Páginas

sábado, 25 de julio de 2015

Comentarios a las lecturas del XVII Domingo del Tiempo Ordinario 26 de julio de 2015.

Comentarios a las lecturas del XVII Domingo del Tiempo Ordinario 26 de julio de 2015

En la primera lectura se nos sitúa (2 Rey. 4, 42-44) ante la invitación a compartir.
"En aquellos días vino un hombre de Bal-Salisá trayendo en la alforja el pan de las primicias" (2 R 4, 42) Este hombre de Bal-Salisá trae lo mejor de su cosecha: pan de primicias y trigo reciente. Él sabe que Eliseo es un profeta de Dios, un enviado del Altísimo. Y por eso le honra con lo mejor que tiene. Está convencido de que honrar a un enviado divino, equivale a honrar al mismo Dios, es una buena forma de agradar al Señor, de servirle.
 "El criado le respondió: ¿Qué hago yo con esto para cien personas? Eliseo insistió: Dáselo para que coman" (2 R 4, 43) Y el profeta lo da todo. Para que aquellos pordioseros puedan satisfacer su hambre. Generosidad del que está cerca de ese Dios que es, ante todo, Amor. Corazón grande que se conforma con poco, que se olvida de sí para preocuparse hondamente por los demás. Y este dar y este darse, este amar sin buscar interés alguno, este volcarse hasta quedarse sin nada, es el mejor modo de testimoniar el mensaje amoroso de Dios.
En el salmo de hoy (Sal 144 ) se nos recuerda y a su vez expresamos en actitud orante la esplendidez del Señor  "...abres tú la mano, Señor, y sacias de favores a todo viviente". Habla de que todas las criaturas han de dar las gracias al Señor, le han de bendecir todos sus fieles, proclamar la gloria de su reinado y hablar de sus hazañas. La razón última de esa actitud está en la inmensa bondad de Dios, que cuida de todo ser viviente y le da el sustento a su tiempo.
 La liturgia de la misa dominical sigue presentando ante nuestra mirada la carta de San Pablo a los Efesios (Ef 4, 1-6) Esta carta, junto a la que envió a los Filipenses, a los Colosenses y a Filemón, constituye el grupo de las llamadas cartas de la cautividad. Todas ellas están escritas desde la prisión. La valentía del Apóstol en predicar el mensaje de Cristo le ha llevado a esta situación humillante y penosa. Pero Pablo no ceja en su empeño y, aunque sea entre cadenas, sigue predicando a Cristo, sigue animando a los cristianos para que vivan como tales.
La segunda lectura de Efesios (Ef 4, 1- 6), nos exorta a como debemos de comportarnos. Dice que sean siempre humildes y amables, comprensivos, sabiendo sobrellevarse los unos a los otros con amor... Sus palabras, no lo olvidemos, se dirigen también a cada uno de nosotros, esperando una respuesta a esa exigencia que nos pone por delante. Si somos cristianos, y lo somos, vamos a luchar por vivir conforme a la vocación que hemos recibido. Sobre todo en esos puntos que San Pablo señalaba: en la sencillez y en la amabilidad, en la comprensión, en el amor mutuo.
En medio de su prisión, San Pablo vibra apostólicamente. Sus palabras están pletóricas de entusiasmo, llenas de fe, pujantes y optimistas. Si no lo indicara, se pudiera pensar que escribe en circunstancias distintas, más halagüeñas, más placenteras. La razón de todo ese vigor y empuje está en su fe profunda en Dios. Está convencido del poder divino, de su amor infinito, de su grandeza indescriptible, con un optimismo desbordante, con un gozo sin fin.
Una vez más las palabras de Pablo se convierten en un canto de gloria, una doxología que sale a borbotones de su alma transida y gozosa, de su espíritu desbordado por la gracia divina
¿A qué tipo de unidad nos exhorta el Apóstol?
Se nos llama a la unidad que el Espíritu Santo desea y hace posible: cristianos unidos con Dios en una relación personal de amor, y unidos los unos a los otros, relaciones de amor Cristo-céntricas.
+Esto es clave en nuestro testimonio (v. 1): una comunidad con cualidad sorprendente que testifique el poder de Cristo para reconciliar y unir.
¿Por qué esta unidad es posible?
+En v.4-6, Pablo explica la base de este tipo de unidad. Los cristianos podemos  tener una unidad única, porque tenemos una base única para ello:
Un cuerpo: Por nuestra unión espiritual con Cristo, estamos espiritualmente unidos unos a otros (1 Cor. 12:13; Rom. 12:4,5). Más sobre esto la próxima semana.
Un bautismo: No el bautismo en agua, sino el bautismo del Espíritu Santo.
Un Espíritu: El mismo Espíritu Santo mora en cada cristiano y el pone el querer y la fuerza para lograr este tipo de unidad.
Una esperanza: Todos esperamos la misma y final solución- la segunda venida de Cristo.
Un Señor: A diferencia del mundo, tenemos un mismo maestro, Jesucristo. Al punto que le seguimos, y caminamos juntos .
Una fe: Porque creemos que la Biblia es verdad, podemos tener la misma visión del mundo (explicación de los problemas y la solución a esto) y los mismos valores.
Expliquemos lo esencial y lo no esencial.
Un Padre: “Todos”. No se refiere a toda la humanidad, sino a todos los creyentes. De acuerdo a Jn. 1:12, Dios nos hace sus hijos cuando recibimos a Cristo. Somos hermanos y hermanas en su familia y ese lazo de hermandad ha sido estampado en nuestros corazones. Dios está personalmente activo enseñando a sus hijos a construir, mantener esta unidad familiar.
Evangelio: No hay verdad estando el hombre aparte de Cristo. Por esta razón es que el hombre apartado de Cristo nunca ha logrado ni lograría unidad. Sólo nos es dado cuando tomamos la decisión de humillarnos ante Dios, admitimos nuestro alejamiento de El y recibimos a Cristo y Su perdón.
¿Cómo se mantiene esta unidad?
Tenemos, entonces, la base y los recursos para la unidad. Pero el imperativo es mantenerla. Se puede perder por una variedad de razones. Vamos a valorarla, construirla y mantenerla. En los v. 2,3 Pablo describe varias actitudes que son necesarias para esto.

