lunes, 10 de diciembre de 2018

Comentarios a la lecturas en la Solemnidad de la La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen 8 de diciembre de 2018



Comentarios a la lecturas en la Solemnidad de la La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen 8 de diciembre de 2018
En este día en el que aclamamos a María como Inmaculada y Virgen, nos sentimos llamados a trabajar, redescubrir y llevar en todas nuestras líneas cristianas ese gran amor que, porque de Dios viene, se ha de hace efectivo, afectivo y constante allá donde nos encontramos. Podemos empezar hoy invocando a la Virgen Inmaculada como Madre de ternura y Misericordia.
Sobre la misericordia dice el cardenal Robert Sarah: " etimológicamente, la misericordia consiste en arrojar el propio corazón dentro de la miseria del otro, en la mano al otro en el corazón de su presencia. Pero, antes de inundarnos con su bondad, misericordia existe verdad justicia y arrepentimiento. En Dios la misericordia se hace "perdón". Nos hallamos pues en el centro del mensaje evangélico.
El perdón es el rasgo más marcado el amor de Dios hacia el hombre. San Pedro pregunta a Jesús: "señor ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando pequé contra el? ¿Hasta siete? Jesús le respondió: "no te digo que hasta siete veces, sino hasta 70 veces siete " (Mt 18,21-22). Es decir incansablemente….
Tenemos que amar como Dios. Y seguido Dios conoce las bajezas y las grandes debilidades del hombre, pero arroja su corazón sobre nuestra miseria: se alegra de perdonar el perdón consiste en volver a empezar a amar más tranquilidad y generosidad cuando el amor ha sido maltratado.
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Dios es perdón, amor y misericordia aquí-de ningún otro sitio-reside la radical novedad del cristianismo. Los hombres deben perdonar perdón a Dios, incansablemente. Hemos sido modelados por el y hasta recordar para aceptar sin esfuerzo su voluntad, que nos pide ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto en la misericordia. El perdón permite siempre una re-creación del hombre, porque se trata de una oportunidad vida del cielo. (Robert Sarah, Dios o nada, pgs. 246. Madrid 2015).
  El dogma de la Inmaculada Concepción fue promulgado por el Papa Pío Nono, en su Bula Ineffabilis Deus, el papa declara que la Virgen María fue preservada inmune de toda culpa original lo que realmente está diciendo es que la Virgen María fue una criatura humana llena de Gracia desde el momento mismo de su concepción hasta el momento mismo de su muerte. No quiere decir que la Virgen María fuera concebida de manera distinta a como somos concebidas las demás personas; lo que dice es que, en previsión de los méritos de Cristo Jesús, la gracia de Dios hizo que en la persona de María no habitara nunca el pecado. María, por sí misma, fue una criatura humana limitada y frágil que tuvo que luchar contra las tentaciones e invocar cada día la gracia de Dios para poder vencerlas. Fue la gracia de Dios la que, derramándose totalmente y desde el primer momento en el ser de María, hizo que María fuera una criatura inmaculada desde el momento mismo de su concepción. Nosotros, mientras vivimos, podemos tratar de imitar a María, pidiéndole a Dios que no nos falte nunca su gracia para superar las tentaciones de cada día, como María las superó. Reconociendo nuestra debilidad y nuestra natural inclinación al pecado le pediremos a Dios, con humildad, que mire nuestra humillación y nos libre de todo pecado.
Las lecturas de hoy nos enfrentan a la actitud de Eva y de María. Eva fue engañada por el Maligno e inauguró el imperio del pecado en el género humano, que fue creado por Dios libre de culpa. El recuerdo del fragmento del Libro del Génesis nos sitúa perfectamente la frustración humana ante ese pecado y marca la nueva exigencia de Dios para Anda y Eva fuera del Edén. Lo que iba a venir después se parece a nuestra vida de cada día, a las obligaciones y realidades del género humano. Y claro está que dicho texto del Génesis contrasta con el bellísimo pasaje de la Anunciación en el texto de Lucas –uno de los fragmentos más bellos del Evangelio—donde, precisamente, se anuncia la salvación de las criaturas predilectas de Dios –“los hiciste poco inferior a los ángeles—que por su ambición imposible se apartaron del camino trazado en principio por Dios.

La primera lectura nos sitúa en los momentos iniciales de la humanidad (Gen 3, 9-15. 20 )Esta primera lectura habla de la culpa que todos llevamos a nuestras espaldas.
"Después que Adán... el Señor Dios lo llamó...": El hombre (Adán), comiendo el fruto del árbol ha tomado una opción libre en la que Dios no ha intervenido; esta opción aparecerá con toda su fuerza negativa: el encuentro con Dios la manifestará como "pecado". Este encuentro nos es presentado con una narración imaginativa y antropomórfica, que tiene el carácter de un juicio con interrogatorio y sentencia: "¿Dónde estás?".
La relación hombre y Creador ha sufrido con el pecado una perturbación profunda. "¿Es que has comido del árbol...?" También se ha producido una perturbación en las relaciones en el interior de la humanidad, y entre el hombre y las realidades creadas: el hombre acusa a la mujer y la mujer a la serpiente.
