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sábado, 27 de enero de 2018

Comentarios a las lecturas del IV Domingo del Tiempo Ordinario 28 de enero 2018

Comentarios a las lecturas del IV Domingo del Tiempo Ordinario 28 de enero 2018

La primera lectura  es del libro del Deuteronomio (Dt  18, 15-20). Este pasaje figura en la sección que dedica el Dt a las instituciones y a los ministerios del pueblo elegido, Después de haber hablado sobre el rey y sobre el sacerdote, pasa a hablar sobre el profeta.
Este tema está introducido por una prescripción que prohíbe a Israel recurrir a la adivinación, como lo hacen los paganos (Dt 18, 09-14). En efecto, para los hebreos el único medio de conocer la voluntad de Dios será recurriendo a los profetas (vv. 15-20). El pasaje termina enunciando los criterios que permiten reconocer al verdadero profeta (Dt 18, 21-22).
El texto nos sitúa en el contexto cultural  en el que los  cananeos recurrían a los hechiceros para que les adivinaran el porvenir, para consultarles la conveniencia de hacer la guerra, para que predijeran el resultado de sus luchas. Unas prácticas mágicas, unos ritos misteriosos que fascinaban a los hombres primitivos de aquel tiempo. Los judíos, al ponerse en contacto con ellos, se sintieron también atraídos por aquellas prácticas, procurando buscar a escondidas al adivino que les dijera cuál había de ser el futuro.
Para conocer la voluntad del Señor, Israel tendrá sus profetas (vv. 15-20). En el relato de las plagas de Egipto, la misión de los magos era anular el valor apologético de los prodigios de Moisés y de Aarón, obrando los mismos signos. En un comienzo actúan con éxito (Ex 7, 11.22; 8, 3), pero sin hablar; a la tercera plaga se muestran impotentes; entonces el autor bíblico, de forma irónica, pone la palabra en sus bocas y les hace confesar que es la mano de Dios la que actúa (Ex 8, 14ss).
En el texto se  opone a los magos el verdadero profeta: Moisés. El Señor se revela a través de su profeta (Am 2, 11), pone sus palabras en la boca del elegido (Jr 1). Israel deberá obedecer a esta palabra.
El Señor va a suscitar un profeta como Moisés (vv. 15.18), ya que siempre habrá alguien que continúe su misión; pero según Dt 34, 10, ningún profeta ha surgido que se pueda comparar a Moisés. «Yahvé, tu Dios, suscitará de los tuyos, de tus hermanos, un profeta como yo» (v 15) En el trasfondo de Dt 18,9-22 late el problema del profetismo cananeo y del falso profetismo dentro de Israel.
El judaísmo tardío aplicará el relato al Mesías; para los cristianos la sola respuesta es Jesús (Jn 6, 14; 7, 40; Hch 3, 20ss.; 7, 37...).
-Termina el relato proclamando que nadie puede arrogarse el privilegio de ser profeta, engañando así al pueblo; pero también es cierto que nadie puede tapar sus oídos a la auténtica palabra profética. A ambos el Señor les pedirá cuentas.
Dios no permite que su pueblo practique la adivinación, la magia, las artes de encantamiento, las consultas a los espíritus. Dios dará a su pueblo quien le guíe con acierto y seguridad. Un Profeta que no engañe a la gente con supercherías y halagüeñas predicciones Por eso un Profeta surgió en medio de los hombres, para iluminar la vida humana con sus palabras: Cristo, el Hijo de Dios.
En el texto Moisés le dice a su pueblo que el Señor suscitará un profeta de entre sus hermanos, es decir, de entre el pueblo. La misión de un profeta es siempre hablar en nombre de Dios. Los profetas deben primero oír a Dios y después transmitir al pueblo lo que Dios les dice. Lo que no puede hacer un profeta es confundir sus propios intereses con los intereses de Dios.
En el profeta, escucharán la voz de Dios. El profeta transmitirá la Palabra de Dios, es un intermediario entre Dios y los hombres. El profeta no hablará por sí mismo, el propio Yahvé pondrá las palabras en sus labios. Hay en el texto una doble advertencia: en primer lugar contra aquellos que no quieren escuchar a los auténticos profetas, en segundo lugar contra los falsos profetas que se anuncian a sí mismos, o que "dicen palabras que yo no les he mandado". Clara alusión ésta a aquellos que se autoproclaman profetas y engañan al pueblo, La magia y la superstición es el intento humano de hacerse con Dios, de hacerse con la ciencia y el poder de Dios, la profecía es un servicio a la palabra que sale libremente de la boca de Dios. Dios es el único Señor. El profeta verdadero anuncia y denuncia, con el riesgo de no ser escuchado e incluso estará expuesto a la persecución, cuando avisa que la auténtica salvación viene de la conversión del corazón.
