"Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre
vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis
resistirla (1 Cor 10, 15)
Hoy hay una relación muy bien entretejida, entre los
textos litúrgicos para enseñarnos la ayuda de Dios en nuestro caminar terrenal.
En la primera lectura (Génesis, 9, 8-15) aparece la voluntad de Dios de hacer un pacto
con la humanidad en la persona de Noé: este pacto no está condicionado a la
respuesta del hombre, sino que se basa única y exclusivamente en el amor y la
misericordia de Dios. "Dijo Dios a Noé y a sus hijos: yo hago un
pacto con vosotros y con vuestros descendientes".
Después del diluvio, Dios
promete a Noé un pacto, una Alianza: no volverá a haber otro diluvio que
devaste la tierra. En esta voluntad divina de la Alianza, vemos como la
misericordia de Dios es más grande que el pecado del hombre. Esto debe de
llenarnos de agradecimiento a Dios y debe animarnos a serle fieles, movidos más
por su amor, que por el miedo a sus castigos. Lo mismo que la misericordia de
Dios para con nosotros se basa únicamente en su amor incondicional a nosotros,
así nosotros debemos responder con fidelidad al amor de Dios. Las normas morales
que se basan únicamente en el miedo al castigo, aunque sea pedagógicamente, no
son, teológicamente, las más fieles a la realidad narrada en los textos bíblicos.
El salmo responsorial (Salmo 24), de hoy resume
esta realidad de la misericordia divina anunciada ya en la primera lectura.
TUS SENDAS,
SEÑOR, SON MISERICORDIA Y LEALTAD PARA LOS QUE GUARDAN TU ALIANZA.
Señor,
enséñame tus caminos,
instrúyeme
en tus sendas:
haz que
camine con lealtad;
enséñame,
porque tú eres mi Dios y Salvador.
Recuerda,
Señor, que tu ternura
y con tu
misericordia son eternas.
Acuérdate de
mí con misericordia,
por tu
bondad, Señor.
El Señor es
bueno y es recto,
y enseña el
camino a los pecadores
hace caminar
a los humildes con rectitud,
enseña su
camino a los humildes.
San Pedro en su Primera Carta (3, 18-22), nos recuerda
que llegada la plenitud de los tiempos, se obró un gran prodigio en favor de
los humanos. La salvación no fue pura quimera, fue una realidad al alcance de
todos y cualquiera, gracias a la obra de Jesús. Él Hijo de Dios , trae la salvación
universal a todos. Muchos esperaban la
salvación desde los tiempos de Noé y hasta antes. La Palabra de Dios sigue viva
y eficaz. En este inicio del tiempo de Cuaresma, la Palabra ha de llevarnos a
una conversión más profunda, a un sentirse impregnados, por el mensaje, de
salvación que nos anuncia y proclama la Palabra.
En Evangelio de hoy (Marcos, 1,
12- 15 ) nos presenta las
tentaciones de Jesús en el desierto. "El Espíritu empujó a Jesús al
desierto".
El desierto, en la vida de cualquier persona, es un camino inherente a la
condición y naturaleza humana. Hablar de desierto en el camino de la vida
cristiana es hablar de momentos difíciles por los que tendremos que pasar.
Pueden ser dificultades físicas, en forma de enfermedad, o dificultades
psicológicas y espirituales, en forma de crisis interiores y tentaciones, o
problemas sociales, en forma de dificultades económicas, relaciones laborales o
familiares. Todos los santos y todas las grandes personas tuvieron que pasar
por desiertos interiores o exteriores, antes de llegar a ser lo que fueron.
También
Cristo, como hemos visto hoy en este
relato de san Marcos, tuvo que pasar por el desierto, antes de comenzar su vida
pública. Y no lo hizo empujado por sus deseos más naturales, sino empujado por
el Espíritu. El desierto fue para Jesús un lugar de privaciones materiales y de
tentaciones espirituales, el desierto es lugar de prueba y de fortalecimiento. También
todos nosotros deberemos aceptar los momentos de desierto interior y exterior,
si queremos caminar fuertes en nuestra vida.
En la Liturgia
de las Horas hay un himno que nos habla del desierto de nuestro corazón. Nos
puede servir de meditación.
