Se ha dicho, en forma bella y profunda, que nuestro Dios en su misterio más intimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo. El tema de la familia no es pues ajeno al tema del Espíritu.
La Iglesia nos dice que el Misterio Trinitario se encontraba presente desde los orígenes de nuestra fe… en primer lugar, lo encontramos en el Bautismo, hecho en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… pero también lo encontramos en la predicación, catequesis y oración de la Iglesia, como muestra este saludo de Pablo: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios [Padre] y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros» (2 Colosenses 13, 13)…
Para la formulación del dogma de la Trinidad la Iglesia tuvo que desarrollar un vocabulario que ayudara a entender los conceptos que se pretendía definir… para esto, utilizó nociones y términos filosóficos como “substancia”, “persona”, “hipóstasis”, “relación”… por ejemplo, el Catecismo dice,
252 La Iglesia utiliza el término “substancia” (traducido a veces también por “esencia” o por “naturaleza”) para designar el ser divino en su unidad; el término “persona” o “hipóstasis” para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí; el término “relación” para designar el hecho de que su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.
Recordemos que la Trinidad es un Misterio… y aunque tratemos de aproximarnos, nuestra mente limitada nunca podrá abarcar la grandeza del mismo… por eso, algunos teólogos recurrieron a símiles para tratar de arrojar algo de luz… y otros se limitaron postular su simple aceptación como dogma de fe…
Aún así, vemos como Dios, poco a poco, fue preparando las mentes y los corazones de los hombres para recibir esta gran revelación… por ejemplo, ya desde el Antiguo Testamento encontramos unos reflejos de este Misterio… aunque sin expresarlo, pues la realidad del pueblo de Israel y el entorno politeísta en que vivían, hubieran mal interpretado la realidad de Dios,
•Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra» (Génesis 1, 26);
•Y dijo Yahveh Dios: «¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal!» (Génesis 3, 22);
•«Ea, pues, bajemos, y una vez allí confundamos su lenguaje» (Génesis 11, 7);
•La palabra “Elohim”, utilizada para referirse a Dios, es un plural de la lengua semítica y aunque el lenguaje hebreo tiene varios ejemplos de plurales abstractos, algunos teólogos han querido ver en este nombre un vestigio de la Trinidad;
•También en los tres personajes que recibió Abraham en la encina de Mambré y en quienes reconoció a Dios (Génesis 18).
Los Evangelios nos van preparando en Jesús para la multiplicidad de Personas en Dios cuando nos dice,
•“En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Juan 1, 1);
•«El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14, 9);
•«Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Juan 14, 11);
•«Todo lo que tiene el Padre es mío» (Juan 16, 15);
•La acusación de los judíos de hacerse Jesús igual a Dios: “Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios” (Juan 5 18);
•En la expresión de Tomás hacia Jesús: «Señor mío y Dios mío» (Juan 20, 28);
•En la capacidad de perdonar los pecados: «Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados» (Marcos 2, 10; Mateo 9, 6); en las personas que perdonó (el paralítico, la pecadora pública, la mujer adúltera); y en el poder de perdonar que entregó a sus apóstoles (Mateo 16, 19; Juan 20, 23);
•En el juicio ante el Sanedrín (Mateo 26, 64-66; Marcos 14, 62-63);
•Ante Pilato (Juan 18, 33-37).
Jesús sienta las bases para la revelación del Espíritu Santo cuando dice,
•«Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros» (Juan 14, 16-17);
•«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28, 19);
•«A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará» (Lucas 12, 10).
Pero es en el libro de los Hechos donde vemos más claramente la revelación del Espíritu Santo como la Tercera Persona de la Trinidad,
•Ante el engaño de Ananías y Safira, Pedro les dijo: «Ananías, ¿cómo es que Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo» (5, 3);
•Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado» (13, 2);
•En el primer concilio de Jerusalén, Pedro dijo: «Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros» (15, 28).
Recuerdo haber leído en un libro del sacerdote y teólogo católico Stefano De Fiores (aunque no recuerdo si el pensamiento era suyo) que «Dios es Amor»… y como Amor, debe desbordarse hacia Otro, pues el Amor que se queda en sí mismo (narcisismo), no es verdadero amor… pero ese Amor, si es sólo entre Dos, se convierte en un círculo cerrado… por eso es necesario un Tercero que trascienda a los Dos que se Aman… de aquí partimos a decir que los dos primeros son el Padre y el Hijo… y el tercero es el Espíritu Santo, al que también identificamos como el Amor entre el Padre y el Hijo…
En su libro, el Padre De Fiores hablaba sobre la “perijóresis” trinitaria… un término griego que se utiliza para significar que Dios no es sólo diálogo, sino comunión y comunicación total de las Personas Divinas… ese “estar dentro de las otras” se definió en el concilio de Florencia de esta manera,
Por razón de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo y todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre y todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre y todo en el Hijo. Ninguno precede a otro en eternidad, o le excede en grandeza, o le sobrepuja en potestad.
Juan Pablo II, en Puebla (1979), compara esa unidad e intimidad dentro de Dios con la institución de la familia, de manera que la familia es reflejo de la Trinidad,
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