viernes, 30 de diciembre de 2022

Comentarios a las lecturas en la Solemnidad de la Sagrada Familia. 30 diciembre de 2022

En medio de una fuerte crisis en torno a la integridad de la familia, Dios Amor nos brinda nuevamente el modelo pleno de amor familiar al presentarnos a Jesús, María y José.

La Sagrada Familia nos habla de todo aquello que cada familia anhela auténtica y profundamente, puesto que desde la intensa comunión hay una total entrega amorosa por parte de cada miembro de la familia santa elevando cada acto generoso hacia Dios, como el aroma del incienso, para darle gloria.

Por ello, a la luz de la Sagrada Escritura, veamos algunos rasgos importantes de San José, Santa María y el Niño Jesús.

La primera lectura  es del libro del eclesiástico  (Eclo 3,2-6.12-14.

El libro del Eclesiástico suele llamarse actualmente "El Sirácida", porque su autor es Jesús hijo de Sirá. El libro recoge "la sabiduría de Israel", sobre temas muy variados.

Esta lectura nos ofrece la visión piadosa y tradicional del respeto a los padres. Esta veneración, tan característica de todos los pueblos orientales, es para Israel algo más sagrado aún, pues se ve en los padres la imagen de Dios y venerarlos es venerar a Dios. Así lo recoge el quinto precepto del Decálogo, tal como lo expresa el Libro del Éxodo.

En el texto aparece una forma de expresión muy típica de estos autores: si cumples la Ley, te irá bien, si veneras a tus padres, tendrás hijos. Son símbolos de bendición, como la Tierra Prometida se presentaba como un paraíso aunque en realidad fuera un sequedal.

El sabio que escribe este libro unos doscientos años antes de Cristo se dirige sobre todo a los jóvenes para instruirlos en los diversos aspectos de la vida. El sabio autor del Eclesiástico, no manda. Se limita a desbrozar y mostrar con su palabra los caminos del comportamiento humano que considera acorde con la sabiduría.

La palabra clave de este fragmento es "honrar": detrás de este concepto hay una idea de respeto y veneración con palabras y obras.

En primer lugar habla de las consecuencias de honrar al padre y a la madre, y va más allá de lo que prometía el texto del libro del Éxodo (20, 12). El texto de hoy glosa el mandamiento del Éxodo: «Honra a tu padre y a tu madre; así prolongarás tu vida en la tierra que Yahvé, tu Dios, te va a dar» (Ex 20,12). La sabiduría habla de la vida y para la vida. Y lo hace con la palabra que nace del esfuerzo del hombre -o de ciertos hombres-, tratando de llenar como puede el vacío que representa la imposibilidad de conocer la verdadera palabra, aquella de la cual brota la vida y todas las cosas. Es decir, para el sabio existe una sabiduría oculta, no descubierta ni intuida nunca por nadie, la del único sabio de verdad, de quien viene todo: del Señor.

Afirma que hay un orden, no establecido por los hombres, que regula las relaciones de los hijos para con los padres sobre la base del respeto, la honra y la obediencia. Se trata, concretamente, de un orden que implica incluso aceptar la vergüenza procedente de la posible deshonra de los padres, que lleva a acogerlos cuando son ancianos, sin hacerles sufrir nunca; que exige tratarlos con comprensión en caso de que pierdan la razón. El hijo sabio trata de cumplir con sus padres este orden que descubre como recto y justo.

El hijo que honra al padre y a la madre tendría larga vida. El Eclesiástico afirma que, además, el que honra al padre expía sus pecados.

Esta misma "recompensa" del perdón de los pecados se apunta como consecuencia de tratar bien al padre cuando ya es anciano y le fallan las fuerzas y chochea.

No es difícil comprender este texto, a pesar de que hoy, con la exaltación caprichosa de los nuevos valores egoístas  de la juventud, es fácil olvidar este consejo de un sabio que  tenía valores de alta estima de ls familia.

La observancia de este orden por parte de los hijos lleva anejas promesas de bendiciones y bienestar: el perdón de los pecados, la alegría de los hijos, ser escuchado por Dios, vida larga, firmeza del hogar y prosperidad. Sin embargo, es evidente que el sabio no puede garantizar que estas promesas se cumplirán en todos los que hagan lo que él enseña. Por tanto, si formula esas promesas no es porque tenga seguridad de que se cumplirán, ya que nadie puede asegurar, por ejemplo, una larga vida a nadie. La certeza del sabio es de otro tipo. Al recoger las promesas de bendiciones no hace sino mostrar su seguridad de que el camino que enseña es bueno: quien lo siga no sufrirá ningún mal, sino todo lo contrario. Para el sabio, los caminos de Dios, los que él señala al hombre, son los que la sabiduría muestra como buenos. Todo lo que el sabio ve como bueno y justo viene de Dios.

