domingo, 14 de julio de 2019

Comentarios a las lecturas del Domingo XV del Tiempo Ordinario 14 de julio de 2019


Comentarios a las lecturas del Domingo XV del Tiempo Ordinario 14 de julio de 2019

La primera lectura  (Dt 30,10-14) es la conclusión del texto Dt. 29, 28-30, 14: es la llamada a convertirse, escuchar, guardar los preceptos, amar a Dios... con todo el corazón y con toda el alma (vs. 10). "Moisés habló al pueblo diciendo: escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos…"
El Deuteronomio en esta sección se adentra, por su parte, en ese terreno de la comprensión-incomprensión (Dt 29, 3. 28) y define la ley como una mediación que hace accesible al Dios distante; sólo que entonces pudiera ella misma revestir su misterio. La predicación afirma que la ley no es "tan misteriosa que te exceda, ni tan distante que te sea inaccesible"; no está en el alto cielo o en Dios mismo, ni a distancias espaciales, que no sea dado recorrer. La ley ha sido "dada" y ha sido "promulgada"; está dentro del pueblo de la alianza, y éste la puede pronunciar con su boca, memorizarla y meterla en su interior.
El carácter tardío de este texto de hoy (una especie de «homilía a los desterrados») se advierte en su preocupación por los que han desobedecido y han ido al destierro. El carácter cultual aparece en la reiteración de la palabra «hoy» (siete veces), en la experiencia de la cercanía de la palabra de Dios («la palabra está cerca de ti»: v 14) y en el enfático llamamiento a la conversión.
La meditación o reflexión sobre el castigo infligido por Dios deben llevar al israelita a la conversión, al cumplimiento del pacto con toda sinceridad. Así Dios se compadecerá de Israel y hará prosperar todas sus empresas.
Los vs. 11-14 se refieren a la comprensión/incomprensión de los mandatos divinos y no hacen más que desarrollar el pensamiento de la introducción: lo oculto de Dios el hombre no puede descubrirlo por sí mismo, pero se hace claro y manifiesto porque la palabra divina lo ha revelado en forma de mandatos y de preceptos (29, 28).
La cercanía de la palabra se expresa con gran elocuencia, con fuerza y cadencia rítmica: «El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda..., no está en el cielo...; ni está más allá del mar... El mandamiento está a tu alcance, en tu boca y en tu corazón» (11-14), cúmplelo. Todo buen judío sabía el decálogo de memoria y le guardaba en su corazón. Otra cosa es que lo cumplieran en su vida ordinaria.
La ley de la alianza es realmente fácil y está cercana, cuando se la ha hecho algo propio. Sin ese grado de apropiación es carga insoportable. Cuando es expresión de la urgencia de responder al Dios que se ha revelado salvador, la ley viene impulsada desde dentro. Es como la voz de Dios que habla en el interior de la persona. Entonces no hay distancia entre el hombre y la ley; ni es la mera fuerza humana la que se despliega en la tarea de cumplirla, sino la fuerza de Dios que anima al hombre. Las expresiones "en tu corazón", "en tu boca" aluden a ese estar de la ley dentro del hombre. Es Dios mismo el que está en la vida de la persona, el que pronuncia la palabra que toma cuerpo en la ley, y el que da también la fuerza para poder responder con facilidad a esa palabra.

Hoy el responsorial es el salmo 68 (Sal 68,14.17.30-37). Hay en este salmo tres elementos fundamentales: un análisis profundo de sus  desgracias; un refugiarse incesante, pero alternadamente, en Dios; y las quejas.
El salmista es un individuo injustamente acusado; está, además, seriamente enfermo, y,  para colmo, una cadena de aflicciones de todo color lo aprieta y asfixia.
La apelación es múltiple,  insistente, casi abrumadora, con variadísimos motivos y formas literarias: imploro tu  bondad, tu favor, tu fidelidad; sácame de este barro, por favor que no me hunda, líbrame de  las aguas profundas, que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino.  Acércate a mí, respóndeme en seguida, rescátame, necesito consolación pero nadie me la  proporciona (vv. 14-22).
En los ocho últimos versículos la esperanza levanta, , la cabeza; el alma, hasta  ahora en tinieblas, del salmista comienza a amanecer, y la alegría va impregnando la vida. Y, en una reacción final, el salmista, olvidándose  de sí, entrega palabras de aliento a los pobres y humildes; y el salmo manifiesta una  cosmovisión alentadora de salvación universal.
