Comentarios a las lecturas del Domingo XIV del Tiempo Ordinario 7 de julio de 2019
Dios nos llama
a ser testigos humildes de la ternura y consuelo de Dios y poseídos de la
fuerza del Espíritu que viene en ayuda de la debilidad humana.
Los textos de este domingo
están en la clave del camino de Jesús hacia Jerusalén para cumplir su misión
mesiánica. El camino de Jesús es el camino de los cristianos. Por eso él, que
era el Enviado de Dios, envía a setenta y dos discípulos. Este número tiene su
importancia, pues debe ser interpretado como explícita significación de
universalidad. Según el modo de pensar de los antiguos setenta y dos eran los
pueblos que habitaban la tierra. El envío de Jesús es universal, el anuncio de
su Reino es para todos, su salvación alcanza a la humanidad entera. Todo
cristiano es enviado al mundo para predicar el Evangelio no solo con palabras,
sino con los gestos y las actitudes que dan credibilidad: la pobreza, el
desinterés, la renuncia, que más que virtudes son signos de la disponibilidad
hacia el don de la salvación que Dios ofrece a todos y que debemos traspasar a
los demás.
Lo primero que hay que
comunicar es la paz. En un mundo crispado, en una sociedad agresiva, en un
ambiente violento la oferta de paz es siempre válida y actual. El hombre
pacífico es el más valiente, porque crea una convivencia más estable y
transforma el interior violento de las personas. La principal tentación del
cristiano es abandonar su misión pacificadora, ya que no ve frutos inmediatos
ni resultados notorios en la sociedad que tiene otra escala de valores y otra
moral.
Las
lecturas de hoy nos muestran la diferencia entre los que aceptan el mensaje de
Dios y los que lo rechazan. El profeta Isaías ofrece paz, concordia y felicidad
para los últimos tiempos. En su profecía de hoy nos presenta a una Jerusalén
como centro de un gran acontecimiento pacífico y feliz. San Pablo en el final
la Epístola a los Gálatas narra, también, otro final en una concreción de toda
su doctrina. El Apóstol solo se enorgullece de la Cruz de Cristo y de su efecto
en él mismo y en el resto de los fieles. La comunión de Pablo con Jesús hace
que presuma, incluso, de llevar sus marcas. El Evangelio contiene uno de los
episodios más interesantes de la narración de la Buena Noticia. Manda a setenta
y dos a evangelizar.
En la primera
lectura, del profeta Isaías (Is
66,10-14c). El texto, nos presenta las palabras del
profeta que quiere animar a los fieles, verdaderos servidores de Dios a gozar y
alegrarse en una Jerusalén renovada. Es una invitación a la alegría, fruto
característico de la salvación. Debemos alegrarnos porque es grande la «gloria»
(salvación) de Jerusalén, su paz; porque Dios la consuela como una madre a su
hijo. La presencia de Yahvé, causa de tanta alegría, tiene repercusiones
incluso en el mundo físico.
El autor levanta
el corazón del pueblo apelando a Is III proclama ante los escépticos y
desilusionados israelitas un mensaje de consuelo y de esperanza. Is. 66, 7-14
(leed el texto íntegro y no recortado como hace la liturgia) habla del renacer
de un nuevo pueblo mediante la imagen de un parto inesperado. La tierra de Judá
que tenía a sus hijos en el destierro (=muertos) han vuelto (=renacer). El
parto ha sido milagroso, el pueblo nace antes de que la madre sienta los
espasmos del parto (=sin guerras, sin revoluciones...): vs. 7.8b.
El inesperado y
gozoso acontecimiento provoca la sorpresa de todos: "¿quién he oído tal
cosa...?" "¿se engendra todo un país en un solo día...?" (v.
8a). El escepticismo aflora entre los que han vuelto de Babilonia y viven la
dura realidad de la ciudad en ruinas, corroída por la envidia. ¿Será posible? Y
el poeta sale al paso de todas estas objeciones: "abro yo la matriz, ¿y no
haré que dé a luz?" (v. 9). ¿No será capaz de completar su obra el Dios
que hizo posible la vuelta del destierro? El actuar de Dios en el pasado hace
surgir la esperanza en el presente: espera esperanzadora.
