miércoles, 9 de octubre de 2019

Comentario a las lecturas del domingo XXVII del Tiempo Ordinario 6 de octubre de 2019


Comentario a las lecturas del domingo XXVII del Tiempo Ordinario 6 de octubre de 2019
La primera lectura es del profeta Habacuc ( Ha 1, 2-3; 2, 2-4). El texto de Habacuc, es uno de los más importantes del A.T., uno de los testigos más precisos, y más misteriosos, de la fe bíblica. Colocado frente a los trágicos desórdenes de la historia de su tiempo, el profeta pregunta a Dios. ¿Es posible este mal? ¿Cómo puede Dios aguantar el triunfo de semejante injusticia? A esta pregunta, expresada de dos maneras, responde Dios en dos veces. Una primera vez, para afirmar que Él sigue presente en el seno de la historia, aun cuando ésta parezca anárquica. Y una segunda vez, para decirle al profeta que, frente a la repugnancia que hace nacer el desorden del mundo, frente a la duda misma que suscita el mal, no hay más que una actitud posible: no la búsqueda de una explicación, sino la confianza absoluta. Ese abandono, al fin y al cabo más inteligente, es el que proporciona al creyente, al "justo", escapar a las últimas consecuencias del drama, y "vivir". Así dice el texto, "El injusto tiene el alma hinchada,  pero el justo vivirá por su fe.".
El relato en forma de diálogo de 1,2-2,4: queja del profeta (1,2-4) respuesta del Señor (1,5-11), Habacuc pregunta de nuevo (1,12-17), respuesta del Señor (2,1-4).
1,2-4: "¿Hasta cuándo, Señor...?" Súplica del inocente, que sufre injustamente, dirigida a Dios con el ansia de ser escuchado. Al no tener el relato connotación histórica alguna, el inocente puede ser cualquier hombre sufriente, de ayer o de hoy. ¿Por qué triunfa siempre la injusticia en la tierra? La violencia, guerra, crímenes, reyertas... es el pan nuestro de cada día; "...el derecho sale conculcado" (v.4) ¿Por qué Dios sigue callando? ¿Qué tiene que decir Dios?.
 2,1-4: Ultima respuesta de Dios. El profeta espera, con ansiedad, esta respuesta ya que el cambio de poder político no ha sido una respuesta válida; los nuevos amos han instaurado una nueva era de violencias. El problema, ¿tiene alguna solución? Habacuc no lo sabe, pero adopta la postura de confianza en un Dios, juez justo, que castiga toda forma de opresión. "El injusto tiene el alma hinchada,  pero el justo vivirá por su fe."(v.4).
Salmo responsorial es el Salmo 94 (Sal  94,1-2. 6-7. 8-9).
R. ojalá escuchéis hoy la voz del señor: «no endurezcáis vuestro corazón».
Salmo de laudes, mediante el cual quienes realizan la Liturgia de las Horas, comienzan su jornada. Entre los judíos era utilizado en las ceremonias de renovación de la Alianza. Encontramos en este canto una especie de evocación del ritual utilizado. Mediante dos exhortaciones los levitas, organizadores del culto en el Templo, invitan a la asamblea a participar activamente en la celebración: "venid, aclamad, gritad... entrad, prosternaos"... A cada invitación, la muchedumbre responde mediante una fórmula ritual estereotipada de asentimiento, que comienza por "sí": "sí, el gran Dios, es el Señor"... (La creación) "Sí, él es nuestro Dios"... (la Alianza).
Este salmo se divide en dos partes, versos 1 y 2, es un himno de alabanza al Señor Dios Creador del mundo y protector de Israel y  profecía divina sobre la incredulidad e indocilidad de los israelitas, versos 6 y 9. El salmista invita a no imitar a la generación perversa deldesierto. En la primera parte se destaca el carácter litúrgico procesional del himno, que ha sido compuesto para alguna festividad religiosa solemne. En el transcurso de la procesión, un levita invita a no ser rebeldes como los antepasados, que excitaron la ira de Yahvé en el desierto.
En la versión de los LXX, también este salmo es adjudicado a David, y así es aceptado por el autor dela Epístola a los Hebreos: “Por eso,como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestroscorazones como en la querella, el día de la provocación en el desierto” (Hebreos3, 7-8). Las nuevas generaciones que volvían del exilio estaban defraudadas con los modestos comienzos de la restauración, muy diversos de lasidealizaciones proféticas de Is 40-52. El salmista parece responder a este estado de descontento y depresión nacional.
Como es de ley en los himnos, el salmista invita a sus compatriotas a asociarse a sus alabanzas en honor del que constituye la salvación del pueblo: En Dios sólo el descanso de mi alma, de é lviene mi salvación;  (Salmo 62, 2). La historia de Israel es la historia de las manifestaciones protectoras del Señor. El salmista aprovecha la ocasión de una asamblea solemne parainvitar al pueblo a tomar parte en esta manifestación gozosa dereconocimiento al Señor. En primer lugar, es digno de toda alabanza por ser el Creador: “¡Vengan,cantemos con júbilo al Señor…. Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque Él es nuestro Dios”, que a su vez está por encima de todos los dioses o seres angélicos, que constituyen su corte de honor: “Porque el Señor, el Altísimo, es Reygrande sobre la tierra toda”.  (Salmo  47, 3). Todo le pertenece desde las profundidades de la tierra a las cimas de los montes, el mar y la tierra seca: “Del  Señor  es la tierra y cuanto hay en ella, el orbey los que en él habitan; que él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos”.  (Salmo 24, 1-2). Todo es obra de sus manos. El ser humano no puede explorar las profundidades de la tierra ni las del mar, sólo el supremo Hacedor puede llegar hasta sus escondites.
Pero este Dios universal, Señor de la naturaleza, es también Dios de Israel, en cuanto que está vinculado a él por una alianza histórica: “el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano”, es su pueblo, que apacienta como Pastor: “¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos! - oráculo del Señor. Pues así dice el Señor, el Dios de Israel, tocante a los pastores que apacientan a mi pueblo:(Jeremías 23, 1-2). Es la similitud más apropiada para reflejar las relaciones históricas del Señor con el pueblo hebreo.