El salmo celebra la victoria sobre el mal. Afirma a todos los que creemos en el poder de Dios que, por confiar en El, podemos vencer el mal.
68.19-21 Dios libera a su pueblo y aplasta a sus enemigos. La salvación es la libertad del pecado y de la muerte. El pecado y la muerte aplastarán a quienes se niegan a volverse a Dios. Los atrapará el pecado que amaban y los destruirá la muerte que temían. Cuánto mejor será para los que aman a Dios y temen las consecuencias del pecado.
68.34, 35 Cuando consideramos todo lo que Dios ha hecho por nosotros, debemos sentir una sensación abrumadora de temor reverente cuando nos hincamos ante el Señor en su santuario. Alrededor nuestro hay innumerables señales de su maravilloso poder. El poder ilimitado y la majestad inexplicable nos deja sin aliento en su presencia. Cuán afortunados somos de que Dios nos cuida.
El salmo 68 puede proporcionar mucha consolación a las  personas envueltas en la tribulación.


En la segunda lectura de colosenses (Col 1,15-20 ), Acabados los saludos y la oración  por ellos, ahora en los vv.15-20 San Pablo se vuelca de lleno al tema de su carta: la verdad con respecto a Jesucristo; recordemos que Pablo escribe a cristianos, a verdaderos cristianos, de hecho él resalta el amor verdadero de estos creyentes (v.8). Sin embargo, les habla de la preeminencia de Cristo ¿por qué? San Pablo nos presenta un himno que proclama la grandeza de Cristo en su relación con Dios, con toda la creación y, en especial, con la iglesia, que es su cuerpo. Igualmente destaca su obra reconciliadora. Es probable que este himno esté basado en un texto usado en el culto de la iglesia .
Este “himno cristológico” se recoge probablemente de la liturgia bautismal del siglo primero. San Pablo dice a los cristianos de Colosas, es Cristo, no los astros u otros poderes celestes intermedios. Para los cristianos el único que tiene el poder y la gloria es Cristo, no otro poder del orden que sea,
El himno  exalta la divinidad del Señor y su existencia eterna. Nos enseña que la obra de la creación divina estuvo íntimamente ligada a la manifestación de Cristo preexistente. Dios creó todas las cosas que hay en los cielos y en la tierra, las visibles y también las invisibles por medio del Señor y para Él. El Señor mantiene el orden del universo y es quien gobierna a la Iglesia.
También nos habla de su resurrección, que fue el primero en resucitar, o sea que nosotros también resucitaremos algún día al igual que el lo hizo y esa es nuestra esperanza. El propósito de la muerte de Cristo en la cruz del Calvario fue realizar la pacificación del Comos.  Algo muy importante que nos dice este pasaje es que ”El es la imagen del Dios invisible”.  Una imagen es una expresión exacta y Pablo está explicando en este pasaje que Jesús, el hombre, es la expresión exacta de todo lo que es Dios. También el pasaje nos dice que Jesús es “el primogénito de toda la creación”, lo que  significa que el Señor Jesús se halla, en relación con la creación, como el heredero de la propiedad de su Padre. No forma parte de ella, sino que es más bien el propietario de ella, el heredero. Este pasaje es muy útil para combatir las herejías de los Testigos de Jehová quienes niegan la deidad de Cristo.
San Pablo intenta aclarar determinadas ideas que venían de algunas filosofías orientales que se mezclaron con la fe cristiana: Dios es bueno y santo, por lo tanto no puede cohabitar ni tomar parte en lo carnal. Así concluyeron que Jesús fue un espíritu o un ángel, un ser incorpóreo (fantasma) y que fue una manera más en que el ser humano puede alcanzar la divinidad.
Siempre que intentamos explicar la Biblia a partir de una idea o experiencia, siempre que aumentamos, disminuimos o nos basamos en la experiencia (lo que funciona) aparte de la Biblia; se llegará a un error tarde o temprano. Anteponer ideas no bíblicas a la fe nos llevarán, a la larga, a la herejía. La respuesta de Pablo a las filosofías es que Cristo no es un ángel, es Dios encarnado.
San Pablo proclama esta verdad en dos partes:
Del 15-17 Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación.
