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viernes, 8 de abril de 2011

Los pobres y la espiritualidad cristiana.

Si la vivencia de la espiritualidad evangélica que hoy tienen los cristianos en el mundo no les habilita para lanzarse en el intento de saciar esta triple hambre, es que no hemos entendido la grandeza e integralidad del mensaje y acción de Jesús. Nos hemos quedado en una espiritualidad vacía que da miedo, una espiritualidad que no entiende el concepto de prójimo, que pasa de largo corriendo hacia su ritual intentando saciar un hambre espiritual que nunca saciará, porque también la espiritualidad se puede vivir de forma egoísta e insolidaria. Es una falsa espiritualidad que hemos de evitar no sea que sólo seamos sepulcros blanqueados por fuera, pero que en nuestro interior no habita el Dios de la vida, Jesús el pan de vida.

Tenemos que evitar la tendencia de querer ascender en nuestro deseo de espiritualidad hasta ser como los ángeles celestiales. También la espiritualidad se vive en un descenso hacia abajo, bajándonos de nuestro tren de la prosperidad vana y tendiendo la mano a los que sufren, mano tendida que hay que simultanear con una voz fuerte que clame por justicia. Justicia del Reino de Dios con sus valores dignificadores que tiende a saciar tanto el hambre de Dios, como el hambre de pan y el hambre de dignidad y justicia. Sería una forma de ir eliminando ese escándalo y vergüenza humana que es el mantenimiento de la pobreza en el mundo.

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