 Esplendido el Evangelio de hoy (Jn 6, 1-15) "Lo seguía mucha gente, porque había visto los signos que hacía con los enfermos" "Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades)". Hay un éxodo, un paso a través del mar hacia una tierra donde abunda el amor y la generosidad de Dios. Jesús es este nuevo Moisés, que hace a su pueblo capaz de andar y de seguirle en esa travesía.
"Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos". Este acontecimiento se realiza cuando se acerca la Pascua, la fiesta que conmemoraba el antiguo éxodo. Aquél es figura de éste. "Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos". Con motivo de la Alianza, Moisés subió al monte dos veces: la primera, acompañado por los notables (Ex 24. 1-2/9/12); la segunda, después de la idolatría del becerro de oro, subió solo (Ex 34. 3). También en este episodio subirá Jesús dos veces al monte: una, al principio, donde aparece acompañado de sus discípulos; la segunda, después del intento de proclamarlo rey, él solo.
El "monte" representa el lugar donde reside la gloria de Dios. Jesús subió al monte. Está en su lugar propio, la esfera divina. Y se sentó allí. Es su actitud permanente. Él es para los hombres el lugar donde la gloria de Dios reside y se manifiesta. "Jesús entonces levantó los ojos y al ver que acudía mucha gente...". Jesús, al otro lado del mar, representa una alternativa, que el evangelista hace presente ahora a los hombres de todo lugar y tiempo que se acercan a Jesús. "...dice a Felipe: ¿con qué compraremos panes para que coman estos? (lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer)".
La escena tiene detalles que recuerdan los del Éxodo. Como allí en el desierto, se plantea el problema de la subsistencia, que había sido una tentación para los israelitas, haciéndoles desear la esclavitud de Egipto. La época de Israel en el desierto fue un tiempo en que hubo de demostrar su fidelidad a Dios: el pueblo pone a prueba a Dios, pero, con más frecuencia es Dios quien pone a prueba al pueblo.
En esta situación de éxodo, Jesús pone a prueba a Felipe, el discípulo a quien él mismo ha invitado a seguirlo, y por eso, en cierto modo, prototipo de todos los que él llama. Jesús enfrenta a Felipe y con él, a la comunidad, con la realidad que tiene delante: personas que quieren seguir a Jesús, que quieren verse libres de su pasado... y que no pueden bastarse por sí mismas.
Jesús para poner a prueba a Felipe, a la comunidad, aborda directamente la cuestión del dinero como medio para satisfacer esa necesidad. Es interesante la pregunta de Jesús porque es la pregunta que la comunidad se hace a sí misma: ¿con qué "compraremos" panes para que coman "estos"? No es un diálogo entre Jesús y la comunidad. Es la misma comunidad, en cuyo interior se percibe la presencia de Jesús, la que se pregunta cómo va a solucionar los problemas del mundo.
"Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo". El denario, el jornal de un obrero. Doscientos denarios, más de medio año de trabajo, para que a cada uno le toque un pedazo. Ateniéndose a los principios de este mundo, resulta imposible a los discípulos satisfacer la necesidad de la gente. Felipe, que no ve más horizonte, confiesa su impotencia. Para Felipe, el éxodo fracasa. "Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?" El lugar donde está el muchacho es donde están los discípulos. Representa, por tanto, al grupo de discípulos que está con Jesús, en su condición de debilidad y su pobreza de medios. Andrés habla de los panes y peces como de algo de lo que puede disponer pero que cree insuficiente.
Por su edad y por su condición, el muchacho, es un débil, física y socialmente. Lo más desproporcionado que pueda encontrarse como solución a la magnitud del problema. El muchacho significa también a la comunidad en cuanto servidora de la multitud: el muchacho de la tienda, la muchacha de servicio. La comunidad se presenta ante el mundo como un grupo socialmente humilde, sin pretensión alguna de poder ni dominio, dedicado al servicio de los hombres. 5+2=7:La totalidad. El alimento es poco, pero es todo lo que tienen.
"... dijo la acción de gracias". Dar gracias a Dios significa reconocer que algo que se posee es don recibido de él y, como tal, muestra de su amor, y alabarlo por ello. En este caso se le dan gracias por la existencia de los panes, producto de su obra creadora, ayudada por el trabajo del hombre. Al reconocer su origen en Dios, como don suyo, se desprenden de su poseedor humano, el niño-grupo de discípulos, para hacerse propiedad de todos, como la creación misma. La señal que da Jesús, o el prodigio que realiza, consiste precisamente en liberar la creación del acaparamiento egoísta que la esteriliza, para que se convierta en don de Dios para todos.

