Comentario a
las lecturas el Sábado Santo Vigilia Pascual 11- 12
de abril 2020
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 1,1-2,2
Salmo responsorial
Salmo 103, 1-2a.5-6.10 y
12.13-14.24 y 35 c
R.- Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra
(o bien puede leerse este otro Salmo, que aparece a continuación)
Salmo 32
R.- La misericordia del Señor llena la tierra
Segunda lectura
Lectura del libro del Génesis 22,1-18
Salmo responsorial
Salmo 15
R.- Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
Tercera lectura
Lectura del libro del Éxodo 14, 15-15,1
Salmo responsorial
Salmo Ex 15, 1-2,3-4.5-6, 17-18
R.- Cantaré al Señor, sublime es su victoria.
Cuarta lectura
Lectura del libro de Isaías 54, 5-14
Salmo responsorial
Salmo 29,2 y 4,5-6.11 y 12a y 13 b
R.- Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
Quinta lectura
Lectura del libro de Isaías 55. 1-11
Salmo responsorial
Salmo Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6
R.- Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la
salvación
Sexta lectura
Lectura del libro de Baruc 3, 9-15. 32—4, 4
Salmo responsorial
Salmo 18
R.- Señor, tienes palabras de vida eterna
Séptima lectura
Lectura del libro de Ezequiel 36, 16-28
Salmo responsorial
Salmo 41, 42
R.- Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios
mío.
(o también se puede proclamar el siguiente Salmo)
Salmo 50
R.- Oh Dios, crea en mí un corazón puro
Epístola
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los romanos 6, 3-11
Salmo responsorial
Salmo 117, 1-2.16ab-17.22-23
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 28, 1-10
La
Vigilia Pascual es la fuente, la “madre” de todas las vigilias, de todas las
celebraciones del año cristiano.
En esta
noche feliz celebramos la resurrección de Jesús, el crucificado. Su paz, su
gracia, su amor inmenso y su luz nos acompañarán siempre. El cirio pascual
simboliza a Cristo resucitado. Queremos que Cristo sea nuestra luz. Que nuestra
fe en El ilumine nuestra vida. Al recibir la luz del cirio, y pasarla a otros
cristianos queremos hacernos testigos de la Resurrección del Señor. Seamos
portadores de esta luz.
Lo que
estamos celebrando esta noche, es la llegada de Jesús a esa meta. Jesús, como
hombre, alcanzó la plenitud de Vida. Posee la Vida definitiva que es la Vida de
Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando
el término “resurrección”, pero creo que no es hoy el más adecuado para
expresar esa realidad divina. Inconscientemente lo aplicamos a la vida
biológica y sicológica, porque es lo que nosotros podemos sentir, es decir
descubrir por los sentidos. Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede
descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede
nadie descubrir su divinidad. Tampoco puede ser el resultado de alguna
demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la
convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo
divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, sólo puede ser objeto
de fe. Para los apóstoles como para nosotros se trata de una experiencia
interior. A través del convencimiento de que Jesús les está dando VIDA,
descubren que tiene que estar él VIVO. Sólo a través de la vivencia personal
podemos aceptar la resurrección.
La Vigilia
Pascual la celebramos los cristianos la noche anterior a la Pascua de
Resurrección. es una Vigilia en honor del Señor, según una antiquísima
tradición (Ex. 12, 42), de manera que los fieles, siguiendo la exhortación del
Evangelio (Lc. 12, 35 ss), tengan encendidas las lámparas como los que aguardan
a su Señor cuando vuelva, para que, al llegar, los encuentre en vela y los haga
sentar a su mesa.
Permanecemos
atentos, en vela, esperando el momento de nuestra liberación. Cristo, con su
Resurrección, nos demostrará que ha vencido a la muerte, también a nuestra
muerte, y que nos ha liberado de nuestro pecado y de nuestra muerte espiritual.
La noche de la vigilia pascual es una noche tensa y gozosa, transida de
esperanza y de agradecimiento.
La celebración de la liturgia pascual se
compone de cuatro partes.
La
Vigilia Pascual se desarrolla en este orden:
Breve
Lucernario
Se bendice
el fuego. Se prepara el cirio en el cual el sacerdote con un punzón traza una
cruz. Luego marca en la parte superior la letra Alfa y en la inferior omega,
entre los brazos de la cruz marca las cifras del año en curso. A continuación
se anuncia el Pregón Pascual.
Liturgia
de la Palabra
En esta
noche santa escucharemos, en las lecturas del Antiguo Testamento, el relato de
las maravillas que hizo Dios con su pueblo. En las lecturas del Nuevo
Testamento escucharemos las maravillas que Cristo ha hecho por nosotros,
liberándonos de la muerte mediante el bautismo y abriéndonos las puertas de la
Vida Eterna, con su resurrección. Es bueno que, en esta noche, también cada uno
de nosotros repasemos las maravillas y las gracias que Dios nos ha dado y que
le demos sincerísimas gracias por su bondad, por su amor y por su misericordia.
Dios ha estado grande también con nosotros y, por eso, estamos alegres y
agradecidos.
Liturgia
Bautismal
Se llama a
los catecúmenos, quienes son presentados ante el pueblo por sus padrinos: si
son niños serán llevados por sus padres y padrinos. Se hace la renovación de
los compromisos bautismales.
Liturgia
de la Eucaristía
Al
acercarse ya el día de la Resurrección, la Iglesia es invitada a participar en
el banquete eucarístico, que por su Muerte y Resurrección, el Señor preparó
para su pueblo. En él participan por primera vez los neófitos.
Toda la
celebración de la Vigilia pascual se realiza durante la noche, de tal manera
que no se vaya a comenzar antes de iniciarse la noche, o se termine la aurora
del Domingo.
La Misa,
aunque se celebre antes de la media noche, es la Misa Pascual del Domingo de
Resurrección. Los que participan en esta misa, pueden volver a comulgar en la
segunda Misa de Pascua.
Las
lecturas del Antiguo Testamento realizan un recorrido por los momentos claves
de la historia de la salvación. Todo el Antiguo Testamento es una preparación
del momento culminante de la historia que es la resurrección de Jesucristo. Por
eso, en esta noche llena de Luz, vamos a ir descubriendo y contemplando cómo
actúa Dios con los hombres.
Un
lector va al ambón y proclama la lectura. Después el salmista o cantor, dice el
salmo, alternando con las respuestas del pueblo. Enseguida todos se levantan,
el sacerdote dice: Oremos, y, después de que todos han orado en silencio
durante unos momentos, dice la oración que corresponde a la lectura.
Solo
comentaremos algunas lecturas, por la cantidad que hay. Si aconsejamos lectura
completa y la meditación de las mismas.
Primera lectura: Gn 1,1-31 ó 2,1-2: Vio Dios
todo lo que había hecho: y era muy bueno.
“Y
vio Dios que todo estaba bien” (Gn 1, 31) Esta lectura de la Vigilia Pascual nos
muestra cómo las primeras criaturas surgen de la nada, por la fuerza de la
palabra de Dios. La Biblia utiliza un lenguaje más sencillo y humano. San
Agustín salía al paso de las posibles objeciones de los científicos. Y decía
que, en los libros sagrados, no se trata de cómo va el cielo, sino de cómo se va
al Cielo. Un juego de palabras que nos advierte que cuanto la Biblia nos narra
es verdad, pero contemplada desde una visión profunda y poniendo de relieve
algunos aspectos fundamentales y trascendentes.
Además de
enseñarnos que todo procede del Señor, nos enseña que cuanto iba surgiendo a la
existencia eran cosas buenas. Se enciende la luz, el cielo se viste de azul
limpio y en la tierra se marcan fronteras entre las aguas y lo seco. Así nacen
los mares y los continentes. Y vio el Señor que era bueno... A continuación
brota de la tierra una vegetación desbordante y en el firmamento surgen los
astros. El sol radiante marca el primer atardecer, mientras que la luna con las
estrellas inicia el estreno de la primera noche. También entonces Dios mira con
emoción la belleza de su obra...