-"Me dio miedo y me escondí".-Hoy la presencia de Dios pasa a segundo plano y decimos que somos adultos, que asumimos nuestras responsabilidades, que hemos dejado a un lado los miedos infantiles y religiosos. Quizás sí que hemos superado el miedo al demonio, pero la vida de mucha gente está llena de miedos y desequilibrios, y no parece que el gozo de vivir -transparente y puro como el agua que salta en los ríos de las montañas o que, desde los lagos refleja los picos resplandecientes de sol o blancos de nieve- sea un patrimonio compartido. La ruptura interior, con los demás, e incluso con la naturaleza, son expresiones del pecado, realidad tan vieja como la condición humana que no debemos atribuir a ningún antepasado malo.
-"La mujer..., la serpiente...".-La culpa es muy fea y nadie la quiere. Pero solamente reconociéndola -y no ignorándola- vamos a recuperar la paz y la serenidad y podremos mirar a Dios sin miedo.
 Después del interrogatorio viene el desenlace del juicio, del cual sólo leemos en esta lectura la parte de la sentencia dirigida a la serpiente. La condena intenta explicar en primer lugar, la constitución de la serpiente, arrastrándose por tierra como si comiera polvo, y también su carácter de animal maldito, del cual huyen el hombre y, también, los demás animales, un ser inquietante como el mal mismo. Por eso el paso es fácil: entre el hombre y el mal habrá un combate sin fin. Propiamente el texto indica un combate sin esperanza de solución. Pero la diferencia entre el ataque a la cabeza y el ataque al talón fue leída, ya en la literatura targúmica y sobre todo por la Iglesia antigua, como el anuncio velado de la victoria de la descendencia de la mujer. Eva, madre del linaje humano en lucha constante con el mal, es figura de la nueva Eva, madre del hombre nuevo, el Mesías, que triunfa definitivamente sobre el mal, el pecado y su consecuencia: la muerte.
-"Ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón".-La culpa, el pecado, no son la última palabra sobre la vida humana. El hombre pecador es capaz de luchar contra el pecado y, en esta lucha, aunque seamos heridos, saldremos victoriosos (el talón/la cabeza). El universo interior del cristiano no es de miedos y angustias, sino que está presidido por una mirada optimista -realísticamente optimista- sobre su vida, la vida del linaje entero, y el desenlace de ambas. Eva ha sido la madre de todos los que viven: no sólo de un linaje pecador; también de una humanidad capaz de luchar contra el pecado.

El interleccional de hoy (Sal  97 ) es una invitación a reconocer y cantar las maravillas de Dios en sus criaturas
El salmista que compuso el salmo 97 hacía una invitación a todas las criaturas –a todas las gentes, judíos y gentiles—para que alaben a Dios, Rey del Universo. La invitación del antiguo poeta también nos sirve a nosotros: que debemos ensalzar y glorificar constantemente al Señor Dios Nuestro Padre.
El Salmo 97, es uno de estos cantos de alabanza a Yahvé, rey del mundo, cuya actuación no es sino una serie de maravillas y portentos en favor del hombre y del pueblo de Israel. Está influenciado, como todos los de su grupo (salmo 46, 92, 95-98), por el Segundo Isaías en sus miras universalistas, en su concepción de las nuevas realidades que se acercan para Israel, en su jubilosa visión del mundo como escena de la actuación de Dios y eco de su alabanza.
Es un "salmo del reino": una vez al año, en la fiesta de las Tiendas (que recordaban los 40 años del Éxodo de Israel, de peregrinación por el desierto), Jerusalén, en una gran fiesta popular que se notaba no solamente en el Templo, lugar de culto, sino en toda la ciudad, ya que se construían "tiendas" con ramajes por todas partes... Jerusalén festejaba a "su rey". Y la originalidad admirable de este pueblo, es que este "rey" no era un hombre (ya que la dinastía Davídica había desaparecido hacía largo tiempo), sino Dios en persona.
Este salmo es una invitación a la fiesta que culminaba en una enorme "ovación" real: "¡Dios reina!", "¡aclamad a vuestro rey, el Señor!" Imaginemos este "Terouah", palabra intraducible, que significa: "grito"... "ovación"... "aclamación".
Originalmente, grito de guerra del tiempo en que Yahveh, al frente de los ejércitos de Israel, los conducía a la victoria... Ahora, regocijo general, gritos de alegría, mientras resonaban las trompetas, los roncos sonidos de los cuernos, y los aplausos de la muchedumbre exaltada.
¿Por qué tanta alegría? Seis verbos lo indican: ¡seis "acciones" de Dios! Cinco de ellas están en "pasado" (o más exactamente en "acabado": porque el hebreo no tiene sino dos tiempos de conjugación para los verbos, "el acabado", y el "no acabado"). "El ha hecho maravillas"... "Ha salvado con su mano derecha"... "Ha hecho conocer y revelado su justicia"... "Se acordó de su Hessed"... (Amor-fidelidad que llega a lo más profundo del ser); "El vino-el viene"... Y para terminar, un verbo en tiempo, "no acabado", que se traduce en futuro a falta de un tiempo mejor (ya que esta última acción de Dios está solamente sin terminar aunque comenzada): "El regirá el orbe con Justicia y los pueblos con rectitud"...