La segunda lectura es de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo  (Tim 1, 6-8. 13-14). El texto es una exhortación de Pablo a Timoteo para que luche fielmente por el evangelio. Describe el momento en el que Pablo, con el grupo de presbíteros (1 Tm 4,14), consagró a Timoteo. Este "fuego de la gracia" ("el carisma de la gracia") se emplea solamente en las pastorales aquí y en 1 Tm 4,14, otro texto en que habla de ordenación. Lo cual hace pensar que Pablo construye una exhortación a Timoteo como evangelizador. La tarea de la evangelización es de por sí tan dura que reavivar los principios fundamentales de los que dimana nuestro hacer cristiano es una tarea necesaria.
San Pablo recoge en los v.7-8 un conjunto de expresiones que ya había usado. El sabe muy bien que es difícil predicar la fe en un ambiente hostil (estamos probablemente hacia el 64-68, persecución de Nerón). Y se pone como ejemplo del cristiano que ha comprendido esto hasta dejarse encarcelar por causa del mensaje (cf.Ef 3,1;Flm 1,9). Esta clase de testimonios es la que ha mantenido la fe cristiana a lo largo de generaciones. La lucha que mantienen los entregados a la fe sostiene la debilidad de los que aún no son capaces de sufrir por el evangelio.
Esta continua exhortación a mantenerse firme en los principios profesados (cf. 1 Tm 6,20) está motivada por la impopularidad que significa guardar esa actitud contraria al momento histórico. El que quiera lanzarse por caminos similares sabe que, en su acción cristiana, contará con la persecución de los adversarios y tal vez con el silencio de los buenos. Entonces más que nunca brillará esa forma de ser según la fe.


Aleluya cf. 1 pe 1, 25
La palabra del Señor permanece para siempre; esta es la palabra del evangelio que os ha sido anunciada.

