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jueves, 2 de abril de 2015

Comentarios a las lecturas Jueves Santo: Misa Vespertina de la Cena del Señor 2 de abril de 2015


Jueves Santo: eucaristía, sacerdocio y amor fraterno.

Con la celebración de la Cena del Señor entramos en el Triduo Pascual, en el cual vamos a asistir al milagro de amor que es la muerte y la Resurrección de Jesús. Esta celebración nos prepara para los acontecimientos decisivos de nuestra salvación y que ocurrirán un poco después de la cena. Getsemaní aparece en el horizonte y también la detención, la tortura y la falsa condena a muerte de un hombre justo.
el Jueves Santo, Día del Amor Fraterno. Un amor que se expresa en el servicio humilde y gratuito. Jesús, en un día como éste, sabiendo cercana su muerte, quiso reunirse con sus amigos para celebrar la Pascua judía, y para mostrarnos, en esta cena, cómo ha de ser la vida de quienes queremos seguirle.
Jesús se ha despojado de su manto, como signo de entrega y del despojo de su misma dignidad, que se llevará a cabo en la Cruz, y lava los pies de sus discípulos. A partir de ese momento, celebrar la Eucaristía es apostar por el hombre, por el servicio y la fraternidad.
En esta misma Cena, Jesús instituye el Sacerdocio, para que cada vez que se coma de este pan y se beba de esta copa, se anuncie su muerte hasta que Él vuelva. Inmenso mensaje y hermosos motivos para vivir este día del Jueves Santo.

La primera lectura (Éxodo, 12, 1-8.11-14), es una detallada descripción de cómo todo fiel israelita debía celebrar la Pascua. La pascua, paso, de la esclavitud de Egipto a la libertad del desierto.
-"Este será un día memorable para vosotros...", dice el libro del Éxodo al hablar de la Pascua (Ex 12,14). El pueblo hebreo ha cumplido con fidelidad esta recomendación de conmemorar el día en que Dios pasó por las calles de Egipto, respetando la vida de los primogénitos hebreos, mientras que los de los egipcios perecían bajo la espada inexorable del Ángel de Yahvé. Por otra parte, fue la intervención definitiva que obligó al Faraón a dejar libres a los hijos de Israel, que pudieron al fin ponerse en camino hacia la Tierra prometida. Por todo ello, la Pascua es una de las grandes fiestas del calendario hebreo, con gran riqueza de cultos, con ritos llenos de simbolismo.
Aparte del sacrificio del cordero pascual, se comía pan ázimo, pan sin levadura, en recuerdo de lo que ocurrió el día de la liberación. En los discursos de la sinagoga de Cafarnaún, Jesús aprovecha el entorno pascual para hablar de un pan distinto, mucho mejor que el que comieron los padres en el desierto, el Pan de vida, el Pan bajado del cielo, el Pan vivo, su carne y su sangre para la salvación del mundo. Es uno de los misterios que hoy, también nosotros, conmemoramos en esta gran fiesta de hoy.

El salmo de hoy (Salmo 115), nos s sitúa oracionalmente ante el cáliz y lo que significa.
EL CÁLIZ DE LA BENDICIÓN ES LA COMUNIÓN CON LA SANGRE DE CRISTO
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos,
en presencia de todo el pueblo.

Meditémoslo.

La segunda lectura (Primera carta a los Corintios, 11, 23-26), es el relato más antiguo conservado de lo que fue la institución de la Eucaristía, acto al cual Pablo no asistió. Escribía entre el 50-55, cuando algunos de los presentes todavía vivían.
San Pablo, fiel a la tradición recibida, recuerda las palabras que Cristo pronunció en la Última Cena, conforme al relato de la Institución de la Eucaristía que nos presentan los tres
primeros evangelistas. Se trata, pues, de un pasaje testificado por cuatro autores inspirados, los cuales coinciden hasta en las palabras, aunque haya alguna diferencia de tipo secundario, que de alguna forma vienen a corroborar la veracidad del relato.
Fundados en esas palabras los Santos Padres y el Magisterio de la Iglesia han proclamado la presencia real del Cuerpo, la Sangre, y la Divinidad de Jesús en el Sacramento del Pan y del Vino, en la Eucaristía. La fe en esta verdad ha motivado las normas que han de regir en la celebración de la Eucaristía, así como el modo de tratar y venerar el Santísimo Sacramento, desde la necesidad de un signo externo que recuerde la presencia del Señor en el Sagrario, como es la lámpara siempre encendida, hasta el rito y las palabras de la ceremonia litúrgica.

El evangelio  de San Juan ( Juan, 13, 1-15) , proclamado hoy nos relata  la actitud de humilde servicio de Jesús. No es casual, sino profundamente significativo, que en el mismo momento y lugar en el que los tres evangelios sinópticos nos hablan de la institución de la eucaristía Juan nos hable del lavatorio de los pies. Que Juan conocía la enorme importancia que, para los discípulos de Jesús, tenía el pan eucarístico nos lo había dejado ya bien claro en el capítulo sexto de su evangelio, cuando nos relata el largo discurso de Jesús sobre el “pan de vida”.
Para celebrar la Pascua era necesario estar limpios, es decir, no tener ninguna mancha de las que enumeraba la Ley. Se trataba de la pureza legal, en conformidad con las tradiciones del pueblo hebreo. El Señor no las rechaza, pero Él se refiere a una pureza más profunda, una limpieza interior, espiritual. Es una realidad que San Pablo recuerda cuando dice que para recibir el Cuerpo de Cristo hay que examinarse primero y ver si uno está limpio de pecado, no sea que al comulgar el Cuerpo del Señor estemos comulgando nuestra propia condenación.