Lo podemos dividir en estas secciones:
- vv. 1-3: cantan la victoria y salvación de Yahvé
- vv. 4-6: la humanidad ensalza a Yahvé

Ha hecho maravillas (w. 1-3)
La primera frase del salmo es una invitación a la alabanza a Dios con un canto nuevo. Las maravillas de Dios son tan grandes, tan inesperadas, que el pueblo no puede contentarse con las alabanzas rituales conocidas: parece que requiere algo nuevo y grandioso. Dios es el obrador de grandes cosas, y su victoria ha sido total. Su brazo, es decir, su fuerza invencible, es quien ha actuado (no la fuerza del hombre).
El salmista piensa en la restauración de Israel después del exilio de Babilonia, cuando tiene lugar un nuevo inicio en la vida, en la religión, en la liturgia del templo. Este período feliz vendrá después del retorno, y este solo pensamiento produce en el salmista (igual que en Isaías) un potencial enorme de alegría y entusiasmo. Dios realiza estas maravillas de salvación porque ama a su pueblo, porque nunca lo ha olvidado y ha tenido siempre presentes su misericordia y su fidelidad. El versículo 3:
"se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel"
ha inspirado muy de cerca el Magníficat de María (Lc 1,54), cántico que se mueve en la misma sintonía de alabanza al Dios que actúa en favor de su pueblo y de los humildes.
Suenen los instrumentos (v. 4)
(V 4) la salvación (justicia-fidelidad-amor) de que ha sido objeto la Casa de Israel... está, efectivamente destinada a "todas las naciones": ¡El Dios que aclama como su único Rey, será un día el rey que gobernará la humanidad entera. Entonces será poca la potencia de nuestros gritos! ¡Será poca toda la naturaleza, el mar, los ríos, las montañas, para "cantar su alegría y aplaudir"!
Las obras de Dios son contempladas por todo el mundo:
"los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios".
Es una acción de Dios que percibe (o percibirá) el mundo entero, que conocerán todos los pueblos y por esto alabarán a Dios. La vuelta a Sión, que según el Segundo Isaías superará en grandiosidad al mismo Exodo (Is 49), será el comienzo de esta justicia de Dios y la celebrarán todos los pueblos porque en la nueva etapa Israel será algo grande y su nombre se dejará sentir en todas partes.
Por esto ahora el salmista invita a toda la tierra a cantar al Señor, a aclamar a Dios sonando toda clase de instrumentos: ahora es la música quien acompaña esta sinfonía grandiosa de alabanza: "tañed la cítara... suenen los instrumentos".

La segunda lectura  de la carta a los Efesios (Ef 1, 3-6. 11-12.),
En el texto se nos propone este himno neotestamentario muy conocido por el uso que hace de él la Liturgia de las Horas. El texto contiene una gran riqueza teológica que aparece de manera concentrada debido al lenguaje poético-hímnico que lo compone. La primera frase (v. 3) es un resumen de todo lo que el Padre ha hecho por nosotros por medio de Cristo y que se realiza en el Espíritu. Sigue una primera estrofa (v. 4-6) en la que se presenta la nueva situación en que vive el cristiano por la transformación que obra en él la fe en Cristo: ha resultado predestinado y elegido por Dios a ser su hijo
El contenido del texto es una de las ideas más claras de San Pablo que repite en varias ocasiones en sus escritos. Es la referencia clarísima de que nosotros estamos elegidos por Dios, en la persona de Cristo, antes de crear el mundo. La sabiduría eterna de Dios –y, por tanto, intemporal—supo ver la traición de sus criaturas, pero también preparó la solución del problema. Desde antes de la creación se perfilaba la Redención con la naturaleza humana, en todas sus consecuencias, del Hijo de Dios. Y en ese plan, por supuesto, ya aparecía María. Asimismo estas palabras de Pablo de Tarso forman parte de un himno litúrgico de extraordinaria belleza, que repetimos en muchas ocasiones.
Los vs. 3-6 son la primera estrofa del himno inicial de esta carta, en el que se presenta el plan de Dios desde antes de la creación. Plan de Dios sobre y para el hombre. Todo ello en un tono de reconocimiento, adoración y acción de gracias.
Inicialmente se presentan la elección y destino del hombre según Dios. Destino que es la filiación y la santidad. Esto último ha de entenderse no en un sentido meramente moral, o como paso previo para ser hijos, sino como otra forma de describir este destino fundamental. Sería preciso recuperar este sentido de "santidad" para no desvirtuar la palabra o entenderla superficialmente. Santo es quien está unido con Dios. Y una forma total de serlo es justamente el ser hijos.
Ese destino del hombre es gloria y alabanza de Dios. No porque El lo necesite ni le añada ninguna prerrogativa que no tenga. El mero hecho de cumplir el plan de Dios, de realizarlo en cada uno, es beneficioso sobre todo para el propio hombre. Pero ello va inevitablemente unido al reconocimiento de que Dios planea y obra esta acción. Lo cual también puede llamarse alabanza.
El himno en esta primera estrofa y en los vs. 11-12 subraya la iniciativa gratuita de Dios. Previamente a cualquier acción o mérito humano -¡esto se ve claramente, pues el hombre todavía no existe antes de que Dios piense en él. Dios hace todo esto simplemente porque es bueno, porque eterno es su entrañable amor.