El  evangelio es de  San Lucas ( Lc 17, 5-10 ). La escena evangélica descrita ocurre entre Jesús y los apóstoles; se trata, por tanto, de una cuestión de gran importancia.
El texto presenta dos temas que parece que no se relacionan: por un lado la respuesta a una petición, y por otro una parábola. Y sin embargo, mirándolo más atentamente, ambos pasajes tienen un fuerte lazo entre sí. El primero -respuesta a la petición de los discípulos-, trata de la fe y de todo lo que puede ésta producir cuando tiene una cierta fuerza; el segundo, presenta esa eficacia como resultado de un don de Dios. Los apóstoles reciben la fe como un don, y la eficacia de esta fe no es suya, no tienen en ello ningún mérito, sino que son deudores de Dios como de un don precioso que se les ha hecho.Los apóstoles van comprendiendo las exigencias que supone el seguimiento de Jesús y todo lo que exige la adhesión a Él (cf.los evangelios de los domingos anteriores). Reconocen que tienen fe, pero al mismo tiempo saben comprender que es insuficiente y que esta fe es un don. Por eso piden al Señor: "Auméntanos la fe".
Ver las imágenes de origenLa respuesta de Jesús no consiste en decirles: "he ahí que aumento vuestra fe", sino que tiene el sentido de decirles en qué consiste la fe y qué cualidades debe tener. Lo esencial es su calidad: si se tiene fe "como un grano de mostaza", pueden hacerse cosas grandes (he aquí el sentido de la morera que se arranca y se planta en el mar, donde no crecen árboles), puesto que la fe es sobre todo participación en la vida y en la fuerza de Dios: ésta es la cualidad de la fe que hay que revitalizar.
La parábola presentada hay que verla  estrechamente relacionada con la enseñanza de Jesús sobre la fe. Posiblemente en su origen no estuvo dirigida directamente a los apóstoles, puesto que entre ellos difícilmente habría alguno que poseyera un esclavo, como parece suponerse de las personas a quienes va dirigida. Esta parábola nos habla de un agricultor no muy rico que tiene un solo esclavo que debe hacerle los trabajos del campo, de la casa y cuidar del ganado; cuando regresa del campo -por más cansado que esté- todavía tiene que preparar la cena y servir al amo; y a nadie se le ocurriría decirle que se siente a la mesa antes que el amo ni darle las gracias o recompensarle: pertenece totalmente al amo y no hace más que cumplir con su deber.
La relación descrita del amo con el esclavo quiere hacernos comprender por qué camino deben ir las relaciones del hombre con Dios. Ante Dios, nadie tiene ningún derecho a exigir nada; todo el esfuerzo, el trabajo y las buenas obras del hombre no deben hacerle sentirse autosuficiente ni exigir de Dios la recompensa que le corresponde. El hombre se encuentra en total dependencia de Dios, como el esclavo de su amo. No se habla aquí de quién es Dios, sino de la situación en que está cada hombre ante Él.
Desde el texto es fácil comprender que todo lo que el hombre tiene -la fe especialmente- es don, es gracia de Dios, fruto de su amor generoso y comunicativo. El mensaje es claro: el hombre no puede realizar por sí mismo el proyecto que le anima; es más: la comunión con Dios y con sus hermanos es para él una necesidad ineludible.
Al aproximar los dos pasajes contenidos en este evangelio (vv.5-6 en que habla del poder de la fe y vv.7-10, sobre el siervo inútil), la intención de Lucas es evidente. En estos versículos se encierra un pequeño tratado sobre la fe y las obras. La fe no confiere el poder de desarraigar una morera y trasplantarla en el mar con solo quererlo; tampoco obliga a que el hombre reconozca como inútiles todos sus esfuerzos y aptitudes, grandes o pequeños...
Pedirle a Jesús que nos aumente la fe es pedirle algo muy serio y arriesgado. No es pedirle capacidad para aceptar intelectualmente algo que no alcanzamos a entender y que afirmamos como revelado por Dios. Es pedirle capacidad de acción revolucionaria y liberadora que no deje las cosas como están; una acción que tenía entonces como riesgo la cruz, en la que se ajusticiaba a los zelotes.
Todos los cristianos deberíamos hacer nuestra esta petición de los apóstoles, porque aguardamos de Jesús la fuerza necesaria para cumplir lo que nos pide, porque es el don fundamental de Dios sobre el que descansan los demás dones.
Para nuestra vida.