Luego
vienen los peces del mar y los animales de la tierra, incluidas las aves del
cielo. Creced y multiplicaos, les dice, mientras goza con aquella vida que
brota por doquier, llena de colores y sonidos, rumores del viento en los
árboles, cantar de las aguas que corren. Una sinfonía nunca oída resuena en
honor del Creador. Y aplaudió el Señor porque vio que era bueno. Y hubo mañana
y hubo tarde el día sexto... Había una armonía perfecta, un equilibrio
ecológico que mantiene la vida de unos y otros. “Existe una solidaridad entre
todas las criaturas, -enseña el Catecismo de la Iglesia-, por el hecho de que
todas tienen el mismo Creador, y que todas están ordenadas a su gloria”.
Es bueno recordar la
hermosura de la creación, en la grandeza de nuestro mundo, el asombro y emoción
que produce conocer sus misterios, aun en las cosas más sencillas, como puede
ser una flor o una gota de rocío que brilla con destellos de arco iris al ser
acariciada por el sol.
Segunda lectura: Gn 22,1-18: El sacrificio de
Abrahán, nuestro padre en la fe.
Esta lectura proclamada
en la Noche pascual se titula “El sacrificio de Abraham” . Es simultáneamente
el sacrificio de Abraham y el sacrificio de Isaac. Podemos admirar la
obediencia de Abraham; podemos admirar igualmente la obediencia de Isaac. Las
dos vías nos van a llevar al misterio pascual.
En realidad debemos
admirar, sobre todo, el amor del Padre.
Esta escena está
enmarcada en la historia de salvación de Dios con Abraham. Tenemos que tener
presente lo que precede. Lo que precede es el establecimiento de la Alianza, la
cual fue ratificada con un sacrificio, mas con una víctima humana.
Toda esta historia que
evocamos gira en torno del cumplimiento de una promesa: el heredero y la bendición
del heredero.
Este es el mandato del
Señor
El mandato del Señor es
una prueba o tentación, en el lenguaje de la Escritura.
La tentación acontece en
el cuadro de una escena perfecta.
“En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán llamándole:
— ¡Abrahán!
Él respondió: — Aquí me tienes.
Dios le dijo: —Toma a tu hijo único, al que quieres, a
Isaac, y vete al país de Moría y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los
montes que yo te indicaré.
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos
criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar
que le había indicado Dios. “(Gn 22,1-4).
Lo que Dios pide es el
todo. ¿Qué es el todo?. El todo es aquello que, si lo entregamos, nos quedamos
sin nada.
Este todo que Dios pide
a Abraham es más que la vida de Abraham; es la vida de su hijo.
Dios había pedido a
Abraham salir de la tierra y dejar la parentela.
Le había pedido ir por
una tierra desconocida, que se la iba mostrando por etapas.
Le pedía mirar con fe a
un futuro.
Le había pedido su pasado;
le iba pidiendo su presente; y ahora le pide su futuro.
En suma, Dios le pide
todo.
El don y el sacrificio
de Abraham
En este momento Abraham
da el todo. Le da su futuro entero: Le da a su hijo, que es más que darse a sí mismo.
Pero además hay otra
cosa. Lo da fe, sabiendo que Dios
proveerá.
“Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y
él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a
Abrahán, su padre: "Padre" Él respondió: "Aquí estoy, hijo
mío." El muchacho dijo: "Tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el
cordero para el sacrificio?" Abrahán contestó: "Dios proveerá el
cordero para el sacrificio, hijo mío. Y siguieron caminando juntos. " (Gn 22,6-8).
Abraham da gloria a Dios
cuando le da el don de su confianza sin condiciones: Abraham entrega a Dios la
oblación de su confianza.
Es lo último que el
hombre puede dar a Dios.
“Y siguieron caminando juntos”. El don, la entrega irreversible, no
paraliza; no nos detiene en la marcha.
Obediencia, temor de
Dios, confianza sin condiciones..., son sinónimos de la misma realidad: la
respuesta del amor elevada a la altura que Dios quiere elevarla, a la altura de
su amor.
“Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí
el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar,
encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo
“ (vv. 9-10).
Isaac entra en la misma
órbita de obediencia-amor que su padre.
En esta escena:
- Hay un altar o ara
santa. - Una leña, para que el sacrificio sea holocausto. - Un cuchillo para
matar a la víctima.