Lo que desea y lo que pide San Pablo es que este amor «crezca en penetración y sensibilidad para apreciar los valores», que crezca en cantidad y en intensidad, que no se reduzca a un amor sentimental sino que sea dinámico y operativo, que se comprometa con la justicia y con todos los valores, que crezca en todo, que crezca más y más y más. Porque el amor, sabemos, no tiene límites. Es así como podremos llegar a ser «limpios e irreprochables, cargados de frutos» de santidad. Es así como podremos llegar a ser santos e inmaculados, como María, la Inmaculada, la Madre del amor más grande y más hermoso.

El evangelio de San Lucas (Lc 1, 26- 38) nos presenta el esplendido cuadro  de la anunciación. La Palabra entra en la vida.
La narración de la Anunciación es un excelente ejemplo del modo como habla el Evangelio. Se trata  de una enseñanza teológica de la cual Lucas nos habla con la ayuda de un diálogo bien estructurado (es una "teología alusiva", o explicación rabínica del estilo midráshico, llenas de citas del AT, por la cual se extrae el sentido profundo de los acontecimientos dentro del contexto de la historia de la salvación). Toda esta narración reposa en definitiva sobre una experiencia religiosa de María, misteriosa pero de una riqueza inefable y de una histórica realidad.
Tras un saludo (v. 28: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo") que evoca los saludos proféticos a la "Hija de Sión", personificación misteriosa de la comunidad mesiánica,  expone la cualidad davídica y mesiánica del niño que va a nacer, en términos que se inspiran ampliamente en 2 Sm 7. 12ss. Tras una pregunta de María (v. 34), el diálogo llega a una declaración que marca el punto álgido (v. 35: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti... Hijo de Dios"): el Niño nacerá por una intervención directa del espíritu creador, lo que valdrá ser "Santo" y ser llamado "Hijo de Dios".
El texto describe la experiencia intima de María, fruto de una revelación nueva en la que se dio cuenta de que en ella se realizaría de modo excepcionalmente real la antigua profecía de Is 7. 14: "tendrás un hijo y le pondrás un nombre". La comunidad primitiva, la Iglesia, recibió este misterio y lo transmitió en las narraciones catequéticas de la infancia de Jesús (Mt 1. 18-25; Lc 1. 26-38), escritas como pórtico teológico que da el sentido pleno de lo que es Jesús creído a la luz de la Pascua: de este modo se puede entender mejor todo el evangelio que sigue.
Por medio, pues, de un diálogo claramente estructurado se nos ofrece la sustancia, revistiéndola de la forma escriturística y teológica más apropiada para alimentar la fe. En definitiva, se enseña que el hijo de María será el Hijo de David heredero de la descendencia mesiánica, y que, concebido de modo excepcional, merece desde su infancia el título de Hijo de Dios (título que Lucas no pone nunca en boca de hombres: su percepción profunda es fruto de revelación: 22. 70). Filiación humana, enraizada en la historia concreta de un pueblo mesiánico y perceptible a la vista de cualquiera; filiación divina, fruto del favor extraordinario de Dios, que se realiza en la filiación humana mesiánica llevada a fondo, pero que no es perceptible ni se comprende ("¿Cómo será eso?") si no es por don del Espíritu y por el poder del Altísimo que iluminan la última realidad de aquel niño nacido de María en una actitud de radical pobreza: manifestada por la `virginidad` (vv. 34-37) y por la obediencia de esclava (v. 38) a la Palabra de Dios.
Siguiendo la costumbre judía, San José no había tomado aún a su esposa en su propia casa. María, esposa de José, era virgen. Aquí se dice expresamente que San José era de la estirpe de David, detalle interesante para demostrar el cumplimiento de las profecías. En cambio no se dice en ninguna parte de los evangelios y de una manera expresa que María fuera de la estirpe de David, aunque esto se suponga repetidamente (cfr. v. 32).
"Llena de gracia" significa tanto como "llena del favor de Dios". La Inmaculada, la que nunca estuvo sujeta a la esclavitud del pecado, fue objeto de todas las complacencias divinas. Pero también fue la mujer más libre y responsable, sin condicionamientos de un mal pasado, capaz de asumir una función especialísima en la historia de nuestra salvación. Su maternidad fue efectivamente responsable, fue madre porque quiso serlo. De no ser así y de no haberlo querido así Dios, no tendría ningún sentido la embajada del ángel.
Son las palabras del ángel, y no tanto su inesperada aparición, las que sorprenden y turban a María, nos hace pensar en el Mesías deseado por todo el pueblo y soñado por todas las mujeres de Israel. En esta virgen llega a su culminación la esperanza de todos los hombres y la disponibilidad de todas las mujeres de Israel. Pero, ¿qué papel ha de desempeñar María en todo esto? ¿por qué ella es saludada como la bendita de las mujeres? La Virgen medita sobre este punto.
Ahora el ángel la anima y le dice que ha sido elegida por Dios para que en ella se cumplan todas las bendiciones y promesas de Israel. Por eso es "bendita". Las palabras del ángel están llenas de resonancias bíblicas y nos recuerdan el lenguaje frecuentemente usado al anunciar el nacimiento de un niño extraordinario (cfr. Gn. 16. 11; Jc 13, 3-5). El evangelista supo recordar especialmente las palabras de Isaías 7, 14, pues seguidamente acentuará la virginidad de María.
El niño será grande en sentido absoluto, y será llamado "Hijo del "Altísimo". Sin embargo, estos títulos deben interpretarse aquí en el sentido del A. T. y no implican de suyo el reconocimiento de la divinidad de Jesús.
La pregunta de María obedece a una razón muy sencilla: se da cuenta de que Dios le pide, precisamente ahora, ser madre del Mesías, pero no comprende cómo puede ser. Ella es todavía una simple prometida y no conoce varón.
El ángel le dice cómo sucederá todo, por la fuerza del Altísimo (que es el Espíritu Santo) y sin menoscabo de su virginidad. El Espíritu de Dios "la cubrirá con su sombra" lo mismo que la "nube" o "gloria de Yahvéh" cubría el arca de la Alianza, y a semejanza del Espíritu de Dios que en principio se cernía sobre las aguas. Se trata de un símbolo de la poderosa fecundidad de Dios y de su presencia santificante.
María responde con un "sí" humilde y obediente. María se convierte en el Arca de la Nueva Alianza y en Madre del Hijo de Dios. Es comprensible que María, realizado ya este misterio, conservara su virginidad y que José guardara una respetuosa distancia ante el misterio.

Para nuestra vida
Estamos celebrando esta fiesta de la Inmaculada en tiempo de adviento. No es difícil en este tiempo imaginar a María como una mujer alegre en la esperanza. María está alegre porque espera, con esperanza activa, que Dios nazca en su vida y en la vida de todas las personas que ama. Dios ha querido hacerse carne en su vientre y María está alegre porque sabe que, por medio de ella, Dios quiere nacer y crecer en el corazón de todos los creyentes. María está alegre porque sabe que la gracia de Dios le ha permitido a ella ser colaboradora del Dios que, por amor, ha venido a salvarnos y a redimirnos a todos. En este día mariano del adviento vamos a pedirle a Dios que se encarne y crezca cada día un poco más dentro de nuestro corazón. Aprovechemos este Año Jubilar de la Misericordia.
  La Inmaculada, la que nunca estuvo sujeta a la esclavitud del pecado, fue objeto de todas las complacencias divinas. Pero también fue la mujer más libre y responsable, sin condicionamientos de un mal pasado, capaz de asumir una función especialísima en la historia de nuestra salvación. Su maternidad fue efectivamente responsable, fue madre porque quiso serlo. María acogió al Mesías deseado por todo el pueblo y soñado por todas las mujeres de Israel. En ella llega a su culminación la esperanza de todos los hombres y mujeres del mundo.
  María es la "nueva Eva". Eva es seducida y engañada por el orgullo y el ansia de dominio. Se dejó seducir por el pecado y fue sometida al yugo de la violencia, del temor, de la tristeza, de la culpabilidad, de la ignorancia y de la tiranía. María también es seducida, pero es por el Amor de Dios. Por eso recibe del ángel este mensaje lleno de confianza: "no temas". María". María, humilde y confiada, libre y obediente es el prototipo de la mujer nueva, el principio de la nueva humanidad basada en el amor y en la confianza en la voluntad de Dios. María quiere alimentarse de la Palabra de Dios, no de otras cosas pasajeras o engañosas. María se contrapone a Eva, salva a Eva, la rehabilita. Eva transmite dolor y esclavitud, María ofrece liberación y gracia. La "llena de gracia" vence al mal y nos invita a nosotros a asociarnos con ella en la lucha. Sabemos que el Señor "está con nosotros". La fiesta de la Inmaculada, al comienzo de este tiempo es un estímulo para nuestra "espera confiada".
En Santa María está el inicio de nuestra salvación, de ella nace Jesucristo, el vencedor del Maligno. Ella fue la elegida por Dios para que fuera su madre. En ella pensó desde la eternidad como pieza clave de la Redención... Paro eso la colmó con su gracia, la hizo inmaculada desde el momento de ser concebida, sin que la mancha del pecado original empañara el brillo de su grandeza. Fue la excepción de la regla, según la cual todos los descendientes de Adán participaban de su pecado.
El pueblo cristiano se pronunció por esta verdad antes de que la Iglesia oficial , a través del Papa y los Obispos, se pronunciaran por esa verdad que, aunque no está expresamente revelada en las Escrituras, sí se contiene implícitamente en el relato de la promesa de redención por medio del descendiente de la Mujer y en el saludo que el arcángel Gabriel, "Llena de gracia", dirige a la Virgen... El recuerdo vivo de estos hechos nos llena de paz y de alegría, y también de amor a nuestra Madre Inmaculada.
La fiesta de la Inmaculada Concepción evoca en nosotros, por contraste, la ley de la manchada concepción. Por experiencia y por revelación sabemos que el hombre es concebido y nace con pecado, como quiera que esto se explique. La historia de la humanidad, tan dramáticamente convulsionada, nos convence de que algo falla en nuestras raíces.
Tratamos de explicarnos el origen del sufrimiento y del mal. Sabemos, por principio, que no puede estar en Dios, que no puede ser «un defecto de fábrica». La explicación que se nos revela es la del pecado original, aunque vertida en unos moldes culturales primitivos. Hoy se pide una formulación de este dogma que esté en consonancia con los datos de la ciencia.
Pero lo más importante del texto no es el pecado, sino la promesa. El mal será vencido, la cabeza de la serpiente será quebrantada. En la misma raza humana -uno nacido de mujer- se encontrará la medicina contra el veneno de la serpiente, pero por la gracia de Dios. Dentro de la miseria del hombre campea siempre la misericordia de Dios. El hombre podrá huir de Dios; pero Dios no se olvida nunca del hombre. Dios y el hombre están condenados a entenderse.

La primera lectura del Génesis forma parte del relato yavista acerca de la Creación (2, 4b-3, 26), cuyo esquema descarnado reza así: creado el hombre en una tierra desierta, es trasladado al jardín del Edén. Allí el Señor le impone un mandato; si lo cumple, vivirá feliz en el jardín... Pero el hombre rompe el pacto, y es expulsado del Edén.
El cap. 3 del Génesis -del que hoy hacemos uso- describe la convicción de la fe de Israel de que la condición humana es una consecuencia de una primitiva transgresión de la humanidad contra Dios. Una existencia humana marcada por la fragilidad existencial y moral, en forma de trabajo y esfuerzo contra la naturaleza, en forma de tensiones y violencias, e incluso de luchas fratricidas, abocada a la muerte.
Desde su fe en el Dios salvador del Éxodo, Israel afirma que no es éste el plan de Dios sobre la humanidad. Ha sido la misma humanidad la que ha subvertido el ideal de Dios. La fiesta de hoy, no obstante, no nos quiere retener en la contemplación del pecado, sino de la gracia, la promesa de salvación que contiene el v. 15: "Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón" (este versículo ha inspirado la imaginería mariana de los últimos siglos).
 La humanidad tiene la promesa de la victoria final sobre el mal que ella misma ha provocado. La serpiente como representación simbólica del mal es común a las culturas del Medio Oriente. Algunos exegetas ven en este texto una posible relectura exílica de Is 7,14 (la virgen que da a luz un niño capaz de rechazar el mal y de elegir el bien); y es, desde esta perspectiva, que el texto ha sido referido a la madre del mesías-rey, que, con ojos cristianos, es María, la madre de aquel que, con su muerte inocente y su resurrección, ha vencido el círculo vicioso del pecado, y nos ha abierto el camino de la victoria final sobre el pecado de la humanidad.
El yahvista divide la historia de la humanidad en dos cuadros: antes del pecado y después del pecado. Antes del pecado la vida del hombre era maravillosa. Vivía feliz, desconocía el dolor y la muerte, Dios era su confidente y toda la naturaleza estaba a su disposición. Después del pecado el cuadro cambia radicalmente. Aparece el dolor, el trabajo, la muerte, el egoísmo, la división. El hombre siempre se ha preguntado por el origen del mal y ha procurado darse una respuesta. Esta lectura que es un relato religioso, de estilo poético-místico, que no quiere ser una investigación histórica sino una reflexión sobre el sufrimiento del hombre, ha llegado a esta conclusión: la fuente moral del pecado es el hombre que se ha equivocado al hacer la opción del valor fundamental de su vida.
Después del pecado, Dios viene a pedir cuentas. Hoy leemos el fragmento final de esta escena inicial de la Biblia, en el que se manifiesta tan claramente el drama de la humanidad: el hombre y la mujer deseosos de hacer todo lo que les resulte atractivo, y negándose a cualquier limitación... Pero para vivir la vida humana de forma estimable, hay que ponerse límites; de lo contrario se cometen disparates (y Dios quería mostrar estos límites). El pecado ha roto la doble relación de unión y confianza: con Dios (antes el hombre estaba desnudo ante Dios y no pasaba nada; ahora tiene miedo) y con los otros (la mujer, a quien el hombre había saludado gozosamente como "hueso de mis huesos y carne de mi carne", ahora es llamada, despectivamente y distanciadamente, "la mujer que me diste"). Es de notar también que la serpiente no es interrogada: no tiene entidad, no es más que la representaci6n de la fuerza del mal.
Ante todo esto, Dios anuncia el castigo pero también hay, en este mismo momento, el anuncio de la salvación: de la misma descendencia de la mujer surgirá la victoria sobre la serpiente: la serpiente conseguirá herir en el talón (una herida que puede curarse), pero ella será herida en la cabeza (una herida mortal). El último versículo que leemos está lleno de fuerza y de esperanza. El hombre (que no tiene nombre), pone el primer nombre humano, Eva. Y este primer nombre humano tiene un significado lleno de futuro, de fecundidad, de continuidad inacabable.
Llegará un tiempo en el que Dios cambiará la situación y dará a la descendencia de Adán la posibilidad de recuperar la posición perdida. La humanidad se levantará contra la serpiente y uno de ellos le aplastará la cabeza. A su lado tendrá a la mujer. En la tradición bíblica al lado del hombre encontramos siempre a la mujer implicada en la obra de la salvación.
Las enemistades y la victoria hay que interpretarlas en sentido mesiánico colectivo. La descendencia no es exclusivamente el hijo de David, sino el Hijo del hombre como descendencia de la mujer.

Los salmos, entre otras muchas otras cosas, nos enseñan la actitud de la alabanza gozosa, porque si el hombre alaba a Dios lo hace movido por un corazón admirado y agradecido, inundado de alegría por sentirse amado, salvado y protegido por su Dios.
El salmo 97 es un ejemplo de ello, fruto de una experiencia gozosa, de una alegría que produce la actuación salvadora de Dios: el salmista siente admiración, entusiasmo y gratitud por este Dios tan providente, y por esto brota de su corazón la más sincera alabanza. La fe en Dios lleva aneja la alabanza, y la alabanza proviene de la alegría.
Así comenta San Juan Pablo II, este salmo: " El Salmo 97 que acabamos de proclamar pertenece a un género de himnos con el que ya nos hemos encontrado durante el itinerario espiritual que estamos realizando a la luz del Salterio.
Se trata de un himno al Señor, rey del universo y de la historia (Cf. versículo 6). Es definido como un «cántico nuevo» (v. 1), que en el lenguaje bíblico significa un cántico perfecto, rebosante, solemne, acompañado por música festiva.
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Además, incesantemente resuena el nombre del «Señor» (seis veces), invocado como «nuestro Dios» (versículo 3). Dios, por tanto, está en el centro del escenario en toda su majestad, mientras realiza la salvación en la historia y es esperado para «juzgar» al mundo y los pueblos (versículo 9). El verbo hebreo que indica el «juicio» significa también «gobernar»: hace referencia por tanto a la acción eficaz del Soberano de toda la tierra, que traerá paz y justicia.
2. El Salmo se abre con la proclamación de la intervención divina dentro de la historia de Israel (Cf. versículos 1-3). Las imágenes de la «diestra» y del «brazo santo» se refieren al Éxodo, a la liberación de la esclavitud de Egipto (Cf. versículo 1). La alianza con el pueblo de la elección es recordada a través de dos grandes perfecciones divinas: «amor» y «fidelidad» (Cf. versículo 3).
Estos signos de salvación son revelados «a las naciones» y a «los confines de la tierra» (versículos 2 y 3) para que toda la humanidad sea atraída por Dios salvador y se abra a su palabra y a su obra salvadora.
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Esta es nuestra gran esperanza y nuestra invocación: «¡Venga tu reino!», un reino de paz, de justicia y de serenidad, que restablezca la armonía originaria de la creación.
4. En este Salmo, el apóstol Pablo reconoció con profunda alegría una profecía de la obra del misterio de Cristo. Pablo se sirvió del versículo 2 para expresar el tema de su gran carta a los Romanos: en el Evangelio «la justicia de Dios se ha revelado» (Cf. Romanos 1, 17), «se ha manifestado» (Cf. Romanos 3, 21).
La interpretación de Pablo confiere al Salmo una mayor plenitud de sentido. Leído en la perspectiva del Antiguo Testamento, el Salmo proclama que Dios salva a su pueblo y que todas las naciones, al verlo, quedan admiradas. Sin embargo, en la perspectiva cristiana, Dios realiza la salvación en Cristo, hijo de Israel; todas las naciones lo ven y son invitadas a aprovecharse de esta salvación, dado que el Evangelio «es potencia de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego», es decir el pagano (Romanos 1,16).
Ahora «los confines de la tierra» no sólo «han contemplado la victoria de nuestro Dios» (Salmo 97, 3), sino que la han recibido.
5. En esta perspectiva, Orígenes, escritor cristiano del siglo III, en un texto citado después por san Jerónimo, interpreta el «cántico nuevo» del Salmo como una celebración anticipada dela novedad cristiana del Redentor crucificado. Escuchemos entonces su comentario que mezcla el canto del salmista con el anuncio evangélico.
«Cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado --algo que nunca antes se había escuchado--. A una nueva realidad le debe corresponder un cántico nuevo. “Cantad al Señor un cántico nuevo». Quien sufrió la pasión en realidad es un hombre; pero vosotros cantáis al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero redimió como Dios”. Orígenes continúa: Cristo “hizo milagros en medio de los judíos: curó a paralíticos, purificó a leprosos, resucitó muertos. Pero también lo hicieron otros profetas. Multiplicó los panes en gran número y dio de comer a un innumerable pueblo. Pero también lo hizo Eliseo. Entonces, ¿qué es lo que hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado para elevarnos hasta el cielo» («74 homilías sobre el libro de los Salmos» --«74 omelie sul libro dei Salmi»--, Milán 1993, pp. 309-310)" . (San Juan Pablo II. Audiencia del Miércoles 6 de noviembre 2002)

En la segunda lectura nos encontramos con una acción de gracias por la obra salvadora de Dios, de la cual hoy leemos unos breves fragmentos .
«Bendito sea Dios»: una página exultante, llena de agradecimientos, alabanzas y bendiciones. Y es que el plan de Dios se ha manifestado en la persona de Cristo como divinamente generoso. No se puede pedir más: «bienes espirituales y celestiales», santidad, gracia, filiación, participación divina, gloria. Es el triunfo del amor misericordioso de Dios.