En la primera lectura el profeta comienza con un interrogante que es una lamentación. "¿Hasta cuándo... por qué...?". A través de la situación concreta del profeta que ha de contemplar desgracias, trabajos, violencias, catástrofes, luchas y contiendas sin que Dios dé muestras de percatarse de su situación, que es la de su pueblo, como si fuera impotente o distraído sólo sabe repetir: ¿por qué... hasta cuándo...? Es el interrogante que brota de la experiencia del mal humano cuando no aceptamos vivencialmente la respuesta de la fe dando sentido al dolor.
La cuestión que trata el profeta es: ¿por qué Dios ha escogido a un pueblo extranjero para castigar a su pueblo? ¿Por qué unos injustos son el instrumento de Dios contra el pueblo que él mismo se ha escogido? Es el drama del mal en las guerras y relaciones internacionales que recorren la historia de la humanidad.
El profeta, como hacen también Jeremías y algunos salmos, interpela a Dios, le pide explicaciones: ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? La respuesta de Dios hay que grabarla con claridad para que quede como testimonio de que no es difícil de entender. Es una palabra con un dinamismo interno, que lleva a la realización segura.
La respuesta llegó. Dios le habló a él y mediante él a todos los hombres. Por eso se lo mandó poner por escrito y en grandes caracteres, para que todos pudiéramos leerla. En primer lugar, paciencia. Todo "ha de llegar sin retrasarse, pero, si tarda, espera". El tiempo no cuenta en el eterno presente de Dios. Junto a la certeza de la intervención divina, la inseguridad del momento. Durante esta expectación, "el injusto se hincha", diviniza su red, pero la hinchazón no es sino viento y vacío. En cambio, "el justo vivirá por la fe", salvará su vida mediante la confianza plena y única en Yahveh, con su fiel perseverancia en el cumplimiento de las exigencias divinas.

El salmo es una invitación a la docilidad espiritual.
El salmo, del cual se ha tomado la Palabra de vida, nos recuerda que nosotros somos el pueblo de Dios y que él nos quiere guiar, como hace un pastor con su rebaño, para introducirnos en la tierra prometida. El, que nos ha pensado desde siempre, sabe cómo tenemos que caminar para vivir en plenitud, para alcanzar nuestro verdadero ser. En su amor nos sugiere qué hacer, qué no hacer y nos señala el camino a seguir.
Dios nos habla como a amigos porque quiere introducirnos en la comunión con Él. Si uno escucha su voz -dice nuestro salmo en su conclusión-, entrará en el "reposo" de Dios, es decir, en la tierra prometida, en la alegría del Paraíso1.
Dios  hace sentir su voz a cada uno de nosotros, creyentes del siglo XXI. Nos lo recuerda el Concilio Vaticano II: "En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo pero a la cual debe obedecer y, cuya voz, lo llama siempre que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal; cuando es necesario le dice claramente a los sentidos del alma: haz esto, evita aquello. En realidad el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón.."[1].
La Iglesia nos propone recitar este salmo cada mañana, esto no es mera casualidad. La invitación a la alegre alabanza del comienzo, es una invitación diaria. La advertencia severa de resistir a la tentación, es también una invitación positiva: Hoy... todo es posible. El pasado es pasado... El mal de ayer se acabó. Una nueva jornada comienza.
El poeta, dramatizando el canto procesional, invita a oír la voz de Dios y a mostrarse más dóciles que la generación del desierto. “Ojala hoy escuchéis  la voz del Señor: “no endurezcáis su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto”. Una voz profética quiere prevenirlos contra la exigencia de tentar a Dios pidiendo manifestaciones asombrosas, como hicieron los antepasados en las estepas sinaíticas. Estos, a pesar de haber sido testigos de los prodigios al salir de Egipto,  exigieron un milagro en Meribá y en Masa. Ambos nombres son simbólicos; el primero significa “querella,” porque en Refidim se “querelló” Israel al Señor porque no les daba agua. Y allí hizo un milagro, proporcionándoles agua de laroca: “y acamparon en Refidim, donde el pueblo no encontró agua para beber.El pueblo entonces se querelló contra Moisés, diciendo: Danos agua para beber.” (Éxodo 17, 1-2). El mismo milagro volvió a repetirse en la zona de Cades. Masa significa “tentación,” porque los israelitas “tentaron” al Señor reclamando un milagro: me probaron a pesar de haber visto mis obras de salvación de la esclavitud faraónica. Esta actitud de desconfianza y rebeldía persistió durante los cuarenta años de estancia en el desierto. El resultado fue que Dios se disgustó de esta generación y decidió que no entrara en la tierra de Canaán: el reposo.
Por su corazón extraviado no supieron captar el valor de los caminos y preceptos de su Dios. Fueron por ello excluidos de la tierra de promisión, el reposo conferido por Dios a los hijos de Israel. El salmista recuerda esta trágica historia para que sus contemporáneos se guardaran de tentar a Dios como la generación del desierto, para no ser reprobados como estos desdichados antepasados. La invitación es puesta en boca de Dios para impresionar más en la concurrencia.
El salmo es una clara la invitación a oír a Dios.
Ojala hoy escuchéis  la voz del Señor”. Esta es la gran instrucción de Dios, "escucharlo", eso nos debe caracterizar para ser un servidor de verdad, oír siempre a Jesús, esta actitud receptiva es para la palabra y la total aceptación de Cristo, es una invitación a descubrir lo divino de sus enseñanzas y toda su obra,  Ojala hoy escuchéis  la voz del Señor.

