Comentario
a las lecturas del domingo XXVII del Tiempo Ordinario 6 de octubre de 2019
La primera lectura es del profeta
Habacuc ( Ha 1, 2-3; 2, 2-4). El texto de Habacuc, es uno de los más
importantes del A.T., uno de los testigos más precisos, y más misteriosos, de
la fe bíblica. Colocado frente a los trágicos
desórdenes de la historia de su tiempo, el profeta pregunta a Dios. ¿Es posible
este mal? ¿Cómo puede Dios aguantar el triunfo de semejante injusticia? A esta
pregunta, expresada de dos maneras, responde Dios en dos veces. Una primera
vez, para afirmar que Él sigue presente en el seno de la historia, aun cuando
ésta parezca anárquica. Y una segunda vez, para decirle al profeta que, frente
a la repugnancia que hace nacer el desorden del mundo, frente a la duda misma
que suscita el mal, no hay más que una actitud posible: no la búsqueda de una
explicación, sino la confianza absoluta. Ese abandono, al fin y al cabo más
inteligente, es el que proporciona al creyente, al "justo", escapar a
las últimas consecuencias del drama, y "vivir". Así dice el texto,
"El injusto tiene el alma
hinchada, pero el justo vivirá por su fe.".
El
relato en forma de diálogo de 1,2-2,4: queja del profeta (1,2-4) respuesta del
Señor (1,5-11), Habacuc pregunta de nuevo (1,12-17), respuesta del Señor
(2,1-4).
1,2-4:
"¿Hasta cuándo, Señor...?"
Súplica del inocente, que sufre injustamente, dirigida a Dios con el ansia de
ser escuchado. Al no tener el relato connotación histórica alguna, el inocente
puede ser cualquier hombre sufriente, de ayer o de hoy. ¿Por qué triunfa
siempre la injusticia en la tierra? La violencia, guerra, crímenes, reyertas...
es el pan nuestro de cada día; "...el derecho sale conculcado" (v.4)
¿Por qué Dios sigue callando? ¿Qué tiene que decir Dios?.
2,1-4: Ultima respuesta de Dios. El profeta
espera, con ansiedad, esta respuesta ya que el cambio de poder político no ha
sido una respuesta válida; los nuevos amos han instaurado una nueva era de
violencias. El problema, ¿tiene alguna solución? Habacuc no lo sabe, pero
adopta la postura de confianza en un Dios, juez justo, que castiga toda forma
de opresión. "El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe."(v.4).
Salmo
responsorial es el Salmo 94 (Sal 94,1-2.
6-7. 8-9).
R.
ojalá escuchéis hoy la voz del señor: «no endurezcáis vuestro corazón».
Salmo
de laudes, mediante el cual quienes realizan la Liturgia de las Horas,
comienzan su jornada. Entre los judíos era utilizado en las
ceremonias de renovación de la Alianza. Encontramos en este canto una especie
de evocación del ritual utilizado. Mediante dos exhortaciones los levitas,
organizadores del culto en el Templo, invitan a la asamblea a participar activamente
en la celebración: "venid, aclamad, gritad... entrad, prosternaos"...
A cada invitación, la muchedumbre responde mediante una fórmula ritual
estereotipada de asentimiento, que comienza por "sí": "sí, el
gran Dios, es el Señor"... (La creación) "Sí, él es nuestro
Dios"... (la Alianza).
Este salmo se divide en dos partes,
versos 1 y 2, es un himno de alabanza al Señor Dios Creador del mundo y
protector de Israel y profecía divina
sobre la incredulidad e indocilidad de los israelitas, versos 6 y 9. El salmista
invita a no imitar a la generación perversa deldesierto. En la primera parte se
destaca el carácter litúrgico procesional del himno, que ha sido compuesto para
alguna festividad religiosa solemne. En el transcurso de la procesión, un
levita invita a no ser rebeldes como los antepasados, que excitaron la ira de
Yahvé en el desierto.
En la versión de los LXX, también este
salmo es adjudicado a David, y así es aceptado por el autor dela Epístola a los
Hebreos: “Por eso,como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz, no
endurezcáis vuestroscorazones como en la querella, el día de la provocación en
el desierto” (Hebreos3, 7-8). Las nuevas generaciones que volvían del exilio
estaban defraudadas con los modestos comienzos de la restauración, muy diversos
de lasidealizaciones proféticas de Is 40-52. El salmista parece responder a
este estado de descontento y depresión nacional.