Y el poeta se
siente tan seguro de esta realidad rebosante de esperanza que invita ya al
pueblo al gozo y a la alegría (vs. 10-11). El parto inesperado y milagroso de
la nueva ciudad debe transformar los sentimientos de sus hijos: el luto se
convierte en alegría, los huesos áridos y calcinados florecen como el prado (v.
14).
Jerusalén madre
de ubres abundantes, será capaz de saciar todos los deseos, hasta ahora
insatisfechos, de los que volvieron del destierro. Madre no sólo fecunda sino
también tierna, femenina (v.13), que lleva a sus hijos en brazos y acaricia a
los hambrientos de consuelo y de liberación.
Esta ternura divina
es capaz de convertir lo árido, la angustia, la desolación, en verdor, gozo y
esperanza.
Con este nuevo
re-nacer brota la paz y la abundancia. Paz como culmen del progreso, del
desarrollo. El sufrimiento del pueblo debe desembocar en alegría, en
resurrección, en progreso (v. 12; cfr. 60,5s. 13: 61,6). Esta es la auténtica
esperanza. Quedarse en el dolor y regodearse en el mismo es puro
"opio".
La Jerusalén
futura, a la que compara a una madre de "ubres abundantes" que da de
mamar a sus hijos, los sacia y los consuela. Porque a esa ciudad bienhadada
afluirán las riquezas de todas las naciones .
Los hijos e hijas
de Jerusalén, las criaturas hoy dispersas y alejadas en el exilio, serán
traídos en brazos y devueltos cariñosamente a su madre por los mismos pueblos
que ahora los retienen . Y en todo esto experimentarán el favor de Dios, que es
en definitiva el que consuela de verdad a su pueblo.
Volverá la
alegría al corazón de los justos, y los que habían quedado en los huesos verán
que su carne florece como un campo de primavera, después del invierno. La era
de la salvación, el día en que se manifieste el Señor a los que le sirven, será
el tiempo de la abundancia de todos los bienes: justicia, gozo, consuelo, paz...
Siendo la palabra de Dios una gran promesa, la esperanza sigue siendo la fuerza que impulsa la historia
de nuestra salvación.
El responsorial de hoy es el salmo 65 ( Sal 65,1-7.16.20) . Como en muchos salmos de acción
de gracias, se trata aquí de una oración ante todo "colectiva". En
las siete primeras estrofas aparece el "nosotros": Israel recuerda
las maravillas del Éxodo, en particular "el paso del agua", "la
Pascua del Mar Rojo y del Jordán: obstáculos superados por la gracia de Dios...
Pero ésta es también una oración "individual " De pronto se pasa al
«yo" a partir de la estrofa 8: los actos "liberadores" que Dios
hizo en la historia de Israel son "significativos" de todas las
situaciones de prueba aun individuales en que Dios es siempre el mismo, el que
libera.
Desde el punto de
vista poético, admiremos las imágenes tan elocuentes:
-la imagen del
crisol en que se purifica el metal... de igual manera, el sufrimiento purifica
al hombre.
-La imagen de la
trampa, del peso sobre las espaldas... El sufrimiento es terrible, capaz de
bloquear todo y detener el aliento.
-La imagen de las
calamidades del agua, del fuego... ante las cuales el hombre está a menudo
desprovisto, y que sin embargo hay que "atravesar"! hay que
"¡pasar a través de"!
Esplendida la estrofa del salmo de
hoy: "Aclamad al Señor, tierra entera"
En
la segunda lectura de la carta a los Gálatas: Gal
6,14-18. El texto es el final
de la carta a los gálatas, escrito seguramente por el mismo Pablo, en vez de
dictarlo, como ocurre en el resto. Para entender toda la intención de este
fragmento hay que recordar el tema central de la carta (primacía de la gracia
sobre la ley) y el tema aludido en los versículos inmediatamente anteriores:
unos falsos hermanos que quieren obligar a los gálatas a circuncidarse,
aparentemente como signo de fidelidad a la ley, pero en realidad -puesto que ni
ellos mismos la cumplen esta ley- por la vanidad de haber hecho entrar a los
gálatas dentro de su camarilla (vv. 12-13).
