domingo, 21 de enero de 2024

Comentario a las Lecturas del III Domingo del Tiempo Ordinario 21 de enero 2024

 Estamos en  la Semana de la Unidad de los cristianos . La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos es una iniciativa a la que se adhieren la mayoría de las Iglesias y confesiones cristianas y que se viene celebrando desde 1908. A través de estos años ha ido configurándose como una cita anual que nos damos los cristianos de todo el mundo para rezar por nuestra


plena unidad visible según el deseo de Jesús, expresado en su oración a Dios Padre en la sobremesa de la última Cena: «Que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea» (Jn 17, 21).

Centrándonos en las lecturas de hoy, estas ponen todo su énfasis en la misericordia de Dios, cuya ternura es eterna.

La primera lectura es del libro de Jonás (Jonás,3,1-5.10) El libro de Jonás no es un relato histórico, sino didáctico.

Esta es la segunda vez que Jonás es llamado por Dios. La primera vez que Dios lo envía como profeta a Nínive para que la ciudad se convierta, Jonás reacciona al estilo de otros profetas: se resiste, y pretende escapar, en vano, de la acción de Dios, Nínive es la ciudad más cruel de las que se conocen y sus habitantes son uno de los peores enemigos del pueblo de Israel.

Lo que se cuenta en este fragmento es una parte de un librito que, todo él, forma una narración completa, no una colección de alocuciones como puede ser el caso de los otros doce profetas.

Todo ese conjunto, pues, tiene una finalidad didáctica: el poder de Yavé es equiparable a su bondad y su cuidado por el mundo, por todo el mundo, porque se extiende a todos los hombres, sin fronteras.

La misericordia de Yavé es incluso mayor que su justicia a la hora de condenar; aún más grande que lo que la estrechez de corazón humana pudiera imaginar. Nadie, ni siquiera Jonás, puede escapar al poder de Dios. Pero tampoco se ocultará el perdón a nadie, ni incluso a los israelitas que se conviertan, es decir, que se vuelvan piadosos y dispuestos a la penitencia. Esto muestra también el universalismo del amor de Dios frente al corriente particularismo dominante en aquel entonces.

Mediante esquemas y repeticiones, el autor de esta pequeña obra sólo nos quiere inculcar que Dios es, ante todo, misericordioso, perdona a todos, incluso a los paganos, con tal que se conviertan. Y para inculcarnos este mensaje tan extraordinario nos lo presenta en este relato ejemplar de Jonás, mucho más capaz de interpelarnos, de hacer que nos sintamos actores... que la afirmación aséptica de una verdad.

-Los caps. 3, 1-4, 4 forman una unidad literaria concéntrica cuyo núcleo es el edicto del rey ordenando ayuno y penitencia (3, 6-9). Dios habla con Jonás (3, 1-2) y le responde (4, 4); Jonás en Nínive (3, 3-4) y su lamentación al Señor (4, 1-3); efectos de su predicación (3, 5) y consecuencias de la penitencia realizada (3, 10).

(vv 1-3) Nínive, capital del imperio, era el símbolo de la opresión e injusticia contra Israel (cf. cap. 1). Los descubrimientos arqueológicos han confirmado que Nínive era una gran metrópoli (la distancia entre dos de sus puertas de entrada eran de 4 kms.), aunque no tanto como recalca el v. 3. Como centro de corrupción y de hostilidad juega, para el autor, el mismo papel que Babilonia en el relato de la torre de Babel (Gn 11, 1-9). Aquí es enviado Jonás a predicar por segunda vez. Por contraposición al primer mandato (cap. 1: Jonás huye en vez de obedecer), aquí se dirige a cumplir su misión. Dios ha vencido la obstinación de Jonás, pero no se dice para nada que éste haya accedido gustosamente.

(v. 4) "Dentro de 40 días, Nínive será arrasada". Este es el escueto mensaje de Jonás, breve, frío..., en nada parecido a la predicación profética. El número 40 es tiempo de espera, de preparación: 40 días dura el diluvio, 40 años es la etapa de prueba del desierto, 40...

(v. 5) Efectos de la predicación de Jonás.

Los extraños creen (he'emin) y se arrepienten mientras que el pueblo de Israel no hace caso a su palabra profética (Is 7, 9; 28, 16); los ninivitas se apoyan en Dios, lo toman en serio. El encuentro personal con el Señor es el centro de toda auténtica religiosidad, traduciéndose esta fe en obras concretas: ayunos, vestir el sayal... (gestos penitenciales, de arrepentimiento). La penitencia llega hasta el palacio real, ya que el rey cambia su trono por la ceniza, su manto por el sayal..., y manda promulgar un edicto para que todos hagan penitencia y se conviertan al Señor (vv. 6-9). El bando termina con las palabras "tal vez Dios..."; el perdón es puro don divino.