En los vs. 15-17 trata de la creación desde la perspectiva cristológica. Se suele atribuir al Padre, pero aquí se destaca el papel de Cristo. Por un lado es la imagen perfecta del mismo Padre; por otro, modelo de toda la creación. Es la traducción paulina del texto de Génesis; puede decirse con toda justicia que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Cristo. Es muy importante este aspecto. Porque la imagen y semejanza de Dios, así sin más, puede interpretarse de muy diversas maneras, dado que no podemos conocer a Dios directamente. Intentar hacerlo, intentar comprender al hombre imaginando a Dios, ha dado lugar a especulaciones sobre la espiritualidad del ser humano, su grandeza, etc. Todo ello puede ser muy acertado. Pero es más seguro ver a Dios reflejado y revelado en Cristo. Y a partir de esa imagen de Dios comprender la realidad humana. Porque en el Señor podemos entender mejor lo que somos y lo que debemos ser.
Del 18-20 Cristo es la cabeza de la iglesia, el primogénito de los muertos.
La segunda estrofa (vs. 18-20) trata de la redención, expresada sobre todo con la imagen de la reconciliación. Esta forma de hablar tiene presente la realidad del pecado en el mundo y en el hombre. No es una creación sin manchar. Necesita recuperar su novedad inicial. De hecho los hombres no hemos vivido el plan creacional de Dios. Por eso también Cristo nos reconcilia con El.
Lo cual no significa que Dios esté enfadado con el hombre y tenga alguien que volverlo benevolente respecto a nosotros. Se trata de una imagen, una metáfora. Que es el que dos personas están lejanas y se unen. Efectivamente el hombre está lejos de Dios, por culpa suya.
Pero por la acción de Cristo, aceptada por la fe y la incorporación al Cuerpo de Cristo, se acerca a Dios y se llega a hacer hijo suyo.
Esta amistad tiene como objeto principal al hombre. Pero, por medio de él, también el resto de la realidad tiene una relación positiva con Dios, porque la realidad cósmica tiene también relación con el hombre.

El evangelio de San Lucas (Lc 10,25-37 ), que escuchamos este domingo es todo un camino de conducta para los seguidores de Cristo.
San Lucas interrumpe la dinámica de apoteosis paradisíaca del domingo pasado con la introducción de un personaje en actitud hostil. Se trata de un especialista e intérprete de la Ley o Carta Magna judía, conocida con el nombre de Pentateuco. Aunque Lucas indica la intención del personaje, nada dice sin embargo del alcance o los motivos de la misma. El desarrollo siguiente del texto deja bastante claro que el móvil de Lucas no es polémico, sino constructivo.
El centro de atención lo acapara la palabra prójimo. Tres veces aparece el término: en cita de Levítico 19, 18, en labios del letrado y en labios de Jesús. En base a la cita de Levítico el letrado quiere saber quién es su prójimo. La contestación de Jesús empieza con una historia (un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó...) y termina con una contrapregunta (¿cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo?). Tenemos, pues, la siguiente secuencia: Amarás al prójimo como a ti mismo (Levítico) - ¿quién es mi prójimo? (letrado) - ¿quién se portó como prójimo? (Jesús). A poco que nos fijemos caeremos en la cuenta que la palabra prójimo no tiene el mismo sentido en toda la secuencia.Por un lado van Levítico y Letrado; por otro, Jesús.
La historia que Jesús cuenta desempeña una doble función: por un lado, no responder en los términos de la pregunta; por otro lado, preparar la contrapregunta. El significado de este procedimiento parece bastante evidente: el planteamiento del letrado no es adecuado y debe ser sustituido por otro. La pregunta ¿quién es mi prójimo?, debe dejar paso a esta otra: ¿soy yo capaz de hacerme prójimo de los demás?
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El origen  de la parábola es la pregunta dirigida a Jesús. Jesús no es un cualquiera. Conoce la Ley y sus preceptos. El breve diálogo no crea enemistades, pero tampoco satisface al interlocutor, que no quiere dar su brazo a torcer y añade otra pregunta. El Señor no es un fanático, que se ciña a obrar estricta y únicamente según mandatos, conoce que el hombre respecto a Dios no está aprisionado en una red de preceptos, que el sentido de la Ley y la recta conciencia propia, es más exigente que el texto (recordará San Pablo, que la letra mata, más el Espíritu da vida, (2 Cor 3,6).
