El Mensaje del papa
Francisco para la VII Jornada Mundial de los Pobres 2023 que
se celebra el 19
de noviembre. Tiene por lema «No
apartes tu rostro del pobre» (Tb 4,7) .
En este domingo trigésimo tercero del tiempo ordinario, nos reunimos en torno a la Mesa del Señor para celebrar la eucaristía, sacramento de la Caridad. Por iniciativa del papa Francisco, celebramos hoy la séptima Jornada Mundial de los Pobres. Por eso le pedimos al Señor que, como fruto de nuestra participación en la eucaristía, recibamos de Él, una vez más, el don y el compromiso de vivir la pobreza y de servir a los pobres, de «no apartar nuestro rostro del pobre» (cf. Tb 4,7), según el lema propuesto por el santo padre, tomado del libro de Tobías. Esto se debe traducir en un compromiso concreto de vida, en gestos concretos de buenas obras y de justicia, en escucha, diálogo y comprensión, que nos lleve no solo a dar, sino a darnos, desde la conciencia de que Dios nos ha socorrido a nosotros primero en nuestra pobreza. Cada pobre es nuestro prójimo, es hijo de Dios.
Nos
unimos a la convocatoria del Papa Francisco en la VII Jornada Mundial de los
Pobres y nos comprometemos a seguir escuchando el grito de auxilio de los
pobres que reclaman nuestra ayuda, tanto en el orden material como espiritual.
El
evangelio de los talentos enmarca toda la liturgia de hoy en un clima de
valoración general de nuestro ser cristiano, valoración que iniciábamos el
domingo pasado y que culminará el domingo próximo, solemnidad de Cristo Rey con
el evangelio del juicio final sobre el amor.
Pongamos a trabajar los talentos recibidos de Dios, pongamos todos
nuestros dones al servicio del Reino.
Vamos
acercándonos al final del Tiempo Ordinario y con ello a la conclusión del año
litúrgico. La semana que viene, con la celebración de Jesucristo, Rey del
Universo, se concluye, pues, el ciclo A. El Adviento es la espera del tiempo
nuevo y, por tanto, lo anterior se relaciona con el final de los tiempos. O, al
menos, con nuestro fin individual.
La
semana pasada, en la parábola de las doncellas se nos pedía mucha atención a la
llegada, siempre inesperada, del Señor. Hoy, con el relato de los talentos se
establece una advertencia dirigida a los justos, a los habituales en el trato
de Jesús. No tanto a los alejados, a los pecadores.
La primera
lectura es del libro de los proverbios (Pro 31, 10-13. 19-20. 30-31) El autor del
Libro de los Proverbios concluye su libro con un canto a la mujer completa o
perfecta casada.
Se
nos presenta un bello poema a la esposa
y mujer generosa y hacendosa, fue escrito en una época en la que la mujer y la
esposa apenas tenían derechos civiles; la esposa trabajaba para el marido y era
del marido.
La
madre del rey Lemuel (v. 1) presenta a su hijo el cuadro de una buena ama de
casa (vv. 10-31). Es un bello poema alfabético (cada uno de los veintidós
versículos empieza con una letra diversa del alfabeto hebreo), sin ningún orden.
Es el poema en su conjunto, y no el recorte de versículos, el que produce en el
lector un gran impacto. Relato más apto para ser escuchado que comentado. El
autor tiene ante los ojos a la mujer de sus sueños.
La
presenta como modelo a imitar por los israelitas e ideal de compañera, casi
utópica, a alcanzar por el futuro esposo.
-La
interrogación del v. 10 no indica pesimismo. Una mujer, como la que nos
presenta el poema, es difícil de encontrar, pero no imposible. El valor de la
perla radica precisamente en su escasez; y el que la encuentra ha encontrado un
gran tesoro.
-Con
su trabajo y buena administración mejora la economía de la casa y tiene un
papel decisivo en la posición social del marido. Es comedida y certera en sus
palabras, solícita con sus empleados y caritativa con los pobres (vv. 11-27).
Su marido y sus hijos la felicitan y la alaban (vv. 28-29). Sus mismas obras
pregonan su personalidad (v. 31). Una mujer de este calibre sólo puede causar
admiración.
