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viernes, 17 de junio de 2011

Los pobres en espíritu, Mateo 5:3.

"Bienaventurados los pobres en espíritu", los humildes, los que recono­cen que son pecadores y buscan el perdón de Dios.



A. La palabra bienaventurado, makarios, significa dichoso o feliz. Se usa­ba para hablar de la felicidad de los dioses, de un gozo más allá de todo cuidado. La palabra se refiere a "la naturaleza de lo que es el mayor bien". Esta felicidad no depende de las circunstancias favorables. Pablo conocía el verdadero gozo a pesar de mucho sufrimiento (2 Cor. 11:23-28; Fil. 4:6,7,11,12). No depende esta felicidad de la prosperidad, ni de los eventos agra­dables, sino de la condición del corazón.



B. Hay contraste entre las bienaventu­ranzas y los ayes, Luc. 6:20-26. ¡Ay de al­gunos! y ¡qué felices son otros!

C. Sin duda Jesús sorprendió a sus oyentes cuando identificó a los que son bienaventurados. Muchos hubieran dicho "Bienaventurados los ricos". Los escribas y fariseos hubieran dicho, "bienaventurados los hijos de Abraham; bienaventurados los circuncisos; ¡ay de los incircuncisos!" Pero Jesús no enseñaba como los escribas, Mat. 7:29.

D. El dice, "Bienaventurados los pobres en espíritu", los humildes, los que recono­cen que son pecadores y buscan el perdón de Dios.

E. Todo el mundo peca (Rom. 3:23), pero los pobres en espíritu son los que re­conocen que son pecadores y que están dispuestos a confesar sus pecados -- hu­mildemente admitir que han pecado, que están errados, que están mal -- y que bus­can el perdón de Dios y de las personas a quiénes han ofendido. Muchos (como el fariseo de Luc. 18:11,12) no son "pobres en espíritu".

I. Sant. 4:6, "Dios resiste a los sober­bios, y da gracia a los humildes".

A. 1 Ped. 5:5,6, Pedro dice lo mismo, y luego agrega esta exhortación, "Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios". El hombre debe humillarse delante de Dios, reconociendo que es un pecador necesitado del perdón de Dios, y dispuesto a escuchar su enseñanza, obe­decerle y dedicar su vida al servicio de El. La soberbia y el egoísmo destruyen al hombre (Prov. 16:18).

B. La soberbia significa la exaltación de sí y la oposición a la voluntad de Dios; por ejemplo, muchos judíos no confiaban en la gracia de Dios, sino en ser hijos de Abra­ham (Mat. 3:7-12); los filósofos griegos confiaban en su sabiduría (1 Cor. 1:21), como hoy en día los humanistas destronan a Dios y exaltan al hombre, diciendo que el creer en Dios es un insulto a la inteligencia. Muchos profesores creen que lo que ellos no saben no es cierto o que no importa. Defienden la ignorancia, la superstición y toda clase de filosofía insen­sata (como la evolución). Dicen (con Faraón), "¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz ...? Yo no conozco a Jehová" (Ex. 5:2).

C. Rom. 1:30, los "soberbios" están aso­ciados y relacionados con "los aborrecedores de Dios, injuriosos, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres". Rom. 1:18-32 describe cómo la soberbia del hombre destrona a Dios y lle­va al hombre a toda forma de depravación y corrupción.

1. Para los soberbios, Dios no es el Creador. No hacen ninguna distinción en­tre el Creador y las criaturas. No dan gra­cias a Dios como el Dador de todas nues­tras bendiciones.

2. Tienen más alto concepto de sí que el que deben tener, Rom. 12:3,16.

D. La soberbia, pues, previene y evita la conversión a Dios.

1. Los soberbios no quieren recono­cer que son pecadores. No quieren reconocer sus faltas. No quieren cambiar su vida.

2. Hay soberbios religiosos que no quieren admitir que están en error doctrinal. La soberbia no les deja alejarse de la religión de sus padres.

3. Por eso, la Biblia dice, "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu" (Prov. 16:18). Véase Prov. 18:12.

4. La única esperanza para los hom­bres es que se humillen y que sean "pobres en espíritu", que reconozcan que están en­fermos (Luc. 5:31), y que urgentemente necesitan del perdón de Dios.