 

El responsorial es el salmo  127 ( Sal 127,1-2.3.4-5) Este salmo forma parte de los "salmos graduales" que los peregrinos cantaban caminando hacia Jerusalén. Desde los 12, cada año, Jesús "subió" a Jerusalén con motivo de las fiestas, y entonó este canto. La fórmula final es una "bendición" que los sacerdotes pronunciaban sobre los peregrinos, a su llegada: "Que el Señor te bendiga desde Sión, todos los días de tu vida..."

En este salmo se describe un cuadro de la "felicidad en familia", de una familia modesta: allí se practica la piedad (la adoración religiosa... La observancia de las leyes...), el trabajo manual (aun para el intelectual, constituía una dicha, el trabajo de sus manos), y el amor familiar y conyugal...

En Israel, era clásico pensar que el hombre "virtuoso" y "justo" tenía que ser feliz, y ser recompensado ya aquí abajo con el éxito humano. Pensamos a veces que esta clase de dichas son materiales y vulgares. Fuimos formados quizá en un espiritualismo desencarnado. El pensamiento bíblico es más realista: afirma que Dios nos hizo para la felicidad, desde aquí abajo... ¿Por qué acomplejarnos si estamos felices? ¿Por qué más bien, "no dar gracias", y desear para todos los hombres la misma felicidad?

No se trata tampoco de caer en el exceso contrario, el de los "amigos de Job" que establecían una ecuación casi matemática: ¡Sé piadoso, y serás feliz! ¡Sé malvado, y serás desgraciado! Sabemos, por desgracia, que los justos pueden fracasar y sufrir, y los impíos por el contrario, prosperar. El sufrimiento no es un castigo. Es un hecho. Y el éxito humano, no es necesariamente señal de virtud.

Sigue siendo verdad en el fondo, que el justo es el más feliz de los hombres, al menos espiritualmente, en el fondo de su conciencia: "¡feliz, tú que adoras al Señor!"

 

La segunda lectura  de la carta a los colosenses  (Col 3,12-21), es un típico texto de exhortación ética de la tradición paulina.

Nos encontramos en la sección práctica de Colosenses. En la sección doctrinal vimos a Cristo, que es la plenitud de Dios y la cabeza de la iglesia. Los creyentes están llenos, han sido hechos completos en Él. Encontramos todo lo que necesitamos para nuestra vida cristiana en Cristo, y no en ningún sistema legalista humano, ni en un sistema filosófico.

Y ya que hemos resucitado espiritualmente con Cristo, tenemos que buscar las cosas de arriba, las cosas celestiales, donde se encuentra Cristo, a la derecha de Dios. Hemos visto que esta realidad nos conducirá a la santidad personal. Comenzando con el versículo 12 encontraremos que también nos conducirá la santidad en nuestra relación con otros; de esta forma, los versículos 18-21 tratarán el tema de la santidad en el hogar; y los versículos 22-25 hablarán de la santidad en el trabajo. Y así, la vida cristiana consiste en vivir la plenitud de Cristo en nuestra conducta en el hogar, en nuestra profesión y en nuestras relaciones sociales.

Pablo identificó claramente las características del viejo hombre que deben desecharse. Ahora iba señalar las ropas específicas que debían estar incluidas en el vestuario del nuevo hombre, Por cierto, vamos a ver una presentación de la última moda para los cristianos. Podemos considerar esta sección como las sugerencias para que un cristiano vaya siempre bien vestido.

Después de haber recordado que, por el bautismo, nos hemos despojado del "hombre viejo", Pablo explica a los cristianos de Colosas en qué consiste el "vestido" propio del "hombre nuevo": en unos sentimientos que, de hecho, son los mismos sentimientos de Cristo Jesús.

Hay recomendaciones generales (v. 12-17) y particulares (v. 18-21). Gran parte del texto es igual al de los catálogos de virtudes de la filosofía popular estoica o del judaísmo rabínico. El contenido es de ética general o de sentido común, vertido en moldes culturales del tiempo.

Una de las frases, en una lectura superficial, se tilda al parecer con un "matiz machista", en concreto "Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos".

Esta lectura debe ser considerada en su conjunto, no tomando una frase aislada y sacada de su contexto, en el que encuentra su significado pleno. El segundo párrafo, tal y como lo hemos dispuesto en esta entrada, no se entiende sin el primero. San Pablo se dirige a todo el mundo (cónyuges, hijos, etc...) y nos hace ver que todos tenemos que estar al servicio de los demás, ahí está nuestra paz; los cónyuges, más concretamente, revestidos de bondad, paciencia y humildad entre otras cosas, deben ser sumisos el uno al otro, obedecerse el uno al otro, perdonarse el uno al otro, amarse el uno al otro. Esto es lo que debe constituir la base de las relaciones.

Y todo esto ¿porqué? Porque Cristo se entregó y dió su vida por nosotros en la cruz y el Amor redentor se transforma en amor esponsal. En Cristo los esposos tienen un modelo de amor, de amor gratuito, desinteresado y también exigente que abarca toda la vida matrimonial y que busca la santidad y el bien en el marido y la mujer. De esta manera, los esposos son un signo del Amor de Cristo por su Iglesia y hacen que el sacramento cobre toda su fuerza.