(v. 10) Y ante este volverse de los ninivitas de su mala conducta, Dios también se vuelve de la anunciada amenaza y concede su perdón. El Señor no quiere la muerte del hombre, sino su vida; la misericordia divina prevalece siempre sobre su justicia. Y no sólo se reserva a Israel, sino que abarca al mundo entero. Así, el mensaje divino es aceptado por el mundo pagano (universalismo).

En la parte final de este relato literario (4, 1-3) se nos describe como Jonás no entiende que la misericordia divina pueda alcanzar al mundo pagano y se enfada con Dios. Y el que se irrita porque la mata del ricino se seca y no puede darle sombra, ¿tiene derecho a quejarse de que Dios quiera salvar a Nínive? Jonás no quiere romper con sus tradicionales esquemas teológicos según los cuales la misericordia de Dios sólo debía extenderse al pueblo de Israel. Y al no querer romper, huye...

 

En el salmo de hoy (salmo 24) y desde la humildad, pedimos la ayuda del Señor  y reconocemos sus obras de misericordia "SEÑOR, ENSÉÑAME TUS CAMINOS".

"Señor, enséñame tus caminos,

instrúyeme en tus sendas.

Haz que camine con lealtad;

enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador".

.Dios es salvador, es bueno y enseña el camino a los humildes para que caminen con rectitud.

......

El Señor es bueno y es recto,

y enseña el camino a los pecadores;

hace caminar a los humildes con rectitud,

enseña su camino a los humildes.

Así comenta San Agustin los versiculos de este salmo 24.

" 4. [v. 4] Queden confundidos los que injustamente hacen cosas inútiles: queden confundidos los que actúan injustamente para granjearse cosas efímeras. Indícame tus caminos, Señor; enséñame tus sendas: no las anchas ni las que conducen a las muchedumbres1 a la perdición, sino enséñame tus sendas estrechas y de pocos conocidas.

5. [v. 5] Encamíname en tu verdad, en mi huida del error: cuando huyo de los errores. Y enséñame, ya que por mí mismo sólo conozco la mentira. Porque tú eres mi Dios y salvador, y en ti he esperado todo el día: si no sales a mi encuentro en mi extravío, soy incapaz de volver por mi mismo, después que me expulsaste del paraíso2 y emigré a lejanas tierras3. Mi retorno, efectivamente, ha esperado tu misericordia durante todo el lapso temporal de este mundo.

6. [v. 6] Acuérdate de tus misericordias, Señor: acuérdate de las obras de tu misericordia, Señor, ya que los hombres creen que te has olvidado. Y que tus misericordias existen desde siempre: y acuérdate de esto: que tus misericordias comienzan con la creación. De hecho nunca has carecido de ellas tú que incluso al pecador le sometiste al yugo de la vanidad pero dentro del margen de la esperanza, y que a tu criatura no la privaste de tantos y tan grandes consuelos.

7. [v. 7] No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mi ignorancia: no reserves para la venganza los pecados de la audacia de confiar en mí ni mis ignorancias. Actúa como haciendo la vista gorda. Acuérdate de mí, oh Dios, de acuerdo con tu misericordia: sí, acuérdate de mí sin tener en cuenta la ira de la que soy acreedor, sino teniendo en cuenta tu misericordia, que es digna de ti. Por tu bondad, Señor: no en atención a mis merecimientos, sino teniendo presente tu bondad, Señor.

8. [v. 8] El Señor es dulce y recto: el Señor es dulce, pues ha usado de tanta misericordia con los pecadores y los impíos que les ha perdonado todos los pecados anteriores; pero también es recto el Señor, pues, tras la misericordia de la llamada y del perdón que entraña la gracia y no los merecimientos personales, exigirá en el juicio final los méritos correspondientes. Por eso impondrá la ley a los que delinquen en el camino: porque ha dado como garantía la misericordia para llevarlos al camino.