-En
el v. 30 encontramos el único elemento religioso del poema: el temor de Dios
está por encima de la caduca hermosura. Nuestro refranero hablará de sensatez:
"Cabello largo y corto el seso", "anillo de oro en jeta de
puerco es la mujer hermosa falta de seso" (11. 22). La mujer ideal ha de
poseer gran dosis de sensatez y, según Proverbios, debe integrar en su vida el
aspecto religioso: deberá estar abierta a la divinidad en el amor (alteridad de
la Alianza) y en el temor (saber reconocer su puesto y darse cuenta de la
superioridad de la divinidad). Este es el concepto de temor bíblico, que nada
tiene que ver con nuestra idea del temor.
El
responsorial es el salmo127
(Sal 127, 1-2. 3. 4-5) Este salmo
forma parte de los "salmos graduales" que los peregrinos cantaban
caminando hacia Jerusalén. La fórmula final es una "bendición" que
los sacerdotes pronunciaban sobre los peregrinos, a su llegada: "Que el
Señor te bendiga desde Sión, todos los días de tu vida..."
Salmo sapiencial nos presenta
temas sapienciales: la fórmula «dichoso», la bendición de hijos numerosos , la
«casa», las reflexiones sobre el esfuerzo humano. El esfuerzo humano necesario
para producir alimentos se ve en este texto de manera positiva. El tema del
trabajo queda introducido por «dichoso». También el tema sapiencial del temor de
Yahvé y su camino.
El salmo se compone de una fórmula
de bienaventuranza (que continúa en segunda persona) y una bendición (1-4.
5-6). En los vv. 1-3 (el temor de Yahvé y la recompensa de los hijos); nos
encontramos con una bienaventuranza expresada mediante el simbolismo vegetal de
la vid y del olivo. La vid representa a la esposa, madre fecunda, rodeada de
los pimpollos de olivo que son sus hijos, repletos de savia como el árbol. En
este cuadro de prosperidad y de paz está también presente el padre satisfecho
de los frutos de su trabajo.
El paralelismo explica qué
es el temor del Señor: «ir por sus caminos»; este servicio práctico procura las
recompensas prometidas en los versículos 2-4, donde se dibuja el cuadro ideal
de la vida familiar: prosperidad y larga descendencia. La descripción de las recompensas
quiere ser una exhortación a temer al Señor.
Al final, a la bienaventuranza sigue la bendición vv. 4-6, (las bendiciones
divinas que descienden sobre quién teme a Yahvé). La bendición que se ensancha hacia el futuro de la
familia, pero también hacia el futuro de todo Israel, a quien se augura salôm,
«paz», según el ya conocido juego verbal alusivo de los «cantos de
las subidas» con Jerusalén, «ciudad de la paz».
Los versículos 5-6 presentan una bendición de Yahvé que
alude al fundamento de la felicidad judía: «la dicha de Jerusalén»; tras esta bendición
asoma la idea de solidaridad del individuo con la comunidad.
Es también un salmo de alabanza. Hay en él una alabanza
doble:
* a Dios, que reparte sus bendiciones y que vela por
nosotros “todos los días de nuestra vida”,
* y al justo que sigue los caminos del Señor. A través
de imágenes sencillas y expresivas, el salmista nos muestra qué dones recibe el
que “teme al Señor”. Son aquellos que todo hombre de aquella época podría
considerar los mayores bienes: una esposa fecunda, un hogar próspero, hijos
sanos y hermosos, salud y una descendencia numerosa. Hoy, tantos siglos
después, también podríamos decir que este es el sueño de la mayoría de las
personas: formar una familia, gozar de bienestar económico, y vivir una vida
larga y pacífica, junto a los seres queridos.
La segunda
lectura es de la primera carta del apóstol San Pablo a los tesalonicenses (Tes 5,
1-6). En
el texto San Pablo responde a la curiosidad de los
tesalonicenses, que no tienen ninguna necesidad de que les escriba sobre ello
porque ya saben que «el día del Señor
llegará como el ladrón en la noche» (v. 2). Los que lo han de temer, por
tanto, son los que viven en la oscuridad, creyendo ingenuamente que pueden
conseguir en este mundo la paz y la seguridad. Una y otra son aquí engañosas.
De repente, y cuando más seguros se imaginen, sobrevendrá la ruina. Realmente,
para los hombres que consideran todo cerrado en este mundo y ni siquiera
vislumbran un «más allá» en la noche sin esperanza de aurora, el día del Señor
no puede venir sino como un ladrón que les arrebatará todo -poco o mucho- lo
que hayan podido reunir.
No
ocurre así con los creyentes, pues, aunque tengan que vivir de momento en las
tinieblas, no pertenecen a ellas. La venida del Señor es el día y, por tanto,
no les da miedo. El Apóstol quiere quitar a los tesalonicenses toda angustia
que pueda paralizarlos para la práctica del bien según el evangelio. A pesar de
que les rodea la noche, los creyentes deben vivir pensando en la aurora que
viene. Como no se han adueñado de nada de las tinieblas, tampoco el día del
Señor vendrá como un ladrón a quitarles lo que no tienen. Entre tanto, es
preciso velar y ser sobrio, estar dispuesto a defenderse de los enemigos que
atacan de noche.
San Pablo
insiste en la imprevisibilidad del día del Señor, y para ello utiliza imágenes
que nos son familiares por otros textos del Nuevo Testamento (Mt 24. 43 ss.):
Dios se comporta, en sus apariciones al hombre, como un ladrón. Es imprevisible
y no se deja controlar por ninguna máquina programadora. La fe en la
"parusía" relativiza la actitud del cristiano frente a todas las
grandes realizaciones históricas. Por eso, cuando estén diciendo: "paz y
seguridad, entonces de improviso les sobrevendrá la ruina".
El evangelio de San Mateo
(Mt 25, 14-30) presenta la parábola de los tres empleados,
llamada también "de los talentos", sigue el esquema en tres tiempos:
1)el
dueño confía sus bienes a tres empleados antes de marcharse al extranjero, vv.
14-15;
2)distinto
comportamiento de los tres empleados durante la ausencia del dueño, vv. 16-18;
3)retorno
del dueño y "ajuste de cuentas con ellos", con la recompensa o
castigo de los empleados en relación con su rendimiento, vv. 19-30.
El
tercer momento es el punto culminante de la historia y hace que centremos
nuestra atención en el diálogo entre el dueño y el tercer empleado que
representa al hombre prudente, atento a no arriesgar nada de lo que no es suyo,
conservándolo intacto.
Los
dos primeros empleados son denominados "fieles y cumplidores" y son recompensados; en cambio, el
tercero "negligente y holgazán"
y se autocondena cuando intenta justificarse proyectando su angustia y su miedo
en la imagen que se ha forjado del dueño: "...sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde
no esparces".
San
Mateo inserta esta parábola de los tres empleados en el discurso escatológico
para denunciar el comportamiento del tercer empleado que, por falta de fe y
confianza en el Señor no se compromete gratuitamente. El miedo es lo contrario
de la fe, como la holgazanería lo es del dar fruto. San Mateo motiva a sus
lectores a que se comprometan seria y generosamente en el tiempo de espera de
la venida del Hijo del hombre. Y los "talentos" no se pueden
identificar con las cualidades o dones naturales que ha recibido cada hombre,
sino con el estatuto de los discípulos que han recibido gratuitamente la
revelación de los "misterios divinos" que ha de fructificar. La fe es
respuesta gratuita a la iniciativa gratuita de Dios.
Todos
hemos recibido talentos. Todos hemos sido lanzados a la aventura de la vida con
unos talentos en nuestras manos, de los que tendremos finalmente que dar
cuenta. Todos tenemos talentos. Escribía ·Rilke: «si tu vida te parece pobre
-podemos decir, si te parece que no tienes talentos- no eches la culpa a la
vida. Échate la culpa a ti mismo, porque no eres lo suficientemente fuerte para
descubrir su riqueza». Todos tenemos talentos. Todos podemos descubrir que en
nuestra vida hay una riqueza escondida y oculta, si tenemos los ojos abiertos.
No es falta de humildad el ser conscientes de nuestros talentos, porque vivir
en la humildad es vivir en la verdad.
Y
tampoco sabemos valorar si Dios ha puesto en nuestras manos uno, dos o cinco
talentos.
Al
final de la parábola, es lo mismo haber producido dos o cinco. Los dos
servidores reciben la misma alabanza; ambos entran en el gozo de su Señor. Para
Dios es lo mismo la mujer hacendosa que trabaja en su casa que la que lucha en
otros campos fuera de su hogar; Dios alaba lo mismo al que lucha en las
encrucijadas de la historia de los hombres y al que trabaja, sencilla y
anónimamente, en la oscuridad del día a día, sin dejar huella en la historia de
los hombres. Lo que Dios condena es al que entierra sus talentos -sean uno, dos
o cinco- en un hoyo.