Es importante subrayar la gradación que hace el apóstol, alejada de un espiritualismo desencarnado. Lo primero que pide es que se "sobrelleven" mutuamente: a menudo es un paso imprescindible para poder dar los siguientes. Después viene el perdón, como consecuencia del conocimiento de uno mismo y del ejemplo de Jesucristo: si él nos ha perdonado, también nosotros debemos hacerlo. Y, finalmente, el amor, que es el "ceñidor" de la vestidura nueva de los bautizados y lo que mantiene unidos a todos los miembros del cuerpo.

Pero aún queda una cosa por decir, un pequeño añadido que es consecuencia de saberse amado infinitamente y, a la vez, la posibilidad para la solidaridad y la paz. El agradecimiento es una característica básica del cristiano, que es repetida con insistencia en el párrafo siguiente.

Vienen tres aspectos que deben estar presentes en la vida del hombre nuevo: la "palabra de Cristo", la "enseñanza", la "corrección" y la plegaria gozosa y agradecida. Encontramos aquí una alusión a la liturgia comunitaria, de la que podemos destacar la participación de todos los miembros de la comunidad, incluso en la instrucción y la amonestación.

Las virtudes que enumera el Apóstol como características del hombre nuevo son diversas manifestaciones de la caridad que es el «vínculo de la perfección» (v. 14). «Si el amor no va por delante, no se cumplirá ninguno de los preceptos. Pues sólo dejamos de hacer el mal a los demás y nos preocupamos de hacer el bien, cuando amamos a los demás» (Severiano de Gábala, Fragmenta in Colosenses).

La vestimenta del discípulo de Jesús tiene 3 características:

Una vestimenta que necesitamos para afrontar la vida. (v.12) Se mencionan hasta 5 “prendas” que los creyentes deben llevar.

Una vestimenta que nos capacita para construir relaciones saludables (v.13) Se mencionan 2 aspectos de la vestimenta del creyente. Por un lado, la “talla” o la importancia de los límites en las relaciones y por otro lado, el “precio” del perdón basado en la gracia de Dios.

Una vestimenta que nos sienta bien porque nos da auténtica paz. (vv. 14-15) Se menciona la importancia del amor en la comunidad cristiana y el resultado de permitir que la paz de Dios arbitre cualquier conflicto que ponga en peligro nuestra paz.

Finalmente San Pablo habla de las relaciones entre los miembros de la familia, considerados débiles (mujeres e hijos) y los tenidos por fuertes (maridos y padres). El apóstol cristianiza preceptos de la moral corriente, añadiendo la fórmula "en el nombre del Señor Jesús".

Así el v. 18 refleja la condición femenina y del matrimonio en aquella época. Esto es preciso tenerlo presente para no tomar como palabras de Dios lo que no es sino la forma cultural en que se transmite un contenido de revelación. Lo ético, cuando pasa a lo concreto, está más sujeto a estos condicionamientos culturales que otras partes del mensaje neotestamentario, porque aplica los principios generales a circunstancias históricas definidas. Cuando estas circunstancias cambian por evolución humana, los principios permanecen, pero sus aplicaciones han de adaptarse a las nuevas situaciones, precisamente para ser fieles a la Palabra.

En cuanto a la familia, esta perspectiva es esencial, dado que ha cambiado enormemente respecto a los tiempos primitivos del cristianismo y continuará evolucionando sin duda alguna.

La aplicación de la doctrina precedente a la vida familiar, expresada en el texto de colosenses  tiene su fundamento en la caridad y en la necesidad de comportarse cara a Dios. Las funciones del padre, la madre y los hijos adquieren también así un sentido nuevo. En toda familia debe haber un «intercambio educativo entre padres e hijos (cfr Ef 6,1-4; Col 3,20 s.), en que cada uno da y recibe. Mediante el amor, el respeto y la obediencia a los padres, los hijos aportan su específica e insustituible contribución a la edificación de una familia auténticamente humana y cristiana (cfr Gaudium et spes, n. 48). Cumplirán más fácilmente esta función si los padres ejercen su autoridad irrenunciable como un verdadero y propio “ministerio”, esto es, como un servicio ordenado al bien humano y cristiano de los hijos, y ordenado en particular a hacerles adquirir una libertad verdaderamente responsable» (Juan Pablo II, Familiaris consortio, n. 21).

 

Evangelio de San Mateo (Mt 2, 13-15.19.23)-  nos presenta un momento concreto de la vida de la sagrada familia: el de su huida a Egipto para evitar la persecución desatada por Herodes. En los relatos de la infancia de Mateo, el peso de la acción lo lleva José, movido siempre según la voluntad de Dios, expresada a través del sueño y del ángel. José buscó para los suyos, siguiendo las inspiraciones divinas, un lugar tranquilo y seguro, en donde pudieran vivir honestamente, dedicados a sus humildes oficios, en la paz doméstica.

Este texto del Evangelio de San Mateo nos muestra las experiencias, las vicisitudes y drama por las que tiene que pasar la Sagrada Familia.

