Comentario a las Lecturas de Santa María Madre de Dios 1 de Enero de 2021
Primera lectura del libro de los Números (Núm. 6,22-27)
Responsorial salmo 66 (Sal 66, 2-3. 5. 6. 8)
Segunda lectura es de la Carta de San Pablo a los Gálatas (Gal 4, 4-7)
El evangelio es de San Lucas ( Lc 2, 16-21)
Hoy es la octava de navidad y el primer día del nuevo año, una conclusión y un comienzo. Hoy celebramos la festividad religiosa de Santa María, Madre de Dios. La Virgen María puede ser para nosotros, los cristianos, un buen ejemplo de alma en paz. Ante el misterio de Dios ella no intentó entenderlo, se limitó a adorarlo con profunda reverencia y emoción. ¡Meditaba en su corazón todas esas cosas que le contaban y ella no entendía! Los grandes pintores siempre han pintado a María con un rostro lleno de paz. Estaba llena de Dios y Dios era su paz.
la liturgia de este día tuvo siempre un marcado carácter mariano, de manera que el cambio de título sirve casi exclusivamente para explicar lo que estaba implícito en la misa y en el oficio de la octava de navidad. Los historiadores de la liturgia saben, desde hace mucho tiempo, que esta fiesta del 1 de enero es, sorprendentemente, la celebración más antigua en honor de Nuestra Señora en la liturgia romana. Las antífonas, que exaltan la maternidad divina de María, están tomadas del oficio antiguo y han sido utilizadas durante varios siglos. He aquí un bello ejemplo, tomado de Laudes: "La madre ha dado a luz al rey, cuyo nombre es eterno; la que lo ha engendrado tiene al mismo tiempo el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal no se ha visto nunca, ni se verá de nuevo. Aleluya".
Los padres griegos aplicaron a María el título Theotokos (portadora de Dios) ya en el siglo III. Los concilios de Efeso y de Calcedonia defendieron este título. En Occidente, María fue venerada de forma similar como Dei Genitrix (Madre de Dios). En el antiguo canon romano es conmemorada como la "siempre virgen madre de Jesucristo nuestro Señor y Dios".
En palabras del papa Pablo VI, "el tiempo de navidad es una conmemoración prolongada de la maternidad divina, virginal y salvífica de aquella cuya virginidad inviolada dio el Salvador al mundo". La fiesta de hoy es un resumen y una exaltación de este misterio. Tiene por finalidad "exaltar la singular dignidad que este misterio reporta a la santa Madre a través de la cual recibimos al Autor de la vida (Marialis cultus, 5).
Además de su función como "Portadora de Dios", está su maternidad espiritual respecto de la humanidad. Como Eva fue la "madre de todos los hombres" en el orden natural, María es madre de todos los hombres en el orden de la gracia. Al dar a luz a su primogénito, parió también espiritualmente a aquellos que pertenecerían a él, a los que serían incorporados a él y se convertirían así en miembros suyos. El es el "primogénito entre muchos hermanos", la Cabeza de la humanidad redimida, el representante de la humanidad que une todas las cosas en él.
Hoy también celebramos la jornada mundial de la paz. El papa Pablo VI hizo de esta fecha un día especial de oración por la paz universal. Tras hablar de su significación litúrgica como octava de navidad y solemnidad de la madre de Dios, continúa diciendo:
" Es también una ocasión apta para renovar la adoración al recién nacido príncipe de la paz, para escuchar una vez más las alegres noticias del ángel; y para implorar a Dios, a través de la Reina de la Paz, el don supremo de la paz. Por esta razón, en la feliz concurrencia de la octava de navidad y del primer día del nuevo año, hemos instituido El día mundial de la paz. Una ocasión que gana constantemente nuevos adeptos y que comienza a producir ya frutos de paz en los corazones de muchos" (Marialis cultus 5).
Todo el mensaje de navidad puede resumirse en la palabra "paz", y la Iglesia trata de dar al mundo esa paz. En palabras de san León Magno, "el nacimiento del Señor es el nacimiento de la paz". Y dice que es el don de Dios a nosotros y también nuestro regalo a él, pues nada más agradable a Dios que los hermanos conviviendo en paz.( San Leon Magno. Sermón 6 para la navidad; Oficio de lecturas para el 31 de diciembre, Liturgia de las horas, I, 406.).