El himno comienza desde el cielo y desde antes del tiempo: todo proviene de Dios y es él quien lo ha realizado todo, según su voluntad. Y sigue hablando de cuáles han sido las bendiciones de Dios. Se puede destacar que este "destino a ser sus hijos" no se refiere a la predestinaci6n individual, sino que tiene un sentido general, referido al conjunto de los creyentes.
Señala un tema que se irá repitiendo a lo largo de la carta: que las obras salvadoras de Dios son fuente de alabanza de Dios mismo. El final de este fragmento se refiere o bien al pueblo judío o bien a los judíos convertidos: el pueblo judío fue el primero en esperar el Mesías, y los judíos convertidos son los primeros que creyeron en él.
Hay personas que han realizado este plan de Dios de forma íntegra, de principio a fin de su vida. No tanto por otra cosa sino por su apertura integral al mismo. En este proyecto, que se apoya en Cristo, María es  pieza clave. En su Inmaculada Concepción el proyecto divino empieza a hacerse realidad. Colmada de bendiciones, elegida en la persona de Cristo «para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor», hija y heredera, «alabanza de su gloria». Por eso, esta fiesta de la Inmaculada es muy propia de Adviento, fiesta de optimismo y esperanza. Esperanza de la que nosotros debemos dejarnos contagiar y vivir desde ella.

En el evangelio, San Lucas presenta a las personas y los lugares: de una virgen llamada María, prometida a un hombre, llamado José, de la casa de David. Nazaret, una pequeña ciudad en Galilea. Galilea era periferia. El centro era Judea y Jerusalén. El ángel Gabriel es el enviado de Dios para esta virgen que moraba en la periferia. El nombre Gabriel significa Dios es fuerte. El nombre María significa amada por Yavé o Yavé es mi Señor. La historia de la visita de Dios a María comienza con una expresión: “En el sexto mes”. Se trata del “sexto mes” de embarazo de Isabel, parienta de María, una mujer ya avanzada en edad, precisando ayuda. La necesidad concreta de Isabel es el trasfondo de todo este episodio. Se encuentra al comienzo (Lc 1,26) y al final (Lc 1,36.39).
La reacción de María.. La Palabra de Dios alcanza a María en el ambiente de vida de cada día. El ángel dice: “¡Alégrate! ¡Llena de gracia! ¡El Señor está contigo!” Palabras semejantes ya habían sido dichas a Moisés (Ex 3,12), a Jeremías (Jr 1,8), a Jedeón (Jz 6,12), a Ruth (Rt 2,4) y a muchos otros. Abren el horizonte para la misión que estas personas del Antiguo Testamento debían realizar al servicio del pueblo de Dios. Intrigada con el saludo, María trata de conocer el significado. Es realista, usa la cabeza. Quiere entender. No acepta cualquier aparición o inspiración.
La explicación del ángel. “No temas, María!” Este es siempre el primer saludo de Dios al ser humano: ¡No temas! Enseguida, el ángel recuerda las grandes promesas del pasado que se realizarán a través del hijo que va a nacer en María. Ese hijo debe recibir el nombre de Jesús. Será llamado Hijo del Altísimo, y en él se realizará, finalmente, el Reino de Dios prometido a David, que todos estaban esperando ansiosamente. Esta es la explicación que el ángel da a María para que no quede asustada.
Nueva pregunta de María. María tiene conciencia de la misión importante que está recibiendo, pero permanece realista. No se deja embalar por la grandeza de la oferta y mira su condición: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” Ella analiza la oferta a partir de los criterios que nosotros, los seres humanos, tenemos a nuestra disposición. Pues, humanamente hablando, no era posible que aquella oferta de la Palabra de Dios se realizara en aquel momento.
Nueva explicación del ángel. "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios”. El Espíritu Santo, presente en la Palabra de Dios desde el día de la Creación (Génesis 1,2), consigue realizar cosas que parecen imposibles. Por esto, el Santo que va a nacer de María, será llamado Hijo de Dios. Cuando hoy la Palabra de Dios es acogida por los pobres, algo nuevo acontece ¡por la fuerza del Espíritu Santo! Algo tan nuevo y tan sorprendente como que un hijo nace de una virgen o como que un hijo nace a Isabel, una mujer avanzada en edad, de la que todo el mundo decía que no podía tener hijos. Y el ángel añade: “Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes”.
La entrega de María. La respuesta del ángel aclara todo para María. Ella se entrega a lo que Dios le está pidiendo: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra”. Maria usa para sí el título de Sierva, empleada del Señor. El título viene de Isaías, quien presenta la misión del pueblo no como un privilegio, sino como un servicio a los otros pueblos (Is 42,1-9; 49,3-6).
María representa en el momento de la encarnación a los pobres de todos los lugares y tiempos, a la humanidad toda: el Hijo de Dios se hizo hombre entre los hombres y pobre entre los pobres. Ello permite examinarnos cada uno de nosotros como encarnación de Dios, como portadores del Espíritu de Jesús.
Como cualquier gestación, no puede ser una realidad que aceptemos de forma meramente pasiva, sino que nos compromete a participar en su crecimiento dentro de nosotros y en la exteriorización de aquello que llevamos "en vasos de barro".

Rafael Pla Calatayud.
rafael@sbetaniajerusalen.com

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