Estos se gloriarían de la carne
de los gálatas, es decir, de su cuerpo circuncidado, y quieren evitar la
persecución a causa de la cruz de Cristo (vv. 13 y 12). Pablo, por el
contrario, no quiere gloriarse más que en la cruz de Cristo, y se abraza a ella
hasta sentirse crucificado junto con él (v. 14). La cruz de Cristo es un
misterio de muerte y de vida, que hemos de ir repitiendo, y no sólo
místicamente, cada uno de los cristianos.
San Pablo murió a la ley, como
superioridad acumulada delante de Dios y de los hombres, «crucificó» el mundo,
como poder al que uno se adapta para valer algo, y automáticamente el mundo le
consideró como un crucificado. Cargó con los estigmas (no meramente simbólicos)
de Cristo crucificado: podemos comprender que cuando dice que Cristo
crucificado ha sido "presentado ante vuestros ojos" se refiere a su
aspecto desgraciado en el momento en que se presentó ante ellos.
A través de esta muerte, de
este estar crucificado con Cristo, San Pablo recibía -para sí y para presentes
y futuros cristianos- una vida capaz de convertir en nulo cualquier otro valor.
Puede gloriarse en la cruz de Cristo, porque para él la cruz no es un símbolo
elegante, sino una realidad viva y eficaz, salvadora del mundo: ha llevado la
cruz más que muchos otros, pero también ha visto -más que muchos otros- cómo le
crecían en sus manos los frutos de la redención.
San Pablo había recibido la
circuncisión, pero si debe gloriarse de una señal física no va a ser de ésta,
sino más bien de las marcas que le han quedado de las persecuciones y malos
tratos por la predicación del Evangelio, y por eso dice que lleva en su cuerpo
las marcas ("estigmas") de Jesús (v.17), como una participación de su
pasión.
El texto es como una especia de
resumen de temas importantes en la carta. Sobre todo dos.
La figura del Señor Jesús está
en el centro. Es el único sentido de la vida de Pablo y lo que, en cambio, da
sentido a todo lo demás. Su identificación con El pretende ser total. "Las
marcas" pueden tratarse de alguna señal física de cualquier tipo o también
de marcas morales, porque "cuerpo" no se contrapone a
"alma", sino significa normalmente el "yo". En todo caso se
trata de una señal de la unión con Cristo.
El otro tema es la situación
del hombre, San Pablo en este caso, en Cristo. La "criatura nueva"
(v. 15) es la forma de designar este modo de ser. Indica la radicalidad de tal
situación, comparable a la primera creación. Será necesario insistir sobre este
punto, por sabido casi pasado por encima. Por carecer de punto de comparación
anterior, en un estado de la vida en Cristo no fuera conocido, resulta difícil
para muchos apreciar toda la aportación que el "ser en Cristo" supone
para la existencia humana. Sería preciso caer en la cuenta de cómo ante este
ser nuevo todo lo demás pasa a segundo término, por importante que sea. Ni lo
religioso ni lo humano cuentan separadamente de Cristo.
En el evangelio de hoy (Lc 10,1-12.17-20 ), nos encontramos con un completo relato de envío e invitación a dar a conocer el evangelio.
Los mensajeros, a los que Lucas
no denomina discípulos, van por parejas. Tal vez haya que explicar esta circunstancia
por la noción de testimonio. Según el derecho judío, en efecto, para la validez
de un testimonio se requería la declaración de al menos dos testigos. La
embajada de Jesús la forman, pues, treinta y seis parejas.
-"Designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos
en dos...": Jesús, en su camino hacia Jerusalén, envía un grupo de
discípulos para prepararlo . Ya antes había enviado a los doce en el contexto
del ministerio en Galilea. El número de 72 discípulos
no está claro si es un dato que tiene un simbolismo parecido al de los 12.
Algunos comentaristas han apuntado hacia 72 pueblos nombrados en Gn 10, 2-31,
según la versión griega: se trataría de una referencia a la futura
evangelización de los gentiles. La misión de dos en dos refleja la práctica de
la primera comunidad, pero esto no significa negar que Jesús preparó a los
discípulos para predicar la irrupción del Reino.
-"La mies es abundante y los obreros son pocos... Mirad que os mando como
corderos en medio de lobos": En las instrucciones de Jesús, se detecta
urgencia, prisa y la constatación de la hostilidad en el horizonte. El anuncio
del reino no admite dilaciones, estorbos ni entretenimientos, por eso deben ir
ligeros, deben evitar quedar atrapados por las formalidades sociales ("no
os detengáis a saludar a nadie por el camino").
