasma) y que fue una manera
más en que el ser humano puede alcanzar la divinidad.
Siempre
que intentamos explicar la Biblia a partir de una idea o experiencia, siempre
que aumentamos, disminuimos o nos basamos en la experiencia (lo que funciona)
aparte de la Biblia; se llegará a un error tarde o temprano. Anteponer ideas no
bíblicas a la fe nos llevarán, a la larga, a la herejía. La respuesta de Pablo
a las filosofías es que Cristo no es un ángel, es Dios encarnado.
San Pablo
proclama esta verdad en dos partes:
Del 15-17 Cristo es la
imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación.
Del 18-20 Cristo es la
cabeza de la iglesia, el primogénito de los muertos.
El
evangelio de San Lucas (Lc 10,25-37 ), que escuchamos este
domingo es todo un camino de conducta para los seguidores de Cristo.
El origen de la parábola es la pregunta dirigida a
Jesús. Jesús no es un cualquiera. Conoce la Ley y sus preceptos. El breve
diálogo no crea enemistades, pero tampoco satisface al interlocutor, que no
quiere dar su brazo a torcer y añade otra pregunta. El Señor no es un fanático,
que se ciña a obrar estricta y únicamente según mandatos, conoce que el hombre
respecto a Dios no está aprisionado en una red de preceptos, que el sentido de
la Ley y la recta conciencia propia, es más exigente que el texto (recordará
San Pablo, que la letra mata, más el Espíritu da vida, (2 Cor
3,6).
Y más en este Año de
la Misericordia. El culto a Dios, ya bien trazado en la Ley, se
confirma.
También el amor al prójimo. Y junto a eso, la descripción de quien ayuda al
necesitado y de quien no. Los que no se acercan al viajero malherido son,
precisamente, los más altos representantes de la religión oficial judía. Y el
pecado de omisión tiene varias lecturas, porque tanto el levita como el
sacerdote no se acercaron al hombre que yacía porque, tal vez, podría estar muerto
y la cercanía a un cadáver volvía impuros –según la Ley—a los sacerdotes judíos
y no podían actuar. Pero, obviamente, ese era el pretexto. La cuestión básica
fue no prestar ayuda. No sentir compasión por el semejante herido y abandonado.
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Comparar a un
sacerdote, a un levita, a un letrado, con un samaritano era fuertemente
peyorativo. Estaban considerados como herejes y alejados del culto ortodoxo a
Dios que se centraba en Jerusalén. Sin duda, el interlocutor que inició el
dialogo con Jesús tuvo que sentirse menospreciado por la comparación. Pero al
mismo tiempo, el letrado en cuestión quería distinguirse con malos modos cuando
preguntó por la naturaleza de su prójimo. La respuesta de Jesús es muy adecuada
y clara.
Para nuestra vida.
En la primera lectura nos encontramos con el error más
grave que puede cometer el cristiano y es cerrarse a la palabra de Dios, al
mensaje bíblico.
Así los cristianos no
correspondemos al amor que Dios nos ha profesado a lo largo de la historia.
Muchas veces meditamos los signos de los tiempos, pero no nos convertimos a El. Le tenemos miedo a sus exigencias y preferimos adorar a
los baales; sacrificamos nuestra vida en el ara de
realidades y motivos intrascendentes, renunciando así a la correspondencia de
amor del Dios liberador.
A los contemporáneos de Moisés, les pasaba algo parecido a lo que nos pasa
hoy a los que nos consideramos y nos llamamos cristianos practicantes.
Conocemos y valoramos, unos un poco más y otros un poco menos, el evangelio de
Jesús. Pero, ¿lo cumplimos? Desde luego, a nivel social, político y de calle,
no; individualmente cada uno sabrá hasta dónde llega. Si todos los cristianos,
además de conocer el evangelio y valorarlo, lo cumpliéramos, el mundo, nuestro
mundo, sería muy distinto al que, de hecho, es. Si de verdad todos los que nos
llamamos cristianos practicantes viviéramos convertidos al evangelio, nos
comportaríamos de una manera distinta a la que nos comportamos en muchas cosas,
referidas directamente al dinero, a la política, a las relaciones personales
con los demás, preferentemente con las personas menos favorecidas y más
necesitadas. Hagamos todos nosotros hoy el propósito de intentarlo, de
convertirnos de verdad al evangelio, de tenerlo en nuestro corazón y en nuestra
boca, de cumplirlo.
En la segunda lectura San pablo resalta la importancia de
Cristo en la vida cristiana, si Cristo es nuestra cabeza, digamos nosotros
con palabras de san Pablo, portémonos cada uno de nosotros como cuerpo de
Cristo. San Agustín decía a sus fieles que si al besar la cabeza de la imagen
de Cristo, le pisaban los pies, como algunos hacían a veces, en realidad
estaban pisoteando a los pobres, porque los pies de Cristo son los pobres.