- Y una ligadura de la
víctima: la “aquedá” (en hebreo).
Isaac lo ha aceptado
todo.
Padre e hijo están en el
mismo misterio de obediencia-amor que transciende toda razón y se deja guiar
únicamente por el mandato divino.
La fe de Abraham
transciende todo planteamiento humano. La fe de Abraham que incluye el amor y
al esperanza rompe todas las evidencias y pone en Dios su seguridad.
La escena continua, Dios
a través del ángel da la respuesta adecuada a la actitud de fe de Abraham.
“Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en
la maleza. Se acercó, Tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su
hijo. Abrahán llamó aquel sitio "El Señor ve", por lo que se dice aún
hoy "El monte del Señor ve".
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
—Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: por haber hecho
esto, por no haberte reservado tu hijo, tu único hijo, te bendeciré,
multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena
de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades
enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque
me has obedecido.
“ (Gén 22, 13-18).
Conviene destacar cómo
Dios no quiere, por amor a Abraham, que él pase por lo que Él sí pasó, por amor
a nosotros, con su hijo Jesucristo. ¡Qué amor tan grande el de Dios!.
Con la elección de Dios uno siempre gana.
Abraham conservó a su hijo y le fue prometida una descendencia mucho mayor y
mejor. Dios le dio el ciento por uno. Porque Dios, efectivamente, provee. Y
contigo, si te decides seriamente por Dios y únicamente por Él, también hará lo
mismo.
Tercera lectura Ex 14-15,30 - Los israelitas
cruzaron el mar Rojo.
“Di a los israelitas que se pongan en camino” (Ex 14, 15) El pueblo sale de la
tierra de Egipto y se introduce por el desierto. El Señor les va marcando el
camino más adecuado: “Dios no los llevó por el camino de la región de los
filisteos, aunque es el más corto...” (Ex 13, 17). Para evitar ciertos
peligros, dieron un rodeo por el desierto, dirigiéndose hacia el Mar Rojo. El
Señor caminaba al frente de ellos, guiándolos por medio de una nube que les
protegía del riguroso sol durante el día, mientras que por la noche una columna
de fuego les alumbraba. Son detalles que testimonian la protección divina y un
paradigma de vida cristiana.
Cuando los
egipcios descubrieron que los hebreos se habían marchado, se arrepienten de
haberlos dejado en libertad. Entonces se prepara un ejército de seiscientos
carros, con el faraón al frente, y se lanzan veloces por el desierto en su
persecución... El pueblo ha llegado al Mar rojo cuando vislumbran en la lejanía
la gran polvareda que levantan los corceles del ejército egipcio. “Entonces los
hijos de Israel se llenaron de temor y clamaron al Señor” (Ex 14, 10). Se
iniciaban la larga letanía de quejas y murmuraciones del pueblo. Pero Moisés
logra hacerse oír y les dice que no teman, que se mantengan firmes en la fe, y
verán actuar el poder divino.
“Di a los hijos de Israel -ordena el Señor-, que se pongan en marcha. Y tú
alza el bastón y extiende tu mano hacia el mar, y divídelo para que los hijos
de Israel pasen por medio del mar como por tierra seca” (Ex 14, 15-16)...
Un ruido ensordecedor se produce cuando las aguas frenan su corriente y abren
una ancha senda por la que los israelitas, temblorosos y vacilantes, avanzan
hacia la otra orilla. Cuando llegan los egipcios con gran ímpetu se adentran
también por la franja seca, a punto de alcanzar a los últimos hebreos. Pero de
pronto, las aguas rompen las invisibles barreras que las retenían, y cubren el
lecho por donde avanzan los carros egipcios. Intentan retroceder, pero es
inútil. “Así el Señor salvó aquel día a Israel de la mano de los egipcios...”
(Ex 14, 30).
El recuerdo
de este hecho permanecerá vivo, tanto para los judíos como para los cristianos.
Aquellos porque fueron librados de la muerte, y esperan que Dios siga
protegiéndoles.
Para los cristianos como enseña San Pablo (1
Co 10, 2), en las aguas del Mar Rojo se simbolizan las aguas bautismales, por
medio de las cuales somos purificados y regenerados.
