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sábado, 15 de noviembre de 2014

Comentarios a las lecturas del Domingo XXXIII del T.O.16 de noviembre de 2014.

Comentarios a las lecturas del Domingo XXXIII del T.O.16 de noviembre de 2014.
Hoy celebramos el Día de la Iglesia Diocesana. Cada uno de nosotros, con nuestros talentos y capacidades, formamos la Iglesia Diocesana. No es algo extraño a nosotros. Es la gran familia que rompe las distancias locales y se abre a la comunión con otras parroquias de la misma provincia. Y cada una de las diócesis se une también en comunión con la Iglesia Universal. La Diócesis es nuestra gran familia, la casa grande donde todos cabemos y tenemos nuestro sitio. Hoy es su día. Hoy pedimos en nuestra Eucaristía por todas las parroquias de nuestra diócesis, por todas sus actividades pastorales

El hilo conductor de las lecturas de este domingo es la de administrar.

En la primera lectura (Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31 )tenemos ya un ejemplo de buena administración, donde a través del ejemplo de una mujer, se nos invita a todos, hombres y mujeres, a cuidar lo que tenemos y a administrarlo para el bien de todos. La “mujer hacendosa” podemos ser cualquiera de nosotros, en la medida en que nuestro trabajo sirve para producir “ganancias y no pérdidas todos los días de su vida”. Su marido se fía de ella, nos dice el sabio inspirado por Dios, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida... Maravilloso tesoro y dichoso quien lo encuentra. Ideal sublime que toda mujer ha de afanarse por conseguir: ser una bendición de Dios donde quiera que se encuentre, poner al servicio de los demás toda la riqueza de su condición femenina. Dar ternura a la vida, dar sencillez y belleza, dar serenidad y sosiego. Convertir cada casa en un lugar apacible y cómodo, en un hogar limpio y tranquilo en el que permanezca la paz y la alegría de Dios.
La Iglesia “esposa de Cristo” esta llamada a ser esa mujer hacendosa.
Además, de lo que ella hace se benefician los más pobres,” los predilectos del Señor” ya que “abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre”. La Iglesia esta llamada a ser quien defienda a la persona humana como “criatura predilecta de Dios”.

En el Salmo responsorial se nos recuerda con que características de vida debemos de ser administradores. Con actitud de temor a Dios, que supones estar atentos a su voluntad y designios para nuestra vida. Con esta actiud de temor recibiremos la bendición del Señor en nuestra vida diaria.
“ esta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida”. 

En la segunda lectura San Pablo nos habla del tema de cuándo será el momento en que el Señor nos pida cuentas, le dice a su comunidad que “el día del Señor llegará como un ladrón en la noche”, es decir, que no sabemos cómo ni cuándo. Lo que sí que podemos cuidar es la actitud a tener durante ese tiempo de espera: la vigilancia. “Estemos vigilantes y vivamos sobriamente”, dice San Pablo al final de la segunda lectura, todo lo contrario a enterrar nuestros talentos y dedicarnos a esperar a que vuelva el Señor que nos los encomendó. En la comunidad cristiana estamos llamados a vivir como corresponde a los seguidores de Jesús, multiplicando los talentos que Dios nos ha dado y poniéndolos al servicio de todos. En la medida en que vivamos así, estaremos viviendo como “hijos de la luz” y no tendremos porque temer nada en ese día final, ya que hemos acogido el evangelio y lo estamos viviendo, no sin dificultad, pero lo vamos haciendo.

El evangelio nos presenta la Parábola de los talentos.
“Fui a esconder tu talento bajo tierra”.
La Parábola de hoy nos sitúa ante algo que se nos da y como es algo que se nos da, que se nos confía, nos situamos como “empleados” (así los define la parábola) y no como “propietarios”. Lo que tenemos no es nuestro, nos ha sido dado, gratuitamente, para nuestro bien y el de los que nos rodean. Hay alguien, por tanto, que confía en nosotros y nos encomienda esto que es muy valioso, lo cual nos da seguridad, pero al mismo tiempo, nos llama a la responsabilidad. Somos invitados a ser buenos administradores de eso que recibimos.
La tentación en este momento de la historia es la tentación del conservadurismo y esta es más fuerte en tiempos de crisis religiosa, como la que atravesamos. Es fácil entonces invocar la necesidad de controlar la ortodoxia, reforzar la disciplina y la normativa; asegurar la pertenencia fiel a la Iglesia.
Muchas veces es más cómodo “repetir” de manera monótona que los caminos heredados del pasado, ignorando los interrogantes, las contradicciones y los planteamientos del hombre moderno, pero ¿de qué sirve todo ello si no somos capaces de transmitir luz y esperanza a los problemas y sufrimientos que sacuden a los hombres y mujeres de nuestros días?.
Las actitudes que estamos llamados a cuidar en este momento de la historia, son aquellas que ayuden a la escucha del Espíritu” que todo lo hace nuevo. Lo más grave puede ser que, lo mismo que le sucedió al tercer siervo de la parábola, también nosotros creamos que estamos respondiendo fielmente a Dios con nuestra actitud conservadora, cuando estamos defraudando sus expectativas. El principal quehacer de la Iglesia hoy no puede ser conservar el pasado, sino aprender a comunicar la Buena Noticia de Jesús en una sociedad sacudida por cambios socioculturales que ocurren con una rapidez vertiginosa e imprevisible.

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