Según Andrés, no se podía repartir porque no bastaba lo que se poseía; cuando ya no se posee, por haberlo hecho de todos por la acción de gracias, se demuestra que había más que suficiente.
Jesús mismo distribuye el pan y el pescado. Al restituir a Dios, con su acción de gracias, los bienes de la comunidad, Jesús restaura su verdadero destino, que es la humanidad entera. Con su acción, Jesús enseña a sus discípulos cuál es la misión de la comunidad: la de manifestar la generosidad del Padre, compartiendo los dones que de él se han recibido. Se convierte este signo en una celebración de la generosidad de Dios a través de su Hijo que, en la comunidad, multiplica lo que ésta posee al ponerlo a disposición de los hombres. Aparece así el sentido profundo de la Eucaristía que, de expresión de amor entre los miembros de la comunidad, pasa a ser signo del amor de Dios al mundo, continuación del don de su propio Hijo.
"La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo". Hay quienes piensan en hacerlo rey. Un propósito que está en abierta contradicción con la actitud que él ha adoptado antes, poniéndose a servir a los comensales. La fuente de abundancia que Jesús ha abierto, es el amor de Dios, capaz de multiplicar lo que parece desproporcionado al objetivo. Pero ellos pretenden cambiar su programa mesiánico, hacerlo rey, conferirle el poder que él rechaza.
Ante esta perspectiva, Jesús huye; se aleja de aquellos que pretenden deformar su mesianismo. Se retira solo, como Moisés subió solo al monte después de la traición del pueblo. El monte representa la esfera divina, la gloria y amor de Dios. El paralelo con Moisés muestra la gravedad de lo sucedido. Al intentar hacer de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría cometida por los israelitas en el desierto. Allí quisieron adorar a Dios, pero bajo la imagen que ellos mismos se habían hecho de él. Ahora éstos están dispuestos a reconocer a Jesús, pero según la idea que ellos mismos se han forjado.