Hoy las lecturas nos sitúan ante la realidad de la Iglesia ya que recordamos como la Madre de Dios, por ese SI al proyecto de Dios, hecho vida en Jesús, y Jesús nos sitúa en su seguimiento como miembros de la Iglesia. Hoy, ocho días después del nacimiento, el Niño es circuncidado, “y le pusieron por nombre Jesús”. Ese niño es su Hijo y todos nosotros también somos hijos en Él. Eso es lo que San Pablo nos recuerda en la segunda lectura. Jesús es el Hijo de Dios, María es la Madre de Dios, nosotros somos también hijos en el Hijo, hermanos unos de otros, hijos de un mismo Dios. Miembros del nuevo Pueblo de Dios, que es la Iglesia.
La primera lectura es del libro de los Números. El texto se compone de tres partes: una introducción (vs. 22-23), un poema litúrgico que es una fórmula de bendición (vs. 24-26) y una conclusión (v. 27).
En las tres partes una raíz verbal común: "bendecir" (vs. 23. 24. 27), y en las tres oraciones del poema (paralelas por su contenido y forma) un mismo sujeto: el Señor (vs. 24-26). Esta triple invocación del nombre del Señor hace eficaz la bendición de los sacerdotes aaronitas (v. 23). En realidad es Dios el que bendice a través de sus mediadores (v. 27).
- Es cierto que patriarcas, reyes y levitas pueden bendecir (cfr. Bn. 27, 48; II Sam. 6, 18; I Rey. 8, 14. 55; Dt. 10, 8, 221, 5), pero aquí esta función está reservada en exclusiva a los sacerdotes (cfr. Sir. 50, 22 ss).
La bendición hace presente a Dios en medio del pueblo "Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré" (v. 27). Toda bendición humana continúa la bendición de Dios a los seres creados y a los patriarcas (cfr. Gn. 1, 22.28; 12, 2 ss). Pronunciada, siempre produce su efecto sin poderse revocar (cfr. Gn. 27, 30-38: difícil de entender a todo hombre occidental. La bendición en el A.T. guarda similitud con la bendición gitana).
Las fórmula de bendición posee un estilo arcaico y conciso (es muy citada en el A.T..: Sa. 67, 1,; 119, 135..., y en la literatura del Qumran, signo evidente de su importancia en la piedad judía).
Se implora la bendición divina:
1) "El Señor te bendiga y te proteja",(v. 24;). Termino equivalente a bendecir, aunque en forma negativa, es "proteger".
2) "Ilumine su rostro sobre ti", esta expresión se opone a la ira del rey. Indica, por tanto, mostrar su favor, conceder el bien y la vida .
3) " y te conceda la paz". La paz es un término muy rico en hebreo, sin traducción posible en nuestras lenguas. Indica la idea de perfección o de totalidad: bienestar, prosperidad material y espiritual tanto a nivel individual como colectivo... La paz aquí no se opone a la guerra solamente, sino a todo lo que puede perjudicar el bienestar humano y las buenas relaciones de los hombres entre sí y con Dios.
A comienzo del nuevo año quisiéramos los cristianos invocar de Dios sobre toda la humanidad la bendición de que nos habla Num. 6, 24-25: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz". La paz bíblica no es un concepto negativo, ausencia de guerra o de violencia, es como la síntesis de todos los bienes necesarios y posibles, es "Shalom", un estado de bienestar espiritual y material, comunión con Dios y con los hermanos. Por eso la paz es una meta hacia la que caminamos, un quehacer en que trabajamos.
El tema de la bendición se continua en el salmo responsorial. " Gracias a la bendición implorada por Israel, toda la humanidad podrá experimentar «la vida» y «la salvación» del Señor (Cf. versículo 3), es decir, su proyecto salvífico. A todas las culturas y a todas las sociedades se les revela que Dios juzga y gobierna a los pueblos y a las naciones de todas las partes de la tierra, guiando a cada uno hacia horizontes de justicia y paz" (Cf. v. 5). (San Juan Pablo II, Audiencia del miércoles, 17 noviembre 2004).
El salmo de hoy es un canto jubiloso de acción de gracias. Texto breve y esencial, que se abre a un inmenso horizonte, hasta abarcar idealmente a todos los pueblos de la tierra.
Esta apertura universalista refleja probablemente el espíritu profético de la época sucesiva al destierro babilónico, cuando se deseaba que incluso los extranjeros fueran llevados por Dios al monte santo para ser colmados de gozo. Sus sacrificios y holocaustos serían gratos, porque el templo del Señor se convertiría en "casa de oración para todos los pueblos" (Is 56, 7).