Dada, sin embargo, la multiplicidad
de lugares por visitar, el número resulta insuficiente: la mies es abundante,
los obreros pocos.
La embajada no será fácil (os
mando como corderos en medio de lobos) y deberá ser llevada a cabo con
prontitud, sin detenimientos superfluos o innecesarios (no llevéis talega, ni
alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino).
Continua con otra serie de
recomendaciones(vs. 5-12) cuyo
denominador común es la importancia del momento. Por dos veces resuena la
frase: Está cerca el Reino de Dios.
No debe perderse el tiempo
buscando alojamiento confortable o comidas bien preparadas. El anuncio del
Reino no permite distracciones, es la urgencia de una cosecha que está a punto
y debe evitarse que se pudra. Las acciones de los discípulos se concretan en
predicar, curar a los enfermos y rezar, ya que no todo depende de su esfuerzo
(Dios es el amo de la mies).
-"Cuando entréis en un pueblo y no os reciban...": El anuncio
del reino no siempre hallará acogida, pero esto no debe provocar el silencio ni
el desánimo. El enviado ya sabe que hallará oposición, como el mismo Jesús. La
amenaza sobre aquellos que rechazan el ofrecimiento del Reino, se piensa
concretamente en la actitud de Nazaret y en la de la aldea de los samaritanos
que no han acogido el paso de Jesús.
La segunda parte de la lectura
presenta el regreso de los discípulos después de su misión llenos de euforia y
el comentario de Jesús que consta de tres partes:
A la vuelta de las treinta y seis
parejas retornando a Jesús " Los
setenta y dos volvieron muy contentos..."
(vs. 17.20), el ambiente es festivo y feliz. Jesús es el Señor. Las fuerzas del
mal, personificadas en demonios, serpientes y escorpiones, están desarmadas. El
propio Satanás, jefe de la corte celeste, ha caído en desgracia y es
fulgurantemente depuesto de su función. En esta misma corte celeste aparece el
libro de registro de los pertenecientes al pueblo santo de Dios.
a) "Veía a Satanás caer del cielo como un rayo": No se trata de
ninguna visión extática, sino de una expresión simbólica que resume los efectos
de la acción que han llevado a cabo los discípulos: ha sido una victoria sobre
el poder de Satanás que atenazaba a los hombres. Frente a la actuación de Jesús
y de los discípulos, Satanás deja de ejercer su función acusadora.
b) "Y no os hará daño alguno": El mal y sus manifestaciones ha
sido sometido a la autoridad que procede de Jesús.
c) " Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo":
Pero el gozo de los discípulos no sólo proviene de que han vencido al mal, sino
porque Dios los ha inscrito en el libro de los salvados (idea del AT: libro de
registro de los que pertenecen al pueblo santo de Dios). No todo está en sus
manos, es Dios quien tiene la última palabra de salvación.
Para
nuestra vida.
El
tema la semana pasada fue la vocación: Jesús nos llama a todos a dejar atrás el
pecado y seguirle.
Hoy el tema es la misión.
La primera
lectura es una invitación a la alegría, fruto característico de la salvación. Debemos
alegrarnos porque es grande la «gloria» (salvación) de Jerusalén, su paz;
porque Dios la consuela como una madre a su hijo. La presencia de Yahvé, causa
de tanta alegría, tiene repercusiones incluso en el mundo físico.
Se
nos proclama la paz y bondad que Dios dará a su pueblo si son fieles a la
Alianza, pero ellos son responsables si se alejan de Dios. He aquí, dice el
Señor, que voy a derramar sobre Jerusalén la paz como un río, la gloria de las
naciones como un torrente desbordado. Dios llenará de consuelo a cuantos se
encuentren en el recinto de la Iglesia. Como cuando a uno le consuela su madre,
dice el Señor, así os consolaré yo a vosotros. Como consuela una madre. No pudo
el Señor buscar una comparación más entrañable, más cercana al corazón huérfano
del hombre. Como una madre, de la misma forma, con la misma ternura, con el
mismo cariño.
La alegría del pueblo de Israel cuando
contempla su renacer después de todas las amarguras del destierro la muestra el
tercer Isaías con la figura del parto y los hijos recién nacidos que necesitan
de la madre para mamar de sus pechos y recibir sus consuelos, los llevaran en
sus brazos y sobre las rodillas los acariciarán. Están en la mano del Señor y
como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo.