Como es de ley en los himnos, el
salmista invita a sus compatriotas a asociarse a sus alabanzas en honor del que
constituye la salvación del pueblo: En Dios sólo el descanso de mi alma, de é
lviene mi salvación; (Salmo 62, 2). La
historia de Israel es la historia de las manifestaciones protectoras del Señor.
El salmista aprovecha la ocasión de una asamblea solemne parainvitar al pueblo
a tomar parte en esta manifestación gozosa dereconocimiento al Señor. En primer
lugar, es digno de toda alabanza por ser el Creador: “¡Vengan,cantemos con
júbilo al Señor…. Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante
el Señor que nos creó! Porque Él es nuestro Dios”, que a su vez está por encima
de todos los dioses o seres angélicos, que constituyen su corte de honor:
“Porque el Señor, el Altísimo, es Reygrande sobre la tierra toda”. (Salmo
47, 3). Todo le pertenece desde las profundidades de la tierra a las
cimas de los montes, el mar y la tierra seca: “Del Señor
es la tierra y cuanto hay en ella, el orbey los que en él habitan; que
él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos”. (Salmo 24, 1-2). Todo es obra de sus manos. El
ser humano no puede explorar las profundidades de la tierra ni las del mar,
sólo el supremo Hacedor puede llegar hasta sus escondites.
Pero este Dios universal, Señor de la
naturaleza, es también Dios de Israel, en cuanto que está vinculado a él por
una alianza histórica: “el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por
su mano”, es su pueblo, que apacienta como Pastor: “¡Ay de los pastores que
dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos! - oráculo del Señor.
Pues así dice el Señor, el Dios de Israel, tocante a los pastores que
apacientan a mi pueblo:(Jeremías 23, 1-2). Es la similitud más apropiada para
reflejar las relaciones históricas del Señor con el pueblo hebreo.
La
segunda lectura es de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (Tim 1, 6-8. 13-14).
El texto es una exhortación de Pablo a Timoteo para que luche fielmente por el
evangelio. Describe el momento en el que Pablo, con el grupo de presbíteros (1
Tm 4,14), consagró a Timoteo. Este "fuego de la gracia" ("el
carisma de la gracia") se emplea solamente en las pastorales aquí y en 1
Tm 4,14, otro texto en que habla de ordenación. Lo cual hace pensar que Pablo
construye una exhortación a Timoteo como evangelizador. La tarea de la
evangelización es de por sí tan dura que reavivar los principios fundamentales
de los que dimana nuestro hacer cristiano es una tarea necesaria.
San Pablo recoge en los v.7-8 un
conjunto de expresiones que ya había usado. El sabe muy bien que es difícil
predicar la fe en un ambiente hostil (estamos probablemente hacia el 64-68,
persecución de Nerón). Y se pone como ejemplo del cristiano que ha comprendido
esto hasta dejarse encarcelar por causa del mensaje (cf.Ef 3,1;Flm 1,9). Esta
clase de testimonios es la que ha mantenido la fe cristiana a lo largo de
generaciones. La lucha que mantienen los entregados a la fe sostiene la
debilidad de los que aún no son capaces de sufrir por el evangelio.
Esta continua exhortación a mantenerse
firme en los principios profesados (cf. 1 Tm 6,20) está motivada por la
impopularidad que significa guardar esa actitud contraria al momento histórico.
El que quiera lanzarse por caminos similares sabe que, en su acción cristiana,
contará con la persecución de los adversarios y tal vez con el silencio de los
buenos. Entonces más que nunca brillará esa forma de ser según la fe.
Aleluya
cf. 1 pe 1, 25
La
palabra del Señor permanece para siempre; esta es la palabra del evangelio que
os ha sido anunciada.
El
evangelio es de San Lucas ( Lc 17, 5-10 ). La escena
evangélica descrita ocurre entre Jesús y los apóstoles; se trata, por tanto, de
una cuestión de gran importancia.
El texto presenta dos temas que parece
que no se relacionan: por un lado la respuesta a una petición, y por otro una
parábola. Y sin embargo, mirándolo más atentamente, ambos pasajes tienen un
fuerte lazo entre sí. El primero -respuesta a la petición de los discípulos-,
trata de la fe y de todo lo que puede ésta producir cuando tiene una cierta
fuerza; el segundo, presenta esa eficacia como resultado de un don de Dios. Los
apóstoles reciben la fe como un don, y la eficacia de esta fe no es suya, no
tienen en ello ningún mérito, sino que son deudores de Dios como de un don
precioso que se les ha hecho.Los apóstoles van comprendiendo las exigencias que
supone el seguimiento de Jesús y todo lo que exige la adhesión a Él (cf.los
evangelios de los domingos anteriores). Reconocen que tienen fe, pero al mismo
tiempo saben comprender que es insuficiente y que esta fe es un don. Por eso
piden al Señor: "Auméntanos la fe".
La respuesta de Jesús no consiste en
decirles: "he ahí que aumento vuestra fe", sino que tiene el sentido
de decirles en qué consiste la fe y qué cualidades debe tener. Lo esencial es su calidad: si se tiene fe "como un
grano de mostaza", pueden hacerse cosas grandes (he aquí el sentido de
la morera que se arranca y se planta en el mar, donde no crecen árboles),
puesto que la fe es sobre todo participación en la vida y en la fuerza de Dios:
ésta es la cualidad de la fe que hay que revitalizar.
La parábola presentada hay que verla estrechamente relacionada con la enseñanza de
Jesús sobre la fe. Posiblemente en su origen no estuvo dirigida directamente a
los apóstoles, puesto que entre ellos difícilmente habría alguno que poseyera
un esclavo, como parece suponerse de las personas a quienes va dirigida. Esta
parábola nos habla de un agricultor no muy rico que tiene un solo esclavo que
debe hacerle los trabajos del campo, de la casa y cuidar del ganado; cuando
regresa del campo -por más cansado que esté- todavía tiene que preparar la cena
y servir al amo; y a nadie se le ocurriría decirle que se siente a la mesa
antes que el amo ni darle las gracias o recompensarle: pertenece totalmente al
amo y no hace más que cumplir con su deber.
La relación descrita del amo con el
esclavo quiere hacernos comprender por qué camino deben ir las relaciones del
hombre con Dios. Ante Dios, nadie tiene ningún derecho a exigir nada; todo el
esfuerzo, el trabajo y las buenas obras del hombre no deben hacerle sentirse
autosuficiente ni exigir de Dios la recompensa que le corresponde. El hombre se
encuentra en total dependencia de Dios, como el esclavo de su amo. No se habla
aquí de quién es Dios, sino de la situación en que está cada hombre ante Él.
Desde el texto es fácil comprender que
todo lo que el hombre tiene -la fe especialmente- es don, es gracia de Dios,
fruto de su amor generoso y comunicativo. El mensaje es claro: el hombre no
puede realizar por sí mismo el proyecto que le anima; es más: la comunión con
Dios y con sus hermanos es para él una necesidad ineludible.
Al aproximar los dos pasajes
contenidos en este evangelio (vv.5-6 en que habla del poder de la fe y vv.7-10,
sobre el siervo inútil), la intención de Lucas es evidente. En estos versículos
se encierra un pequeño tratado sobre la fe y las obras. La fe no confiere el
poder de desarraigar una morera y trasplantarla en el mar con solo quererlo;
tampoco obliga a que el hombre reconozca como inútiles todos sus esfuerzos y
aptitudes, grandes o pequeños...
Pedirle a Jesús que nos aumente la fe
es pedirle algo muy serio y arriesgado. No es pedirle capacidad para aceptar
intelectualmente algo que no alcanzamos a entender y que afirmamos como
revelado por Dios. Es pedirle capacidad de acción revolucionaria y liberadora que
no deje las cosas como están; una acción que tenía entonces como riesgo la
cruz, en la que se ajusticiaba a los zelotes.
Todos los cristianos deberíamos hacer
nuestra esta petición de los apóstoles, porque aguardamos de Jesús la fuerza
necesaria para cumplir lo que nos pide, porque es el don fundamental de Dios
sobre el que descansan los demás dones.
Para
nuestra vida.
En
la primera lectura el profeta comienza con un interrogante que es una
lamentación. "¿Hasta cuándo... por qué...?".
A través de la situación concreta del profeta que ha de contemplar desgracias,
trabajos, violencias, catástrofes, luchas y contiendas sin que Dios dé muestras
de percatarse de su situación, que es la de su pueblo, como si fuera impotente
o distraído sólo sabe repetir: ¿por
qué... hasta cuándo...? Es el interrogante que brota de la experiencia del
mal humano cuando no aceptamos vivencialmente la respuesta de la fe dando
sentido al dolor.
La cuestión que trata el profeta es:
¿por qué Dios ha escogido a un pueblo extranjero para castigar a su pueblo?
¿Por qué unos injustos son el instrumento de Dios contra el pueblo que él mismo
se ha escogido? Es el drama del mal en las guerras y relaciones internacionales
que recorren la historia de la humanidad.
El profeta, como hacen también
Jeremías y algunos salmos, interpela a Dios, le pide explicaciones: ¿Por qué?
¿Hasta cuándo? La respuesta de Dios hay que grabarla con claridad para que
quede como testimonio de que no es difícil de entender. Es una palabra con un
dinamismo interno, que lleva a la realización segura.
La respuesta llegó. Dios le habló a él
y mediante él a todos los hombres. Por eso se lo mandó poner por escrito y en
grandes caracteres, para que todos pudiéramos leerla. En primer lugar,
paciencia. Todo "ha de llegar sin
retrasarse, pero, si tarda, espera". El tiempo no cuenta en el eterno
presente de Dios. Junto a la certeza de la intervención divina, la inseguridad
del momento. Durante esta expectación, "el injusto se hincha",
diviniza su red, pero la hinchazón no es sino viento y vacío. En cambio, "el justo vivirá por la fe", salvará
su vida mediante la confianza plena y única en Yahveh, con su fiel
perseverancia en el cumplimiento de las exigencias divinas.
El
salmo es una invitación a la docilidad espiritual.
El salmo, del cual se ha tomado la
Palabra de vida, nos recuerda que nosotros somos el pueblo de Dios y que él nos
quiere guiar, como hace un pastor con su rebaño, para introducirnos en la
tierra prometida. El, que nos ha pensado desde siempre, sabe cómo tenemos que
caminar para vivir en plenitud, para alcanzar nuestro verdadero ser. En su amor
nos sugiere qué hacer, qué no hacer y nos señala el camino a seguir.
Dios nos habla como a amigos porque
quiere introducirnos en la comunión con Él. Si uno escucha su voz -dice nuestro
salmo en su conclusión-, entrará en el "reposo" de Dios, es decir, en
la tierra prometida, en la alegría del Paraíso1.
Dios hace sentir su voz a cada uno de nosotros,
creyentes del siglo XXI. Nos lo recuerda el Concilio Vaticano II: "En lo más profundo de su conciencia el
hombre descubre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo pero a
la cual debe obedecer y, cuya voz, lo llama siempre que debe amar y practicar
el bien y que debe evitar el mal; cuando es necesario le dice claramente a los
sentidos del alma: haz esto, evita aquello. En realidad el hombre tiene una ley
escrita por Dios en su corazón.."[1].
La Iglesia nos propone recitar este
salmo cada mañana, esto no es mera casualidad. La invitación a la alegre alabanza
del comienzo, es una invitación diaria. La advertencia severa de resistir a la
tentación, es también una invitación positiva: Hoy... todo es posible. El
pasado es pasado... El mal de ayer se acabó. Una nueva jornada comienza.
El poeta, dramatizando el canto
procesional, invita a oír la voz de Dios y a mostrarse más dóciles que la
generación del desierto. “Ojala hoy
escuchéis la voz del Señor: “no
endurezcáis su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto”.
Una voz profética quiere prevenirlos contra la exigencia de tentar a Dios
pidiendo manifestaciones asombrosas, como hicieron los antepasados en las
estepas sinaíticas. Estos, a pesar de haber sido testigos de los prodigios al
salir de Egipto, exigieron un milagro en
Meribá y en Masa. Ambos nombres son simbólicos; el primero significa
“querella,” porque en Refidim se “querelló” Israel al Señor porque no les daba
agua. Y allí hizo un milagro, proporcionándoles agua de laroca: “y acamparon en
Refidim, donde el pueblo no encontró agua para beber.El pueblo entonces se
querelló contra Moisés, diciendo: Danos agua para beber.” (Éxodo 17, 1-2). El
mismo milagro volvió a repetirse en la zona de Cades. Masa significa
“tentación,” porque los israelitas “tentaron” al Señor reclamando un milagro:
me probaron a pesar de haber visto mis obras de salvación de la esclavitud
faraónica. Esta actitud de desconfianza y rebeldía persistió durante los
cuarenta años de estancia en el desierto. El resultado fue que Dios se disgustó
de esta generación y decidió que no entrara en la tierra de Canaán: el reposo.
Por su corazón extraviado no supieron
captar el valor de los caminos y preceptos de su Dios. Fueron por ello
excluidos de la tierra de promisión, el reposo conferido por Dios a los hijos
de Israel. El salmista recuerda esta trágica historia para que sus
contemporáneos se guardaran de tentar a Dios como la generación del desierto,
para no ser reprobados como estos desdichados antepasados. La invitación es
puesta en boca de Dios para impresionar más en la concurrencia.
El salmo es una clara la invitación a
oír a Dios.
“Ojala
hoy escuchéis la voz del Señor”.
Esta es la gran instrucción de Dios, "escucharlo", eso nos debe
caracterizar para ser un servidor de verdad, oír siempre a Jesús, esta actitud
receptiva es para la palabra y la total aceptación de Cristo, es una invitación
a descubrir lo divino de sus enseñanzas y toda su obra, Ojala hoy escuchéis la voz del Señor.
La
segunda lectura es un claro recordatorio de un apóstol a uno a quien había
impuesto las manos. El don de Dios entonces recibido ha
de ser avivado siempre; es un don dinámico que debe servir a todos en la
Iglesia. No hay, pues, que tener ni vergüenza ni miedo de dar testimonio, sino
asumir la propia porción de sufrimiento en el anuncio del evangelio. Es
conmovedor encontrar aquí lo que será el ritual de ordenación en su estructura
elemental: Imposición de las manos, intervención del Espíritu Santo, don de
Dios. Quizá esta especie de monición que leemos aquí se empleara
litúrgicamente. El ordenado ha recibido un carisma para el bien y al servicio
de la Iglesia. Es un espíritu de fortaleza, de amor y de buen sentido. Ahora es
preciso que ejerza el ministerio sin miedo, anunciando el evangelio. Timoteo ha
sido sólidamente preparado para ello. Es depositario de la enseñanza que ha
recibido y la debe guardar y transmitir fielmente.
El
texto afecta a todos los cristianos para que entiendan mejor lo que es
el ministerio de sus obispos y sacerdotes y les ayuden con su actitud, su
servicio y su oración. Es una perspectiva sacramental de la permanente
estructuración de la Iglesia, trabajo que exige abnegación, renuncia,
fortaleza, sufrimiento y fidelidad al depósito de la fe, la cual, debiendo ser
estudiada, profundizada, explicitada, nunca puede ser traicionada, ni
sustituida por ideas personales que no estén claramente contenidas en ella.
Energía, amor, buen juicio.-Con todo
-y sin negar estas dificultades actuales- me atrevería a decir que siempre ha
sido difícil vivir la fe. Las dificultades actuales no nos pueden servir de
excusa. Hemos escuchado la exhortación de san Pablo a su discípulo Timoteo a
vivir la fe no "con un espíritu cobarde, sino con un espíritu de energía,
amor y buen juicio". Es lo mismo que nos podría decir hoy. La sociedad de entonces no ofrecía mayores facilidades que la actual. Más bien
todo lo contrario.
En
el texto del evangelio Dios es presentado como un amo exigente, que se preocupa
muy poco de los sufrimientos o aspiraciones de su esclavo.
Pero la parábola subraya, sobre todo, que los fariseos -esos creyentes que
pesan sus méritos e intentan hacer valer sus derechos sobre Dios- son, en
realidad, ante Él, unos pobres siervos totalmente incapaces de hacer algo
meritorio. La parábola opone fe pura e ingenua (v.6) de los pobres e ignorantes
al cálculo sobre sus propios méritos y a la confianza en sí mismos de los
fariseos y de los ricos; la actitud de confianza incondicional en el Señor, a
las protestas bajo cuerda de los que sitúan la religión en el plano de los
méritos y del derecho a la recompensa (cf. Mt 20. 13). Colocada en otro
contexto donde Jesús llama la atención, esta vez, a los apóstoles (v.5), esta
parábola considera su ministerio como inútil (v.10).
Sería una equivocación, si creyéramos
que es esa la intención de Jesús. Dios necesita a los hombres, y Cristo tiene
necesidad de su Iglesia. En realidad, la expresión contenida en este versículo
apunta a lo que hay de fariseo y autoritario en el corazón de cada uno, cuando
el hombre se atribuye a sí los méritos de una acción que sin Dios le sería
imposible realizar; cuando el hombre considera las ventajas y los privilegios
de la misión que desempeña como otros tantos derechos a la vida eterna y cuando
se glorifica a sí mismo en vez de "glorificarse en el Señor" (1 Co 9.
16), como tantas veces señala San Pablo.
Hemos escuchado la sencilla y humilde
oración de los apóstoles: "Señor,
auméntanos la fe". Creo que ésta debe ser también hoy y cada día
nuestra plegaria: "Señor, auméntanos la fe". Porque todos nosotros,
sin excepciones, todos y cada uno de nosotros necesitamos que nuestra fe en
Jesucristo, en su Evangelio, en el amor del Padre, en la acción del Espíritu
Santo que -como nos ha dicho san Pablo- "habita en nosotros,", sea
una fe más presente en toda nuestra vida, que la penetre y transforme y
renueve.
Nuestra sociedad es pluralista,
secularizada, pagana. A veces decimos que hoy vivir la fe cristiana cada día-
es más difícil. Que las circunstancias de nuestra sociedad, del mundo actual,
lo han hecho más difícil. Porque vivimos en una sociedad pluralista, es decir,
en la que conviven diversos modos de entender y de practicar lo que podríamos
llamar los "valores humanos", las normas morales. En nuestra sociedad
se niegan valores y principios que para el cristiano son fundamentales.
Incluso, a veces, parece que no esté
"de moda" ser creyente, que debe casi esconderse el hecho de ser
cristiano. Aunque la mayoría, cuando llega el momento, sigan casándose por la
Iglesia o bauticen a sus hijos, pero son como hechos aislados en una vida
normal que parece tener muy poco que ver con la fe en Jesús, con el tener como
máxima norma de conducta el Evangelio.
Vivimos también en una sociedad
secularizada, en el sentido de que el hecho "Dios", las convicciones
cristianas, parecen pesar poco. Lo que muy a menudo pesa más son las
interpretaciones del mundo y de la vida humana que se presentan como
"científicas" -con razón o sin razón-, como propias del mundo de hoy,
como simplemente humanas.
Posiblemente la mayor dificultad para
vivir hoy la fe en Jesucristo, sea la fuerza social de un ambiente que
podríamos denominar "pagano", en el que parece prevalecer como máximo
criterio el contentarse con vivir bien, buscando el máximo placer posible,
desentendiéndose del trabajo por construir una sociedad más justa y fraternal.
Con todo, también es verdad que, con frecuencia, quienes luchan por estos
valores -que son los valores del Reino de Dios- de mayor justicia, de mayor
fraternidad, de mejor convivencia y realización humana, lo hacen basándose en opciones
y creencias que no son la fe cristiana. Y, desde estas convicciones, acusan a
los cristianos de no trabajar de verdad, con eficacia, por aquello que -dicen-
los cristianos afirmamos pero no practicamos.
El evangelio nos ha ofrecido la
ocasión de repensar la fe que nos anima y la que nosotros debemos suscitar en
los demás. Desde este momento nos vemos invitados por san Lucas a considerar
nuestra fe como un don, y todo lo que podamos llevar a cabo, como el efecto de
un dinamismo divino. Todo cuanto vemos operarse mediante la Iglesia misionera
es don de Dios, y los que trabajan en ello son siervos que no hacen más que su
deber.
Rafael Pla Calatayud.
rafael@betaniajerusalen.com
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