Lecturas del dia.
XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. 21 de Septiembre de 2014
Buscad al Señor mientras se deja encontrar,
invocadlo mientras está cerca.
Que el malvado abandone su camino,
y el criminal sus planes;
el Señor se apiadará de él, si se convierte,
si se vuelve a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Porque mis planes no son como vuestros planes,
ni vuestros caminos como los míos,
oráculo del Señor.
Cuanto dista el cielo de la tierra,
así mis caminos de los vuestros,
mis planes de vuestros planes.
Todos los días te bendeciré
alabaré tu nombre sin cesar.
Grande es el Señor y digno de toda alabanza,
es inmensa su grandeza.
El Señor es clemente y compasivo,
paciente y rico en amor.
El Señor es bondadoso con todos,
a todas sus obras alcanza su ternura.
El Señor es fiel en todo lo que hace,
leal en todas sus acciones.
El Señor está cerca de los que lo invocan,
de todos los que lo invocan sinceramente.
Cristo manifestará en mi cuerpo su gloria.
Porque para mí la vida es Cristo y morir significa una ganancia. Pero si continuar viviendo en este mundo va a suponer un trabajo provechoso, no sabría qué elegir. Me siento como forzado por ambas partes: por una, deseo la muerte para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; por otra, seguir viviendo en este mundo es más necesario para vosotros.
Únicamente os pido que llevéis una vida digna del evangelio de Cristo.
Por eso, con el reino de los cielos sucede lo que con el dueño de una finca que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña. Después de contratar a los obreros por un denario al día, los envió a su viña. Salió a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: «Id también vosotros a la viña, y os daré lo que sea justo». Ellos fueron. Salió de nuevo a mediodía y a primera hora de la tarde e hizo lo mismo. Salió por fin a media tarde, encontró a otros que estaban sin trabajo y les dijo: «¿Por qué estáis aquí todo el día sin hacer nada?». Le contestaron: «Porque nadie nos ha contratado». Él les dijo: «Id también vosotros a la viña». Al atardecer, el dueño de la viña dijo a su administrador: «Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros». Vinieron los de media tarde y cobraron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que cobrarían más; pero también ellos cobraron un denario cada uno. Al recibirlo, se quejaban del dueño, diciendo: «Estos últimos han trabajado sólo un rato y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor». Pero él respondió a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero dar a este último lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer lo que quiera con lo mío? ¿O es que tienes envidia porque yo soy bueno?». Así los últimos serán primeros, y los primeros, últimos.
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