La figura de Dios Madre es muy querida
para los profetas. Sin duda la experiencia familiar del padre, de la madre y de
los hijos, es quizás la más admirable y comprensible para todos, cuando se
quiere hablar del amor de Dios.
Cuando la Biblia habla de Dios Padre,
ciertamente no está determinando el género masculino de la divinidad. Es cierto
que esta denominación y esta traducción están condicionadas sociológicamente y
sancionadas por una sociedad de carácter varonil. Pero, realmente, a Dios no se
le quiere concebir simplemente como a un varón. Sobre todo en los profetas,
Dios presenta rasgos femeninos maternales. La noción de Padre aplicada a Dios,
debe interpretarse simbólicamente. Padre es un símbolo patriarcal -con rasgos
maternales-, de una realidad transhumana y transexual que es la primera y la
última de todas.
Esa ternura del amor de Dios queda
expresada de manera inigualable en la figura de la madre: ¿Puede una madre
olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues aunque
ella se olvide, yo no te olvidaré (Is 49,15). Como a un niño a quien su madre
consuela, así los consolaré yo (Is 66,13).
Realmente
el pueblo se sentía hijo de Yahveh. Desde la primera experiencia salvífica de
Dios en la salida de Egipto, el Señor ordenó a Moisés decir al Faraón: Así dice
el Señor. Israel es mi hijo primogénito, y yo te ordeno que dejes salir a mi
hijo para que me sirva (Ex 4,23). Y esa seguridad que la experiencia de
Dios-Padre daba a los israelitas no les permitía sentirse huérfanos porque, si
mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá (Sal 27, 10).
El responsorial de hoy es el salmo 65. Se trata de un
salmo cuya primera parte es un himno de alabanza y luego, a partir del
versículo 13 continúa con una acción de gracias.
Los motivos de la alabanza son el
poder soberano de Dios en favor de la humanidad, los prodigios que vivió el
pueblo a la salida de Egipto, el paso del Mar Rojo y como se fueron rindiendo
los enemigos.
Se invita a todos los pueblos a alabar
al Señor, ya no por las acciones pasadas sino por los beneficios a la comunidad
del salmista que se convierten entonces en motivos para la acción de gracias,
peligros y pruebas ante las cuales la comunidad acude al Señor quien los
escucha.
Todo el salmo es una invitación a los
oyentes: la tierra entera, el pueblo de Israel, y los fieles a Dios, para alabar
al Señor y dar gracias, porque Dios nos salva y nos protege aunque nos haga
pasar por fuertes pruebas.
Ya vimos cómo Israel vivió este
salmo. Releámoslo ahora poniéndolo en la boca de Jesús, que pasó de la muerte a
la vida por su Resurrección. Jesús es el nuevo Israel, el hombre universal; así
como el pueblo judío tuvo que atravesar el Mar Rojo y el Jordán, así también
Jesús fue "purificado en el crisol de la Pasión". Nadie mejor que El
ofreció un "sacrificio de acción de gracias". Nadie mejor que El
invitó a todo el universo a asociarse a su eucaristía.
Sobre el valor purificador del
sufrimiento, Jesús tuvo palabras que expresaron el secreto de su alma valerosa:
¡"toda rama que produce fruto mi padre la poda y limpia para que dé
más"! (Jn 15,2).
San Pablo en la segunda lectura, nos
recuerda rasgos fundamentales de la fe cristiana. Comienza expresando que él se gloria solamente en la cruz de Jesucristo. ¿Para qué ser
bien vistos por los humano si no puedo gloriarme en la cruz de Cristo?.
En la despedida de su carta a los
Gálatas, Pablo de manera muy sintética reafirma dos de sus temas preferidos. La
salvación no se da por la ley, y el hombre en Cristo es una nueva criatura.
La circuncisión era una muestra clara
del cumplimiento de la Ley, pero Pablo les dice a los Gálatas que la salvación
no proviene de la ley sino de Cristo. Y se apoya en la Cruz, signo de ignominia
para los romanos, los paganos y los judíos, que ahora es el signo de la
victoria y de la salvación, y por eso Pablo se gloría en ella, como también
todos los cristianos, porque de ella brota la vida.
