Primer Domingo,
Ciclo B: 30 de noviembre 2014.
Presentamos este poema de Pedro Casaldàliga, que nos puede
ayudar a caminar en este tiempo de Adviento.
"Hay que nacer de nuevo, hermanos Nicodemos"
"De esperanza en esperanza, de pesebre en pesebre, todavía hay
Navidad"
Sube a nacer conmigo,
dice el poeta Neruda.
Baja a nacer conmigo,
dice el Dios de Jesús.
Hay que nacer de nuevo,
hermanos Nicodemos
y hay que nacer subiendo desde abajo.
dice el poeta Neruda.
Baja a nacer conmigo,
dice el Dios de Jesús.
Hay que nacer de nuevo,
hermanos Nicodemos
y hay que nacer subiendo desde abajo.
De esperanza en esperanza,
de pesebre en pesebre,
todavía hay Navidad.
Desconcertados por el viento del desierto
que no sabemos de donde viene
ni adonde va.
Encharcados en sangre y en codicia,
prohibidos de vivir
con dignidad,
sólo este Niño puede salvarnos.
de pesebre en pesebre,
todavía hay Navidad.
Desconcertados por el viento del desierto
que no sabemos de donde viene
ni adonde va.
Encharcados en sangre y en codicia,
prohibidos de vivir
con dignidad,
sólo este Niño puede salvarnos.
De esperanza en esperanza,
de pesebre en pesebre,
de Navidad en Navidad.
Siempre de noche
naciendo de nuevo,
Nicodemos.
de pesebre en pesebre,
de Navidad en Navidad.
Siempre de noche
naciendo de nuevo,
Nicodemos.
“Desde las periferias existenciales;”
con la fe de Maria
y los silencios de José
y todo el Misterio del Niño,
hay Navidad.
con la fe de Maria
y los silencios de José
y todo el Misterio del Niño,
hay Navidad.
Con los pobres de la tierra,
confesamos
que Él nos ha amado hasta el extremo
de entregarnos su propio Hijo,
hecho Dios venido a menos,
en una Kenosis total.
Y es Navidad.
Y es Tiempo Nuevo.
confesamos
que Él nos ha amado hasta el extremo
de entregarnos su propio Hijo,
hecho Dios venido a menos,
en una Kenosis total.
Y es Navidad.
Y es Tiempo Nuevo.
Y la consigna es
que todo es Gracia,
todo es Pascua,
todo es Reino.
que todo es Gracia,
todo es Pascua,
todo es Reino.
Pedro Casaldàliga
La necesidad que tenemos de la
venida del Señor a nuestro encuentro, para poder ser salvos.
Lo cantamos todos los años al
comenzar el Adviento: rorate, Coeli, desuper et nubes pluant justum: destilad,
cielos, el rocío y lloved, nubes, al justo.
.En la primera lectura de Isaías 63,
16b-17. 19b; 64, 2b-7, se nos proclama “Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre,
nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos, obra de tu mano”.
En este bello texto del tercer Isaías el profeta pone en boca del pueblo un
grito de auxilio al Señor Yahvé, su padre y redentor, para que no les deje
desamparados y solos. El pueblo reconoce que su pecado es la causa de sus males
y, por eso, pide al Señor que, como padre que es, olvide las culpas de sus
hijos y les salve: no te excedas en la ira, Señor, no recuerdes siempre nuestra
culpa; mira que somos tu pueblo. ¿Qué relación puede tener este texto con el tiempo
de Adviento que hoy comenzamos?. Desde las palabras de
esta primera lectura se anuncia la espera del Adviento¡ “Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu
presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído
oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en el.
Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos.
Salmo
responsorial (Salmo 79) imploramos la necesidad de la ayuda del Señor, sin esa
ayuda,caeremos como las hojas del árbol en otoño y
nuestras maldades nos arrastrarán como el viento. Por eso, nosotros rezamos hoy
en el salmo responsorial: Oh Dios,
restáuranos, que brille tu rostro y nos salve. Es el grito que dirigimos a
Dios desde la desesperanza, el desánimo o la impotencia. Es posible que incluso
le pidamos que venga sobre el mundo su castigo para que reaccione, que baje
desde el cielo y derrita los montes para imponer la auténtica justicia, como
dice el profeta Isaías.
¿Qué oímos en la
segunda lectura de la primera carta San Pablo a los Corintios (1,3-9).
“La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor
Jesucristo, estén siempre con vosotros”. Esto es lo que san Pablo pedía
siempre al Señor para los fieles de Corinto, al comienzo de sus eucaristías.
Esto mismo es lo que hemos pedido hoy nosotros al Señor cuando comenzamos nuestra eucaristía: la gracia y la
paz de Dios nuestro Padre y de nuestro Señor Jesucristo. Esto mismo es lo que
necesitamos pedir cada uno de nosotros, y toda la sociedad en general, en este
primer domingo del Adviento: la gracia y la paz de Dios. Constatando nuestras
debilidades,necesitamos la gracia de Dios, para que el
Señor, con su fuerza, restaure nuestra naturaleza caída y menesterosa, y
podamos así recibirle con dignidad cristiana, en esta Navidad y siempre.
Necesitamos la paz de Dios, una paz que es a su vez gracia y don, no cálculo
interesado de nuestros egoísmos y conveniencias particulares. Sí, la paz de los
hombres necesita estar siempre defendida con armas y dinero; la paz de Dios, en
cambio, brota del corazón y busca siempre el bien del prójimo tanto como el de
uno mismo. Al comenzar la liturgia de este primer domingo del Adviento
deseémonos mutuamente la gracia y la paz de Dios nuestro padre y de Jesucristo,
el Señor.
En el Evangelio
de Marcos (13, 33-37), evangelista
correspondiente a este ciclo B que hoy iniciamos, leemos ”
Mirad,
vigilad, pues no sabéis cuándo es el momento”.
Esta invitación a
vivir vigilantes, será el hilo conductor del tiempo de Adviento. La vigilancia
es un imperativo ético en todas las edades y situaciones de la vida de un ser
humano. Cuando desaparece la vigilancia aumenta el riesgo y la posibilidad de
corrupción y decadencia, tanto en la vida corporal, como en la vida social y en
la vida religiosa. Un creyente serio y
responsable es siempre una persona vigilante, con una vigilancia activa y
esperanzada. Se nos pide que vivamos siempre vigilantes y preparados, para que
cuando el Señor llegue nos encuentre bien preparados para poder recibirle con
dignidad cristiana. No se trata sólo de preparar con dignidad cristiana las
fiestas de la Navidad, sino de vivir siempre bien preparados y dispuestos para
que cuando venga el Señor a nuestras vidas nos encuentre bien preparados. En este
primer domingo del Adviento hagamos el propósito firme de ser siempre personas
espiritualmente activas, para que cuando el Señor venga a nuestro encuentro, no
nos encuentre dormidos.
Todos estamos llamados a la santidad. Pero no solos, cada uno por nuestra cuenta, sino en comunidad, en Iglesia. La santidad es una hermosa historia que comenzó el día que nos bautizaron, ese día, recibimos la gracia para vivir la santidad cada día de nuestra vida. No hay ningún santo, a excepción de la Virgen María, que no haya conocido el pecado, que no haya pecado alguna vez en su vida. El reto está en saber vivir la conversión del corazón, en cambiar nuestro corazón de piedra por un corazón de carne que sepa amar, amar como Jesús, amar hasta el extremo, amar incluso a los que no nos aman, ni nos caen bien.
ResponderEliminarEn la Iglesia encontramos los medios adecuados para fortalecer nuestra débil condición humana.