Pensar que estamos comportándonos como cuerpo de Cristo, cuando somos
inmisericordes con los pobres y necesitados, es hacer una ofensa al Cristo
total del que nos habla san Pablo.
Para ser
cristiano y llegar al cielo, una sola cosa es necesaria, y es reconocer a Jesús
como el Señor de todo. Pero esta verdad no solamente es necesaria para comenzar
el camino sino para continuar el camino de fe hasta su término. Lo que Pablo va
a decir ahora es el argumento de toda su carta, de la Biblia y de toda la
cristiandad: Jesucristo es Dios.
No hay
nada más que necesite un creyente para ser perfecto, solo Cristo. No
necesitamos experiencias, filosofías, teorías (los colosenses estaban
combatiendo este tipo de ataques, la necesidad de tener experiencias
“espirituales” y la ayuda de otros ángeles o entidades espirituales conocidas
como “emanaciones” por los filósofos griegos). Las Escrituras afirmen esta
verdad: todo lo que necesitamos es Cristo, él es suficiente para nuestra
salvación y para vivir en la tierra (Santificación).
Es
importante mencionar que los colosenses estaban bajo ataques y peligros (también
hoy estamos a veces en peligro de distorsiones). A pesar de ser una buena
iglesia, de verdaderos creyentes; habían muchas enseñanzas y filosofías
“nuevas” y llamativas. Filosofías como el dualismo platónico, que básicamente
propone que todo lo carnal y material es malo, mientras que lo espiritual es
bueno. Hoy también hay que estar atentos a estas distorsiones.
Uniendo esta idea con
la parábola del samaritano de la que se nos habla en el evangelio de hoy,
pensemos que los emigrantes y refugiados, y todas las personas necesitadas, son
los pies de Cristo. Si besamos la cabeza de Cristo, en nuestras oraciones y
devociones, no pisemos sus pies en nuestro comportamiento diario con las
personas necesitadas.
Fijémonos en el evangelio, que escuchamos este domingo. es
todo un camino de conducta para los seguidores de Cristo. El culto a Dios, ya
bien trazado en la Ley, se confirma. También el amor al prójimo. Y junto a eso,
la descripción de quien ayuda al necesitado y de quien no. Los que no se
acercan al viajero malherido son, precisamente, los más altos representantes de
la religión oficial judía. Y el pecado de omisión tiene varias lecturas, porque
tanto el levita como el sacerdote no se acercaron al hombre que yacía porque,
tal vez, podría estar muerto y la cercanía a un cadáver volvía impuros –según
la Ley—a los sacerdotes judíos y no podían actuar. Pero, obviamente, ese era el
pretexto. La cuestión básica fue no prestar ayuda. No sentir compasión por el
semejante herido y abandonado.
El origen de la parábola
es la pregunta de un hombre de leyes a Jesús. Jesús contesta con
una parábola, en la que nosotros nos vemos reflejados..
una parábola, en la que nosotros nos vemos reflejados..
Demasiadas veces
muchos de nosotros, satisfechos con nuestro creciente cumplimiento religioso y
bien al tanto de todas las devociones, podemos llegar a ignorar a nuestros
hermanos o incluirlos es el lejano apartado de una limosna sugerida. La ayuda
directa no la contemplamos ni de lejos e, incluso, nos asusta grandemente. Pero
ocurre que muchos de nuestros semejantes van a necesitar en un momento dado una
ayuda inmediata, de cercanía física y, probablemente, nosotros se la negaremos.
Meditemos esta
parábola, no quedándonos en lo que cuenta y como lo cuenta, sino situándonos
nosotros dentro de ella, ¿Que hubiéramos hecho nosotros?.Tal vez sean mejores
que nosotros los escribas y los sacerdotes fariseos porque tenían un pretexto
legal. Nosotros, generalmente ni eso.
La otra cara –muy
actual—de la moneda es olvidar a Dios para dedicarse solo y presuntamente al
prójimo. Es posible, claro está, que en la adoración a Dios necesitemos poco
tiempo y que nuestro "gran tiempo" debe estar dedicado al prójimo que
nos necesite. Pero no se puede cambiar el orden de prioridades porque Dios debe
estar por encima de todo. No es pues una cuestión de tiempo, si no de
reconocimiento de la prioritaria entrega a Dios. El amor a Dios inunda de paz
el amor a nuestros hermanos.
El texto es muy
apropiado para que podamos valorar nuestra vida en este Año de la Misericordia.
Rafael Pla Calatayud.
rafael@sacravirginitas.org
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