 El culto a Dios, ya bien trazado en la Ley, se confirma. También el amor al prójimo. Y junto a eso, la descripción de quien ayuda al necesitado y de quien no. Los que no se acercan al viajero malherido son, precisamente, los más altos representantes de la religión oficial judía. Y el pecado de omisión tiene varias lecturas, porque tanto el levita como el sacerdote no se acercaron al hombre que yacía porque, tal vez, podría estar muerto y la cercanía a un cadáver volvía impuros –según la Ley—a los sacerdotes judíos y no podían actuar. Pero, obviamente, ese era el pretexto. La cuestión básica fue no prestar ayuda. No sentir compasión por el semejante herido y abandonado.
Comparar a un sacerdote, a un levita, a un letrado, con un samaritano era  peyorativo. Estaban considerados como herejes y alejados del culto ortodoxo a Dios que se centraba en Jerusalén. Sin duda, el interlocutor que inició el dialogo con Jesús tuvo que sentirse menospreciado por la comparación. Pero al mismo tiempo, el letrado en cuestión quería distinguirse con malos modos cuando preguntó por la naturaleza de su prójimo. La respuesta de Jesús es muy adecuada y clara.

Para nuestra vida.

En la primera lectura nos encontramos con el error más grave que puede cometer el cristiano y es cerrarse a la palabra de Dios, al mensaje bíblico.
Así los cristianos no correspondemos al amor que Dios nos ha profesado a lo largo de la historia. Muchas veces meditamos los signos de los tiempos, pero no nos convertimos a Él. Le tenemos miedo a sus exigencias y preferimos adorar a los baales; sacrificamos nuestra vida en el ara de realidades y motivos intrascendentes, renunciando así a la correspondencia de amor del Dios liberador.
A los contemporáneos de Moisés, les pasaba algo parecido a lo que nos pasa hoy a los que nos consideramos y nos llamamos cristianos practicantes. Conocemos y valoramos, unos un poco más y otros un poco menos, el evangelio de Jesús. Pero, ¿lo cumplimos? Desde luego, a nivel social, político y de calle, no; individualmente cada uno sabrá hasta dónde llega. Si todos los cristianos, además de conocer el evangelio y valorarlo, lo cumpliéramos, el mundo, nuestro mundo, sería muy distinto al que, de hecho, es. Si de verdad todos los que nos llamamos cristianos practicantes viviéramos convertidos al evangelio, nos comportaríamos de una manera distinta a la que nos comportamos en muchas cosas, referidas directamente al dinero, a la política, a las relaciones personales con los demás, preferentemente con las personas menos favorecidas y más necesitadas. Hagamos todos nosotros hoy el propósito de intentarlo, de convertirnos de verdad al evangelio, de tenerlo en nuestro corazón y en nuestra boca, de cumplirlo.

El salmo responsorial es una invitación a buscar la vida desde la humildad.  " R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón" En esta estrofa se nos indica la condición necesaria para que Dios nos escuche: la humildad y actué en nuestra vida.
Es un salmo en el que nos ponemos ante la benevolencia del Señor, sabiendo lo débiles que somos y lo fuerte que es el Señor.
Comienza resaltando la llamada a la actitud orante:. "Mi oración se dirige a ti". Se fija en el tiempo indicado para obrar Dios: " Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,"
Indica el motivo de porque Dios nos ayuda" por tu gran compasión, vuélvete hacia mí"
Es también una confesión pública de la voluntad salvadora de Dios, su fortaleza es para las persona y también para  Sión.: "Dios salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá".
Ante esa fortaleza el salmista se muestra débil: Yo soy un pobre malherido".
La obra de Dios no debe quedar escondida: "proclamaré su grandeza con acción de gracias"
Expresa la seguridad de la respuesta de Dios: " Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos"
Hagamos  la experiencia, de releer este salmo poniéndolo en boca de los  "pobres" del tercer mundo. Comprenderéis entonces la tentación de violencia revolucionaria  que se fermenta en ciertos corazones. ¿Eres tú uno de aquellos que mediante la oración y  la acción, se comprometen en la verdadera promoción de sus hermanos? "Dios vendrá a  salvar a Sión y a reconstruir las ciudades de Judá... Porque el Señor escucha a los  pobres... "Jesús" en hebreo significa "Dios-salva". Con este salmo podemos orar por la  "salvación" del mundo. La salvación prometida no es un engaño: la hora de Dios vendrá. Vida y felicidad para aquellos que buscan a Dios. La  Resurrección de Cristo es la prenda y garantía : la destrucción de toda fuerza del mal que ha realizado  plenamente en él... Pero nosotros debemos esperar y trabajar avivando un gran deseo con  este salmo.