Para nuestra vida.
La
liturgia hoy nos invita a considerar que la vida es un talento, un don, que
el Señor nos dio y que debemos hacer fructificar. Este domingo 33 del
tiempo ordinario prepara de un modo inmediato la solemnidad de Cristo Rey del
Universo. El día del Señor, nos dice Pablo en la carta a los Tesalonicenses,
llegará como un ladrón, de modo inesperado y, por ello, debemos vigilar y vivir
sabiamente para no ser sorprendidos (2L). El evangelio compara la vida humana a
un don que Dios nos hace para que lo hagamos rendir.
La
primera lectura, del libro de los Proverbios, alaba la actitud de la mujer
hacendosa y buena administradora del hogar. Este texto nos invita a meditar
en profundidad sobre lo importante que es que la vida familiar esté
dinámicamente organizada y que el hogar sea un centro de actividades y de
relación. La educación de los hijos adquiere una importancia mayúscula cuando
la familia funciona "todos los días" –y no solo los fines de semana—
en el entorno de la casa común. Es posible, no obstante, que sea necesario ese
trabajo externo realizado por ambos cónyuges y que las estrecheces físicas de
las viviendas no permitan la presencia de los abuelos o de los tíos mayores. Y
sin embargo, deberíamos ser más creativos para recrear –refundar— el núcleo
familiar. El mantenimiento del hogar ya no es patrimonio exclusivo de las
mujeres y si el hombre tiene un trabajo más flexible debería incidir en el
mantenimiento del citado núcleo. Son reflexiones a las que nos incita ese
magnífico texto del Libro de los Proverbios que no deberíamos, hoy, echar en
saco roto.
Dado
el cúmulo de virtudes que debe reunir la mujer ideal, se comprende que sea muy
difícil encontrarla; de ahí la pregunta retórica del comienzo: "Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará?"
(v. 10). Cada época y cada cultura tiene su mujer ideal. Evidentemente aquí se
propone el ideal femenino que corresponde a una cultura patriarcal. Con todo,
se señalan valores permanentes que siguen teniendo importancia para la mujer
del mundo actual. La mujer, de espíritu fuerte, y laboriosa, que sabe ganarse
la vida con su trabajo, representa un ideal válido para nuestra época. Cuando
corremos el riesgo de convertir a la mujer en una señal de prestigio del varón
y en un objeto de placer, vale la pena subrayar con energía que lo más hermoso
de la mujer son las virtudes que tiene y que no siempre son reconocidas por
nuestra querida Iglesia.
El salmo 127, además de
alabanza, es un recordatorio. Dios cuida de nosotros
siempre, cada día que pasa. Y nos muestra el camino hacia la “vida buena”, la
que todos anhelamos en lo más profundo de nuestro ser, la que merece ser
vivida. Los antiguos ya indagaron sobre qué debía hacer el hombre que buscaba
una vida sana, dichosa y en paz. Los filósofos clásicos llegaron a la
conclusión de que ésta se podía alcanzar mediante la honradez y la práctica de
las virtudes. También los israelitas creían que mediante el culto a Dios y el
cumplimiento de sus mandatos, que no dejan de ser prácticas cívicas y
virtuosas, podrían conseguirla. Los cristianos, hoy, tenemos un camino aún más
claro y directo: Jesús. Ya no se trata de aprender leyes o de leer muchos
libros, sino de conocer, amar e imitar al que amó generosamente, hasta el
extremo, y aprender a amar como él lo hizo. Ese es nuestro auténtico camino.
También en
el salmo 127 recordamos como Dios colma a sus criaturas –a todos los
hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares— de bendiciones. Y las primeras de estas bendiciones son, sin duda,
las familiares. La familia ha sido ese templo doméstico donde se adora a Dios.
Es lo que nosotros hoy llamamos
la Iglesia doméstica.