El Deuteronomio destaca aquí dos responsabilidades: la del profeta que debe anunciar todas y solas las palabras que reciba de Dios; y la del pueblo que debe escuchar la palabra del profeta como mensaje de Dios. A diferencia de la adivinación mágica, en la profecía es Dios quien toma la iniciativa de la comunicación; el profeta es su mensajero y los destinatarios el término de esa comunicación que provoca a responder.

El responsorial es el salmo 94,  ( Sal 94, 1-2. 6-7c . 7d-9)
R. OJALÁ ESCUCHÉIS HOY LA VOZ DEL SEÑOR: «NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN.»
Este salmo era utilizado por los judíos en las ceremonias de renovación de la Alianza. Encontramos en este canto una especie de evocación del ritual utilizado. Mediante dos exhortaciones los levitas, organizadores del culto en el Templo, invitan a la asamblea a participar activamente en la celebración: "venid, aclamad, gritad... entrad, prosternaos"... A cada invitación, la muchedumbre responde mediante una fórmula ritual estereotipada de asentimiento, que comienza por "sí": "sí, el gran Dios, es el Señor"... (La creación) "Sí, él es nuestro Dios"... (la Alianza).
Entonces, se escucha una especie de oráculo: Dios toma la palabra, para recordar la seriedad de esta Alianza, su dimensión histórica y su actualidad "hoy" .
El salmo, nos recuerda que nosotros somos el pueblo de Dios y que él nos quiere guiar, como hace un pastor con su rebaño, para introducirnos en la tierra prometida. El, que nos ha pensado desde siempre, sabe cómo tenemos que caminar para vivir en plenitud, para alcanzar nuestro verdadero ser. En su amor nos sugiere qué hacer, qué no hacer y nos señala el camino a seguir.
Dios nos habla como a amigos porque quiere introducirnos en la comunión con Él. Si uno escucha su voz -dice nuestro salmo en su conclusión-, entrará en el "reposo" de Dios, es decir, en la tierra prometida, en la alegría del Paraíso1.
«No entrarán en mi descanso..
Esas son de las palabras más temibles que jamás te he escuchado, Señor. La maldición de las maldiciones. El rechazo definitivo. La prohibición de entrar en tu descanso. Pienso en la belleza y la profundidad de la palabra «descanso» cuando se aplica a ti, y comienzo a comprender la desgracia que será quedar excluido de él.
Tu descanso es tu divina satisfacción al acabar la creación de cielos y tierra con el hombre y la mujer en ellos, tu mandamiento del sábado de alegría y liturgia en medio de una vida de trabajo, tu eternidad en la gloria bendita de tu ser para siempre. Tu descanso es lo mejor que tienes, lo mejor que eres, el ocio de la existencia, la benevolencia de tu gracia, la celebración de tu esencia en medio de tu creación. Tu descanso es tu sonrisa, tu amistad, tu perdón. Tu descanso es esa cualidad divina en ti que te permite hacerlo todo pareciendo que no haces nada. Tu descanso es tu esencia sin cambio en medio de un mundo que vive en torno al cambio. Tu descanso eres tú.
Y ahora las puertas de tu descanso se me abren a mí. Me invitan al cielo. Me llevan a descansar para siempre. Esa palabra mágica, «descanso», se ha hecho mi favorita, con su tono bíblico y su riqueza teológica. Un descanso tan enorme que uno tiene que «entrar» en él. Me rodea, me posee, me llena con su dicha. Veo enseguida que ese descanso es lo que ha de ser mi destino final, expresa el fin último de mi vida: descansar contigo.
Ahora he de entrenarme en esta vida para el descanso que me espera en la siguiente. Quiero entrar ya, en promesa y en espíritu, en el divino descanso que un día ha de ser mío a tu lado. Quiero
Aprender a descansar aquí, a relajarme, a encontrarme a gusto, a dominar las prisas, a evitar tensiones, a vivir en paz. Pido para mí todo eso como anticipo de tu bendición venidera, como fianza en la tierra de tu descanso eterno en el cielo. Quiero ir ya reflejando ahora en mi conducta, mi lenguaje, mi rostro, la esperanza de ese descanso esencial que le traerá a mi alma y a mi cuerpo la felicidad definitiva en la paz perpetua.