9. [v. 9] Dirigirá a los humildes en el juicio: dirigirá a los humildes y no atemorizará en el juicio a quienes acatan la voluntad de Dios y no anteponen la propia rebelándose contra él. Enseñará a los humildes sus caminos: enseñará sus caminos no a los que prefieren ir delante como sintiéndose capaces de ser los mejores guías de sí mismos, sino a los que no caminan cuellierguidos ni dan coces mientras se les impone el yugo suave y la carga ligera4. "  [1].                                                                         

 

La segunda lectura es de la primera carta a los corintios (1 Cor 7, 29-31), Este breve pasaje forma parte de una larga argumentación de Pablo encaminada a explicar a sus lectores que, desde JC, el matrimonio, aun cuando sigue siendo bueno, ya no es algo absoluto, y que la relación de los sexos no se resuelve ya tan solo en la unión conyugal, sino también en el encuentro personal de cada uno con el Señor.

a)El argumento principal mediante el que Pablo relativiza, por una parte, la institución matrimonial remite a la nueva concepción del "tiempo" nacida de la venida en el tiempo del Dios hecho hombre: el "tiempo se hace corto" (v. 29) y "pasa la figura de este mundo" (v. 31).

El texto es una exhortación a interesarse por los temas principales sin dejarse absorber por los inmediatos.

Pero aunque no tengamos ahora la misma idea que Pablo o sus coetáneos, el texto sigue teniendo validez.

Primero, porque el encuentro de cada uno con el Señor puede ocurrir en cualquier momento, aunque no sea porque la parusía va a venir en seguida. Pero los accidentes de carretera, por ejemplo, o cualquier otro modo de muerte rápida, nos puede hacer encontrarnos con Dios definitivamente en cualquier momento. Y aunque esto no resulte hoy día muy popular, no deja de ser cierto.

En segundo lugar, más generalmente, porque hay que dar a cada cosa su valor. Una inmersión en valores o realidades inmediatas, perdiendo de vista el horizonte total, no es lógico en cristianos. En unos momentos en que el consumismo lo llena casi todo, no es inútil recordar que hay algo más trascendente y definitivo que los bienes actuales.

Sin embargo, utilizar este texto, como se ha hecho, en el sentido de huida del mundo, no sería justo, porque olvida otros lugares paulinos y neotestamentarios, en que se nos dice que hemos de interesarnos seriamente por la vida presente y sus repercusiones en nosotros y en los demás. Dado que los cristianos hemos dado ejemplos abundantes de escapismo o espiritualismo de mala ley, conviene estar atentos al sentido profundo de los textos bíblicos sin dejarnos perder en interpretaciones demasiado simplistas y sin contexto completo.

 

En  el evangelio de hoy (Marcos, 1,14-20), se nos habla de conversión. En domingos anteriores recordábamos como Juan había predicado la conversión, un bautismo de penitencia, para recibir la llegada del Mesías. Su tono era amenazante. El mismo Juan señaló a sus discípulos que Jesús era aquél que todos esperaban "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo". La voz venida del cielo lo ratificó. Tras su bautismo y posterior retiro al desierto, los evangelios sinópticos nos presenta a Jesús en Galilea. A primera vista lo que predica es parecido a lo de Juan: conversión. Sin embargo el tono que emplea y el significado de lo que anuncia es distinto: es un mensaje de esperanza que se hace realidad, no es una amenaza: "está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el evangelio".

Comenzamos hoy la lectura continua del evangelio de Marcos. Y la comenzamos con los primeros pasos de la predicación de Jesús, después de los acontecimientos introductorios (predicación de Juan, bautismo, tentaciones).

Los relatos de Marcos que vamos a leer en estos domingos hasta la Cuaresma son un continuo fluir de hechos que caen uno sobre otro pisándose los talones, en los que, con un frescor y una inmediatez que sólo se hallan en este evangelista, vemos a Jesús lanzado a actuar, "haciendo el bien y curando a todos los vejados por el diablo: por cuanto Dios estaba con él" (Hch 10,38): Marcos muestra cómo la aparición de JC representa la destrucción del diablo, del mal, de todo lo que oprime la vida concreta de los hombres. Y toda esta actividad de Jesús será la proclamación "en acto" de las palabras de síntesis que hoy encabezan el evangelio: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia".

El texto nos situa en la época de Herodes Antipas (año 4 a.C. -39 d. C), uno de los tres hijos de Herodes el Grande, hizo arrojar en la cárcel a Juan el Bautista (cfr.: 6, 17-29). De esta manera se prometía una mayor tranquilidad entre el pueblo judío, pero pronto se quedó perplejo, pues apareció Jesús en público. Naturalmente, Jesús no se limitó a seguir la actividad del Bautista, sino que entre uno y otro se dio una ruptura. Y no sólo por un cambio de escenario.