Hoy sé que mi vida es un desierto,
en el que nunca nacerá una flor,
vengo a pedirte, Cristo jardinero,
por el desierto de mi corazón.
Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.
Para que nunca ahoguen los fracasos
mis ansias de seguir siempre tu voz,
pon, Señor, una fuente de esperanza
en el desierto de mi corazón.
Para que nunca busque recompensa
al dar la mano o al pedir perdón,
pon, Señor, una fuente de amor puro
en el desierto de mi corazón.
Para que no busque a mí cuando te busco
y no sea egoísta mi oración,
pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra
en el desierto de mi corazón. Amén
(
Lunes II semana, laudes)
(Anónimo)
Jesús, el protagonista, llevado al desierto
por el Espíritu, es tentado por el maligno, en esos los míticos cuarenta días.
Se dejó tentar, permitió que fuera atacado por los enemigos peores que el
hombre tiene, aquellos que surgen de su mismo interior. El hambre que procede
del estómago, era expresión de otras muchas tentaciones, más difíciles de
superar. Vivía entre alimañas, servido por ángeles. Exactamente como nosotros
nos sentimos rodeados, atacados, pero protegidos por el favor de Dios que nos ayudara a superar las
tentaciones. En los caminos de la vida Dios nos ofrece su ayuda, su colaboración
Resumiendo el contenido de las lecturas, nos percatamos
de que estamos llamados a iniciar este
tiempo de Cuaresma , percatándonos de que el mal y la tentación están cerca de
nosotros. En este domingo se nos sitúa ante nuestra responsabilidad en las
tentaciones de la vida. La tentación está ahí, acecha a todo ser humano. Lo
malo no es ser tentado, Jesús también lo fue, lo malo es caer en la tentación. Está
nuestra capacidad de elegir: de consentir o de vencer. El evangelio de Marcos
en este primer domingo de Cuaresma nos presenta este lado profundo y real del mal. Pero también presenta a otras
realidades que nos ayudaran a buscar y vivir en el bien: El Espíritu, Jesús,
Dios y su proyecto. Toda vida humana pasará la prueba de la tentación. La
tentación es la posibilidad, siempre presente, de abrirle las puertas a fuerzas
que se oponen al proyecto fraterno de Dios. El seductor es el que me aparta de
mí mismo. Una gran tentación es eludir nuestras responsabilidades y así vernos
libres del trabajo que comporta una vida entregada a la misión que Jesús nos
encomienda. Sin embargo, en nosotros hay una llamada a dejarnos guiar por el
Espíritu, a optar por Dios como compañero de camino, nunca para manipularlo y
servirnos de Él, sino para que se realice el destino de vivir en libertad, pese
al “poder de las tinieblas”. No olvidemos que el actor principal de la
tentación es ya un ser vencido por la muerte y resurrección de Cristo. tendrá
sus artimañas pero es ya un derrotado.
La Cuaresma es
un tiempo de conversión y por ello es un tiempo privilegiado para la oración.
La oración es esencial para entender y comprender la voluntad de Dios. Y si no
la entendemos ni la comprendemos es porque, muchas veces, no valoramos los
desiertos de la oración, el silencio, la reflexión o la lectura asidua de la
Palabra de Dios.
Que el Señor
nos ilumine en este tiempo de camino a la Pascua:
a)
Ante la tentación del materialismo, el saber defender el “ser” antes que el
“tener”. Cuántos hermanos nuestros viven en situaciones de dificultades y de
desencanto porque no han sabido medir ni controlar su avaricia
b)
Ante el incentivo de la vanidad hay que adorar al Único que se lo merece: a
Dios. La vanagloria, los aplausos y el engreimiento son fiebres que se pasan en
cuatro días ¿Qué queda luego? Las secuelas de las grandes soledades.
c)
Ante la incitación del poder, el dominio de uno mismo. El poder en la vida de
un cristiano es el servir con generosidad y el ofrecer sin esperar nada a
cambio.