¿Qué es lo que no me deja entrar ya en ese descanso? ¿Qué es lo que te hizo jurar en tu cólera: «No entrarán en mi descanso?
«No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto: cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras».
Esos incidentes quedaron tan grabados en tu memoria que los citas incluso con los nombres de los lugares en que sucedieron, etapas desgraciadas en la geografia espiritual por la que pasó tu pueblo y por la que nosotros volvemos a pasar en nuestras vidas. Tu pueblo te tentó, desconfió de ti aun después de haber visto tus maravillas, fueron tozudos en sus quejas y en su falta de fe. Eso hizo arder tu ira, y cerraste la puerta a aquellos que durante tanto tiempo se habían negado a entrar.
«Durante cuarenta años, aquella generación me asqueó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso».
«¡Ojalá escuchéis hoy su vozl».

La segunda lectura es de la 1ª carta de San Pablo s los corintios (1 Cor. 7, 32-35).
Este capítulo está dedicado todo él a los estados de vida del cristiano. Pablo ha hablado sucesivamente de los esposos que, viviendo juntos (1 Co 7, 3-5. 10), se preguntan qué representa para ellos la continencia de los esposos que viven separados (v. 11), de los que viven juntos, pero no comparten la misma fe (vv. 12-16). Estudia después el caso de los cristianos que no están casados y, entre ellos, las "vírgenes", de uno y otro sexo (vv. 25-35), de los prometidos que reflexionan sobre su próxima cohabitación (vv. 36-38). Considera finalmente la situación de los célibes y de las viudas (vv. 39-40).
En el contexto de la inminente espera de la parusía o segunda venida gloriosa de Cristo se comprende mejor esta apología de la virginidad/celibato, ciertamente poco matizada y completa. Las razones paulinas son interesantes aun fuera de ese contexto, si bien necesitan precisarse mucho a la luz de otros textos bíblicos.
En primer lugar, aquí se plantea un cierto problema de inspiración, porque Pablo parece apelar a su criterio personal distinguiéndolo un tanto de la Revelación en sí, de la cual suele ser intérprete. Pero aun en este caso hay que considerar el escrito como inspirado, si bien los puntos de vista personales del autor no quedan canonizados "ipso facto" en todos los aspectos.
Los argumentos que Pablo emplea para ensalzar la virginidad/celibato son de sentido común y de experiencia. No apela aquí a grandes principios ni mucho menos dice que sea un estado más perfecto que el de pareja.
Pablo trata de que se mantenga al mismo tiempo la indisolubilidad del matrimonio y por el carisma de la continencia, y expone cómo lo uno y lo otro tiene al Señor como fuente.
San Pablo se centra más en una visión escatológica de la vida del cristiano. Desearía ver a los cristianos liberados, no con una liberación egoísta sino con una liberación que permita una unión más directa y más constante con Dios, y que favorezca el servicio a los demás. Esta liberación de todo, proporcionará a la mujer que se consagre esa posibilidad de estar dondequiera que el Señor la movilice. Esta carta primera a los Corintios, junto con la carta a los Efesios, ofrece una doctrina fundamental sobre el matrimonio y la virginidad. A esta última se la presenta como un carisma y una renuncia a una vía prevista por Dios en su Providencia. Es una respuesta a una elección hecha por Dios y un paso dado en lo desconocido de las circunstancias humanas, pero con la convicción de que en él está Dios que guía a la que El escogió, El punto de partida sigue siendo siempre delicado: ¿existe ciertamente ese carisma en tal persona? Existen señales que lo excluyen; por lo demás, Pablo no ha recibido mandato del Señor, y no quiere atrapar a nadie en el lazo. La humildad, la oración, la caridad, la dedicación a los demás iluminarán para descubrir la elección hecha por Dios.

El evangelio  es de San Marcos (Mc, 1, 21-28 ). Hoy San Marcos nos describe con un gran estilo el asombro de los asistentes a la sinagoga de Cafarnaúm cuando, en un sábado cualquiera, apareció por allí un personaje desconocido y comenzó a hablar de modo distinto a como les tenían habitualmente acostumbrados. Marcos resume el asombro de aquellos judíos devotos diciendo, que aquel personaje, Jesús, hablaba con "autoridad" y naturalmente que el adjetivo no se refiere a que Jesús hablase con imperio sino al hecho de que lo hacía con un talante distinto al de los letrados que intervenían en las reuniones.