Por supuesto, la actividad de Jesús cambia de lugar, cambia exteriormente, Juan había desarrollado su labor en un desierto de Judea -en un lugar fijo y determinado, al que la gente tuvo que acudir-; Jesús, sin embargo, se hizo al camino en Galilea -al camino hacia los hombres-, en una comarca, de la que el historiador Flavio Josefo dijo que era una tierra, a lo largo del lago de Genesaret, llena de belleza, de naturaleza admirable. No es el desierto con su sequedad y sus temperaturas extremas lo que constituye el medio vital de Jesús, sino una fructífera tierra habitada, con sus aguas, su hierba (Mc 6, 39) y sus lugares sombreados.

Aún hubo otra cosa que en Jesús fue diferente; no dejó que los hombres fueran a él, sino que fue él quien se dirigió a ellos; se puso en camino hacia ellos para anunciarles el Evangelio, es decir, la buena noticia de Dios: "El tiempo se ha cumplido; el reino de Dios está cerca".

"Se ha cumplido el plazo", "ha sonado la hora", "ha llegado el tiempo"... La lengua griega tiene dos palabras para el término "tiempo"; por un lado, CRONOS; por el otro, KAIROS. El primero es el tiempo que pasa; el segundo es el momento, el instante (por ejemplo, el momento de la cosecha -12,20 o de la recogida de los higos -11,13-). Este segundo es el que emplea Marcos aquí. Por tanto, lo que Jesús anuncia es: Ha llegado el momento decisivo; no hay motivo para esperar a otro momento, porque el reinado de Dios ha comenzado ya (el reinado de Dios está aquí). Esta llamada tenía para los contemporáneos de Jesús un eco bíblico: eran conocidas las palabras de Isaías (52, 7-9). Y desde entonces, además, el deseo del pueblo judío de que Dios sea su rey nunca se había apagado. Aún más, se obviaría siempre todo aquello que pudiera impedir al creyente reconocer a Dios como su único rey (Sof 3, 14 s): Si viniera Dios de una vez y nos hiciera experimentar su reinado... En el marco de esta esperanza anuncia Jesús que el reino de Dios está ahí.

El resto de lo que Jesús hizo por Galilea no le interesó a Marcos. Sólo le preocupó lo importante. Y puesto que por mucho tiempo los cristianos fueron una "cosa pequeña" y una excepción (no se trató de una expansión como la de otras grandes religiones), a Marcos le preocupa constatar la vida, la existencia de los creyentes, de las comunidades (que, por otra parte, incluso en el año 70 d. C son también algo excepcional).

Las comunidades de discípulos de Jesús comienzan a existir en el preciso momento, en ese mismo momento, en que llama a las dos parejas de hermanos Simón y Andrés, Santiago y Juan. Las primeras comunidades cristianas tienen en definitiva un solo motivo de existencia: la palabra de Jesús.

 

Para nuestra vida

Reflexionemos esta semana en  tres puntos  emanados de las lecturas para seguir construyendo el Reino de Dios dentro de nosotros. Estos son :

 -Dios perdona siempre  (1ª lectura.

-prioridad por las cosas de Dios, por la cercanía del Señor (2ª lectura).

-urgencia  a convertirnos y a creer en Él y en lo que anuncia (Evangelio)

 

En la primera lectura ya se expresa la misericordia de Dios cuando Dios se compadece y se arrepiente de la catástrofe con que había amenazado a Nínive y envía a Jonás.

"Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo". El profeta Jonás conocía las intenciones de Dios y por eso no quería ir a Nínive a predicar la conversión, porque sabía muy bien que, si se convertían, Dios los iba a perdonar y no serían destruidos. Jonás pensaba que era conveniente que Nínive fuera destruida, puesto que era una ciudad enemiga del pueblo de Israel. Pero la misericordia de Dios era mucho más universal que los intereses políticos de Jonás y, por eso, Dios le fuerza a Jonás a ir a Nínive y a predicar allí la conversión. Ya sabemos la historia: Nínive se convierte y Dios se arrepiente de su amenaza, con gran disgusto del profeta Jonás. Predicar la conversión a los enemigos, en lugar de destruirlos, eso es lo que quiere el Señor y así debemos actuar los cristianos. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. La enseñanza, pues, que nos ofrece la primera lectura es sencilla y definitiva: Dios perdona siempre y de poco sirven las ideas preconcebidas y justicieras que tengamos nosotros.

