En este IV Domingo del tiempo pascual,
la Iglesia nos presenta la figura de Cristo, Buen Pastor, que nos lleva
al Padre, que da su vida por nosotros, que nos alimenta con su Palabra, su Cuerpo y su Sangre, que nos defiende del
lobo rapaz del demonio y de sus secuaces.
La figura evangélica del Buen Pastor.
Es una imagen bella y poética que penetró hondamente en los corazones de los
cristianos de Roma. En las catacumbas de Domitila, que se remontan al siglo I,
aparecen pinturas del Buen Pastor. Imagen oficial en lugar del crucificado; tal
vez por repugnancia.
En este domingo la Iglesia
celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones: al sacerdocio y
ministerios, a la vida misionera, a la profesión de los consejos evangélicos en
la vida religiosa o en institutos seculares. Es tarea permanente, pero más que
nunca de este día, orar por las vocaciones consagradas: las que hay y las que
tendría que haber. Para que sean puerta que abren el acceso a Dios y buenos
pastores, como Jesús, para su pueblo.
La primera lectura del libro de
los hechos de los apóstoles (Hch 2, 14a. 36-41), constituye el final del
primer discurso de Pedro a un auditorio exclusivamente judío (v. 36) y de la
reacción provocada en el mismo (vs. 37-41). El v. 36 es una síntesis del mensaje pascual. Resume pues en
primer lugar la exposición anterior sobre el testimonio de culpabilidad que la
resurrección hace recaer sobre el pueblo de Israel: "al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido
Señor y Mesías".
La actuación quiere preparar el
camino de conversión. Dios ha actuado ratificando la mesianidad de Jesús.
Destaca
dos hechos:
1.-La
crucifixión, simplemente constatada;
2.-la
resurrección, interpretada. La resurrección de Jesús es presentada como
entronización. Los títulos de Señor y Mesías representan en el pensamiento de
la iglesia primitiva los dos aspectos fundamentales de la realeza de Jesús
resucitado. Pero esta realeza, contrariamente a las aspiraciones judías, no es
concebida en clave política, sino en clave salvífica global.
Ambos
títulos tienen sabor apologético frente al judaísmo. El título de Mesías mira
hacia el pasado: Jesús lleva a cumplimiento las profecías mesiánicas: el de
Señor, hacia el futuro: Jesús volverá y su vuelta inaugurará la fase gloriosa
del Reino de Dios.
Dios en persona es testigo y
actor de excepción. Durante su caminar por Palestina, Jesús se había
manifestado de tal manera que denunciaba poseer rango divino. Tenía, pues, que
ser Dios mismo, en cuyo lugar se había puesto Jesús, quien aclarase si éste era
o no un impostor. La resurrección constituye precisamente la respuesta de Dios;
es la gran señal de que Dios aprueba la actitud prepascual de Jesús. El es
efectivamente el Hijo de Dios.
Reacción de los oyentes (vs.
27-41). Las últimas palabras de Pedro han sonado como una amarga queja. Los
contemporáneos de Jesús no supieron reconocerle durante su vida terrestre. Sólo
ahora caen en la cuenta del significado que Jesús tiene para sus vidas. Por eso
buscan adherirse a El. Pedro les urge a que aprovechen el ofrecimiento de
salvación. Si Jesús no le basta al hombre para su conversión, el hombre ya no
tiene remedio, porque no quedan más mesías que le puedan convertir, dado que
Jesús es el ofrecimiento último y definitivo de Dios al hombre.
-"¿Qué tenemos que hacer, hermanos?": La reacción de los oyentes
es parecida a la de los que escuchaban la predicación de Juan Bautista (Lc 3,
10). Pero la respuesta de Pedro no hace ninguna referencia a la conversión como
un cambio moral, sino como una asimilación con Cristo.
-La respuesta formula dos
condiciones: "Convertíos y bautizaos"
y dos promesas "para que se os
perdonen los pecados, y recibiréis el Espíritu Santo". Pero, propiamente,
condiciones y promesas constituyen un todo: el bautismo es conversión y perdón,
porque Jesús glorificado entra en relación personal con el bautizado por el don
del Espíritu.