En la sinagoga de Cafarnaúm los demonios reconocen a Jesús y lo interrogan. Él los expulsa. Para salir agitan al poseído, prueba palpable que estaban dentro de él. La lectura del Evangelio de San Marcos insiste sobre todo en la autoridad que emana Jesús a la hora de enseñar. Y tal autoridad produce asombro a los oyentes. En el fondo, casi es más difícil representarse esa emergente autoridad que el hecho "mágico" del dialogo con los demonios. La fuerza de Jesús, su –llamémoslo así— convencimiento pleno en torno a lo que dice y, sobre todo, la representación física de que una fuerza divina acompaña a sus palabras, no resultan fácil de imaginar. Los casos de autoridad humana casi siempre vienen acompañados de unos ciertos escenarios bien dispuestos de poder: desfiles militares, grandes cortejos. Pero la autoridad de Jesús es una autoridad tranquila, reposada, suave, que representa su divinidad. Y es precisamente la clase de autoridad que solivianta a los demonios. Y ello es parecido al sometimiento a la autoridad de Jesús a las fuerzas y leyes de la naturaleza. Cura a enfermos avanzados y da vista a ciegos de nacimiento que, tal vez, ni siquiera tuvieran ojos.
El evangelista Marcos nos presenta la victoria de Jesús. Jesús tiene que hacer frente a un espíritu inmundo, que grita "¿qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?"
En tiempos de Jesús estaba extendida la opinión de que los demonios estaban en el origen de cualquier enfermedad, especialmente de las diversas enfermedades mentales, cuyas manifestaciones hacían pensar que el enfermo no era ya dueño de sí mismo. No es extraño entonces que los evangelios hablen según la mentalidad de su tiempo y que el mismo Jesús, en su parte, se haya querido acomodar a ella. No debemos pretender de estas narraciones un diagnóstico médico ni una declaración especulativa sobre la naturaleza de los demonios. Reflejan más bien la lectura "teológica" que un hombre de la época -ante ciertos casos especialmente preocupantes- hacía de los hechos, llegando a la raíz de la situación, allí donde se descubre la huella del enemigo de Dios y del destructor del hombre. Es una lectura teológica que nace de un convencimiento que el evangelio parece imponer: el mal no viene solamente del hombre; detrás de sus diversas manifestaciones está el enemigo por excelencia, el destructor de la creación. El hombre bíblico es de la opinión que las cuentas sobre el mundo y sobre la historia no salen bien si sumamos solamente las fuerzas de la naturaleza, las del hombre y las de Dios; está además la fuerza del maligno.
Vemos como hay una clara diferencia entre el modo como Jesús considera la enfermedad y cura a un enfermo y el modo como se porta Jesús con un hombre poseído por el demonio. En nuestro relato (como en todos los exorcismos del evangelio de Marcos) se respira la atmósfera de una lucha; el mismo Jesús, más adelante (3, 27), usará la imagen del hombre fuerte atado y saqueado. El endemoniado se dirige a Jesús en una actitud defensiva (se da cuenta de que ha llegado el que lo va a derrotar) e intenta, si es posible, pasar al ataque; pero luego tiene que ceder al más fuerte, aunque sea con la última manifestación de rabia y de despecho ("hizo revolcarse al hombre en el suelo, lanzando un grito tremendo, y luego salió"). Nuestro episodio (y otros parecidos que vendrán luego) son la continuación de la lucha entre el "fuerte" y el "más fuerte" que había comenzado ya en la tentación.
Observamos como en el diálogo entre Satanás y Jesús es probablemente un recurso de Marcos. El evangelista se aprovecha del espíritu maligno para revelarnos quién es Jesús. "Los demonios contemplan lo invisible y revelan a los lectores de Marcos la trascendencia de la personalidad de Jesús. A través del Jesús terreno ellos ven la gloria del Resucitado. ¡Se convierten así en los teólogos de Marcos!" (Cf. LEÓN ·DUFOUR-LEON, ESTUDIOS DE EVANGELIO, Edic. CRISTIANDAD, Madrid 1982).