Circuncidarse o no circuncidarse no es
lo importante. Lo importante es renacer como nueva criatura. El mundo de la ley
ha muerto. Ya no hay diferencia entre judíos y paganos. Ya no hay circuncisos e
incircuncisos, lo único que cuenta es el hombre nuevo, el hombre que es capaz
de superar la tragedia del pecado y realizar el proceso de la resurrección de
Jesús, para vivir como un hombre nuevo.
Somos criaturas
nuevas. Pablo da ejemplo del cristiano que sabe que la cosa más importante y
clave en la vida es Jesucristo. Todas las otras cosas del mundo merecen, en
comparación, indiferencia. Al rechazar el evangelio nos engañamos a nosotros
mismos. No es Dios quien nos condena, somos nosotros mismos. Por eso, en la
sociedad de hoy, los cristianos tienen que estar preparados para no dejarse
engañar por los que rechazan el evangelio.
Esta carta es la única en la que la
palabra hermanos sirve para el saludo final. Hay, sin duda, en ello una
intención y una llamada. Que la fraternidad vuelva a ser algo propio y querido
de los gálatas y que dimane de una sola fuente: la gracia del Señor Jesús.
Querer construir una sociedad más pacífica y justa al precio de un
comportamiento injusto con los que vivimos cada día es construir castillos en
el aire.
En
el evangelio oímos las palabras de Jesús " La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la
mies que mande obreros a su mies",
palabras que siguen teniendo vigencia, porque también hoy es mucha la mies y pocos los obreros.
Por segunda vez en el evangelio de
Lucas, Jesús envía a sus discípulos a la misión. Ahora la época de la cosecha
ha llegado y es necesario muchos obreros para recoger la mies; son setenta y
dos, un número que evoca la traducción de los Setenta en Génesis 10, en donde
aparecen setenta y dos naciones paganas. Jesús va camino hacia Jerusalén, el
camino que debe ser modelo del camino de la Iglesia futura. Salen de dos en dos
para que el testimonio tenga valor jurídico según la ley judía (cfr. Dt 17,6;
19,15).
La misión no será fácil debe llevarse
a cabo en medio de la pobreza, sin alforjas ni provisiones. La misión es
urgente y nada puede estorbarla, por eso no pueden detenerse a saludar durante
el camino; tampoco los discípulos deben forzar a nadie para que los escuchen
pero sí es el deber anunciar la proximidad del Reino.
Este modelo de evangelización es
siempre actual. Ciertamente es una tarea difícil si se quiere ser fieles al evangelio
de Jesús. Muchas veces por una falsa comprensión de la inculturación se hacen
concesiones que van contra la esencia del evangelio.
Cuando los discípulos regresan de la
misión están llenos de alegría. Hay una expresión que merece un poco de atención:
Hasta los demonios se nos someten en tu nombre. ¿Qué significado tienen los
demonios? Una breve explicación del término se dará al final.
Jesús manifiesta su alegría porque se
han vencido las fuerzas del mal, porque él rechaza cualquier forma de dominio,
y exhorta a sus discípulos a no vanagloriarse por las cosas de este mundo. Lo
importante es tener el nombre inscrito en el cielo, es decir participar de las
exigencias del Reino y vivir de acuerdo con ellas. (cfr. Ex 32,32).
Hay otro motivo de alegría para
bendecir la Padre. Sus discípulos son una muestra de que el Reino se revela a
los sencillos y humildes. No son los conocimientos lo que permite la
experiencia del Reino. Es esa experiencia de Dios por medio del contacto íntimo
con Jesús y su seguimiento.
Todos los discípulos de Jesús tenemos
vocación misionera, es decir, que estamos llamados a predicar y anunciar el
evangelio de Jesús, esto es algo
evidente para todos los cristianos.
Hay que reconocer que en el mundo que
vivimos es mucha la tarea y escaso el número de los que son responsables, con
seriedad, en esta tarea de anunciar el evangelio y con ello colaborar con la
obra de Dios de transformar el mundo. De ahí que hayamos de rogar, una y otra
vez, al dueño de la mies para que envíe obreros a su mies, para que despierte
la conciencia dormida de tantos como se dicen cristianos.
Importantes los consejos de Jesús para
realizar esta tarea; "Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni
alforja, ni sandalias… Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta
casa”.
No caigamos en la tentación de querer imponer nuestro cristianismo por la
fuerza, o con prepotencia u ostentación, o con orgullo. Debemos mostrarnos
siempre ante los demás con mansedumbre, con humildad, con deseo de servir, no
de dominar. Jesucristo, cuando, después de su resurrección, se presentaba a sus
discípulos, lo primero que les decía era: “la
paz esté con vosotros”. Seamos nosotros, como seguidores de Jesús, hombres
de paz, pacíficos y pacificadores. Ya decía san Francisco de Sales que se
atraían más moscas con una gota de miel, que con cien barriles de vinagre. La frase
de Jesús: “Como corderos en medio de
lobos”, debemos aplicárnosla a nosotros mismos, antes que pensar que todos
los demás son lobos.
En el texto del
evangelio vemos la reacción de los
setenta y dos enviados. Volvieron contentos y dijeron: “Señor, hasta los demonios se nos someten en
tu nombre". Más de una vez nos ha invadido este tipo de alegría. Jesús
nos dice: "No estéis alegres porque
se os sometan los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están
inscritos en el cielo". Es un buen aliento para cuando nos sentimos
fracasados. No debemos olvidarnos nunca de que somos "instrumento" en
sus manos. Evangelizar no es la tarea exclusiva de los pastores del pueblo de
Dios, ni monopolio de los misioneros de vanguardia. Toda la comunidad eclesial
es misionera siempre y en todo lugar. Evangelizar es su misión y su dicha. Con
tal de que estemos evangelizados nosotros mismos, todos los cristianos podemos
y debemos ser evangelizadores, pues por los sacramentos de la vida cristiana
participamos de la misión profética de Cristo. Hoy, más que de conquista se
habla experiencia y de testimonio. Es este testimonio de los cristianos lo que
mejor puede llamar la atención del hombre de hoy, harto de propaganda,
palabrería y falsos mesianismos. Hoy como ayer, lo que más necesita es el
evangelio vivido. Es verdad que hemos de emplear todos los medios a nuestro
alcance para difundir la fe, con tal que se avengan con las instrucciones de
Jesús en el evangelio de hoy: pobreza y solidaridad, y no avasallamiento y
poder.
Nuestra misión,
hoy como en los tiempos de Jesús, es ser
mensajeros de la paz y la alegría. Los auténticos seguidores de Jesús seremos
capaces de, en su nombre, lograr la transformación de la vida de las personas y
de las realidades sociales en las que vivimos. El Evangelio no es intimismo, no
es buscar el solo bienestar interior sino que es una llamada a salir de
nosotros mismos para llevar a los demás la alegría que tenemos en el corazón.
Es una propuesta maravillosa, que no se impone por la fuerza.
A estas alturas
de la reflexión una pregunta: ¿Te sientes enviado por Jesús?.No olvidemos que
nos envía con la fuerza del espíritu.
"Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y
todo el ejército del enemigo".
¡Cuántas
serpientes y escorpiones en nuestro mundo, destruyéndonos impunemente!: Los
demonios de la lujuria, de todo tipo de adicción, de la mentira, el robo, la
violencia... todos los pecados son serpientes y escorpiones. ¡Si
creyéramos en el poder de Jesús para liberarnos y ayudar a liberar a nuestros
hermanos!
Jesús envía a los suyos a anunciar que
está cerca el Reino de Dios. Cuando hablamos
del Reino de Dios no es algo abstracto sino muy real y presente: es la
presencia y cercanía de Dios a nuestra vida cotidiana. Dios que nos ama, quiere
estar cerca de nuestra vida.
Jesús envía y para que los enviados no vayan con
las “manos vacías”, les da su paz para que la ofrezcan y la dejen a cuantos les
aceptan; les pide que curen a los enfermos como signo y presencia del Reino.
Algunos siempre piensan que “eso del Reino” es algo “espiritual”, que
afecta “al más allá”. No es así en Jesús: el Reino se
hace presente en formas tangibles y concretas:
salud, bienestar, cercanía, solidaridad, fraternidad…
Esta es la
Buena Noticia.
No hay razón de
temer. Es Jesús quien nos envía con el poder de su Espíritu que nos acompaña
siempre. El nos corrige, enseña y protege en el camino. ¡Demos pues el paso de
fe!
Rafael Pla Calatayud.
rafael@betaniajerusalen.com
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