Jonás sirve y obedece al Señor en contra de su parecer. No cree que Dios perdone a los de Nínive, pero realiza su pregón. Nos tendríamos que preguntar nosotros si hacemos lo que el Señor quiere, aunque no nos guste. Probablemente, no. Y así construimos, entonces, nuestra acción religiosa en solo aquello que nos gusta o que a nosotros nos parece bien. Es decir, creamos una religión a la medida, que intentamos aplicar a los demás, sin tener en cuenta los mandatos del Señor.

¿Cuántos Jonás existen aún en nuestro mundo cristiano? -Nínive cree, confía, se pone en manos de Dios: "tal vez el Señor..." conceda su perdón. Y la gran metrópoli, símbolo de la corrupción e injusticia entre los israelitas, es por su fe modelo a imitar según la predicación de Jesús en Mt 12, 41, ya que en Israel no ha encontrado tanta fe (Mt 8, 10). ¿No serán los de afuera mejores que los que están dentro?

 

El salmo 24, es un salmo que respira una ferviente piedad personal. El procedimiento adoptado para su composición es el llamado alfabético. Es decir, que el autor para componer el salmo sigue la sucesión de las letras del alfabeto. El primer versículo corresponde a la primera letra. Y así sucesivamente..., respetando rigurosamente el orden.

Para un israelita se trataba de algo muy serio. También el alfabeto es un don de Dios. Por eso es usado para alabar a Yahvé: incluso en la sucesión de las letras. En cierto sentido es restituido al Señor, elaborado por la inteligencia humana, lo que él le ha regalado. Además no hemos de olvidar otro aspecto religioso del alfabetismo: alabar a Dios con las mismas letras con que ha sido escrita la ley.

El salmista a pesar de las implacables limitaciones impuestas por el «género» adoptado, ha sabido construir una oración original, viva, personal, articulada sobre algunos temas importantes.

Nos encontramos con un autentico hombre que ora.

Hoy es fácil encontrar gente que polemiza. Que hace alarde de inteligencia (al menos así se lo cree). O que añora el pasado. Que plantea unas cuestiones demasiado bonitas como para que sean auténticas. Que mastica sus propias ideas «futuristas». O que rumia, desconsolada, sus propias desilusiones.

En medio de tanto jaleo espero que habrá algún lugar también para un hombre que simplemente se contenta con orar. Es decir, para uno que tiene algo que decir al Señor.

Todo el salmo oscila entre dos polos: lo que ha hecho o lo que hace el Señor, y lo que ha hecho o hace el salmista.

Dios es presentado como el que indica el camino justo a seguir:

Hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad,
para los que guardan su alianza y sus mandatos
(v. 9-10).

El salmista en su oración se hace atrevido. Llega a sugerir al Señor lo que debe olvidar.

No te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud
(v. 7).

Y también lo que debe recordar:

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas
(v. 6).

Y si te quieres acordar de mí no te pares en mis imbecilidades:

Acuérdate de mí con misericordia (v. 7).

Incluso quien se ha equivocado no es abandonado a sí mismo:

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores
(v. 8).

Basta con tender hacia el bien, no a lo que nos gusta y es cómodo, para que él siempre esté allí, dispuesto a señalar el camino que hay que recorrer.

 

En la segunda lectura, san Pablo hace una  recomendación  a los cristianos de Corinto que sigue siendo válida hoy para nosotros, aunque hoy vivamos en situaciones y expectativas muy distintas. "Porque la representación de este mundo se termina". El momento presente es siempre importantísimo, el más importante, pero no pasa de ser sólo un momento respecto al tiempo total de nuestra vida.  Vivamos cada día con intensidad –carpe diem- pero sabiendo que cada día es sólo un día más de un tiempo que, inevitablemente, se acabará pronto. Somos peregrinos, caminantes, y no podemos, ni debemos, perder nunca de vista la dirección y final del camino. Esforcémonos, cada día, para que el reino de Dios venga a nuestros corazones y a nuestro mundo. Cuidemos con exquisitez la intimidad con el Señor. Alejemos de nuestra vida todo aquello que empobrece nuestra relación y amistad con Él.

¿Nos suenan difíciles las palabras de San Pablo  que acabamos de escuchar? ¿Parece que quita importancia a cosas que para nosotros son importantes, incluso imprescindibles? San Pablo minimiza y obvia cosas que son fundamentales para nuestra sociedad y demasiadas veces también para nosotros: vivir casados como si no lo estuviéramos; los tristes como si no sintieran esa tristeza, ni los alegres esa alegría. ¿qué quiere decirnos Pablo?. San pablo establece un régimen de prioridades. Ciertamente, comparando todas esas cosas con la Eternidad, parece que valen poco. Nuestra convivencia final con Dios es lo más importante que puede haber.

Supuesto que el cristiano tiene como meta lo último, la manifestación de Jesús, su vida ha de moverse en ese horizonte; que tanto su alegría como su llanto encuentren su sitio y su contexto en el marco del reino. Toda la vida del creyente tiene que tener este matiz cristiano y escatológico si quiere rendir al máximo en su camino de fe. Corinto era una ciudad particularmente rica, centro comercial de primera importancia. Incluso en la comunidad de cristianos había, al parecer, algunos hombres ricos (cf. cap 11). Por eso Pablo dice con claridad: está fuera del contexto cristiano quien tiene la sensación de seguridad en sus propias negocios. Al fin y al cabo la única seguridad es Jesús. No tiene más probabilidades de éxito el rico, ya que el reino no tiene nada que ver ni con el dinero ni con la posición social.

Con esta conclusión no invita Pablo a un desentendimiento sin más de las realidades presentes. Sino a un trabajo humano pero cristiano, con la óptica de Jesús y del reino. Esto hará precisamente que el trabajo cristiano adquiera una dimensión nueva y fructífera en favor de todos.

 

Desde el evangelio, hoy,  es  conveniente recordar aquel día en que Jesús nos llamó. Hubo una palabra de alguien, una línea de un libro, un acontecimiento, que nos hizo necesitar, desde ese mismo momento, la cercanía de Jesús: sus palabras, su mensaje, su consuelo. Ese fue el día que nos llamó.

Jesús anuncia que el tiempo ya se ha terminado y que es necesario convertirse mediante la fe en la Buena Nueva. A su vez refleja con todos los detalles –y muy pocas palabras—la llamada a Pedro y Andrés y a Santiago y Andrés. Son pescadores en el lago de Galilea y serán después “pescadores de hombres”.

Jesús nos dice que debemos convertirnos y creer en el evangelio para que el reino de Dios pueda llegar hasta nosotros. "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el evangelio". El "convertíos y creed en el evangelio"  es una condición necesaria e imprescindible para que el reino de Dios pueda realizarse entre nosotros. La conversión supone siempre un esfuerzo personal para conseguir que el reino de Dios se haga realidad en nuestra vida.

Necesitamos tomar muy en serio nuestro camino espiritual. Es más, los cristianos no sólo debemos aspirar a nuestra conversión individual, sino que debemos poner los medios para que toda la sociedad se convierta. La actitud cuidadosa para conseguir que el reino de Dios pueda hacerse realidad en mí y en nuestro mundo no es sólo un consejo, es un deber de conciencia que sigue a la actitud de seguir a Jesús. Dios quiere que le abramos libremente las puertas de nuestro corazón y nuestra mente, para que él pueda reinar en nuestras vidas. Jesús  quiere  que todos nosotros, los cristianos, nos pongamos al lado de nuestro maestro, defendiéndole a él y proclamando su mensaje, en el día a día de nuestra vida, con las armas del amor, de la justicia, de la paz, de la santidad y de la gracia. Es decir convirtiéndonos y creyendo en el evangelio.

 

Respecto a la conversión hagámonos algunas preguntas: ¿Cuánto tiempo llevamos escuchando el mensaje de Jesús sin hacerle caso?.

 Incluso, los que presumimos  de ser cristianos, si somos humildes y coherentes, comprenderemos que poco hemos entendido, que demasiadas, el Reino está muy lejos de nosotros, y que lo que sabemos es útil solo para una pequeña parte de nuestra vida, no para todas las horas del día. Es muy urgente que nos convirtamos, porque si lo hacemos de corazón, podremos llevar la Buena Nueva a nuestros hermanos más necesitados de ella. No hay tiempo que perder, porque cada vez hay más personas ignorantes de lo que es el Camino, la Verdad y la Vida que nos da Cristo.

¿De qué cosas debemos alejarnos porque nos alejan del reino de Dios y todo lo que supone para nuestra vida.

¿Cómo respondemos a la llamada a ser "pescadores de hombre".

Rafael Pla Calatayud.

rafael@betaniajerusalen.com

 

 



[1]  San Agustín, Comentario a los salmos. http://www.augustinus.it/spagnolo/esposizioni_salmi/index2.htm

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