Para nuestra vida
En el fragmento del  libro del Deuteronomio que se nos proclama hoy  (Deuteronomio, 18, 15-20), Moisés anuncia al pueblo que el Señor suscitará un profeta, haciendo caso a la petición del pueblo en la asamblea del Horeb. "Suscitaré un profeta de entre tus hermanos, como tú". El Señor le dice a Moisés que va a suscitar un nuevo profeta que dirá en cada momento lo que él, el Señor, le mande. En él escucharán la voz de Dios. El profeta transmitirá la Palabra de Dios, es un intermediario entre Dios y los hombres. El profeta no hablará por sí mismo, el propio Yahvé pondrá las palabras en sus labios. Hay en el texto una doble advertencia: en primer lugar contra aquellos que no quieren escuchar a los auténticos profetas, en segundo lugar contra los falsos profetas que se anuncian a sí mismos, o que "dicen palabras que yo no les he mandado". Clara alusión ésta a aquellos que se autoproclaman profetas y engañan al pueblo, señalando que la salvación está en la alianza con Egipto o Babilonia, El profeta verdadero anuncia y denuncia, con el riesgo de no ser escuchado e incluso estará expuesto a la persecución, cuando avisa que la auténtica salvación viene de la conversión del corazón. Hoy día, vivimos inundados de palabras.
 El peligro, ahora como en tiempo de Moisés, es extraviarnos y hablar en nombre de dioses extranjeros, es decir, en nombre de nuestros egoísmos particulares, de nuestros intereses meramente políticos o económicos, de nuestras ambiciones personales, en lugar de hablar siempre en nombre de Jesús y de su evangelio, en nombre de Dios.

Hermosa la antífona del Salmo de hoy (Salmo 94),  "OJALÁ ESCUCHÉIS HOY LA VOZ DEL SEÑOR; NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN".
El texto comienza con una invitación: venid, entrad, cantemos con alegría, aclamemos. "¡Nadie es una isla!" Después de largos siglos de individualismo, el mundo actual redescubre los valores comunitarios. El gran anonimato de las ciudades causa una soledad que por contraste, hace desear "estar con" los demás. La liturgia actual se esfuerza por valorizar la participación comunitaria. Nunca deberíamos olvidar que si la Iglesia nos convoca a la misma hora, en el mismo lugar, no es para hacer una oración individual (por indispensable que ella sea, pero en horas distintas), sino para una oración "juntos": ¡venid, entrad, cantad con alegría, aclamad, cantad!. No seamos de aquellos que rechazan esta invitación y se encierran en su aislamiento piadoso.
Inclinaos, prosternaos. Lo sabemos muy bien, un gesto es más verdadero y comprometedor que una palabra. Pero por desgracia, nuestra cultura occidental nos ha desencarnado.
La Alianza:... "El es nuestro Dios, nosotros somos su pueblo"... "¿Lo escucharemos?" "La Alianza" señala la audacia extraordinaria del hombre religioso que imagina su relación con Dios en términos de desposorio. Aventura extraordinaria de Dios, totalmente otro, que se une amorosamente a un pueblo, a pobres humanos. Esto garantiza vivir la fe como una relación de amor.
El pecado como "infidelidad", negación a escuchar". El "tú" de reproche que aparece al final del salmo: es el signo de un amor herido. Tal es, efectivamente, la verdadera dimensión del pecado. Se reduce considerablemente el mal cuando se limita a la simple transgresión de una ley, cuando se sitúa en relación a un mandamiento. Cuando se queda al nivel de lo permitido y lo prohibido. Para el hombre religioso, la moral no es solamente la moral (es decir un sistema ético cerrado en sí mismo, de normas de funcionamiento de la sociedad humana), es uno de los elementos de la relación con Dios. El mal "alcanza" a Dios,"frustra" a Dios. En lugar de acusar a Dios, de lanzarle "un desafío", por el problema del mal existente en el mundo, debemos comprender que el mal es contrario al plan de Dios, que El es el primero que sufre, como un artesano que ve desbaratarse su obra.
 La Iglesia nos propone recitar este salmo cada mañana, esto no es mera casualidad. La invitación a la alegre alabanza del comienzo, es una invitación diaria. La advertencia severa de resistir a la tentación, es también una invitación positiva: Hoy... todo es posible. El pasado es pasado... El mal de ayer se acabó. Una nueva jornada comienza.