Varios son los acontecimientos que conmemoramos el Jueves Santo.
El más conocido es la institución de la Eucaristía. Jesús, en la última cena con sus discípulos, bendice el pan y el vino, convertidos en su cuerpo y sangre y establece una nueva alianza con el hombre. Nos encarga conmemorar ese momento y nos brinda el mejor alimento para nuestra fe. La comunión se convierte en el alimento necesario del cristiano.
Al encargar a sus discípulos que recuerden ese momento en memoria suya, instituye el sacerdocio. Desde ese instante, cada vez que en la eucaristía se consagran el pan y el vino, el sacerdote se convierte en representante de Jesús ante la comunidad.
Por último, en el Jueves Santo también se celebra el Día del amor fraterno. La Iglesia quiere resaltar en este día el simbolismo del lavado de pies que hiciera Jesús a sus apóstoles y que reflejó el evangelista San Juan. Jesús muestra un amor basado en dos pilares: el servicio y la solidaridad. Un amor radical, que va más allá de las palabras y los gestos grandilocuentes. Un amor que busca servir y no ser servido. Un amor que ofrece sin pedir.
No es casual que Juan en este momento central de la vida de Jesús - su último encuentro con los discípulos-, nos hable del lavatorio de los pies, en lugar de hablarnos de la institución de la eucaristía, y tiene un significado especialmente grande. La Iglesia y la comunidad cristiana comprendemos  perfectamente la intención del evangelista Juan, cuando a este día lo llamamos día del amor fraterno. En la última reunión que Jesús tenía con sus discípulos, antes de irse al Padre, ha querido dejarles muy claro cuál ha sido su preocupación y su enseñanza, a lo largo de su vida: amar al prójimo y amarle activamente, sirviéndole, “tomando la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”. El adjetivo “fraterno” forma aquí una unidad de sentido indivisible con el sustantivo “amor”. Se trata de un amor activo, sacrificado, oblativo, hasta dar su vida por la salvación de sus hermanos, los hombres. El amor que Jesús nos ha demostrado durante su vida y, de manera especial, en su pasión y muerte no fue, en ningún caso, un amor pasivo, ni preferentemente contemplativo. Este es el legado y el ejemplo principal que Jesús quiere dar ahora a sus discípulos. Es decir, un amor que busca a la oveja perdida, al enfermo, al pecador, al marginado, al pobre y necesitado, un amor que se manifiesta siempre en obras  de humilde servicio y de ayuda al prójimo. Sólo este amor es, con propiedad, un verdadero amor cristiano, fraterno.
Agradezcamos estos dones del Señor an nuestra oración ante el monumento , en la hora santa de hoy.

Nota sobre la hora santa.
"Llegaron a una finca que se llama Getsemaní , y dijo a sus discípulos: sentaos aquí mientras yo voy a orar. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir horror y angustia, y les dijo: me muero de tristeza: quedaos aquí y estad en vela. Adelantándose un poco, cayó a tierra, pidiendo que si era posible se alejase de él aquella hora."
 (De la Biblia: Evangelio de san Marcos 14, 32-34).
Se trata de dedicar una hora a meditar los misterios cuando Cristo se sintió sólo y débil, como nosotros, y pide al Padre aparte el cáliz. Una hora para acompañarle, como el Ángel del huerto, en cuanto podemos, místicamente, junto al sagrario. Es una hora para volcar en su Sagrado Corazón todos nuestros afanes y sufrimientos, y recibir su gracia para sobrellevarlos. Una hora en definitiva, para agradecer su sacrificio y aprender de El.

ORIGEN DE LA HORA SANTA
En una de sus apariciones a Santa Margarita María de Alacoque Jesús le dijo; "Todas las noches del jueves al viernes te haré participar de la mortal tristeza que quise padecer en el Huerto de los Olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Y para acompañarme en aquella humilde plegaria, que entonces presenté a mi Padre, te postrarás con la faz en tierra, deseosa de aplacar la cólera divina y en demanda de perdón por los pecadores".
Pío XI, al comienzo del año Santo, exhortó al ejercicio de la Hora Santa como un "obligado y amoroso recuerdo de las amargas penas que el Corazón de Jesús quiso soportar para la salvación de los hombres". Ya antes, en su carta encíclica sobre la expiación que todos deben al Sagrado Corazón de Jesús "Miserentissimus Redemptor"(8-V-1928) señaló: el Corazón de Jesús "para repararar las culpas recomendó esto, especialmente grato para El: que usasen las súplicas y preces durante una hora (que con verdad se llama Hora Santa), ejercicio de piedad no sólo aprobado, sino enriquecido con abundantes gracias espirituales". En otra ocasión explicó que "su fin principalísimo es recordar a los fieles la pasión y muerte de Jesucristo, e impulsarles a la meditación y veneración del ardiente amor por el cual instituyó la Eucaristía (memorial de su pasión), para que purifiquen y expíen sus pecados y los de todos los hombres". (21-III-1933).

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