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sábado, 17 de diciembre de 2011

Reflexiones 3º Domingo de Adviento.

VOCEROS DE LA MISERICORDIA Y DE LA ALEGRÍA DE DIOS
Por Gabriel González del Estal
1. Yo soy la voz… Juan Bautista era vocero de Dios, hablaba en nombre de Dios, era voz humana de Dios. Predicaba la conversión a un Dios justo y misericordioso, a un Dios que quería regalarnos la alegría de su gracia y de su perdón. Era un vocero sincero y humilde, que no quería que nos fijáramos en él, sino en aquel a quien él señalaba, en Jesús de Nazaret. Él no era el Mesías, ni Elías, ni el Profeta, él era sólo una voz, la voz de Dios. ¡Qué vocación tan maravillosa, la de ser voceros de Dios! Hablar en su nombre, decir sólo lo que él dice, traducirle de tal modo que en nuestras palabras se transparente la voz de él. Hace falta mucha humildad, y mucha santidad, para ser buenos voceros de Dios. Más de una vez tapamos la voz de Dios con nuestras voces egoístas e interesadas, aunque, oficialmente, pretendamos representar a Dios y ser sus portavoces. El vocero de Dios es un canal limpio y transparente, por donde corre luminosa y serena la verdadera voz de Dios. Los hombres pocas veces somos verdaderos voceros de Dios, porque nos ponemos nosotros delante para que nos vean a nosotros, antes que a Dios. Juan el Bautista quería que le vieran a él como testigo de la luz, no como la luz. Él no tenía luz propia, no quería tener luz propia, quería que a través de él sólo se viera a Dios. Los cristianos estamos todos llamados a ser voceros de Dios, del Dios justo y misericordioso que se encarnó y se hizo voz en Jesús de Nazaret. Jesús de Nazaret fue el vocero encarnado del Dios que habitaba en él.
2. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios. También el profeta Isaías era vocero de Dios. El profeta Isaías, autor de este texto, es un profeta del posexilio que canta alborozado a su Dios, porque se ha compadecido de su pueblo y le ha sacado del destierro. Dios ha enviado a su Ungido para dar la buena noticia a los que sufren, para proclamar el año de gracia del Señor. Es un texto lleno de gozo y esperanza, que Jesús leerá y se lo aplicará a sí mismo en la sinagoga de Nazaret, al comienzo de su vida pública. Dios nos ha enviado a su Hijo para sanarnos y liberarnos de todas las ataduras e injusticias que nos oprimen y esclavizan. Tenemos derecho a ver en Jesús de Nazaret al Mesías que vino a salvarnos y liberarnos del pecado y del mal. Esto debe llenarnos de alegría y gozo. Por eso, el sentimiento principal de este tercer domingo de Adviento, domingo de la alegría, debe ser de alegría interior y de agradecimiento profundo a Dios nuestro Salvador. Como María en el Magnificat, también nosotros podemos decir hoy: proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador.
3. Estad siempre alegres, sed constantes en el orar. En toda ocasión tened la Acción de Gracias. También San Pablo les dice hoy a los fieles de Tesalónica que estén siempre alegres y sean siempre agradecidos. Esta alegría y esta Acción de Gracias a la que se refiere San Pablo, debemos expresarla nosotros principalmente en nuestra oración, en nuestras eucaristías y en nuestro comportamiento ordinario. Las frases de San Pablo son breves y llenas de sentido: “examinadlo todo, quedándoos con lo bueno”, “guardaos de toda forma de maldad”. En este tiempo de Adviento, con especial intensidad, debemos nosotros limpiar el alma de toda maldad, preparándonos para celebrar dignamente la Navidad. Hagámoslo con espíritu agradecido y con el alma llena de alegría y esperanza cristiana.

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