¿Cuántos años me quedan a mí, Señor? ¿Cuántas oportunidades aún, cuántas dudas, cuántas Masás y Meribás en mi vida? Tú conoces bien los nombres de mi geografia privada; tú recuerdas mis infidelidades y te resientes por mi tozudez. Hazme dócil, Señor. Hazme entender, hazme aceptar, hazme creer. Hazme ver que la manera de llegar a tu descanso es confiar en ti, fiarme en todo de ti, poner mi vida entera en tus manos con despreocupación y alegría. Entonces podré vivir sin ansiedad y morir tranquilo en tus brazos para entrar en tu paz para siempre. Que así sea, Señor.

En la segunda lectura ( Primera carta de San Pablo s los corintios7, 32-35 ), San Pablo no da normas generales, ni preceptos de obligado cumplimiento. En la mente del Apóstol, y en la de la mayoría de los de su tiempo, había anidado la convicción de que el fin del mundo estaba muy próximo. " Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones". San Pablo habla del celibato opcional y se lo recomienda encarecidamente a los cristianos de la comunidad de Corinto. Dejando a un lado las razones coyunturales y expectativas inmediatas en la Parusía que, en aquel momento, tenía san Pablo para hablar así, parece claro que el celibato opcional que recomienda san Pablo tiene sus ventajas para todo aquel que se sienta llamado al sacerdocio, o a cualquier otra vocación que le permita dedicarse plenamente, en cuerpo y alma, al servicio de Dios.
Estas recomendaciones de San Pablo a favor del celibato pues también hay que entenderlo dentro del contexto en que se produce la redacción de la Primera Carta a los Corintios. San Pablo esperaba entonces la muy cercana segunda llegada del Señor –la Parusía—y así recomienda el no cambiar, cuanto todo parece más próximo. De todos modos, la doctrina del celibato eclesial está basado en ese principio de mayor atención a las cosas de Dios y que la Iglesia mantiene. Dentro de ella hay además una apuesta nupcial de los consagrados. Jesús es el Esposo y el enamoramiento de Jesús llena –y ha llenado- muchas vidas.
Los cristianos de hoy sabemos que Dios llama igualmente a la santidad a todas las personas, sean célibes o sean casadas, pero no hay duda que el celibato, como dice aquí san Pablo, tiene sus ventajas, en cuanto a tiempos y ocupaciones, para ser más libres para poder servir, a tiempo completo al Reino de Dios.
El sentido nupcial del celibato, el profundo enamoramiento que los consagrados tienen de Cristo. Su sentido “de pareja” respecto al conjunto de Jesús de Nazaret y de su camino explica muchas cosas. No se trata, solamente, de una opción para trabajar mejor en el Reino de Dios. Se trata de un compromiso fuerte y con vocación de permanencia basado en el amor. Y algo muy parecido puede decirse del matrimonio. En fin que reflexionemos esta semana con entrega de todas estas enseñanzas, notable, que la Palabra de Dios nos ha traído.

En el evangelio (Marcos, 1, 21-28  ) se nos presenta una nueva escena de la vida de Jesús.
El domingo pasado veíamos como, al contrario de lo que hacían los maestros de la ley, es Él quien escoge a sus discípulos entre la gente sencilla. Habla con autoridad, porque confirma con sus hechos lo que pronuncian sus labios. Coherencia de vida es lo que debemos ofrecer los cristianos si queremos ser auténticos testigos de la Buena Este enseñar con autoridad es nuevo.
Tras el arresto de Juan y la elección y envío de los primeros apóstoles, Jesús llega a Cafarnaúm,  al otro lado del lago, lugar donde a lo largo de su vida pública curaría al paralítico, al siervo del centurión y a la suegra de Pedro. Cafarnaúm fue "su pueblo" durante el ministerio en Galilea; hoy todavía se conservan allí restos de la casa de Pedro donde sin duda estuvo Jesús muchas veces. Decide acudir el sábado a la sinagoga "a enseñar Noticia.
"Se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad… ". Se muestra que Jesús era un maestro atípico.
Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen. Que no basta decir “Señor, Señor”, para entrar en el reino de los cielos, decía el Cristo. Pues, por lo que leemos en este texto evangélico, según san Marcos, las personas que oían hablar a Jesús se quedaban admiradas, porque lo que Jesús decía se cumplía. Los escribas del tiempo de Jesús hablaban muy bien, pero las gentes no les creían, porque las palabras de los escribas no se hacían realidad, eran palabras vacías, que no llevaban, como el pájaro, su grano. Predicaban, pero no daban trigo; su predicación eran sólo palabras y palabras.