En el salmo, el coro universal de las naciones es invitado a unirse a la alabanza que Israel eleva en el templo de Sión. Se repite dos veces la antífona: "Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben" (vv. 4 y 6).
Incluso los que no pertenecen a la comunidad elegida por Dios reciben de él una vocación: en efecto, están llamados a conocer el "camino" revelado a Israel. El "camino" es el plan divino de salvación, el reino de luz y de paz, en cuya realización se ven implicados también los paganos, invitados a escuchar la voz de Yahveh (cf. v. 3). Como resultado de esta escucha obediente temen al Señor "hasta los confines del orbe" (v. 8), expresión que no evoca el miedo, sino más bien el respeto, impregnado de adoración, del misterio trascendente y glorioso de Dios.
Al inicio y en la parte final del Salmo se expresa el deseo insistente de la bendición divina: "El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros" (...). Nos bendice el Señor nuestro Dios. Que Dios nos bendiga" (vv. 2. 7-8).
Así comentó San Juan Pablo II este salmo: " 1. «La tierra ha dado su fruto», exclama el Salmo que acabamos de proclamar, el 66, uno de los textos introducidos en la Liturgia de las Vísperas. La frase nos hace pensar en un himno de acción de gracias dirigido al Creador por los dones de la tierra, signo de la bendición divina. Pero este elemento natural está íntimamente ligado al histórico: los frutos de la naturaleza son considerados como una ocasión para pedir repetidamente que Dios bendiga a su pueblo (Cf. versículos 2. 7. 8.), de modo que todas las naciones de la tierra se vuelvan a Israel, tratando de llegar a través de él al Dios salvador.
La composición ofrece, por tanto, una perspectiva universal y misionera, tras las huellas de la promesa divina hecha a Abraham «Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra» (Génesis 12, 3; Cf. 18, 18; 28, 14).
2. La bendición divina pedida por Israel se manifiesta concretamente en la fertilidad de los campos y en la fecundidad, es decir, en el don de la vida. Por ello, el Salmo se abre con un versículo (Cf. Salmo 66, 2), que hace referencia a la famosa bendición sacerdotal del Libro de los Números: «El Señor te bendiga y te guarde; ilumine el Señor su rostro sobre ti y te sea propicio; el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Números 6, 24-26).
El eco del tema de la bendición resuena al final del Salmo, donde reaparecen los frutos de la tierra (Cf. Salmo 66, 7-8). Ahí aparece este tema universal que confiere a la espiritualidad de todo el himno una sorprendente amplitud de horizontes. Es una apertura que refleja la sensibilidad de un Israel que ya está dispuesto a confrontarse con todos los pueblos de la tierra. La composición del Salmo debe enmarcarse, quizá, tras la experiencia del exilio de Babilonia, cuando el pueblo comenzó a experimentar la Diáspora entre las naciones extranjeras y en nuevas regiones". (San Juan Pablo II, Audiencia del miércoles, 17 noviembre 2004).
La segunda lectura es de la Carta de San Pablo a los Gálatas
Los primeros versículos del cap. 4 describen el cambio de situaciones que se ha operado en el momento en que los "tiempos han alcanzado su plenitud" (v. 4). El hombre estaba bajo la ley en la condición de hijo menor y de servidumbre (vv. 1-3); después de Jesucristo pasa a la condición filial..., el texto leído hoy está precisamente encaminado a describir esa condición.
El v. 4 presenta una doble antítesis: Dios envía a su Hijo como sujeto de la ley para que los sujetos de la ley obtengan la filiación adoptiva. Recordando igualmente que Cristo ha "nacido de la mujer", Pablo recuerda que el Hijo se ha hecho esclavo de todas las servidumbres de la naturaleza -y no solo de la Ley- con el fin de que la filiación libere a la humanidad de la esclavitud de los "elementos del mundo" (cf. v.3).
Esta filiación se adquiere a través de una doble misión: la del Hijo que nace de la mujer y bajo la ley (vv. 4-5) y la del Espíritu que viene a nuestros corazones (V. 6). La razón última de la encarnación de Cristo es precisamente el don de la filiación divina a todos los hombres.