-"En nombre de Jesucristo": El bautismo recibido es una gracia
de Jesús glorificado y al mismo tiempo expresa una pertenencia; como Israel, en
la Antigua Alianza, era una propiedad de Dios. Ahora, después de Pascua, el
bautismo es la expresión de la llamada a seguir a Jesús y a pertenecer a su
comunidad de discípulos.
-"Escapad de esta generación perversa": El ofrecimiento de la
salvación lleva necesariamente a una separación: los que acogen el mensaje y
los que se obstinan en el rechazo de Jesús. El verdadero Israel se separa del
falso, que no ha descubierto que el día definitivo llamaba a sus puertas.
El responsorial es el Salmo 22 (Sm 22, 1-3a. 3b-4. 5.). El salmo comienza con
una afirmación atrevida: "El Señor
es mi pastor, nada me falta". Este creyente que se sabe guiado y
acompañado por la mano firme y protectora del pastor, proclama con tranquila
audacia su ausencia de ambiciones. Tiene todo lo que necesita: conducción,
seguridad, alimento, defensa, escolta, techo donde habitar...
“El Señor es mi pastor, nada me falta” (v. 1).
El salmista se siente
acompañado y protegido «me guía por el sendero justo» (v. 3). “En verdes praderas me hace recostar; me
conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas “ (v. 2-3).
“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo
“ (v. 4).
Como quiera que sea el sendero
está allí y yo me voy por él. Pero cuando creo que me separa una gran distancia
del rebaño, cuando he perdido todo camino de vuelta, me encuentro junto a ti, «tú vas conmigo» (v. 4).
No estamos en paz hasta que tu
no nos has encontrado. Nos sentíamos
empobrecidos y desorientados. De mí, la oveja de la última fila.
Ningún reproche, sino gesto de
plena acogida festiva.
“
Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa”
(v. 5).
El salmo 22 ha sido muy
frecuentemente comentado por los Padres. Es considerado como una síntesis de la
catequesis sacramental y ocupa un puesto importante en el rito de iniciación
cristiana que se hacía en la antigüedad.
Para San Cirilo de
Jerusalén es una profecía de la iniciación cristiana: "El bienaventurado David te da a conocer la
gracia del sacramento (de la Eucaristía), cuando dice: "Has
preparado una mesa delante de mis ojos, frente a los que me persiguen.
¿Qué otra cosa puede significar con esta expresión sino la Mesa del sacramento
y del Espíritu que Dios nos ha preparado? Has ungido mi cabeza con óleo.
Sí. El ha ungido tu cabeza sobre la frente con el sello de Dios que has
recibido para que quedes grabado con el sello, con la consagración a
Dios. Y ves también que se habla del cáliz; es aquél sobre el que Cristo
dijo, después de dar gracias: Este es el cáliz de mi sangre" (Cirilo
de Jerusalén. Catequesis Mistagógicas IV. PG 33, 1.101. 1.104).
San Ambrosio comenta el mismo
salmo y le da la misma explicación: "Escucha cuál es el sacramento que has recibido, escucha a David que
habla. También él preveía, en el espíritu, estos misterios y exultaba y
afirmaba "no carecer de nada". ¿Por qué? Porque quien ha
recibido el Cuerpo de Cristo no tendrá jamás hambre. ¡Cuántas veces has
oído el salmo 22 sin entenderlo! Ahora ves qué bien se ajusta a los
sacramentos del cielo" (Ambrosio de Milán. Los sacramentos, 5.
12-13).
La segunda lectura de la primera carta del
apóstol San Pedro (1 Pe 2, 20-25), Todo el texto es una exhortación sobre aspectos prácticos de la
vida del cristiano: hay que comportarse bien entre los paganos; hay que
respetar las instituciones humanas; los esclavos deben servir a sus amos,
aunque no les resulte fácil. Al final del fragmento aparece el motivo esencial
de la exhortación: el seguimiento de Cristo: «Os dejó un modelo para que sigáis sus huellas» (v 21). El
seguimiento de Jesús hasta la cruz da sentido a la existencia del cristiano en
cada momento de su vida.
Presenta una reflexión sobre la
actitud de los esclavos cristianos ante su situación social. En la carta no hay ninguna intención
de combatir la esclavitud. Se considera como una realidad injusta, pero que no
se puede rehuir en el momento presente.