Este texto del Evangelio de San Mateo nos muestra las experiencias, las vicisitudes y drama por las que tiene que pasar la Sagrada Familia. El texto nos recuerda lo que siguió al Nacimiento de Jesús: la despedida de los Magos, la persecución al Niño Jesús por parte de Herodes, el sueño de José y la huída a Egipto, país en el que la Sagrada Familia encuentra un refugio de emergencia como lo fue muchas veces a su mismo pueblo a través de la historia de la salvación. Sin embargo, Mateo, más allá de los acontecimientos, desea mostrar a Jesús como un nuevo Moisés que experimenta lo mismo que el gran legislador: que lo persiguen y que debe huir para luego regresar a Israel cumpliendo las Escrituras en que las que Dios llama a su Hijo desde Egipto, experimentando así la protección del Padre del Cielo a través de su padre según la Ley, José, cuya obediencia y confianza permiten el cumplimiento del designio divino de salvación. La lectura también explica la procedencia de Jesús de Nazaret. José al recibir la orden del Ángel del Señor de regresar a su pueblo, Arquelao había heredado gobernar la parte de Judea, por eso José por cuestiones de seguridad se traslada a Galilea, a una pequeña aldea llamada Nazaret, de ahí se cumple la profecía que Jesús sería llamado Nazareno: “vástago” y también “consagrado a Dios”,

Dios nos muestra a la familia de Nazaret como ejemplo actual de la vivencia de muchas familias y en especial la vida de los pobres y de los que sufren. Hoy en muchas familias emergen problemas y dificultades debido a la carencia de valores y de ideales, el materialismo, el hedonismo, la permisividad en los campos educativo y moral, y por la falta de auténticos guías y formadores en este campo. Pero hay familias que con sus hijos son también desplazados de su tierra, sin entender nada, hacia tierras desconocidas, ya sea por cuestiones naturales o humanas, como el hambre, la falta de lluvia, o la violencia, por eso el destino de Cristo no se puede separar de tantos desplazados que sufren necesidades lejos de su lugar de sustento. Dios permitió que su propio Hijo pasara, desde la infancia, por la condición de perseguido, de emigrante; y todo esto, para poder darle esperanza a todos sus hijos.

La Sagrada Familia tampoco era una familia sin problemas, pero la presencia de Dios le comunicó fortaleza, tranquilidad y paz interior porque Cristo es ese lazo de unión que toda familia necesita. ¿Estamos nosotros como cristianos aportando a que nuestras familias se unan más en ese amor mutuo que nos ha enseñado Cristo y en esa confianza total que debemos tener en Nuestro Padre Celestial? ¿Cómo estamos reaccionando cuando situaciones de miseria, moral o material, se cruzan en nuestro caminar diario? ¿Nos compadecemos atendiéndolas generosa, sincera y gratuitamente o simplemente no les hacemos caso?

El texto nos recuerda lo que siguió al Nacimiento de Jesús: la despedida de los Magos, la persecución al Niño Jesús por parte de Herodes, el sueño de José y la huída a Egipto, país en el que la Sagrada Familia encuentra un refugio de emergencia como lo fue muchas veces a su mismo pueblo a través de la historia de la salvación.

Es evidente el contrate entre los paganos que han venido a homenajear al niño Jesús como rey y el rey de los judíos, Herodes, que quiere eliminar a Jesús. Seguramente hallamos ya al inicio de la vida de Jesús aquella realidad que expresará la parábola de los viñadores homicidas.

Todo el fragmento remite a las vicisitudes del pueblo de Israel, desde la bajada a Egipto huyendo del hambre hasta el retorno a la tierra prometida.

Ya desde el s. VI a. de C. existía en Egipto una comunidad judía en continuo crecimiento. Egipto no era para los judíos únicamente el país de la antigua esclavitud, sino también un lugar de refugio en tiempos de persecución ( cf. Dt 23. 8; Jr 26. 21). Por otra parte, la narración de San Mateo se ajusta muy bien al talante y al comportamiento cruel de Herodes, de quien se dice haber asesinado a tres hijos suyos. Además, conocemos una antigua acusación del siglo primero en la que se dice que Jesús aprendió la magia en Egipto. En fin, no parece históricamente imposible lo que aquí narra San Mateo.

 Oseas pone en boca de Yahvé estas palabras: "Cuando Israel era un niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo" (Os 11. 1). Se trata de la salida de Egipto, del éxodo de Israel en el comienzo de su historia. Pues bien, S. Mateo lo interpreta refiriéndolo a Jesús, que es el verdadero Hijo de Dios. Y hace notar que así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta. Muerto Herodes el Grande, le sucedió en el trono su hijo Arquelao como soberano de Judea, Samaria e Idumea. Su crueldad pronto fue mayor que la de su propio padre. Se explica que S. José, para escapar de la autoridad de Arquelao, no regresara a Belén de Judá, sino a Nazaret de Galilea. Arquelao, uno de los hijos de Herodes, reinó en Judea desde el año 4 aC hasta el 6 dC.

Y de nuevo S. Mateo ve en este hecho la confirmación de otra profecía. Probablemente se refiere ahora al pasaje de Isaías en donde se habla del "vástago" (en hebreo "neser", palabra fonéticamente emparentada con Naserath=Nazaret) del tronco de Jesé (Is 11. 1). No hallamos en ningún profeta del Antiguo Testamento la expresión "se llamará Nazareno". Algunos proponen como solución el hecho de que la palabra hebrea que traducimos por "renuevo" en el texto de Isaías 11, 1: "brotará un renuevo del tronco de Jesé" se asemeja a la palabra "nazareno". Sea como fuere, el calificativo "nazareno" para designar a Jesús debe ser muy antiguo, y hace pensar en la manera sorprendente como actúa Dios. Recordemos las palabras de Natanael en el evangelio de Juan: "¿De Nazaret puede salir nada bueno?"

Al establecerse en Nazaret se cumple, así lo anota el evangelista, otra profecía: "sería llamado nazareno".

Efectivamente, así fue llamado Jesús y así fueron llamados también los cristianos (He 24, 5). Pero el Antiguo Testamento no contiene ninguna profecía en este sentido. Lo más probable es que Mateo identifica la palabra "nossri", nazareno, con "nesser", que significa el brote o vástago de una planta. Según esto, la Escritura cumplida sería la de Isaías (Is 11, 1: un renuevo.. un vástago sale del tronco de la de Isaí). También del siervo de Yahveh se dice "como un retoño creció ante nosotros... " (Is 53, 2). Esta referencia a la Escritura sería un argumento más a favor de la medianidad de Jesús.

Llama la atención la frase, "para que se cumpliese la Escritura", repetida tantas veces en este capítulo segundo. En otras ocasiones, en lugar de citar expresamente la Escritura, se alude a la mentalidad y esperanzas de la época. Al hacerlo así, Mateo pretende afirmar que, en Jesús, se cumplen todas las esperanzas: él es el nuevo Moisés, el libertador, fundador del nuevo pueblo de Dios, el Mesías oculto y perseguido, y, a través de él, se cumplen las promesas de Dios y las esperanzas de los hombres.

En realidad lo que parece interesarle al autor no es tanto la anécdota histórica o la leyenda cuanto la afirmación fundamental de que en Cristo se han cumplido todas las promesas y a pesar de todas las asechanzas. Mateo, más allá de los acontecimientos, desea mostrar a Jesús como un nuevo Moisés que experimenta lo mismo que el gran legislador: que lo persiguen y que debe huir para luego regresar a Israel cumpliendo las Escrituras en que las que Dios llama a su Hijo desde Egipto, experimentando así la protección del Padre del Cielo a través de su padre según la Ley, José, cuya obediencia y confianza permiten el cumplimiento del designio divino de salvación. Jesús es para S. Mateo el libertador del pueblo igual que Moisés y mayor que él. Jesús es el Siervo de Yahvé anunciado por Isaías, el Siervo marcado por la persecución y el sufrimiento desde el comienzo de su vida. Jesús es el "vástago del tronco de Jesé", nacido en Belén de Judá lo mismo que David. Jesús viene a restaurar de un modo inesperado el trono de David su padre. La descendencia de David vive oculta y perseguida por el tirano Herodes, que ha usurpado el trono y que se empeña en retenerlo luchando vanamente contra los designios de Dios. Pero Dios está con Jesús y lo protege, Dios mismo hará que se cumplan todas sus promesas no obstante la resistencia de cuantos se oponen a su plan providencial.

José al recibir la orden del Ángel del Señor de regresar a su pueblo, Arquelao había heredado gobernar la parte de Judea, por eso José por cuestiones de seguridad se traslada a Galilea, a una pequeña aldea llamada Nazaret, de ahí se cumple la profecía que Jesús sería llamado Nazareno: “vástago” y también “consagrado a Dios”, identificando Mateo esta palabra con el retoño mesiánico que brotará del tronco de Jesé, que menciona el profeta Isaías.

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO? Me Fijo en  cómo actúa el Ángel de Dios con José. No le desvela el futuro, sino que le ordena sobre la marcha: "¡Huye!", "¡Vuelve!", "¡Ve a Nazaret!". A cada día le basta su afán. Es una especie de exilio lejos de las certezas y los planes tranquilizadores. La fe consiste en un perpetuo éxodo. Estar en las manos de Dios como en un desierto... Aprender a vivir en comunión con Jesucristo, solidario de los exiliados y los extranjeros. Conocer el incesante peregrinar de una Iglesia que no tiene en este mundo ciudad permanente. Levantarse cada dos por tres, a mitad de la noche, porque se ha escuchado un grito: el grito de los inocentes, el grito del Inocente que carga con el pecado del mundo en un interminable vía crucis. Es el desvelo de la mamá y el papá que en su misión de cuidar, proteger y amar hace lo que sea con tal de salvar a su hijito.

Me fijo en Herodes, en su  cólera. El falso rey de los judíos (él, que no era judío, había usurpado el trono de Judea con el apoyo de los Romanos, y ahora temía por su título y su corona). Los "Herodes" de hoy andan sueltos atentando contra la familia, cambiando sus planes y proyectos de unidad. Es el Herodes de la explotación, del consumismo; el Herodes que mata la comunicación y el diálogo en la familia por medio del activismo, de los patrones de conducta que fija la sociedad en deterioro de los valores humanos y cristianos. Es el Herodes que quiere romper la integridad y vocación de la familia, destruyendo al niño, o al padre, o la madre; cambiando el rostro familiar por otras formas inverosímiles de hacer una familia.

Me fijo en Jesús. Al mencionar la matanza de los inocentes y la huida a Egipto, Mateo cita dos palabras de los profetas Oseas y Jeremías referentes a las pruebas que soportó el pueblo de Dios en el pasado. Jesús ha de vivir en el destierro y en la angustia, como sus antepasados. Empieza la persecución cuando nace, y lo acompañará hasta la muerte. Evoco aquí las palabras del apóstol, “vino a los suyos (La Luz), y los suyos no la recibieron” (Jn 1, 11-12). Jesús, Señor de la Historia, ¡lo asumiste todo!; nacer pobre y nacer Mesías llevaba implícito una existencia en riesgo, como la de tantas familias desoladas por el hambre, la injusticia, la guerra y la lucha por la tierra.

Me fijo en José. En los relatos de la infancia de Mateo, el peso de la acción lo lleva José, movido siempre según la voluntad de Dios, expresada a través del sueño y del ángel. El texto nos presenta a la sagrada familia víctima, como tantas otras, de la histeria de poder y del despotismo de Herodes. Nada del dolor humano ni de la injusticia le fue ajeno a ella, Jesús no nació en el mejor de los mundos, sino en el mundo real de todos los tiempos. Pero ni el dolor humano ni la injusticia del mundo real le son ajenos a Dios, quien desde el origen mismo de la existencia de Israel se ha manifestado como un Dios con los perseguidos. Los personajes bíblicos saben de este Dios y se abren confiadamente a Él. Esta es la lección de José, cabeza visible de una familia tan indefensa como entonces lo era la compuesta por un hombre del pueblo, una mujer y un niño. Sería probablemente incorrecto decir que a José le salió todo bien; lo correcto es, más bien, decir que José vio el brazo salvador de Dios en los acontecimientos que le tocó padecer. Toda una lección de transcendencia para nosotros, presos más de la cuenta por las cuentas y los cálculos.

Me fijo en definitiva en el ejemplo de la familia de Nazaret. Celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Acabamos de celebrar el día de Navidad. Hoy reforzamos cómo tiene que vivir Jesús en el seno de una familia que conlleva dificultades y como ésta familia nos da el  ejemplo de cómo vivir en plena unidad, con gozo, sabiendo sobrellevar todas las preocupaciones que surgen cada día.

La familia de Jesús no tuvo privilegios; conoció sinsabores, preocupaciones, dificultades, por eso hoy se nos enseña a través del protagonista José. José apostó por la vida y por aquello que le encomendaron: protegiendo, arriesgando, donándose plenamente al proyecto amoroso de Dios.  Admiremos el valor, la obediencia de este hombre y testimoniemos con nuestra vida que el amor es lo que vale y lo único que nos humaniza.

Para nuestra vida.

Las enseñanzas de la primera lectura tienen que ver con la familia. Los judíos en la época de Jesús, y muchos de los pueblos primitivos, no conocían, ni conocen, las actuales dificultades y crisis por las que atraviesa en nuestra época la institución familiar. Lo normal era que la familia permaneciera unida, que los vínculos entre sus miembros fueran muy estrechos y positivos. Es cierto que entre los judíos existía el divorcio, a favor del varón, y que la mujer estaba completamente sometida a la voluntad de su padre mientras era soltera y de su esposo cuando se casaba; pero esto se vivía con naturalidad, pues no existían los criterios y movimientos de autonomía femenina que existen en nuestra época.

La recompensa para quien respete, comprenda y ayude a sus padres es tener larga vida, tener la alegría de engendrar hijos, ser escuchado por Dios en su oración y alcanzar el perdón de sus culpas. Se promete la bendición por parte del Padre, bendición que robustece y afirma el hogar y la casa del hijo.

 

El texto de la segunda lectura es una exhortación a la vida de amor en el seno de una comunidad cristiana. Si Dios nos amó y nos perdonó en Jesucristo, también nosotros debemos amarnos y perdonarnos los unos a los otros. La Iglesia es como una gran familia que vive en la presencia del padre Dios con los sentimientos tan elevados y nobles que San Pablo enumera en su carta: misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión, perdón mutuo, paz... Se nos llega a decir que somos un solo cuerpo y que Cristo es como el árbitro en nuestro corazón.

Comienza repitiendo la metáfora del vestido viejo y nuevo, que quiere expresar una transformación radical (Ef 4, 24).

"Poneros pues el vestido que conviene a los elegidos de Dios".

"Revestiros de sentimientos de tierna compasión" (Col 3, 12). La idea de revestirse de Cristo, concepto muy amado por Pablo, conlleva el adoptar sentimientos, actitudes y conductas nuevas, todas expresiones del amor fraterno. El texto diseña un verdadero programa de vida comunitaria, tanto para los grupos cristianos como para los hogares y familias. Se escalonan en secuencias de consejos: soportarse mutuamente, perdonarse unos a otros, aconsejarse, cantar y alabar a Dios, dar gracias a Dios, hacer todo en nombre de Jesús. Y dos medios infalibles: la lectura de la Palabra en comunidad y la paz de Cristo como árbitro en las relaciones humanas. Así la religión y la piedad no son para practicarlas en el templo, sino en la vida y en todas las circunstancias de nuestra existencia.

San Pablo muestra así, la unidad del amor en la familia: «Sobrellevaos mutuamente y perdonaos». El amor es el único vínculo que mantiene unida a la familia más allá de todas las tensiones. Y esto una vez más no en plano de la simpatía puramente natural, sino que «todo lo que de palabra y de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús y en acción de gracias a Dios Padre». El amor recíproco de los padres aparece diferenciado: a los maridos se les recomienda auténtico amor (como el que Cristo tiene a su Iglesia, precisa la carta a los Efesios), sin despotismo ni complejo de superioridad; y a las mujeres, la docilidad correspondiente. El amor mutuo entre padres e hijos se fundamenta con una psicología insólitamente profunda: la obediencia de los hijos a los padres «le gusta al Señor». El comportamiento de los padres, por el contrario, se fundamenta con precisión: «No exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos». La autoridad paterna incontestada ha de fomentar en el hijo su propio coraje de vivir, cosa que pertenece ciertamente a la esencia de la auctoritas («fomento»).

 

El evangelio de San Mateo nos narra la unión de la familia en la dura experiencia de huir de la violencia estatal. Es familia de "desplazados", a quienes la violencia y la persecución obliga a huir a un país vecino en búsqueda de paz y seguridad. José sigue ejerciendo el papel de confidente sufrido y eficaz. Le corresponde cargar con los problemas domésticos y trascendentales, y resolverlos ejecutando órdenes divinas. María es simplemente nombrada como la madre del niño. Entre líneas puede suponerse su sujeción y obediencia a José, quien toma la iniciativa.

La cita de Oseas "llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto" es un ejemplo claro: el profeta se refería a Israel; ahora el "hijo" que es llamado de Egipto es Jesús. También la expresión "ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño", es la misma que es comunicada a Moisés para que vuelva a Egipto a liberar a su pueblo.

Con todo, hay que señalar que el intento de Mateo no es sobre todo el de presentar a Jesús como un nuevo Moisés, sino que más bien quiere significar el nacimiento del nuevo pueblo de Dios buscando paralelismos con el antiguo. San Mateo adapta el texto de Oseas (Os 11, 1), "cuando Israel era niño yo lo amé y de Egipto llamé a mi hijo", para hacer ver que Jesús asume en su vida la suerte de su pueblo. El profeta no se refiere al futuro Mesías, sino al pueblo de Israel y recuerda la experiencia del Éxodo. Egipto es el lugar clásico de huida y refugio (1Re 11, 17; Jr 43).

La determinación de Herodes desencadena una sucesión de hechos que van desde la huida a Egipto y el retorno a Israel hasta el asentamiento en Nazaret, dentro ya de Israel. Esta sucesión obedece a un mismo y único esquema de mandato divino y cumplimiento humano. Se trata de un esquema narrativo habitual en la Biblia, el cual no busca reproducir el modo de sucederse los hechos, como el de un dictado de los mismos se tratara, sino que reproduce el modo de estar situado y de entender los hechos. El esquema transparenta un perfecto entendimiento y una total colaboración ante el hombre y Dios.

A su vez, el autor aborda esos mismos hechos desde la perspectiva global de la historia de la salvación. La Sagrada Familia encarna al Israel liberado de la esclavitud y peregrino en busca de la libertad en la tierra prometida.

Recién nacido el niño, la familia de José, María y Jesús, ha de exiliarse por motivos políticos. El exilio a Egipto tiene, en Mateo, una finalidad simbólica: el Hijo de Dios, Hijo de Israel, ha de experimentar el Éxodo. Así el Padre podrá llamar a su Hijo de Egipto. Pero en el exilio la Sagrada Familia experimenta el rechazo, la soledad, el rompimiento de la estabilidad del hogar.

Pero, a pesar de todo, mantiene su fe en Dios, la fidelidad entre los hombres. También las angustias de la familia se han de vivir "en el Señor". Muchas familia pasan por momentos difíciles, las dificultades menudean. Las separaciones y los divorcios aumentan, a menudo, porque no se saben aguantar, soportar con fe y fidelidad, las estrecheces de la vida cotidiana. La santa Familia exiliada es un gran ejemplo para las familias, para tantas familias, que sufren.

Dios nos muestra a la familia de Nazaret como ejemplo actual de la vivencia de muchas familias y en especial la vida de los pobres y de los que sufren. Hoy en muchas familias emergen problemas y dificultades debido a la carencia de valores y de ideales, el materialismo, el hedonismo, la permisividad en los campos educativo y moral, y por la falta de auténticos guías y formadores en este campo. Pero hay familias que con sus hijos son también desplazados de su tierra, sin entender nada, hacia tierras desconocidas, ya sea por cuestiones naturales o humanas, como el hambre, la falta de lluvia, o la violencia, por eso el destino de Cristo no se puede separar de tantos desplazados que sufren necesidades lejos de su lugar de sustento. Dios permitió que su propio Hijo pasara, desde la infancia, por la condición de perseguido, de emigrante; y todo esto, para poder darle esperanza a todos sus hijos.

La Sagrada Familia tampoco era una familia sin problemas, pero la presencia de Dios le comunicó fortaleza, tranquilidad y paz interior porque Cristo es ese lazo de unión que toda familia necesita.

Viviéndolo todo "en el Señor", el cristiano mantiene la esperanza en cualquier situación. Este domingo -también día de la resurrección- tendría que animar a nuestras familias a seguir adelante en su tarea humana, iluminada siempre por su fe en el Señor. A pesar de cierto pesimismo que oprime los horizontes de la familia actual, la celebración de esta fiesta tendría que ser un aliento para continuar una tarea difícil y rodeada de sufrimientos pero fecunda y entusiasmadora.

¿QUÉ ME HACE DECIRLE EL TEXTO A DIOS?  Te veo Señor, pequeño en los brazos de María, que tiene el corazón brincando ante el peligro y el riesgo que corre tu vida. Te veo Señor, en José, que intuye todas las especulaciones del maligno y lee todos los signos divinos para protegerte. Te veo Señor, en esta familia, humana y divina, que ha puesto la carne en la brasa para que no sucumbas ante la cólera del que te quiere hacer desaparecer. Pero, también siento Señor, que me quieres decir, que ya desde tu encarnación y nacimiento asumiste la vida corriendo la suerte del pobre y del perseguido. Ahora Señor, arrodillo mi corazón ante ti, para pedirte perdón por las veces que no secundo  mi proyecto al tuyo. Lo tuyo es comunión, fraternidad, ternura y cariño derramado en cada ser humano. Y cada ser humano, con la capacidad de tu Espíritu estamos llamados a repartir y repartir amor.

Siento el dolor de tantas familias que sufren, por el atropello del hambre, la incomprensión, la falta de trabajo, la desorientación y la falta de fe en ti para que el hogar se sostenga. Por eso, quiero pedirte, mi Señor, que vuelvas a inundar el corazón del hombre de tu pleno amor, a fin de que ningún niño sufra, ninguna madre sienta tanto dolor por el hijo enfermo o perdido, y ningún papá renuncie por cobardía  o egoísmo a su misión protectora y amorosa de cabeza de familia.

Enséñanos a todos  a obedecer como José, intuyendo tú paso por nuestra vida y tu petición para que optemos por la vida, a pesar de tanta muerte. Te pido  por nuestras familias, para que crezca en ellas la fe; para que el dar amor en las pruebas, en las dificultades, en las persecuciones sea lo prioritario. Necesitamos Señor tu auxilio  para quitar nuestras estructuras tan fijas y saber llevarlas a otro camino. Te presento Señor, el dolor y la alegría que hay en cada familia, la ilusión y la esperanza, los gozos y las tristezas; apiádate de tanto desastre familiar e irrumpe con tu amor en el corazón de cada papá y mamá que son los únicos que en definitiva pueden salvar la orientación de esta  nuestra sociedad.

Tú nos has dado el regalo de la fraternidad en nuestro carisma misionero agustino recoleto. Gracias Señor, por entregarnos el don de hacer comunión y vivir como hermanos en la única y gran familia de los hijos de Dios.

Hoy día de la "Sagrada familia" se nos invita a orar por las familias y hogares "desplazados" por la violencia en todo el mundo.

¿Estamos nosotros como cristianos aportando a que nuestras familias se unan más en ese amor mutuo que nos ha enseñado Cristo y en esa confianza total que debemos tener en Nuestro Padre Celestial?

¿Cómo estamos reaccionando cuando situaciones de miseria, moral o material, se cruzan en nuestro caminar diario?

¿Nos compadecemos atendiéndolas generosa, sincera y gratuitamente o simplemente no les hacemos caso?

¿Acaso no debemos admirar la valentía, la solicitud y la prudencia con que José cumple las instrucciones del ángel, y la docilidad de María?

 ¿Acaso no es el pasaje un ejemplo de la providencia paternal de Dios sobre estos humildes esposos, a los cuales ha confiado los primeros pasos de su enviado?

También el texto nos sugiere preguntas para nuestra vida personal y familiar:

 -¿Cómo vivo la vida familiar?

-¿Tengo un desajuste entre lo que digo en la sociedad pública y lo que vivo en la familia?

Rafael Pla Calatayud.

rafael@betaniajerusalen.com

 

 

 

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