Este
salmo enseña a orar a Dios desde el seno
de la familia. Es una gracia de Dios comer juntos, sentarse a la mesa en
compañía de hermanos, tomar en unidad el fruto común de nuestro trabajo,
sentirse en familia y charlar y comentar y comer y beber todos juntos en la
alegre intimidad del grupo unido. Comer juntos es bendición de Dios. El comedor
común nos une quizá tanto como la capilla. Somos cuerpo y alma, y si aprendemos
a rezar juntos y a comer juntos, tendremos ya medio camino andado hacia el
necesario arte de vivir juntos. La buena comida es bendición bíblica a la mesa
del justo. ¿No han comparado el cielo a un banquete personas que sabían lo que
decían? Si el cielo es un banquete, cada comida es un ensayo para el cielo. Que
la bendición del salmo descienda sobre todas nuestras comidas en común al rezar
y dar gracias.
El salmo también profundiza en la felicidad humana.
¿Quién puede conseguir esta felicidad, anunciada en el salmo? ¿Quién es el que
teme al Señor y sigue sus caminos?.
En lenguaje de
hoy, no podemos comprender que debamos tener miedo de un Dios que es amor. Pero
esa falta de temor tampoco nos ha de llevar al olvido y al descuido. Dios nos
ama, pero también nos enseña. Nos muestra, a través de la Iglesia y
especialmente a través de su Hijo, Jesús, cuál es el camino para alcanzar una
vida digna, llena de bondad. Lo que hemos de temer es olvidarnos de él,
ignorarlo, vivir a sus espaldas. ¡Ay de nosotros si apartamos a Dios de nuestra
vida!, caeremos en la oscuridad y en el
desconcierto, y comenzaremos a vagar a la deriva. Perderemos la paz, la armonía
familiar, y hasta los bienes materiales, tarde o temprano.
Así en la estrofa hemos afirmado: " dichosos los que temen al Señor".
En la segunda lectura San Pablo incide
en esa realidad escatológica de la que la Escritura habla en todos estos domingos
previos al Adviento. Esta
primera carta de san Pablo a los cristianos de Tesalónica estaba dirigida a
unos cristianos que andaban despistados e inquietos sobre la segunda venida de
Jesús, sobre la llegada del Reino de Dios, que creían inminente. No es esta la
situación en la que vivimos los cristianos de hoy, San Pablo con sus contemporáneos es muy preciso.
Dice: "Sabéis perfectamente que el Día del Señor llegará como un ladrón
en la noche. Cuando estén diciendo: "Paz y seguridad", entonces, de
improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está
encinta, y no podrán escapar"(vv.
2-3). Pero tiene, en efecto, un cántico a la Esperanza surgido de
la fe en Cristo y por ello añade: "vosotros, hermanos, no vivís en
tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois
hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las
tinieblas" (vv. 4-5).
Su epilogo es concluyente: "Así, pues, no durmamos como los demás, sino
estemos vigilantes y despejados" (v. 6). La Escritura, pues, nos anima a esa vigilancia activa y
alegre, no angustiosa y apesadumbrada, porque el Señor será muy generoso con
quienes se esfuerzan en el camino, en la medida de las fuerzas de cada uno.
San
Pablo insiste en que la llegada del día del Señor nadie sabe cuándo será. Por
ello utiliza imágenes que nos son familiares. Dios se comporta, en sus
apariciones al hombre, como un ladrón. Es imprevisible y no se deja controlar
por ninguna máquina programadora. La fe en la "parusía" relativiza la
actitud del cristiano frente a todas las grandes realizaciones históricas. Por
eso, cuando estén diciendo: "paz y seguridad, entonces de improviso les
sobrevendrá la ruina". En una palabra, los cristianos, aun alegrándose de
las victorias humanas sobre sus múltiples alienaciones, nunca debemos juzgar
definitiva una época histórica, sino que siempre debemos adoptar frente a la sociedad
una actitud crítica y de espera. Hay que vivir la vida de forma positiva,
valorando el presente, sin añorar demasiado el pasado y con la ilusión de
conseguir metas que están a nuestro alcance.
Las
palabras de San Pablo tienen plena actualidad para nosotros. Nosotros sabemos
hoy que la mejor manera de prepararnos para nuestro encuentro definitivo con el
Señor es vivir cada día, cada momento de nuestra vida, como hijos de la luz,
estando vigilantes y viviendo sobriamente, trabajando los dones, los talentos,
que Dios nos ha dado. Si vivimos cada día como hijos de la luz, como hijos de
Dios, siguiendo fielmente a nuestro señor Jesucristo, en cualquier momento en
el que nos llegue el final, nos encontrará preparados.