El esclavo en la situación que
le toca vivir debe tomar ejemplo de Cristo que sufrió por los demás y también
injustamente: "dejándoos un ejemplo
para que sigáis sus huellas". Dos son los rasgos de la actitud de
Jesús que parecen impresionar más al autor de la carta: la paciencia y el
silencio ante los insultos en la cruz y los tormentos. Con el recurso a textos
del Siervo doliente de Is 53, nos hace ver cómo en la Pasión, Cristo no hizo
valer sus derechos, sino que se entregó en las manos de la justicia de Dios que
rehabilita al inocente. De igual modo el derecho del esclavo que sufre
injustamente está en las manos de la justicia de Dios.
-"Cargado con nuestros pecados subió al leño": El árbol que
manifiesta la condena del culpable, según Dt 21, 22, es el lugar donde Jesús
muere no a causa de los propios pecados, sino de los nuestros. La cruz,
presentada como el altar donde uno aportaba la víctima de los sacrificios en el
A.T, es donde Jesús ofrece el sacrificio de su propio cuerpo. Desde ahora el
cristiano vive como justo, en virtud de una justicia que no nace de un esfuerzo
moral, sino del amor de Cristo.
Así comenta San Agustín esta
lectura." Veamos, pues, cómo se debe
seguir a Cristo, prescindiendo del derramamiento de la sangre y de la prueba
que es la pasión. Hablando del mismo Cristo, dice el Apóstol: Quien existiendo en la forma de Dios, no
consideró una rapiña el ser igual a Dios -¡sublime majestad!-; sino que se anonadó a sí mismo tomando la
forma de siervo, hecho a semejanza de los hombres y hallado como un hombre en
el porte exterior. ¡Qué humildad! Cristo se humilló: tienes, ¡oh
cristiano!, a qué agarrarte. Cristo se hizo obediente, ¿por qué te engríes?
¿Hasta dónde llegó la obediencia de Cristo? Hasta encarnarse la Palabra, hasta
participar de la mortalidad humana, hasta ser tentado tres veces, hasta ser el
objeto de las burlas del pueblo judío, hasta ser escupido y encadenado,
abofeteado y flagelado; y si esto es poco, hasta la muerte. Y si todavía hay
que añadir el género de muerte: la
muerte en cruz (Flp 2,6-8). Tal es nuestro ejemplo de humildad, medicina
para nuestra soberbia. ¿Por qué te hinchas? ¡Oh hombre! ¿Por qué te extiendes
pellejo muerto? Pus fétido, ¿por qué te hinchas? Jadeas, te lamentas, te
sofocas porque alguien te injurió. ¿En base a qué reclamas venganza? ¿Por qué
te quema la sed de las fauces, hasta el punto de que sólo desistes de ir tras
ella cuando te hayas vengado de quien te hirió?
Si
eres cristiano, contempla a tu rey; que se vengue antes Cristo, pues aún no se
ha vengado quien por ti padeció tantos males, a pesar de que su majestad es tal
que podía o no haber padecido nada o haberse vengado al instante. Pero en él la
medida de su poder fue también la medida de su paciencia, pues padeció por
nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas.
Sin
duda estáis viendo amadísimos, que hay muchas maneras de seguir a Cristo, aún
dejando de lado el derramamiento de la sangre, las cadenas y las cárceles, los
azotes y los garfios. Pasada esta humildad y derrotada la muerte, Cristo
ascendió al cielo: sigámosle. Escuchemos al Apóstol que dice: Si habéis resucitado con Cristo, gustad las
cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios, buscad las
cosas de arriba, no las de la tierra (Col 3,1-2). Vomitad cuanto de
deleitable os haya inoculado el mundo de las cosas temporales; aunque brame
asperezas y cosas terribles, despreciadlo. Quien se comporte así, no dude de
que se asocia a las huellas de Cristo, hasta poder decir, con razón, en
compañía del apóstol Pablo: Nuestra
vida está en los cielos (Flp 3,20) (San Agustín. Sermón 304,2-3)
aleluya jn
10, 14
yo soy el
buen pastor, dice el señor, conozco a mis ovejas y las mías me conocen
El evangelio continua siendo de San Juan (Jn 10, 1-10). En el encontramos
tres definiciones que hace Cristo de sí mismo: es puerta, pastor y aprisco.
"Yo soy la puerta", es decir, el que permite el acceso al
rebaño y, sobre todo, el que discierne al pastor legítimo del falso pastor que
viene a robar y tiene que saltar el muro. Todo pastor verdadero recibe de
Cristo la misión legítima para pastorear las ovejas.
En la Biblia se habla muchas
veces de la puerta de la ciudad, que, fortificada, garantiza la seguridad de
los ciudadanos. Franquear la puerta del templo significa a cercarse a Dios;
salvarse es penetrar por la puerta del cielo, que se abre a quien llama desde
la fe. Jesús es la puerta de acceso al Padre, la puerta que introduce en los
pastos donde se ofrecen libremente los bienes divinos. Los discípulos de Jesús
deben ser siempre "puerta"
abierta para los demás, y no pared de rebote o muro de choque. Y para que el
cristiano aparezca ante el mundo como una "puerta" de entrada; como oferta de salvación, cada creyente
tiene la responsabilidad de vaciarse de sí mismo para no ser un obstáculo.
Jesús es el único y buen pastor
de la comunidad cristiana. Hay que entender al pastor como el hombre de coraje,
de audacia y de prudencia, que camina delante y conoce las ovejas. En lenguaje
de hoy, el pastor es el líder y el guía. Desde las catacumbas, los cristianos
siempre han reconocido a Jesús como el buen Pastor que da la vida por sus
ovejas y muere como "cordero de Dios"
para hacerse alimento de su rebaño. Por eso su ejemplo es camino para sus
seguidores.
Jesús es también el aprisco del
rebaño. En él se encuentra la defensa, el abrigo y el descanso. Él es el Reino
de Dios, al que no se entra con astucia, como los ladrones, ni con violencia,
como los salteadores, sino en la fidelidad, en el servicio total, en la paz que
es plenitud de bien.
Versículos 1-6. El autor
califica estos versículos de comparación. Es decir, nos hallamos ante un símil
o semejanza entre dos situaciones.
Una fórmula solemne introduce
una serie de referencias y situaciones tomadas de la vida de los pastores (vs.
1-5). Los fariseos (interlocutores de Jesús) no captan el sentido (v. 6). Jesús
explicita ese sentido (versículos 7-10). Este es el esquema formal global.
Los vs.1-2 formulan dos
enunciados generales antitéticos ("el
que no entra por la puerta... es ladrón, el que entra por la puerta es pastor").
Los vs. 3-4 se fijan en el
pastor y enumeran todas las acciones que realiza desde que entra al aprisco
hasta que se pone al frente de las ovejas fuera ya del aprisco. La enumeración
sigue bien el orden real de las acciones, excepto al comienzo: "Las ovejas atienden su voz, él va llamando
por el nombre a sus ovejas". ¡Para escuchar, antes hay que haber
llamado! Invirtiendo el orden el autor trata de resaltar precisamente esa
escucha, que vuelve a recoger al final de la enumeración ("porque conocen su voz").
El v.5 se fija en el que no ha entrado por la
puerta, insistiendo de nuevo en el conocimiento de la voz.
Para poder entenderlas habrá,
pues, que conocer las dos situaciones que se comparan. El desconocimiento de
una de ellas haría ininteligible la comparación.
Una de las situaciones es la
formulada por la misma comparación: un aprisco, la puerta de acceso, el
depredador, el pastor, la actividad del pastor, resaltando especialmente la
compenetración mutua entre ovejas y pastor.
El autor comenta que los
destinatarios[1]
de la comparación no entendieron de qué les hablaba. Al desconocer la segunda
de las situaciones es lógico que no entiendan la comparación.
Versículos 7-10. Lo comparado
son la puerta del aprisco y Jesús. La comparación entre el pastor y Jesús se
hace a partir del v. 11.
El v. 8 dice, pues, que los
guías de Israel no hacen uso de la puerta, es decir, no aceptan a Jesús. Se
saca después la consecuencia de acuerdo a lo dicho en el v. 5. El v. 8
explícita el sentido del enunciado del v. 1: los guías de Israel, puesto que no
aceptan a Jesús, son ladrones; creen que ven, pero toda su visión la
fundamentan en unas prácticas y no en Jesús; por eso son ciegos (cfr. Jn. 9,
35-38). Este es su pecado, al que siguen aferrados (cfr. Jn. 9, 41).
El v. 9 comienza formulando la
misma identificación Jesús-puerta, para pasar después a indicar las ventajas
que reporta el entrar al aprisco por la puerta. Estas ventajas están formuladas
en futuro porque su disfrute está condicionado al paso por la puerta. Se trata,
pues, de un futuro lógico, no de un futuro temporal-escatológico.
El mensaje que el autor quiere
transmitir guarda relación con la ley, en la que los fariseo se hallan
instalados y que, sin embargo, constituye su pecado, pecado del que ellos ni
siquiera son conscientes. Por eso no pueden entender los fariseos el sentido de
la comparación. En ella, en definitiva, se afirma que el acceso al aprisco no
pasa por la Ley, sino por Jesús. No es un comportamiento inmoral lo que el
autor critica en los fariseos, sino algo mucho más hondo y complejo: una
estructura mental esclerótica, una actitud monolítica y cerrada. Este pecado es
de verdad un auténtico drama por su carga de ironía fatal, que destruye al
personaje cuanto más consciente, dueño y bueno éste se cree.
El texto de hoy es muy duro con
la Ley. El tono tajante de las afirmaciones en los vs. 8 y 10 así lo pone de
manifiesto. Sin demagogia ni palabrería, por supuesto, hay que mantener este
aspecto del mensaje que el autor parece querer transmitirnos.
En contraste con la anterior dureza está el
v.9 y la última afirmación del v. 10. Te recomiendo que cuando hayas terminado
de leer estos versículos, leas todo el capitulo 9. Y si no tienes demasiada
prisa, lee también 5, 1-9 (fíjate en la multitud de tullidos en la piscina de
cinco pórticos) y 8, 1-11. Estos textos explican los vs. 9-10 de hoy.
Dos detalles del texto a destacar:
Jesús camina delante y conoce a sus ovejas. Él es el camino verdadero y
viviente. Su vida y su muerte están patentes ante los ojos de todos. No dirige
su comunidad desde un despacho. Por otra parte, en la comunidad de Jesús no se
funciona como en una masa social en base a números de carnet o apellidos. El
conocimiento es personal. Él conoce el nombre de cada oveja, y ellas le conocen
a él. Nada parecido a un ejército o a una gran empresa. Rebaño y pastor son
uno. Jesús es la puerta de entrada de la comunidad cristiana más allá de las
herencias sociales en materia de religión. Una puerta siempre abierta es una
posibilidad que se ofrece y no es nunca un obstáculo. La comunidad y sus
pastores de cada momento habrán de cuidar para no estrechar ni agrandar su
dintel, modificando lo establecido por el único pastor. La fidelidad al Señor
es el alimento de su rebaño.
Asi comenta San Agustín este evangelio:
“ Jn 10,1-10: Hay que distinguir dos
cosas: que somos cristianos y que somos pastores vuestros
Me
fue dirigida la palabra del Señor diciendo: Hijo de hombre, profetiza sobre los
pastores de Israel y di a los pastores de Israel (Ez 34,1). Acabamos de
escuchar este texto de boca del lector. Me he propuesto decir algo a vuestra
santidad sobre él. El Señor me ayudará a decir la verdad, si no hablo cosas
sacadas de mi propia cosecha. Si hablara de lo mío, seria un pastor que se
apacienta a si mismo, y no a las ovejas. Si, por el contrario, lo que voy a
decir es de él, es él quien os alimenta, hable quien hable. Esto dice el Señor
Dios: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan sólo a sí mismos! ¿No son
ovejas lo que apacientan los pastores? Es decir, los pastores no se apacientan
a sí mismos, sino a las ovejas. Éste es el primer motivo por el que se censura
a los pastores: se apacientan a si mismos, no a las ovejas.
¿Quiénes
son los que se apacientan a sí mismos? Aquellos de quienes dice el Apóstol:
Todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo (Flp 2,21). Nosotros, a
quienes el Señor nos puso, porque así él lo quiso, no por nuestros méritos, en
este puesto del que hemos de dar cuenta estrechísima, tenemos que distinguir
dos cosas: que somos cristianos y que somos pastores vuestros. El ser
cristianos es en beneficio nuestro; el ser pastores, en el vuestro. En el hecho
de ser cristianos, la atención ha de recaer en nuestra propia utilidad; en el
hecho de ser pastores, no hemos de pensar sino en la vuestra. Son muchos los que
siendo cristianos, sin ser pastores, llegan hasta Dios, quizá caminando por un
camino más fácil y de forma más rápida, en cuanto que llevan una carga menor.
Nosotros, por el contrario, dejando de lado el hecho de ser cristianos, y,
según ello hemos de dar cuenta a Dios de nuestra vida, somos también pastores,
y según esto debemos dar cuenta a Dios de nuestro servicio.
Si
os digo esto es para que, compadeciéndoos de nosotros, oréis por nosotros.
Llegará el día en que todo sea sometido a juicio. Día que, aunque para el mundo
esté lejano todavía, para cada hombre es el último de su vida. Dios quiso
mantener oculto uno y otro: cuándo ha de llegar el fin del mundo y cuándo ha de
ser el final de esta vida para cada uno de los hombres. ¿Quieres no temer ese
día oculto? Cuídate de estar preparado para cuando llegue. Puesto que los
pastores están puestos para cuidar de aquellos a cuyo frente están, en el hecho
de presidir no deben buscar su propia utilidad, sino la de aquellos a quienes
sirven; todo el que es pastor y se goza de serlo, busca su propio honor y mira
solamente sus comodidades, se apacienta a sí mismo, no a las ovejas. A éstos se
dirige la palabra del Señor. Escuchad vosotros como ovejas de Dios y considerad
cómo Dios os constituyó en seguridad: cualesquiera que sean quienes os
presidan, es decir, seamos nosotros quienes seamos, el que apacienta a Israel
os dio seguridades. Pues, si Dios no abandona a sus ovejas, los malos pastores
expiarán las penas merecidas y las ovejas recibirán las promesas.
No
recogisteis la que estaba descarriada. Ved cómo nos encontramos en peligro en
medio de los herejes. No recogisteis la que estaba descarriada; no buscasteis a
la que se había perdido (Ez 34,4). A causa de ellos nos hallamos siempre en
manos de ladrones y dientes de lobos enfurecidos; os rogamos que oréis por
estos nuestros peligros. También hay ovejas contumaces. Cuando se las busca,
estando descarriadas en su error y en su perdición, dicen que nada tienen que
ver con nosotros. «¿Para qué nos queréis? ¿Para qué nos buscáis?». Como si la
causa por la que nos preocuparnos de ellas y por la que las buscamos no fuera
que se hallan en el error y se pierden. «Si me hallo, -dices- en el error, si
estoy perdido, ¿para qué me quieres? ¿Por qué me buscas?». Porque estás en el
error, quiero volver a llamarte; porque te has perdido, y quiero hallarte. «Así
-me dice- quiero errar; de este modo quiero perderme». ¿Quieres errar así y así
perderte? ¡Con cuánto mayor motivo quiero evitarlo yo! Me atrevo a decirlo,
aunque sea importuno.
Escucho
al apóstol que dice: Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo (2 Tim
4,2). ¿A quiénes a tiempo? ¿A quiénes a destiempo? A tiempo a los que quieren,
a destiempo a los que no quieren. Es cierto que soy inoportuno, pero me atrevo
a decir: « Tú quieres errar, tú quieres perderte; pero no quiero yo. En última
instancia no quiere aquel que me atemoriza. Si yo lo quisiera, mira lo que me
dice, mira cómo me increpa: No recondujisteis a la que estaba descarriada ni
buscasteis a la que se había perdido. ¿Tengo que temerte a ti más que a él? Es
preciso que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo (2 Cor 5,10). No te
tengo miedo a ti. No puedes derribar el tribunal de Cristo y constituir el de
Donato. Llamaré a la oveja descarriada, buscaré a la perdida. Quieras o no, lo
haré. Y aunque al buscarla me desgarren las zarzas de los bosques, pasaré por
todos los lugares, por angostos que sean; derribaré todas las vallas; en la
medida en que me dé fuerzas el Señor que me atemoriza, recorreré todo. Llamaré
a la descarriada, buscaré a la perdida. Si no quieres tener que soportarme, no
te extravíes, no te pierdas”. (San Agustín. Sermón 46,2.14
Para nuestra vida
Después de haber contemplado los
domingos anteriores, diversos momentos de la experiencia pascual de los
discípulos del Señor, las lecturas de hoy nos ayudan a hacernos la pregunta
sobre quién es para nosotros este Cristo resucitado, de quien nos dice el libro
de los Hechos de los Apóstoles que "Dios lo ha constituido Mesías y
Señor": ¿es verdaderamente el Señor de nuestras vidas?
El bautismo que todos nosotros hemos
recibido es fruto de la Pascua, de la Resurrección del Señor. La primera
lectura hacía referencia a la conversión exigida por el discurso pascual de
Pedro, una conversión que conduce inmediatamente al bautismo como adhesión
total al Jesús crucificado "que Dios ha constituido Mesías y Señor".
En
la primera lectura se presenta parte del discurso de
Pedro en el que ofrece una síntesis del mensaje cristiano: Jesús es el Cristo.
Aquellos que escuchan este anuncio deben dar un nuevo sentido a su vida y
actuar consecuentemente con su nueva visión de las cosas. Por el Bautismo
entramos a formar parte de la comunidad de discípulos y, en adelante, nuestra
existencia no estará movida por la Ley sino por el Espíritu Santo.
Todo ello supone un nuevo vivir, un
nuevo nacimiento, una “metanoia” o conversión.
Los que escuchaban a San Pedro y
nosotros estamos llamados a vivir como bautizados y convertidos, esto es vivir habitados y llenos del Espíritu Santo,
no siguiendo los consejos y las pautas de la generación perversa en la que nos
ha tocado vivir. Estas palabras del
apóstol Pedro que leemos en la primera lectura de este domingo, a todos los que
se habían congregado en Jerusalén en el día de Pentecostés, debemos hoy
aplicarlas a cada uno de nosotros. Si tenemos el Espíritu Santo, debemos dar
los frutos del Espíritu Santo, no los frutos de la carne
La comunidad primitiva cumple la
esencial función de evangelizar. Ni entonces ni hoy se trata de un mero
proselitismo para que aumente el número de miembros de la Iglesia, sino de
facilitar el encuentro con Cristo del hombre de nuestro tiempo, porque la
iglesia no es la luz sino testigo de la luz. Cuando alguien descubre un tesoro
debe intentar compartirlo con aquellos a quienes ama.
El
salmo 22, uno de los más bellos de toda la Biblia, comienza con una afirmación
sincera y atrevida: "El Señor es mi pastor, nada me falta".
El autor es un creyente que se sabe guiado y acompañado por la mano firme y
protectora del pastor. Proclama que quien sigue a Jesús tiene todo lo que
necesita: seguridad, alimento, protección techo donde habitar... Difícilmente
anidarán en su corazón la agresividad, la envidia, la rivalidad, todas esas
actitudes que amenazan siempre el convivir con los otros fraternalmente.
En los siguientes textos vemos
la preocupación pastoral que tenían los Padres.
San Gregorio Nisa
escribe: "En el salmo, David
invita a ser oveja cuyo Pastor sea Cristo, y que no te falte bien alguno a ti
para quien el Buen Pastor se convierte a la vez en pasto, en agua de reposo,
en alimento, en tregua en la fatiga, en camino y guía, distribuyendo sus
gracias según tus necesidades. Así enseña a la Iglesia que cada uno debe
hacerse oveja de este Buen Pastor que conduce, mediante la catequesis de
salvación, a los prados y a las fuentes de la sagrada doctrina"
(Gregorio de Nisa. PG 46 692).
San Cirilo de Alejandría dice
de este salmo que es "el canto
de los paganos convertidos, transformados en discípulos de Dios, que
alimentados y reanimados espiritualmente, expresan a coro su reconocimiento por
el alimento salvador y aclaman al Pastor, pues han tenido por guía no un
santo como Israel tuvo a Moisés, sino al Príncipe de los pastores y al
Señor de toda doctrina en quien están todos los tesoros de la sabiduría y
de la ciencia" (Cirilo de Alejandría, PG 69, 840).
En
la segunda lectura San Pedro nos presenta a Jesús sufriente., modelo y
fortaleza de la vida cristiana. Si el cristiano
descubre el sentido del sufrimiento y, sin temor a los hombres, acepta la cruz
pacientemente, su dolor estará fortalecido con la esperanza que no defrauda;
imitará a Jesús Maestro que también
padeció injustamente, y alcanzará la vida. Jesús, que fue llevado a la muerte
como oveja al matadero, Jesús, por cuyas heridas hemos sido curados, vive, y
ahora es el pastor y guardián de nuestras vidas. Hay que seguir luchando por la
justicia, a pesar de las dificultades. La paciencia cristiana es la única
manera de resistir a la injusticia sin desesperaciones suicidas y sin
traiciones cobardes a la justicia.
"Cristo, cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al
pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado".
El sufrimiento de Cristo fue un sufrimiento
redentor, su sufrimiento nos curó, así nosotros también debemos soportar
nuestros sufrimientos y convertirlos en instrumentos de salvación. El dolor y
el sufrimiento son algo inherente a la condición humana, lo importante es, como
decimos, hacer de nuestros dolores y sufrimientos caminos de salvación. El
dolor es como el fuego, puede destruirnos, o purificarnos. De nosotros depende
elegir una cosa u otra. Lo que Cristo eligió ya lo sabemos, tal como hemos
leído hoy en estas palabras del apóstol Pedro. Seamos buenos discípulos y
seguidores del único Señor y Pastor al que queremos seguir. Y que nuestro dolor
sea provechoso y redentor no sólo para nosotros, sino también para los demás.
El
evangelio nos presenta a Jesús como puerta, como acceso al Padre. Hay
que "pasar" por El si se quiere llegar a los pastos que dan la vida
en plenitud, porque. El ha venido "para que tengamos vida abundante".
En el Antiguo Testamento el culto es la puerta que establece la comunicación
entre en mundo divino y el terrestre. Esto ha sido ya superado. Solo Jesús es
nuestro guía. Dos detalles del texto se pueden recordar: Jesús camina delante y
conoce a sus ovejas. Él es el camino verdadero y viviente. No dirige su
comunidad desde un despacho. En la comunidad de Jesús no se funciona como en una
masa social en base a números de carnet o apellidos. El conocimiento es
personal. Él conoce el nombre de cada oveja, y ellas le conocen a él. Nada
parecido a un ejército o a una gran empresa. Rebaño y pastor son uno. Jesús es
la puerta de entrada de la comunidad cristiana más allá de las herencias
sociales en materia de religión. Una puerta siempre abierta es una posibilidad
que se ofrece y no es nunca un obstáculo. La comunidad y sus pastores de cada
momento habrán de cuidar para no estrechar ni agrandar su dintel, modificando
lo establecido por el único pastor. La fidelidad al Señor es el alimento de su
rebaño.
Revisemos cada uno de nosotros nuestra
adhesión a Cristo. Hagamoslo ahora: después de haber vivido la Cuaresma, que
-preparando la Pascua- pretendía renovar nuestra "conversión"; y
después de haber renovado las promesas bautismales en la noche de Pascua. ¿Qué
autoridad tiene Jesús en mi vida? Y debemos plantearnos esa pregunta a partir
de los hechos más sencillos y cotidianos de la vida. Desde que nos levantamos
por la mañana hasta que nos acostamos, nada de lo que hacemos puede quedar al
margen de nuestra "vocación": Cristo os dejó "un ejemplo para
que sigáis sus huellas", nos decía la carta de san Pedro. En las relaciones
familiares, en el trabajo, en el lugar de estudio, en la tienda, en el metro o
el autobús, con las amistades, con la pareja... hemos de vivir plenamente
nuestra vocación.
Rafael
Pla Calatayud.
rafael@betaniajerusalen.com
[1] Los destinatarios
de la comparación son los fariseos, a quienes se les acaba de decir que si
fueran ciegos no tendrían pecado, pero que, como dicen ver, su pecado persiste
(ver Jn. 9, 41). Los fariseos están caracterizados en el cuarto Evangelio como
hombres de la Ley, guardianes y responsables de la misma. A Juan le han
preguntado por qué bautizaba siendo así que no podía hacerlo (ver Jn 1, 25). A
Jesús le han venido con una adúltera a la que la Ley prescribe lapidar (ver Jn.
8, 3-5). A Jesús le recuerdan que para que un testimonio tenga validez debe
estar avalado por dos testigos, a lo que Jesús responde que efectivamente
cuenta con dos testigos: él mismo y el Padre (ver Jn, 8, 13 y 8, 17-18). Al
ex-ciego le interrogan porque en su curación se ha lesionado la Ley del Sábado
(ver 9, 14).
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