Algo de esto le pasa hoy a nuestra Iglesia, en muchos lugares del mundo. Nos escuchan, a veces con agrado, pero no nos siguen, porque hablamos como los escribas, sin autoridad. Hablamos contra los demonios actuales, contra el consumismo, contra la corrupción, contra el ídolo del dinero, contra el egoísmo desenfrenado, contra la terrible desigualdad entre ricos y pobres; pero, más de una vez, los que así hablamos somos consumidores obsesivos, egoístas inmisericordes, amantes de lo superfluo, corruptos en nuestros pequeños negocios y contratos, adoradores del dinero. Demasiadas veces hablamos bien, como los escribas, pero no hablamos con autoridad, como Jesús.
Jesús tiene que hacer frente a un espíritu inmundo, que grita "¿qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?" Son las fuerzas del mal, las fuerzas oscuras que hay dentro de nosotros las que se oponen al mensaje liberador de Jesús. "¿Has venido a acabar con nosotros?". Palabras duras que podían ser pronunciadas por aquellos fariseos y escribas que viven aferrados a los privilegios de la ley y el poder.
San Marcos nos presenta la victoria de Jesús. Pero hace falta que nosotros estemos dispuestos a colaborar con Él en esta lucha. Es un combate que se desarrolla primero en nuestro propio interior cuando las fuerzas oscuras nos acosan, nos envuelven, nos ciegan y hasta nos derriban. Pero hemos de levantarnos, Dios está a nuestro favor, lucha con nosotros. El mal será vencido ( esta ya vencido por la muerte y Resurrección de Cristo), en nuestro interior. El Señor ha dejado en su Iglesia medios para vencer el mal. Siempre es una bendición celebrar el sacramento de la Reconciliación.
Es obvio que negar la existencia del demonio es como dar más posibilidades a la acción del mal. Si no aceptamos que la gripe es una enfermedad, no buscaremos remedios para terminar con ella. Y si no conocemos exactamente los mecanismos de cómo se genera la enfermedad, difícilmente podremos luchar contra ella. Con el demonio pasa lo mismo. Al negarle le damos una especia de camuflaje para que actúe con más impunidad. Es verdad que de las grandes realidades espirituales nos convence la fe. Esa es nuestra limitación y servidumbre como hombres que somos. Pero también es cierto que tenemos muchas veces aproximaciones al hecho espiritual que no son simples casualidades o alucinaciones. Todo creyente ha sentido la cercanía de Dios en muchas cosas. Y aunque suele ser más difícil, también ese mismo creyente habrá intuido en su interior, la cercanía de otra fuerza, negativa y oscura, que le separa del mejor camino.
La mentira, el engaño, el autoengaño, una inesperada distorsión de la realidad, la imprevista justificación de lo injustificable, son los síntomas del demonio está cerca. San Ignacio de Loyola hizo una concreción genial de las influencias del bien y del mal en el terreno de la vida espiritual. Habla de consolación y desolación. La consolación es la influencia en cercanía del mismo Dios que regala alegría y perspicacia espiritual. La desolación es un tiempo espeso, equívoco, en el que viejos hábitos o tendencias se presentan como lógicos y a los que tenemos derecho. Un caso muy frecuente en las personas espirituales son los escrúpulos. El demonio utiliza la conciencia exigente del creyente fiel para exagerar sus faltas y no aceptar el perdón recibido, pareciendo que todos los pecados pasados están todavía vigentes. Hay casos terribles de escrúpulos que afectan tanto a ciertas personas que les sitúan al borde la demencia. Y por ahí, claro está, se ligan las dos posibilidades que hacen fehaciente la idea del demonio y que ya han sido planteadas más arriba.