Cuarta lectura: Is 54,5-14 - Con misericordia
eterna te quiere el Señor, tu redentor.
El Esposo
nos puede evocar la intimidad, el coloquio, el corazón a corazón. Y puede
evocarnos también la hermosura, la gallardía y la fuerza. Esta visión de gloria
y de fuerza resplandece aquí; porque el Esposo es:
“Quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es
Señor todopoderoso Tu libertador es el Santo de Israel, se llama "Dios de
toda la tierra"
Había sido
rota la alianza esponsal; la esposa, con justicia, había sido abandonada. Pero
aquel abandono era por fuerza; de corazón no había sido abandonada.
¿dónde iría
la esposa sin la protección de su marido...?
La espora
abandonada era la esposa abatida. El horizonte de la vida se esfuma ante ella.
El desierto había sido una experiencia de muerte, de la que solo Dios podía
sacar.
La esposa
repudiada no vuelve a ser esposa, porque ha sido luego esposa profanada.
El Dios
fuerte, rescatador, crea una relación nueva, más fuerte que la anterior, porque
es relación definitiva, ahora no sólo de parte de Dios, sino también de parte
de la esposa.
El abandono
transitorio. Dios abandona, pero este abandono es momentáneo, porque su
naturaleza no le permite actuar de otra manera. Dios no deja en el abandono.
El amor
vencedor del Esposo es el amor eterno
El amor
encendido en el primer momento es una experiencia singular, que no es
suplantada por otro amor posterior. Es la ráfaga intuitiva del amor que queda
dentro para siempre. El sediento corazón humano parece que está hecho así: que
lo que fue la primera vocación de amor, pese a los avatares de la vida,
permanezca para siempre.
En todo
caso, el amor de Dios, sí es así. Es un amor que transciende, incluso, la
respuesta de fidelidad, amor de por sí infinito.
Fijémonos
en la calidad del amor eterno. Para nuestra mentalidad filosófica eterno es
aquello que no tuvo principio y no tendrá fin. En el lenguaje de la Escritura
eterno es lo que permanecen para siempre, por los siglos de los siglos.
Y éste es
un rasgo constitutivo del amor de Dios: si Dios declara su amor, ya no puede
volverse atrás, porque su amor permanece para siempre. Es el núcleo de la
teología de los profetas; es la palabra final de todos los libros proféticos
del Antiguo Testamento: al final Dios se rinde al amor, es decir, se rinde ante
sí mismo.
La
naturaleza de Dios es ser amante; y no serlo, y retirar el amor que manifestó
un día, sería ir en contra de su propio ser: con amor eterno te he compadecido.
La
declaración se repite y envuelve toda la mujer que se ve restablecida como
esposa y como esposa firme.
El pecado
del mundo, que fue envuelto en las aguas del diluvio, al fin terminó en un
perdón tal que ya nunca más volverá a suceder el castigo. El arco iris será la
señal de que definitivamente el Dios amor-perdón es el único Dios que va a
presidir la historia.
Con esta
declaración se descubre más y más la naturaleza del Dios de la Alianza. Al
perdonar, Dios crea un estado nuevo y lo de atrás queda olvidado. Es uno de los
principios-guía de la revelación: Dios establece una historia de salvación que
siempre va a más y más.
Quinta lectura: Is 55, 1-11 - Venid a mí, y
viviréis; sellaré con vosotros una alianza perpetua.
Este texto aparece varias veces
en los ciclos litúrgicos. El texto nos habla de la Palabra de Dios que, como la
lluvia, da vida, moviliza todas las energías de la naturaleza. Se destaca que quien se acerca a escuchar a
Dios tendrá vida. ¿Cómo? Por medio de la Palabra que anuncian sus profetas, sus
sabios e incluso toda la tierra. El simbolismo de la lluvia y la nieve,
símbolos de vida, es algo proverbial. A Dios hay que escucharlo por medio de
los verdaderos profetas que interpretan la historia, porque toda liberación y
restauración es fruto de su palabra.