Hoy en el evangelio se nos presenta la
parábola de los talentos. Si la pasada semana nos recordaba que es un Reino siempre
actual que reclama del hombre un interés permanente, como el de las vírgenes
prudentes que aguardaban siempre dispuestas al Esposo, ahora nos hace ver que
es además interés por un Reino a la medida de cada uno. Los hombres, como
servidores del gran Rey, Señor del mundo, nos vemos dotados de diversos
talentos según nuestra capacidad. Dios, Señor de cielos y tierra y justo juez,
retribuye a cada individuo –depositario de sus dones– en función de su empeño
por corresponder a lo que de Él ha recibido.
Recibimos
del Señor unos dones personales que debemos hacer crecer y trasladar a nuestros
hermanos. No nos vale conservar
igual lo que recibimos, porque eso significaría que no hemos trabajado
suficiente. Si cada uno guardamos para nosotros solo lo que hemos recibido
gratuitamente de Dios, defraudaremos al Señor, porque la mies es mucha y los
operarios pocos. Pero, además, todo ello se inscribe con el universo de nuestra
relación personal con el Señor Jesús. No podemos defraudarle, porque Él nos
sacó de la Tiniebla, nos hizo amigos suyos, nos enseñó que éramos hijos de Dios
y nos mostró a los prójimos que sufrían y necesitaban ayuda. Ante ello no es
posible cerrarse a todo y esperar una salvación justita, como los aprobados
"por los pelos" de los malos estudiantes. Pero, al final, lo terrible
no es la buena o mala evolución de nuestro trabajo. Lo peor es que Jesús nos
echa de su lado, no quiere saber nada de nosotros. Le hemos defraudado.
Cuando
el Señor dice a su empleado inútil que si hubiera puesto el dinero en el banco
se habrían, al menos, obtenido intereses, lo que nos está mostrando a nosotros
es que con, simplemente, no enterrar nuestra vida sencilla, nuestro testimonio
y dar en el exterior el limitado ejemplo que supone una actitud "poco
heroica", ya habría sido suficiente. Pero, si por el contrario, por miedo
al mundo, al que dirán, enterramos nuestra substancia de cristianos, habremos
cometido un grave pecado, susceptible de la dura condena del Maestro Bueno, de
Nuestro Señor Jesús. Hemos de meditar en profundidad este tema los que,
precisamente, solemos estar cerca del Templo y cerca de la Palabra. Imaginemos
que al final de nuestra vida escucháramos de Jesús lo siguiente: "Y a
ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el
rechinar de dientes"(v. 30).
Hemos de buscar el mayor desarrollo de nuestro trabajo como Hijos de Dios y
hermanos de todos. Es cierto, por otro lado, que no se trata de una carrera
obsesiva para obtiene premios de calidad y prestigio. El Señor lo explica
claramente cuando en la parábola va a referirse de la misma forma a los dos
siervos que han sacado rendimiento a su capital, aunque exista una enorme
diferencia entre ambas ganancias. En la vida de este mundo no sería así.
"Tanto tienes, tanto vales", "tanto ganas, tanto vales"
podría decirse, asimismo. No es así. Lo que importa es el esfuerzo y la
rectitud, no el resultado concreto.
El
hombre de la parábola de los talentos representa a Jesús, los siervos son los
discípulos y los talentos son el patrimonio que el Señor les confía: su
Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celeste, su perdón… en resumen, sus
más preciosos bienes. Mientras en el lenguaje común el término “talento” indica
una cualidad individual – por ejemplo en la música, en el deporte, etcétera –,
en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía
para que los hagamos fructificar. El pozo cavado en el terreno por el “servidor
malo y perezoso” indica el temor del riesgo que bloquea la creatividad y la
fecundidad del amor.
El
señor de la parábola, concede el mismo premio a los dos servidores que hicieron
rendir sus talentos. No se fija, en efecto, en cuánto consiguió cada uno. El
primero obtuvo cinco talentos como fruto de su esfuerzo, el segundo solamente
dos. Aunque el primero logró más del doble que el segundo ambos escuchan: " Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto
que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu
señor" (vv. 21.23) No menciona el señor para nada la eficacia
material. Sólo tiene en cuenta que los dos han trabajado bien a la medida de
los talentos recibidos y, por eso, los dos doblaron su capital.