El Padre tiene la iniciativa de ese don, pero la realiza en dos misiones sucesivas: el envío del Hijo que se hace esclavo para que el esclavo se haga hijo y el envío del Espíritu que realiza esa filiación en lo más íntimo de nuestros corazones.
En el texto, San Pablo recuerda y describe el estado de hijos de Dios que los hombres hemos obtenido por Cristo.
El texto implica la trascendencia del Hijo, expuesta de pasada al aludir al plan salvífico del Padre. San Pablo pasa inmediatamente a subrayar dos condiciones típicamente humanas de ser del Hijo hecho hombre.
La primera es su concepción y nacimiento de una mujer. Es la primera alusión cronológica a María en el Nuevo Testamento. Pretende destacar la real condición humana del Hijo que tiene algo tan claramente humano como una madre.
La realidad de la humanidad es esencial para el plan salvador del Padre.
La segunda frase, "nacido o puesto bajo la ley", se refiere a la condición de Jesús como miembro del pueblo judío en las condiciones normales de este pueblo. San Pablo saca la consecuencia del rescate de la ley precisamente de los hombres con los que Cristo se ha hecho solidario. Y no solo de los judíos, sino de todos.
El punto de partida de la salvación que Cristo lleva a cabo es su total semejanza con sus hermanos los hombres. La culminación es hacerles hijos de Dios como El mismo lo es. Los Padres lo sintetizaron así: "se hizo lo que somos nosotros para hacernos a nosotros ser lo que El es"; hijos en el Hijo.
Naturalmente la primera persona que recibe ese modo de ser es la propia María. Ahí está uno de los rasgos paradójicos de su maternidad: es el medio humano para que el Hijo sea hombre y, a la vez, es la primera beneficiaria de esa obra salvadora. Madre de Jesús y hermana mayor de nuestra salvación.
En nuestra sociedad el hombre moderno cree en la libertad y quiere liberar a sus hermanos. Pero Cristo fue para siempre el primer hombre que fue verdaderamente libre. Libre ante la naturaleza y ante la Ley, ya que tanto a una como a la otra las ha puesto bajo su designio de amor. Libre ante la muerte y el pecado que no han tenido sobre El ningún domino. Libre, finalmente, incluso en la obediencia a su Padre, ya que ésta de ningún modo es pasiva o resignada, sino hasta tal punto filial que se despliega bajo el signo de la invención y de la aventura espiritual.
Cada cristiano debemos manifestar al mundo esta libertad filial con nuestro comportamiento, mostrando cómo esta libertad completa de manera inesperada el deseo más profundo de todos los movimientos actuales de liberación. La Eucaristía esta llamada a ser, una asamblea de hombres libres, reunidos no por un Mesías político que no habría podido procurarles tal libertad, sino por el propio Espíritu de Dios, que sólo El tiene el secreto de la libertad al poseer el de la filiación.
Los cristianos, somos libres, pero demasiadas veces no tenemos la madurez deseada para poner perfectamente esta libertad al servicio del amor. Por esta razón recurrimos a la caridad de la comunidad (que es el Cuerpo de Cristo) y especialmente a la Eucaristía para aprender en ella cómo el amor le permite expresar su libertad del mejor modo posible.
El evangelio comienza con el relato de los pastores. Inmediatamente después de terminarse la celestial revelación, los pastores se hacen al camino hacia Belén, y allí se les confirma el mensaje anunciado por los ángeles. Una vez en Belén, cuentan lo que a ellos se les ha comunicado y cómo han sido conducidos de esta manera al recién nacido Mesías-Niño.
La indicación de que encontraron a Jesús en el portal es el signo por el que la fe de los pastores tiene que decidirse. Lo cual hace, a su vez, que ellos en el lugar del nacimiento se conviertan en mensajeros de alegría.
Sobre María se pone de relieve el hecho de que todas las palabras que salían de la boca de los pastores (es decir: "todas esas cosas", los datos narrados) las guardaba y conservaba en su corazón. El corazón, como un tesoro, se manifiesta en el caso de los pastores en que no cesan de alabar a Dios y proclamar su gloria. Después, aquella gente sencilla marcha de nuevo a su rebaño, pero ya, como se ha indicado, alabando a Dios por lo que han vivido y por lo que con fe se les ha permitido conocer.