En la larga historia de
salvación nos encontramos con estas palabras proféticas dirigidas en el período
del exilio, momento en que surge la reflexión sacerdotal en torno a la
creación, vista en la lectura de Gn 1,1-2,2, cuando Israel, perdida la libertad
conseguida con el éxodo y la identidad de pueblo asentado en la tierra de
promisión, vive sus horas más bajas de esperanza, fruto del castigo
experimentado por sus pecados. En ese contexto, el profeta Isaías afirma el
poder absoluto de Dios, un nuevo éxodo –vv. 12-14– y la eficacia perentoria de
la Palabra dicha por Dios y sellada en alianza con Israel. El anuncio profético
se formula como una movilización contra la atonía y la banalidad en la que está
viviendo el pueblo su momento histórico dejando pasar la posibilidad de
encontrarse auténticamente con su Dios y que dinamice la puesta en marcha de
una reconstrucción del pueblo y de los signos de la presencia de Yahvé en medio
de él. Así abundan los imperativos como “oíd, venid, acudid, escuchad, buscad
al Señor, invocadlo…”.
La motivación para esa
puesta en pie, para iniciar el camino al encuentro de Dios, no es otra que la
gratuidad y generosidad de Dios. Bajo la imagen de un banquete, se hace la promesa
de que la acogida de la palabra de Yahvé hace vivir «escuchadme y viviréis»(V.3). Y aún aparece otra motivación para la
vuelta a Dios, y es el perdón. Todavía hay ocasión de encontrarse con Dios para
el malvado y el criminal pues Yahvé es “rico en perdón”. Aunque estos
planteamientos, esta forma de ser de Dios, no entre en los esquemas o en las
lógicas humanas, el Señor de Israel es un Dios mayor, un Dios distinto y sus
planes no son nuestros planes.
La invitación se cierra
con una promesa a modo de constatación que da rotundidad. La palabra de Yahvé,
una vez pronunciada, y ya fue pronunciada en el momento creacional, no puede no
cumplirse. Su palabra ya dicha, como el agua derramada que empapa la tierra y
hace germinar la semilla, cumplirá su encargo y sacará adelante sus planes.
Planes que son de salvación en la Palabra hecha carne de forma definitiva y
definitoria en Jesús, “alianza perpetua”
y que en su resurrección es levantado “como
testigo para los pueblos” (VV.3-4).
Sexta lectura: Bar 3,9-15.32-4,4 - Camina a la
claridad del resplandor del Señor
Dentro del libro de Baruc, el fragmento 3,9-4,4 pertenece a la
literatura sapiencial posexílica. La
sabiduría es para el Israel del preexilio, junto con la palabra profética («revelación vertical»), una nueva
«revelación horizontal» que intenta conocer la voluntad de Dios mediante la observación de la naturaleza,
de la historia y de la vida humana. La
sabiduría tiene una dimensión humana universal, es una philosophia
perennis. En la época preexílica, la fe
yahvista y la sabiduría manifiestan escasos puntos de contacto, mientras que en el posexilio que es la época de
nuestro fragmento, ambos elementos están
vinculados. La sabiduría pasa a ser el concepto central de la teología
israelita y contempla la acción de Dios
en la historia. El mundo de la sabiduría es, sin duda, común a Israel y a los pueblos vecinos; pero cuando Israel
traduce su fe al lenguaje de la sabiduría consigue, mediante esa traducción, una mayor certeza de
fe.
"Escucha, Israel, mandatos de
vida...": La exhortación de este libro deuterocanónico se dirige aparentemente a los desterrados en
Babilonia, como un recurso literario para hablar de la situación presente. Toma el tema
deuteronómico que subraya la estrecha relación que hay entre el cumplimiento de los mandamientos
y la vida. Además introduce una aportación
sapiencial por medio del término "prudencia": los preceptos
son la sabiduría que lleva a la vida.
- "... que estés contaminado
entre los muertos": Israel en el destierro es como un muerto que contamina (Lv 21,1-4). Vive en medio de
un pueblo pagano que no cumple los
preceptos; es, por tanto, como si se hallara entre "los habitantes
del abismo". La causa ha sido el
abandono de la "fuente de la sabiduría" que es el mismo Dios. Dios
condujo a Israel por el desierto hacia
la tierra prometida, la tierra del reposo. Al abandonar los preceptos, Israel abandona el camino que lo conduce a la
paz.