¡Cuántas
veces la satisfacción personal no es a la medida de la honradez, de la
rectitud, de la justicia! Y, ¡con cuánta frecuencia buscamos ante todo
sentirnos satisfechos de nosotros mismos! Valdrá la pena un examen de
conciencia detallado sobre la realidad objetiva de nuestra conducta. Debemos,
por tanto, observar el resultado de nuestras acciones. Ver si hay progresos en
nuestra vida, contemplada en la presencia de Dios, sin caer en comparaciones
con la vida de otros. Si, en definitiva, mejoramos, no por amor propio, sino
por amor a Dios.
Jesús
no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte, sino que quiere que
la usemos para provecho de los demás. Y nosotros ¿qué hemos hecho con ellos? ¿A
quién hemos “contagiado” con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con
nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Cualquier
ambiente, también el más lejano y árido, puede convertirse en un lugar donde
hacer fructificar los talentos. Esta parábola nos empuja a no esconder nuestra
fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino
a hacerla circular en nuestra vida, en las relaciones, en las situaciones
concretas, como fuerza que pone en crisis, que purifica, que renueva. El Señor
no da a todos las mismas cosas y de la misma manera: nos conoce personalmente y
nos confía aquello que es justo para nosotros y que está a nuestro alcance.
Nuestra
pregunta hoy debe de ser: ¿en verdad estoy dando rendimiento a las cualidades
que tengo?.
Hay mucho que hacer en la sociedad, en la
Iglesia: ¿aporto yo mi colaboración, o bien me inhibo, dejando que los demás
trabajen? Mi salud, mi vida, mis habilidades, las he recibido como bienes a
administrar. No importa si son diez o dos talentos: ¿los estoy trabajando, o me
he refugiado en la pereza y la satisfacción?.
Al final del tiempo -que no sabemos si será breve o largo- se nos pedirá cuenta.
¿Me voy a presentar con las manos vacías? ¿Se podrá decir que mi vida, sea
larga o breve, ha sido plena, que me he "realizado" según el plan que
Dios tenía sobre mí?
Todos
tenemos algún talento con el cual servir a la comunidad. Dios coloca en todos
nosotros la misma inmensa confianza ¡No lo defraudemos! ¡No nos dejemos engañar
por el miedo, sino intercambiemos confianza con confianza! Pidámosle ayudarnos
a ser “servidores buenos y fieles”, para participar “de la alegría de nuestro Señor”.
Oración inspirada en el Mensaje del Santo
padre Francisco para la VII Jornada Mundial de los Pobres
"Oh,
Señor nuestro Jesucristo, crucificado y resucitado, con alegría nos encontramos
en torno a Tu Mesa para recibir nuevamente de Ti el don y el compromiso de
vivir la pobreza y de servir a los pobres, en los cuales encontramos Tu rostro.
Te agradecemos porque hay tantos hombres y
mujeres que viven la dedicación y el compartir con los pobres y excluidos,
teniendo cuidado de la promoción integral de su persona. Tu Reino se hace
presente y visible en este servicio generoso y gratuito.
Ilumina las instituciones públicas
para que cumplan bien su deber, garantizando a cada ser humano el derecho a la
existencia, a la integridad física, a los medios indispensables para un digno
tenor de vida, el derecho a la seguridad en caso de enfermedad, de
discapacidad, de viudez, de vejez, de desocupación.
Oh, Espíritu Santo, que nos donas el
discernimiento, haz que bajo tu guía podamos reconocer las verdaderas
exigencias de los hermanos pobres. Haznos capaces de prestar a ellos nuestra
voz en sus causas, acogiendo la misteriosa sabiduría que quieres comunicarnos a
través de ellos, hijos de Dios.
Oh, santa Teresa del Niño Jesús, la tenacidad
de tu amor inspire nuestros corazones, ayudándonos a no apartar el rostro del
pobre y a mantenerlo siempre fijo en el rostro humano y divino del Señor Jesucristo". (Conferencia Episcopal Española . Subsidio
Litúrgico para la VII Jornada Mundial de los Pobres. 19 de noviembre 2023).
Rafael Pla Calatayud.
rafael@betaniajerusalen.com
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