En la segunda lectura San pablo resalta la importancia de Cristo en la vida cristiana, si Cristo es nuestra cabeza, digamos nosotros con palabras de san Pablo, portémonos cada uno de nosotros como cuerpo de Cristo. San Agustín decía a sus fieles que si al besar la cabeza de la imagen de Cristo, le pisaban los pies, como algunos hacían a veces, en realidad estaban pisoteando a los pobres, porque los pies de Cristo son los pobres. Pensar que estamos comportándonos como cuerpo de Cristo, cuando somos inmisericordes con los pobres y necesitados, es hacer una ofensa al Cristo total del que nos habla san Pablo.
Para ser cristiano y llegar al cielo, una sola cosa es necesaria, y es reconocer a Jesús como el Señor de todo. Pero esta verdad no solamente es necesaria para comenzar el camino sino para continuar el camino de fe hasta su término. Lo que Pablo va a decir ahora es el argumento de toda su carta, de la Biblia y de toda la cristiandad: Jesucristo es Dios.
No hay nada más que necesite un creyente para ser perfecto, solo Cristo. No necesitamos experiencias, filosofías, teorías (los colosenses estaban combatiendo este tipo de ataques, la necesidad de tener experiencias “espirituales” y la ayuda de otros ángeles o entidades espirituales conocidas como “emanaciones” por los filósofos griegos). Las Escrituras afirmen esta verdad: todo lo que necesitamos es Cristo, él es suficiente para nuestra salvación y para vivir en la tierra (Santificación).
Es importante mencionar que los colosenses estaban bajo ataques y peligros (también hoy estamos a veces en peligro de distorsiones). A pesar de ser una buena iglesia, de verdaderos creyentes; habían muchas enseñanzas y filosofías “nuevas” y llamativas. Filosofías como el dualismo platónico, que básicamente propone que todo lo carnal y material es malo, mientras que lo espiritual es bueno. Hoy también hay que estar atentos a estas distorsiones.
Uniendo esta idea con la parábola del samaritano de la que se nos habla en el evangelio de hoy, pensemos que los emigrantes y refugiados, y todas las personas necesitadas, son los pies de Cristo. Si besamos la cabeza de Cristo, en nuestras oraciones y devociones, no pisemos sus pies en nuestro comportamiento diario con las personas necesitadas.
Este himno es una de la partes del Nuevo Testamento donde más ampliamente se comenta y expone el significado de Cristo para todos y para todo.
Nosotros hemos sido llamados a esta plenitud en Cristo, y tenemos ya contacto con ella, aunque no sea más que porque somos miembros de ese Cuerpo del que él es la Cabeza. Pero además tenemos acceso a esa plenitud de una manera visible cada vez que participamos en un sacramento, como, por ejemplo, el de la Penitencia, que es un sacramento que no solemos considerar bajo este punto de vista, y sobre todo cuando celebramos la eucaristía, como hacemos los domingos. De este modo, Cristo, que lo ha creado todo, no cesa de recrearnos.
Tanto en la evangelización primera como e la catequesis debemos de preguntarnos cuándo y cómo  llevamos a cabo la tarea de aconsejar y enseñar. Al responder, debemos tener en cuenta que el mismo anuncio de Cristo lleva consigo mostrar al hombre que lo escucha cuál es el camino de su perfección en Cristo. Hablar de Cristo al hombre significa, pues, invitarlo a cambiar de vida, a comportarse de una manera acorde con lo que se le dice de Cristo. De hecho, nuestro texto -al referirse a Cristo- habla también del hombre.
Una lectura atenta basta para verlo.
El hombre, criatura, ya no trabaja solo, por encima de él está Cristo, imagen de Dios invisible y primogénito de toda criatura (v 15).
En él, por él y para él ha sido creado el hombre, el cual subsiste también en él, que es el primero (16s). Desde su pequeñez, el hombre ve en Cristo toda la plenitud deseada (19).
Los hombres, antes enemigos por su mentalidad y sus malas obras, han sido reconciliados por Cristo en su cuerpo de carne y por su muerte, a fin de que aparezcan ante él santos, sin mancha ni reproche (21s).