En
esta cuaresma se nos invita a dedicar tiempo a analizar nuestras tentaciones
más frecuentes y nuestra actuación en ellas. Si vivimos en intimidad con el Señor Dios, Él no permitiría que la tentación supere nuestras
fuerzas, ni nuestra capacidad de evitarla. Y, sin embargo, caemos una y otra
vez. La realidad es que cuando se analiza nuestra caída y la naturaleza del
pecado cometido vemos que a veces,
demasiadas veces ha sido por imprudencia . Vamos directamente al engaño por
falta de cuidado o reflexión.. La realidad
es que la tentación existe, que es persistente, si le dejamos sitio. Y la mejor
forma de salir de ella es no dar pábulo a sus argumentos. Ahí lo de huir no es
de cobardes, sino de perspicaces e inteligentes.
"Quien quiera servir a Dios puede contar con tentaciones, preparase contra ellas; el mejor preparativo es armarse de
fortaleza, para hacerles frente cuando vengan (San
Francisco de Sales)
El ocio y la pereza es origen de muchas
tentaciones.: la tentación nunca nos coge tan flacos como
cuando estamos tan ociosos"...“No
dejéis que se entretenga vuestro espíritu en pensamientos varios e inútiles; si
se acostumbra a éstos, luego pasará más allá, deteniéndose en los malos y
nocivos”.(San Francisco de
Sales).
“Combates tendréis y no pequeños, porque nuestros enemigos son muchos y
muy crueles, por tanto no os descuidéis; si no, luego sois perdidos. Si los que
velan aún tienen trabajo en guardarse, qué pensáis será de los descuidados,
sino ser todo vencidos” (San
Juan de Ávila)
Las
tentaciones actúan en el hombre de tres maneras:
1º engañando el entendimiento con falsas ilusiones, por ejemplo: me
salvaré aunque siga pecando, con esto seré feliz...
2º Debilitando nuestra voluntad, debilitándolo a base de caer
continuamente en la comodidad, la negligencia, la fantasía, dejándome llevar
por la pereza, etc.
3º instigando a los sentidos internos, principalmente la
imaginación, ofreciendo imágenes sensuales, soberbias, odios, envidias etc.
La tentación
sólo puede incitar a pecar, pero nunca nos puede obligar a pecar, porque la voluntad permanece dueña
de la libertad. También contamos con la ayuda de Dios, su presencia, su
Palabra, la gracia divina. La tentación es pecado, no cuando la sentimos, sino cuando
voluntariamente la consentimos.
Pero estamos
ya inmersos en la historia de Salvación divina.
San Juan de Ávila nos advierte: "el hombre que se cree a sí mismo no ha menester
demonio que lo tiente, que él es demonio para sí."
Esto es verdad, , pero también es verdad que detrás de cada tentación,
directa o indirectamente, está el demonio.
El oficio del demonio es tentar, llevar a los
hombres a pecar.
El demonio empieza con una sugestión o mera
representación del mal y después
sigue con complacencia deliberada y consentimiento de la libertad.
Las tentaciones se vencen con la frecuencia de
los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, la oración, la mortificación
de los sentidos, la abnegación del entendimiento y de la voluntad, la huida de
las ocasiones de pecado y, sobre todo, con la oración.
Santa Teresa nos advierte:"Son tantas
veces las que estos malditos demonios me atormentan,
y tan poco el miedo que ya los he,
con ver que no pueden menear si el
Señor no les da licencia…
Sepan que
cada vez se nos da poco de ellos quedan con menos fuerza y el alma muy más
señora…
Porque no
son nada sus fuerzas si no ven almas rendidas a ellos y cobardes que aquí
muestran ellos su poder” (Santa
Teresa de Jesús)
Textos del Catecismo de la iglesia Católica
para el Primer domingo de Cuaresma
CEC 394, 538-540,
2119: la tentación de Jesús
CEC 2846-2949:
"No nos dejes caer en la tentación"
CEC 56-58, 71: la
Alianza con Noé
CEC 845, 1094,
1219: el Arca de Noé prefigura la Iglesia y el Bautismo
CEC 1116, 1129, 1222: Alianza y sacramentos
(especialmente el Bautismo)
CEC 1257, 1811:
Dios nos salva por medio del Bautismo
No hay comentarios:
Publicar un comentario