Por otra parte, la fidelidad a Dios se concreta en tres actitudes:
"la prudencia", "el valor" y "la inteligencia" que llevan a
obtener tres dones: "la vida larga", "la luz de los ojos" y
"la paz".
"¿Quién encontró
su puesto?": La Sabiduría es como un tesoro escondido
que está en manos de Dios y que ha
manifestado en la creación: en los animales, en la luz y las estrellas... Y sobre todo la ha dado a
conocer a Israel. Su presencia ha sido palpable, "apareció en el mundo y vivió entre los
hombres" (aplicación plena a Jesucristo). Israel la ha conocido en "el libro de los mandatos de
Dios", en la Ley.
Séptima lectura: Ez 36.16-28 - Derramaré sobre
vosotros un agua pura, y os dará un corazón nuevo.
El Antiguo
Testamento prepara la realidad del Nuevo Testamento: lo que se anunciaba y
prometía, ahora se ha cumplido de verdad.
Es
importante subrayar este paso al Nuevo Testamento: el Misal indica en este
momento diversos signos, tales como el adorno del altar (luces, flores), el
canto del Gloria y la aclamación del Aleluya antes del Evangelio. También se
ilumina de manera más plena la iglesia ya que durante las lecturas del Antiguo
Testamento estaba iluminada más discretamente.
Lecturas
del Nuevo Testamento
Primera lectura: Rom 6,3-11 - Cristo, una vez
resucitado de entre los muertos, ya no muere más.
San Pablo introduce aquí
un nuevo lenguaje, para las mismas ideas: sepultados con Cristo, muertos al
mundo, lo que fuimos, pecadores, ha sido crucificado... somos ya otra cosa, una
criatura nueva, resucitada.
Como muchos textos de
Pablo, es una teología que nos resulta complicada, porque usa muchos símbolos y
va cambiando su significado de un párrafo a otro. Pero el mensaje básico es
claro. El pecado es muerte: Jesús es Vida.
El Bautismo es el
sacramento de todo eso.
“¿O es que ignoráis
que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?”
“Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, lo
mismo que Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre,
así también nosotros andemos en una vida nueva”.
“…si hemos sido incorporados es a Él en una muerte como la suya, lo
seremos también en una resurrección como la suya “
Hoy esta Palabra proclamada,
como resumen de lo que celebramos nos dice:
"Así también vosotros, consideraos como
muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. "
Se nos muestra que esto
no es sólo una celebración de algo que sucedió, sino de algo que sucede, porque
esa es nuestra vida, caminar por la vida, cada día, así; resucitar cada día a
la vida nueva de Jesús.
Jesús resucitado es el
Viviente por excelencia, libre de muerte y de pecado. Nosotros, por el
bautismo, nos unimos a Él, queremos vivir una vida libre de pecado, una vida
nueva. Y ésta es verdadera vida, libre de oscuridad, más fuerte y más
definitiva.
Evangelio
de San Mateo 28, 1-10
En el
evangelio de San Mateo, la verdad de la resurrección de Jesús se cuenta a
través de un lenguaje simbólico, que revela el sentido escondido de los
acontecimientos. San Mateo habla de un temblor de tierra, de relámpagos y
ángeles que anuncian la victoria de Jesús sobre la muerte (Mt 28,2-4). Es el
lenguaje apocalíptico, ¡muy común en aquella época, para anunciar que,
finalmente, el mundo fue transformado por el poder de Dios! Se realizó la
esperanza de los pobres que reafirmaron su fe: “¡El está vivo, en medio de
nosotros!”
El
evangelio nos presenta el recuerdo de dos
mujeres María Magdalena y María de Santiago, llamada la otra María que fueron
al sepulcro donde ha sido enterrado Jesús, En la madrugada del domingo, el
primer día de la semana. No lo pueden olvidar. Le siguen amando más que a
nadie.,.
Mientras
tanto, los varones han huido y permanecen seguramente escondidos.
El mensaje
que escuchan al llegar es de una importancia excepcional.