Ahora bien, Cristo no está lejos, ni en el espacio ni en el tiempo, sino presente. La Iglesia es su cuerpo, y él es entre los gentiles el misterio que Dios ha manifestado a los santos: «Cristo en medio de vosotros, la esperanza de la gloria» (v 27).
Esta sería la buena nueva de Pablo a los gentiles y el gran descubrimiento de éstos. Y un hombre iluminado con tan gran esperanza no puede seguir viviendo como cuando no la tenía. Además, si quiere que Cristo sea para él lo que se le ha anunciado, debe mantenerse en la fe y no desviarse de la esperanza del evangelio (23).
 Conocer a Cristo exige cambio de vida. Está en juego la libertad del hombre que enlaza con la incapacidad de la palabra para mostrar por sí sola que las cosas son realmente como dice.

Fijémonos en el evangelio, que escuchamos este domingo. es todo un camino de conducta para los seguidores de Cristo.
Para entender esta parábola se debe saber que en el siglo I judíos y samaritanos se odiaban mortalmente. Los segundos fueron excluidos del culto de Jerusalén, se les echa en cara "que no cumplen ni un mandamiento, ni aun los residuos de un mandamientos, y en la práctica se les trata como a paganos [50,20lsl. De modo que la comparación de Jesús, tras hacer ver la dureza de corazón del sacerdote y del levita, en la obra de misericordia del samaritano expone el amor efectivo y práctico al prójimo. El samaritano recoge a aquel hombre indefenso sin tener en cuenta para nada límites nacionales o religiosos. Su amor no conoce fronteras, y en ello se corresponde con el amor de Dios, al que alude Jesús para fundamentar su precepto de amar al enemigo: amad a vuestros enemigos, Dios lo hace también, hace salir su sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos (Mt 5,44par).
Con su pregunta: ¿Quién es mi prójimo? el escriba quiere saber cómo se debe entender, según Jesús, el precepto veterotestamentario del amor (Lev 19,18), qué límites tiene, a quién se debe tratar como prójimo y a quién no. ¿A quién debo considerar objeto de mi amor? Detrás de esta pregunta late la idea (evidente tanto entonces como hoy) de que el precepto del amor obliga al hombre en una ordenación diríamos concéntrica de importancia: hay una progresión gradual en vistas, por ejemplo, a los connacionales, a los familiares, a los vecinos; los que están ya lejos y los enemigos quedan excluidos, fuera de este círculo.
La parábola de Jesús "fuerza" otra concepción: se sitúa al lado del asaltado por los bandidos, y mira con los ojos del molido a palos; al oyente, se le exige un fundamental cambio de perspectiva. La pregunta final se corresponde con el planteamiento: ¿Quién de'estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de salteadores? De modo que Jesús no acepta una pregunta acerca del objeto del amor que aparte de este objeto, una pregunta así ha sido ya convertida en imposible de una vez para siempre. Jesús trata del sujeto (que ama o que, precisamente, rehúsa amar): ¿quién se ha comportado como prójimo? -Para quién soy el prójimo? Y tal pregunta, sometida a tal transformación, pone muy en claro que la exigencia de amar me afecta incondicionalmente; nada tiene que ver con ella el hecho de que el prójimo me parezca merecer o no merecer mi amor. Soy yo quien debo convertirme en prójimo incluso para mi enemigo. Lo cual no me está mandado, sino narrado en la parábola como una posibilidad estimulante y fuente de vida auténtica.
La ética de Jesús no es, radicalmente, una ética imperativa, sino una ética narrativa. La peculiaridad de su exigencia no radica en el contenido, la cosa es clarísima (incluso el precepto del amor a los enemigos se documenta en el antiguo testamento, y fuera del cristianismo), sino en la coordinación complexiva de la palabra y la obra de Jesús con una forma verbal y una estructura que las relacionan dentro de su contexto. Jesús rodea a sus oyentes con historias que pintan y describen lo que exigen, e incluso encarrilan aquello de que hablan. El que oye es atraído, es inducido a identificarse, se contempla a sí mismo, sin intermediarios, en la escena, y se ve confrontado con el papel que te ofrecen; este papel le libera y le acucia hacia una conducta nueva; la narración le da el lugar y el tiempo necesario para ello.