La segunda lectura es un claro recordatorio de un apóstol a uno a quien había impuesto las manos. El don de Dios entonces recibido ha de ser avivado siempre; es un don dinámico que debe servir a todos en la Iglesia. No hay, pues, que tener ni vergüenza ni miedo de dar testimonio, sino asumir la propia porción de sufrimiento en el anuncio del evangelio. Es conmovedor encontrar aquí lo que será el ritual de ordenación en su estructura elemental: Imposición de las manos, intervención del Espíritu Santo, don de Dios. Quizá esta especie de monición que leemos aquí se empleara litúrgicamente. El ordenado ha recibido un carisma para el bien y al servicio de la Iglesia. Es un espíritu de fortaleza, de amor y de buen sentido. Ahora es preciso que ejerza el ministerio sin miedo, anunciando el evangelio. Timoteo ha sido sólidamente preparado para ello. Es depositario de la enseñanza que ha recibido y la debe guardar y transmitir fielmente.
El  texto afecta a todos los cristianos para que entiendan mejor lo que es el ministerio de sus obispos y sacerdotes y les ayuden con su actitud, su servicio y su oración. Es una perspectiva sacramental de la permanente estructuración de la Iglesia, trabajo que exige abnegación, renuncia, fortaleza, sufrimiento y fidelidad al depósito de la fe, la cual, debiendo ser estudiada, profundizada, explicitada, nunca puede ser traicionada, ni sustituida por ideas personales que no estén claramente contenidas en ella.
Energía, amor, buen juicio.-Con todo -y sin negar estas dificultades actuales- me atrevería a decir que siempre ha sido difícil vivir la fe. Las dificultades actuales no nos pueden servir de excusa. Hemos escuchado la exhortación de san Pablo a su discípulo Timoteo a vivir la fe no "con un espíritu cobarde, sino con un espíritu de energía, amor y buen juicio". Es lo mismo que nos podría decir hoy. La  sociedad de entonces no ofrecía  mayores facilidades que la actual. Más bien todo lo contrario.

