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sábado, 25 de abril de 2015

Comentario a las Lecturas del IV Domingo de Pascua. 26 de abril de 2015.

Comentario a las Lecturas del IV Domingo de Pascua. 26 de abril de 2015

En este cuarto domingo de Pascua, celebramos en la Iglesia universal la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y, al mismo tiempo en España, la Jornada de Vocaciones Nativas. A la vez que rogamos al Dueño de la mies que envíe nuevas vocaciones a su mies, nos sentimos responsables de la formación y el sostenimiento de quienes han respondido a la llamada en los territorios de misión.
Las lecturas de hoy  testimonian la huella dejada por Jesús Resucitado en su rebaño, tras un tiempo de debilidad y miedo.

En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles (Hch. 4,8-12), se centra en las consecuencias de un milagro que asombró a toda la ciudad de Jerusalén. Pedro, lleno del Espíritu Santo, responde con claridad y fortaleza, haciendo una confesión clara y valiente, ante el Sanedrín, el Tribunal Supremo de Israel. Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: a
los jefes del pueblo y ancianos "... ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros.".
Concluye San Pedro con claridad: "Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y se ha convertido en piedra angular".
La piedra angular, la que cierra el arco, la que hace de cuña, la que contrarresta las dos fuerzas contrarias del ángulo curvilíneo, la que sostiene, la que culmina. Piedra fundamental y necesario para seguridad de la edificación. Eso es Cristo para la salvación de los hombres, para la liberación de su pueblo.
"Y no hay salvación en ningún otro; pues ningún otro nombre debajo del cielo es dado a los hombres para salvarnos". No hay otro camino que Cristo, no hay otra piedra angular. Sólo Él puede salvar al hombre, sólo Él puede sostener el edificio de nuestra vida personal.
Como San Pedro también los demás apóstoles sabían muy bien que ellos no eran los que curaban a los enfermos, sino que era Jesús, el Cristo, el que lo hacía a través de ellos.

En el salmo responsorial de hoy (salmo 117), se nos recuerda y se nos invita a revivir la razón y motivo de nuestra fortaleza, desde una actitud de humilde  agradecimiento.
. Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación,
La piedra que desecharon los arquitectos.
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

La segunda lectura (Primera carta de San Juan, 3,1-2), nos recuerda el amor de Dios. "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!". Nos dice Juan en su Primera Carta que “somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que seremos; sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es”.
Vivir con la conciencia viva de que somos hijos de Dios y en la espera de la manifestación plena de Dios, debe transformar nuestra vida. Somos, sí, hijos de la tierra, pero como hijos de Dios estamos llamados a una herencia más alta. Nuestra vocación cristiana nos pide que vivamos como hijos de Dios. Sabiendo muy bien en qué tierra estamos, pero sin olvidar nunca que aspiramos a nueva tierra y unos nuevos cielos. En ese cielo nuevo y en esa tierra nueva ya no habrá llanto, ni dolor, ni injusticias, ni corrupción, porque viviremos guiados e invadidos por el amor de Dios. De momento, sólo podemos vivirlo como utopía, pero la esperanza cristiana debe otorgarle a la utopía la fuerza de la realidad. Porque la esperanza cristiana está íntimamente unida a la fe y se fundamenta en el amor que Dios nos tiene nos dice san Pablo:

El evangelio de hoy (Juan 10, 11-18), nos habla del buen  pastor que da la vida por las ovejas. La imagen del Buen Pastor es muy querida por las primeras comunidades cristianas. Él Buen Pastor “da la vida por las ovejas". Sin haber cometido pecado sufre la pasión por nosotros, carga con nuestros pecados, sube al leño para curarnos. Nos defiende de todo peligro, no perecemos y nadie puede arrebatarnos de su mano. No hay otro guía que nos conduzca por verdes praderas y nos dé la vida eterna.
Jesús se nos presenta como el Buen Pastor. No dice un buen pastor sino el Buen Pastor. Ya el profeta Ezequiel, cuando hablaba de los malos pastores de Israel, vaticinó un pastor único que, a diferencia de aquéllos, se preocupe de apacentar a las ovejas, sea el fiel sucesor de su padre David que arriesgaba su vida por salvar el rebaño de las fieras del campo. Jesús llegará más allá todavía. Él no se limitará a arriesgar la vida por su grey, él morirá por salvarla. Por eso nos dice en este pasaje: Yo doy mi vida por las ovejas.
El buen pastor llega a querer a sus ovejas como un padre y una madre quiere a sus hijos, estando siempre dispuestos a dar su vida, si llegara el caso, por ellos. Cristo fue un buen pastor en este sentido heroico: dio su vida por las ovejas, por nosotros. El ejemplo de Cristo, en este sentido, como buen pastor, debemos tenerlo siempre presentes los cristianos, de tal manera que los que nos vean puedan ver en nuestro comportamiento el ejemplo de Cristo.
Jesús no solo es Pastor de la ovejas que están en el redil, sino también de otras ovejas. El Señor dice que tiene, además, otras ovejas que no son de este redil. Jesús piensa en las que están fuera, esas que se han extraviado y a las que es preciso ir a buscar y traerlas al mejor redil, el único donde hay seguridad y salvación."Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor".
Para tu vida.
En este domingo la fortaleza en nuestra vida cristiana ya viene explicitada desde la primera lectura. "Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar y, bajo el cielo. no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos". Esta enseñanza de San Pedro debe servirnos también hoy a nosotros: nosotros, los cristianos, actuamos en nombre de Cristo, y queremos que a través de nuestras obras los no cristianos vean y conozcan a Cristo. No buscamos con nuestras buenas obras una gloria propia, sino la mayor gloria de Dios, manifestada en Cristo Jesús. Nuestra caridad y nuestra generosidad deben manifestar la generosidad de Dios; sólo en este sentido nuestra caridad será auténtica evangelización cristiana. Una caridad y una generosidad que busca la gloria del que la hace no es evangelización cristiana, sino sólo aquella que va dirigida a manifestar la generosidad de Dios; solo esta es evangelización cristiana.
Estamos ya en la cuarta semana de Pascua. Es un momento muy adecuado para preguntarnos en esta Pascua ¿Que está cambiando en nuestra vida?.Somos parte activa de la Pascua o solo espectadores de los que ocurrió en los tiempos de Jesús.
Preguntémonos, ¿a quién seguimos?, ¿quién es nuestro pastor?, ¿qué voces seguimos? Pedro escuchó la Voz de Jesús y decidió seguirle. Ahora da testimonio valiente de Jesús ante el Consejo de ancianos. Actúa ya como pastor asumiendo la misión que le ha dado Jesucristo resucitado. Pe­dro recibió de Jesús la misión de apacentar las ovejas, el rebaño del Señor. En ningún otro existe la salvación, sólo en Jesucristo, el Resucitado, así concluye el discurso del apóstol Pedro.
También en este domingo del Buen Pastor todos nosotros, los cristianos, debemos pedir a Dios nuestro Padre que nos conceda la gracia de vivir movidos durante toda nuestra vida por una generosidad heroica, tratando de imitar en la medida de nuestras fuerzas a su Hijo Jesús, el que dio su vida por nosotros con libertad y amor divino. El ejemplo de tantos santos cristianos, que entregaron su vida por los demás con generosidad heroica, nos dice que también nosotros, con la gracia de Dios, podremos hacerlo.

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