Así la ética narrativa está en situación de preservar la secuencia y el paralelismo de indicativo e imperativo, y no tornarse así "legalista". En la parábola del buen samaritano, por ejemplo, se narra siempre en este sentido como posibilidad real una posibilidad que ha fallado repetidamente. Aquí no hay ni imperativo ni un duro "tú debes". Aquí hay estímulo y atracción. La parábola presupone una posibilidad y le da alas: no pretende mandar amar, sino describir el amor como cosa posible y con ello hacerlo verdaderamente posible.
En último término lo que ocurre en el camino de Jerusalén a Jericó es el gozo del seguimiento al que llama Jesús, es la respuesta a la experiencia de la bondad infinita de Dios, es la fiesta del amor cumplido al prójimo.
El culto a Dios, ya bien trazado en la Ley, se confirma. También el amor al prójimo. Y junto a eso, la descripción de quien ayuda al necesitado y de quien no. Los que no se acercan al viajero malherido son, precisamente, los más altos representantes de la religión oficial judía. Y el pecado de omisión tiene varias lecturas, porque tanto el levita como el sacerdote no se acercaron al hombre que yacía porque, tal vez, podría estar muerto y la cercanía a un cadáver volvía impuros –según la Ley—a los sacerdotes judíos y no podían actuar. Pero, obviamente, ese era el pretexto. La cuestión básica fue no prestar ayuda. No sentir compasión por el semejante herido y abandonado.
El origen de la parábola es  la pregunta de un hombre de leyes  a Jesús.
Ante la pregunta del doctor de la ley -más propia de un examinador, que de uno que humildemente busca a Cristo-, responde Jesús dando un paso de la teoría a la "práctica".
Jesús contesta con una parábola, en la que nosotros nos vemos reflejados..
No es lo importante tanto el conocer como el realizar. Los conocedores de la ley pasan de largo ante la realidad del prójimo; el ignorante, samaritano, se detiene y hace realidad el precepto del amor.
Prójimo no es el que yo busco, es el que se mete de improviso, sin ser llamado, en mi vida. Todos caminamos por la ruta del mundo cargados de bellísimas teorías de paz, amor, justicia; pero la humanidad, el hombre sigue tirado al borde del camino, apaleado y casi muerto. ¿Por qué? Buscamos lo grande, lo llamativo, y el prójimo, ¡es tan pequeño!; queremos dirigir la mirada lejos y el prójimo es tan cercano que le pasamos por alto. No son las teorías las que liberan al hombre, sino las obras. Los teóricos pasan de largo ante lo concreto, que es lo único real, se sumergen en su idealismo y nunca se manchan con la realidad. Lo que salva es vivir y obrar como prójimo, no las teorías sobre la projimidad. El herido es un hombre, sin nombre, sin apellidos, sin pertenencia religiosa o política; y esto basta. Lo único que importa es que nos necesita. "Vete y haz tú lo mismo". No es pensar lo que importa, es hacer.
Demasiadas veces muchos de nosotros, satisfechos con nuestro creciente cumplimiento religioso y bien al tanto de todas las devociones, podemos llegar a ignorar a nuestros hermanos o incluirlos es el lejano apartado de una limosna sugerida. La ayuda directa no la contemplamos ni de lejos e, incluso, nos asusta grandemente. Pero ocurre que muchos de nuestros semejantes van a necesitar en un momento dado una ayuda inmediata, de cercanía física y, probablemente, nosotros se la negaremos.
Meditemos esta parábola, no quedándonos en lo que cuenta y como lo cuenta, sino situándonos nosotros dentro de ella, ¿Que hubiéramos hecho nosotros?.Tal vez sean mejores que nosotros los escribas y los sacerdotes fariseos porque tenían un pretexto legal. Nosotros, generalmente ni eso.
La otra cara de la moneda –muy actual—es olvidar a Dios para dedicarse solo y presuntamente al prójimo. Es posible, claro está, que en la adoración a Dios necesitemos poco tiempo y que nuestro "gran tiempo" debe estar dedicado al prójimo que nos necesite. Pero no se puede cambiar el orden de prioridades porque Dios debe estar por encima de todo. No es pues una cuestión de tiempo, si no de reconocimiento de la prioritaria entrega a Dios. El amor a Dios inunda de paz el amor a nuestros hermanos.
Rafael Pla Calatayud.
rafael@betaniajerusalen.com

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