Estas son las fuerzas del mal, las fuerzas oscuras que hay dentro de nosotros las que se oponen al mensaje liberador de Jesús. "¿Has venido a acabar con nosotros?". Es la victoria frente a las tuerzas del mal. En aquellos tiempos llamaban endemoniados a personas que simplemente sufrían ataques de epilepsia u otras enfermedades mentales. Pero hoy como ayer podemos ver las consecuencias que produce en nuestro mundo el pecado: muertes prematuras de personas inocentes, hambre, guerra, atentados terroristas, corrupciones por doquier, fanatismo político con ribetes espirituales. El mal existe, el espíritu del mal sigue actuando. Pero hace falta que nosotros estemos dispuestos a colaborar con Él en esta lucha. Es un combate que se desarrolla primero en nuestro propio interior cuando las fuerzas oscuras nos acosan, nos envuelven, nos ciegan y hasta nos derriban. Pero hemos de levantarnos, Dios está a nuestro favor, lucha con nosotros. El mal será vencido en nuestro interior, el egoísmo será desterrado de nuestra conducta si escuchamos la voz del Señor y no endurecemos nuestro corazón.

Resumiendo   el mensaje de las lecturas tenemos en primer lugar la relación entre el profeta anunciado por Moisés y Jesús. Aunque no parece que en la primera lectura  se esté refiriendo directamente al Mesías, los cristianos, se lo hemos aplicado frecuentemente a Jesús. Porque Jesús de Nazaret, el Mesías prometido, vino al mundo a decirnos la Palabra definitiva del Padre, vino al mundo no a hacer su voluntad, sino la voluntad del que le envió. Las palabras de Jesús son para nosotros la verdad y Jesús mismo es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Nuestra misión, como discípulos de Jesús, es escuchar las palabras de nuestro Maestro y hacer de ellas nuestro verdadero y único programa de vida. Podremos, y deberemos, tener que hacer muchas cosas en nuestra vida, pero todo lo que hagamos debemos hacerlo en nombre de Jesús y para cumplir la voluntad de nuestro Padre Dios. y además hacerlo con una coherencia clara de palabra y obras, para que nuestra palabra tenga autoridad.
Tenemos en segundo lugar que el Evangelio y la segunda lectura nos plantean dos temas difíciles para los no creyentes o, incluso, para los que creemos. En la sinagoga de Cafarnaúm los demonios reconocen a Jesús y lo interrogan. Él los expulsa. Para salir, agitan al poseído, prueba palpable que estaban dentro de él. Pablo habla del celibato. Y –parece—sitúa en un segundo plano al matrimonio.
Hoy se da también una tendencia a no aceptar la existencia del Demonio. Asimismo es muy difícil su representación. Pero el comportamiento de algunos hombres -( asesinatos, crueldad, soberbia irredenta, insolidaridad criminal, ...),  nos aproximan a la idea de la posesión y de la existencia de un mal sobrehumano.
Los creyentes no podemos olvidar que ángeles y demonios aparecen  en la Escritura de forma bastante cotidiana. En los últimos tiempos hemos asistido a una revalorización de los ángeles, en libros, películas, etc. Con el demonio hay otra  vivencia diferente. Por un lado se incrementan los seguidores de este poder. Es decir, hay más sectas satánicas, o, simplemente, hay, cada vez, más adoradores de la parafernalia demoníaca. Y a su vez, hay cada día más gente cercana a la religión --y, por supuesto a la católica—que niega la existencia del demonio.
Al negar la realidad del diablo le damos una especia de tapadera para que actúe con más impunidad. Es verdad que de las grandes realidades espirituales nos convence la fe. Esa es nuestra limitación y servidumbre como hombres que somos. Pero también es cierto que tenemos muchas veces aproximaciones al hecho espiritual que no son simples casualidades o alucinaciones. Como creyentes hemos  sentido la cercanía de Dios en muchas situaciones de la vida. Y aunque suele ser normal , habremos intuido en nuestro interior, la cercanía de otra fuerza que nos separa del camino que descubrimos como el camino que Dios nos señala.
La mentira, el engaño, el autoengaño, una inesperada distorsión de la realidad, la imprevista justificación de lo injustificable, son los síntomas del demonio está cerca.
Hay adoradores del demonio, que lo son y lo viven como vivencia  contra Dios. Son estos los que  colocan en un mismo plano de poder a Dios y al demonio. Y esto sí es un gran error. Dios tiene más autoridad que cualquier cosa del mundo. El mismo demonio es un derrotado por la muerte y Resurrección de Cristo. Es lo que hoy nos relata el Evangelio.
Lo esencial de la enseñanza en este domingo es la autoridad con la que Jesús de Nazaret enseña y revela el poder que tiene. La cuestión de los demonios es una más dentro de esa suprema autoridad que le da su condición divina.
Rafael Pla Calatayud.
rafael@sacravirginitas.org

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