De repente,
la tierra tembló y un ángel apareció como un relámpago. Los guardas que estaban
vigilando el túmulo se desmayaron. Las mujeres se quedaron con miedo, pero el
ángel las reanimó, anunciando la victoria de Jesús sobre la muerte y
enviándolas a que reunieran a los discípulos de Jesús en Galilea. Y en Galilea
ellas podrán verle de nuevo. Allí, donde todo empezó, acontecerá la gran
revelación del Resucitado. La alegría de la resurrección comienza a vencer el
miedo. Se inicia el anuncio de la vida y de la resurrección.
El evangelio
de San Mateo dice así: «Sé que buscáis a
Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como dijo. Venid a ver el
sitio donde yacía». Es un error buscar a Jesús en el mundo de la muerte.
Está vivo para siempre. Nunca lo podremos encontrar donde la vida está muerta.
Contemplamos
como las mujeres salen corriendo. Se sienten dominadas por una mezcla de miedo
y de alegría. Sentimientos propios de quien hace una profunda experiencia del
Misterio de Dios. De repente, Jesús mismo va a su encuentro y dice: “No temáis”. ”Ellas se acercaron, se
postraron ante él y le abrazaron los pies “. Es la postura de quien cree y
acoge la presencia de Dios, aunque sorprende y supera la capacidad humana de
comprensión. Ahora Jesús mismo da la orden de reunir a los hermanos en Galilea:
"No temáis. Id, avisad a mis
hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.”
Si queremos
encontrar a Cristo resucitado, lleno de vida y fuerza creadora, no hemos de
buscarlo en una religión muerta, reducida al cumplimiento externo de preceptos
y ritos rutinarios, en una fe apagada que se sostiene en tópicos y fórmulas
gastadas, vacías de amor vivo a Jesús.
Entonces,
¿dónde lo podemos encontrar? Las mujeres reciben este encargo: «Id enseguida a decir a los discípulos: “Ha
resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí lo
veréis”». ¿Por qué hay que volver a Galilea para ver al Resucitado? ¿Qué
sentido profundo se encierra en esta invitación? ¿Qué se nos está diciendo a
los cristianos de hoy?
Creer en la
resurrección exige haber pasado de la muerte a la Vida. Por eso tiene en esta
vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Cristiano es el que
está constantemente muriendo y resucitando. Muriendo a lo terreno y caduco, al
egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida, la divina. Tenemos del bautismo una
concepción estática que nos impide vivirlo. Creemos que hemos sido bautizados
un día a una hora determinada y que allí se realizó un milagro que permanece
por sí mismo. Para descubrir el error, hay que tomar conciencia de lo que es un
sacramento. Todos los sacramentos están constituidos por dos realidades: un
signo y una realidad significada. El signo es lo que podemos ver oír, tocar. La
realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa, pero está ahí siempre
porque depende de Dios que está fuera del tiempo. En el bautismo, la realidad
significada es esa Vida divina que significamos para hacerla presente y
vivirla. En tal día a tal hora, han hecho el signo sobre mí, pero el alcanzar y
vivir lo significado es tarea de toda la vida. Todos los días tengo que estar
haciendo mía esa Vida. Y el único camino para hacer mía la Vida de Dios que es
AMOR, es superando el egoísmo, es decir amando.
Así pues la
Pascua es el tiempo de la alegría, porque Cristo “es el verdadero
Cordero que quitó el pecado del mundo: muriendo destruyó nuestra muerte y
resucitando restauró la vida (Prefacio Pascual I). Finalmente triunfó la
vida. Ahora la última palabra la tiene no la muerte, sino la vida, por eso
podemos cantar de júbilo, porque Dios ha hecho maravillas.
El signo de
una existencia cristiana es la verdadera alegría. Se trata de vencer a la
tristeza y al miedo. Hay que formar comunidades pascuales, que vivan e
irradien la alegría, aun en medio de las dificultades y pruebas. El mejor
testimonio de la comunidad cristiana primitiva “unida en la Palabra, la
Eucaristía y el servicio” era “la alegría y sencillez de corazón” (Hc 2,
47).
Para
todos vosotros, queridos amigos que seguís estos comentarios semana tras
semana, mis mejores deseos de una feliz Pascua de Resurrección.
Rafael
Pla Calatayud
rafael@betaniajerusalen.com
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