El v. 21 es el fragmento que hace hincapié en la circuncisión que había de realizarse en todo niño judío, y especialmente en la imposición del nombre. Y, también como en el caso de Juan, el nombre de Jesús había sido determinado por el ángel, es decir, por Dios, antes de la concepción. Desde este momento, Lucas nombrará a Jesús con su propio nombre en el relato que continúa. Con ese nombre, Dios fija también la misión de Jesús: Dios es salvador. "...y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción" (Lc 2,21) En la Biblia el nombre designa la misión que ese hombre ha de cumplir, Ese es el caso del Señor al ser llamado Jesús, que significa Salvador, ese es el destino que Dios ha elegido para él.
En Jesús trae Dios la salvación: "Pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" (Hch 10, 38).
El evangelio describe a María como alguien que, con profunda actitud contemplativa, lee continuamente los acontecimientos para descubrir su sentido más profundo. El evangelista hace notar que la Virgen no había entendido todo desde el inicio y que solamente, poco a poco, con el transcurrir del tiempo y atenta a los hechos, va comprendiendo la lógica intrínseca de los acontecimientos y su sentido. María recuerda todo lo que ha acaecido en su vida de parte de Dios y va descubriendo los caminos del Señor y su voluntad poniendo en relación unos hechos con otros. Esta actitud profundamente contemplativa se realiza en “el corazón”, sede del discernimiento, del ejercicio intelectual, y sobre todo de la fe abierta a los designios de Dios. El texto concluye con la glorificación y la alabanza de los pastores que han podido experimentar lo que Dios les ha anunciado.
Comenzamos un Nuevo Año. En este Nuevo Año, nuestros propósitos están llamados a quedar enmarcados en una actitud de conversión. Hoy también pedimos la bendición de Dios sobre todos nosotros al comenzar el año 2015, para que nuestros propósitos no solo dependan de nuestras fuerzas, sino especialmente de la cercanía de Dios. Para que la intimidad con el Señor nos dé mayos fortaleza.
Esta conversión está materializada en actitudes concretas en nuestra vida cotidiana.
¿Qué debemos de dejar y que debemos de cuidar?.
-Dejemos atrás la página de la tristeza. Estamos llamados, contemplando el rostro de Jesús, a disfrutar de la vida. Un disfrute que será bueno y eterno si lo hacemos con la ayuda de nuestra fe. Dios ha venido como Señor de la alegría. Las pautas del papa están centradas a compartir la "alegría del Evangelio",
-Dejemos atrás la página del odio. María Reina de la Paz, nos recuerda que como cristianos hemos de ser hacedores de paz y no de odios.
-Dejemos atrás la página del rencor. Recordemos lo bueno y lo potenciemos. Olvidemos lo malo y entremos sin reservas en este Año Nuevo
-Dejemos atrás la página de la violencia. Que nuestras palabras sean más agradables; que nuestras actitudes sean más constructivas; que nuestra crítica sea más objetiva y menos interesada. Que el terrorismo sea pronto un punto negro, pero en nuestra memoria.
-Dejemos atrás la página de la duda. Un mundo sin fe se queda en nada. Fiémonos de Dios. Creer y esperar sólo en el hombre, en el progreso, en la ciencia, no nos asegura nada ni facilita mucho las cosas.
-Dejemos atrás la página de la superficialidad. Seamos más profundos. Si Dios dejó el cielo por estar con el hombre, por hacerse hombre. ¿Cómo no vamos, en contraprestación, a dejar nuestros pequeños paraísos para conocerle más y mejor?
-Dejemos la página de la cobardía. Es hora de desprendernos de la concha de la vergüenza apostólica. Un cristiano que no da testimonio es como una chimenea que adorna una casa pero por la cual, al no salir nunca humo, denota que existe poco calor y escaso fuego en su interior.
-Dejemos atrás la página de nuestros defectos. No es suficiente ser conscientes de ellos; no nos podemos amparar en el “somos humanos y todos erramos”. Un nuevo año es una nueva oportunidad que Dios nos da para escribir de nuevo una historia de esperanza, de amor, de ilusión y de alegría con la pluma de nuestra fe.
-Dejemos atrás la página de la anti comunidad. Seamos más agradecidos. Reconozcamos, a los que nos rodean o trabajan con nosotros, los pequeños detalles que nos brindan cada día. Estamos llamados a vivir y compartir desde una realidad comunitaria. Iconos de la vida trinitaria, signos del amor trinitario de Dios: Padre, Hijo y Espíritu.
Rafael Pla Calatayud.
rafael@betaniajerusalen.com
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