Para nuestra vida.
Las lecturas nos recuerdan lo  difícil darse, es duro desprenderse sin esperar nada en la tierra, sin buscar ningún interés personal de tipo material. Sobre todo viviendo en un mundo que gira y danza al son del dinero, del placer, de la materia; un mundo que fácilmente se vende al mejor postor. Es poco menos que imposible no sentirse salpicado por la ambición de los de arriba y los de abajo, la sensualidad voluptuosa de los unos y los otros.
Por otra parte está comprobado, con más seriedad que el dato de esos dos tercios de hambrientos que existen , esta contrastado que existen enormes reservas de proteínas en la inmensidad de los mares y océanos, y que todos los recursos de alimentación no están, ni mucho menos, totalmente descubiertos y aprovechados... Sí, a pesar de todo lo que quieren hacernos creer, el Señor es bueno, bondadoso en todas sus acciones. Él no puede querer un crecimiento de población, si no existiera de forma paralela un crecimiento en los recursos.
Un solo cuerpo, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Ese es el resumen del pasaje de la Carta de Pablo a los Efesios y nos dispone a pensar en la unidad de los cristianos. La desunión es una de las cosas que más escandalizan y debemos de esforzarnos porque un día solo haya un rebaño conducido por el Señor Jesús. Esto es lo que deseamos con todo el corazón.
Una forma de mantener la unidad es contrastar las actitudes que la rompen con sus opuestos que la realizn y la cuidan.
Humildad - Egoísmo, apariencia social:
Llegar a ser un siervo (Fil. 2:3): En vez de preguntar “¿qué puedo hacer?” , preguntar “¿qué puedo dar”?
Dispuesto a estar con gente que “no son de mi clase” (Ro 12:16), porque somos todos pecadores, salvador por la Gracia de Dios.
Gentileza - Insensibilidad o indiferencia:
Respecto de cómo afecto a otros; falta de dominio propio al tratar con otros.
Cuidado para hablar y actuar de tal modo que no ofenderá, sino que edificará.
Paciencia - Dominio Propio
Dejar que la frustración por el pecado caiga sobre ti, o el poco éxito sobre él resulte en rechazo (por medio de la hostilidad o alejamiento).
Absorbiendo el pecado y escogiendo perdonar, porque es la forma que Dios trata contigo ( 4:32 ).
Corrigiendo cuando es necesario, pero estando ahí con el otro, en vez de condenarle, porque Dios está ahí contigo siempre.
Diligencia - Apatía
Tomar la iniciativa para cortar el problema de raíz y sacar ventaja de las oportunidades para forjar y profundizar los lazos de amor (esto es medicina preventiva).
¿Cómo se llama esto? Lo llamamos amor bíblico(v. 2 b). Este tipo de amor requiere de un poder sobrenatural. Por eso es que necesitamos constantemente pedir a Dios gracia para manifestarlo y para que El abra nuestro carácter para profundizar nuestra capacidad de amar. La oración se vuelve emocionante cuando nos mantenemos pidiendo esto.
El evangelio nos describe una escena de intimidad con el Señor, donde se vive la unidad y el amor compartido. También a nosotros se nos invita a acudir al silencio de la oración para oír la voz de Jesús, para decirle cuán poco le amamos y cuánto quisiéramos amarle.
Aquellos que van detrás de Jesús en este pasaje, son gente que tiene hambre y camina a la deriva. Hambre de comprensión y de cariño, hambre de verdad y de recta doctrina, hambre de Dios en definitiva. El Señor satisfizo el hambre de aquella multitud multiplicando unos panes y unos peces. Aquel suceso vino a ser un símbolo de ese otro Pan que el Señor nos entrega, el Pan que da la Vida eterna. Jesús vuelve cada día a multiplicar su presencia bienhechora en la celebración Eucarística. Una y otra vez reparte a las multitudes hambrientas el alimento de su Cuerpo sacramentado. Sólo es preciso caminar detrás de Jesús, acudir a su invitación para que participemos, limpia el alma de pecado, en el banquete sagrado de la Eucaristía.
El evangelio de Juan recuerda que el Señor manda que recojan las sobras, sin especificar que harán con ellas. Pero que no se pierdan. Además de aprovecharlo, nos recuerda que muchos de nuestro tiempo mueren de hambre Ciertamente que el primer mensaje del texto de hoy, nos muestra la capacidad del Maestro para efectuar el milagro de la multiplicación, no debemos ignorarlo. Ahora bien, también, implícitamente, hace referencia a que alguien tiene la pequeña generosidad de dar todo lo poco que tiene, que ya es esplendidez, dicho sea de paso.

Rafael Pla Calatayud
rafael@sacravirginitas.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario