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sábado, 22 de noviembre de 2014

Comentarios a las Lecturas del XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario Jesucristo, Rey del Universo. 23 de noviembre de 2014

Comentarios a las Lecturas  del XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Jesucristo, Rey del Universo. 23 de noviembre de 2014

 “al atardecer de la vida te examinarán del amor” ( Cesáreo Gabarain)
El último domingo del año litúrgico se celebra la fiesta de "Jesucristo, Rey del universo".
En las lecturas de este último domingo del año litúrgico no hemos leído las lecturas que se refieren a los hechos catastróficos que precederán a la venida del Hijo del Hombre, sino la lectura de Mateo 25, que se refiere a lo primero que hará el Hijo del Hombre cuando ya haya venido.
Es la culminación de todas las fiestas del Señor que hemos celebrado a lo largo del año. ¿Cómo, dónde, cuándo tiene que reinar Jesucristo? Su reino no es de este mundo, por eso su forma de reinar es desde la humildad, desde la cruz.... Su corona es de espinas, su cetro una caña cascada, su manto un trapo de color púrpura, su trono la cruz. Reina en el corazón de cada hombre y cada mujer que se acerca al otro, descubre su necesidad y le ayuda. Reina en aquél que descubre a Cristo en el rostro del mendigo, en la madre angustiada por el hijo que se pierde, en el anciano que se muere en soledad. Cristo debe reinar ya en nuestro interior, porque su Reino ya ha comenzado, pero todavía no ha llegado a su plenitud. Es el "ya, pero todavía no" en tensión escatológica.
En la primera lectura del Profeta Ezequiel, (Ez34, 11-12. 15-17) oímos al Señor Dios, Yahvé, el que expresa por boca del profeta Ezequiel su amor por las personas más desprotegidas y necesitadas. Los cristianos siempre hemos aplicado este texto del profeta Ezequiel, así como el salmo 22, a Cristo. El Profeta Ezequiel nos promete que en la Era Mesiánica el Hijo de David, el Mesías, será nuestro Rey-Pastor. Por culpa de sus jefes, Israel es un rebaño disperso. El Destierro de Babilonia es una calamidad que amenaza la misma supervivencia de Israel. Por eso va a intervenir Yahvé y va a realizar un plan de Redención y Salvación. Yahvé las rescata de todos los sitios adonde han sido desterradas y dispersadas; las reúne y congrega; las retorna al aprisco y a los pastos de Israel. Después del destierro ya no se restauró la Monarquía; el Rey-Pastor será Yahvé. Y ahora, desechados y castigados los malos pastores que en vez de ocuparse de las ovejas, egoístas y avaros sólo buscaron las propias conveniencias, Yahvé mismo se hace Pastor de su pueblo: «Yo mismo apacentaré mis ovejas, Yo mismo las llevaré a reposar. Oráculo de Yahvé».

Es lo mismo que se expresa en el salmo 22, que todos sabemos de memoria,  en  él podemos ver cómo sentimos nosotros ese amor y ese cuidado de Dios en primera persona: “El Señor es MI pastor… en verdes praderas me hace recostar… me conduce hacia fuentes tranquilas… repara mis fuerzas… me guía por el sendero justo… tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida…”.
. En la segunda lectura  ( primera carta a los Corintios),  San Pablo recuerda una vez más a los cristianos de esa comunidad que con la resurrección de Cristo se ha hecho posible nuestra propia resurrección. "El último enemigo aniquilado será la muerte". Y esa resurrección unirá nuestra vida terrenal y la eterna.
El Evangelio de hoy, es parte del capítulo 25 del evangelio de San Mateo, guarda coherencia con los anteriores que hemos ido leyendo las últimas semanas  y que contienen advertencias firmes para el final de los tiempos. En definitiva, Jesús nos ha ido dado una serie de consejos a que vigilemos nuestra actitud ya que el tiempo se está consumando.
En este mundo terrenal, los pobres son la presencia de Dios, de Jesús, entre nosotros. Dios se manifiesta a través de ellos. Ellos son para nosotros palabra y presencia de Dios. Si queremos estar cerca de Dios, no podemos olvidar, ni estar lejos de los pobres. Dios no es indiferente ante el sufrimiento humano. Por eso, aquellos que en esta vida no encuentren justicia, serán recompensados por Dios en la resurrección al final de los tiempos. Ahí será restablecida toda justicia y todos será recapitulado y puesto en su justo orden. Ahí viviremos en plenitud ese proyecto de humanidad de Dios basado en el amor y la fraternidad entre todas las personas. Ahí también daremos cuenta de nuestra manera de actuar con los más necesitados, con los últimos de este mundo, con los pequeños, con los más pobres. Ahí recibiremos la herencia de Dios, de la cual somos herederos: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.
Fuertes son  las palabras de Jesús. Y ninguno de nosotros quisiera oír, un día, el desprecio final que el Maestro expresa. Lo más duro es más pensar que no nos deje seguir a su lado, que no nos reconozca y que nos llame malditos. Las palabras cálidas con las que nos rogaba que fuéramos a su lado si estábamos cansados y agobiados se han desvanecido. Asimismo parece que quedan muy lejos las invitaciones a portar carga y yugo suaves y ligeros. Nuestra salvación es un asunto personal, en cuanto que es una respuesta al Señor, respuesta que se expresa a través de nuestras obras.
Es cierto que contamos con la ayuda de Dios, sin la cual habría posibilidad alguna. Pero eso no quiere decir que podamos transferir nuestra responsabilidad. Jesús nos ido repitiendo que hemos de perseverar, vigilar y estar atentos.

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