En el texto del evangelio Dios es presentado como un amo exigente, que se preocupa muy poco de los sufrimientos o aspiraciones de su esclavo. Pero la parábola subraya, sobre todo, que los fariseos -esos creyentes que pesan sus méritos e intentan hacer valer sus derechos sobre Dios- son, en realidad, ante Él, unos pobres siervos totalmente incapaces de hacer algo meritorio. La parábola opone fe pura e ingenua (v.6) de los pobres e ignorantes al cálculo sobre sus propios méritos y a la confianza en sí mismos de los fariseos y de los ricos; la actitud de confianza incondicional en el Señor, a las protestas bajo cuerda de los que sitúan la religión en el plano de los méritos y del derecho a la recompensa (cf. Mt 20. 13). Colocada en otro contexto donde Jesús llama la atención, esta vez, a los apóstoles (v.5), esta parábola considera su ministerio como inútil (v.10).
Sería una equivocación, si creyéramos que es esa la intención de Jesús. Dios necesita a los hombres, y Cristo tiene necesidad de su Iglesia. En realidad, la expresión contenida en este versículo apunta a lo que hay de fariseo y autoritario en el corazón de cada uno, cuando el hombre se atribuye a sí los méritos de una acción que sin Dios le sería imposible realizar; cuando el hombre considera las ventajas y los privilegios de la misión que desempeña como otros tantos derechos a la vida eterna y cuando se glorifica a sí mismo en vez de "glorificarse en el Señor" (1 Co 9. 16), como tantas veces señala San Pablo.
Hemos escuchado la sencilla y humilde oración de los apóstoles: "Señor, auméntanos la fe". Creo que ésta debe ser también hoy y cada día nuestra plegaria: "Señor, auméntanos la fe". Porque todos nosotros, sin excepciones, todos y cada uno de nosotros necesitamos que nuestra fe en Jesucristo, en su Evangelio, en el amor del Padre, en la acción del Espíritu Santo que -como nos ha dicho san Pablo- "habita en nosotros,", sea una fe más presente en toda nuestra vida, que la penetre y transforme y renueve.
Nuestra sociedad es pluralista, secularizada, pagana. A veces decimos que hoy vivir la fe cristiana cada día- es más difícil. Que las circunstancias de nuestra sociedad, del mundo actual, lo han hecho más difícil. Porque vivimos en una sociedad pluralista, es decir, en la que conviven diversos modos de entender y de practicar lo que podríamos llamar los "valores humanos", las normas morales. En nuestra sociedad se niegan valores y principios que para el cristiano son fundamentales.
Incluso, a veces, parece que no esté "de moda" ser creyente, que debe casi esconderse el hecho de ser cristiano. Aunque la mayoría, cuando llega el momento, sigan casándose por la Iglesia o bauticen a sus hijos, pero son como hechos aislados en una vida normal que parece tener muy poco que ver con la fe en Jesús, con el tener como máxima norma de conducta el Evangelio.
Vivimos también en una sociedad secularizada, en el sentido de que el hecho "Dios", las convicciones cristianas, parecen pesar poco. Lo que muy a menudo pesa más son las interpretaciones del mundo y de la vida humana que se presentan como "científicas" -con razón o sin razón-, como propias del mundo de hoy, como simplemente humanas.
Posiblemente la mayor dificultad para vivir hoy la fe en Jesucristo, sea la fuerza social de un ambiente que podríamos denominar "pagano", en el que parece prevalecer como máximo criterio el contentarse con vivir bien, buscando el máximo placer posible, desentendiéndose del trabajo por construir una sociedad más justa y fraternal. Con todo, también es verdad que, con frecuencia, quienes luchan por estos valores -que son los valores del Reino de Dios- de mayor justicia, de mayor fraternidad, de mejor convivencia y realización humana, lo hacen basándose en opciones y creencias que no son la fe cristiana. Y, desde estas convicciones, acusan a los cristianos de no trabajar de verdad, con eficacia, por aquello que -dicen- los cristianos afirmamos pero no practicamos.
El evangelio nos ha ofrecido la ocasión de repensar la fe que nos anima y la que nosotros debemos suscitar en los demás. Desde este momento nos vemos invitados por san Lucas a considerar nuestra fe como un don, y todo lo que podamos llevar a cabo, como el efecto de un dinamismo divino. Todo cuanto vemos operarse mediante la Iglesia misionera es don de Dios, y los que trabajan en ello son siervos que no hacen más que su deber.
Rafael Pla Calatayud.
rafael@betaniajerusalen.com


[1] GS 16

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