II. Los pobres en espíritu saben que es­tán en bancarrota espiritual.

A. Cristo vino al mundo para buscar y a salvar lo que se había perdido (Luc. 19:10). El Buen Médico vino a buscar en­fermos (Luc. 5:32; 15:1,2). "Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" (1 Tim. 1:15). Jesús no puede ayudar a los que no reconocen que son pecadores per­didos.

B. Los "pobres en espíritu" son como "mendigos espirituales", cargados de pobreza espiritual, y sin recursos espiri­tuales.

1. El hombre que trabaja para ga­narse el pan diario se llama "pobre" (del verbo penomai), 2 Cor. 9:9. Este "pobre" no es rico, no le sobra nada después de proveer lo más necesario, pero tampoco sufre miseria.

2. Pero Jesús no emplea esa palabra. El usa la palabra ptojoi que se refiere a los que en verdad son pobres, los que es­tán hundidos en la miseria.

3. "Ptochos, un adjetivo que describe a uno que se agacha, se usa como nombre, un mendigo, Luc. 14:13,21, 'pobres'; 16:20,22, 'mendigo'" (Vine).

C. Por lo tanto, "los pobres en espíritu" son los que reconocen que son pecadores, "destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3:23), y ponen toda su confianza en Dios para que les perdone y que les reciba en su reino.

D. "Los pobres en espíritu" saben que no pueden salvarse solos.

1. Luc. 16:15, Jesús dijo a los fariseos, "Vosotros sois los que os justi­ficáis a vosotros mismos delante de los hombres". La actitud de éstos era lo opuesto de la actitud de "los pobres en es­píritu".

2. Luc. 18:9-14, el fariseo en el tem­plo que "oraba consigo mismo", hablando de sus grandes virtudes, quería justificarse a sí mismo, pero no fue a su casa justificado (ver. 14). Aunque era judío, este fariseo no reconoció a Dios, no le pidió nada y no le dio gracias. Solamente "oraba consigo mismo".

3. Apoc. 3:17, la iglesia de Laodicea se justificaba a sí misma, diciendo, "Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad", pero Jesús le dijo, "y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo". El po­bre en espíritu sabe que es un desventu­rado, miserable, pobre, ciego y desnudo, pero también sabe que Cristo le puede enriquecer y sanar, ver. 18.

E. Se elogia a los hombres indepen­dientes, los que tienen mucha confianza en sí mismos. Pero esta "virtud" es muy peli­grosa. Los tales a veces no solamente son independientes de los hombres sino tam­bién de Dios.

III. Bienaventurados vosotros los po­bres, Luc. 6:20.

A. Dios siempre ha mostrado su interés en los pobres que confían en El.

1. Léanse Salmo 9:18; 34:6; 72:4; 107:41; 132:15.

2. Dios es el Defensor de los pobres y destituidos.

B. Cristo vino al mundo para predicar a los pobres, Luc. 4:18.

C. Hablando en forma general, el pueblo de Dios se describe como pobres, oprimidos, afligidos, Sant. 2:5; 2 Cor. 6:10; Apoc. 2:9; 1 Cor. 1:26-31.

D. Los ricos son, generalmente, crue­les, orgullosos, opresores (Sant. 2:6,7; 5:1-6), materialistas que prosperan (Sal. 73:3). Por eso Jesús dice, ¡Ay de vosotros, ricos! (Luc. 6:24). También Santiago (5:1-6) los denuncia.

E. Desde luego, muchos pobres no son buenos (Prov. 19:15; 21:25; 24:30-34), y muchos ricos no son malos (Abraham era muy rico). La verdad es que hay peligro tanto en la pobreza como en la riqueza (Prov. 30:8,9), pero la mayoría de "los po­bres en espíritu" son pobres también en lo material.

F. Muchos textos hablan de la influen­cia negativa que las riquezas tienen sobre el alma, Luc. 12:13-21; 16:19-31; 1 Tim. 6:6-10, 17-19.

IV. Algunos ejemplos de los pobres en espíritu.

A. Luc. 7:36-50, la mujer pecadora que regó con lágrimas los pies de Jesús y los enjugaba con sus cabellos era pobre en espíritu. Reconocía que estaba arruinada espiritualmente, y confiaba en Jesús para el perdón.

B. Luc. 18:9-14, el publicano que dijo, "Sé propicio a mí, pecador"; era pobre en espíritu. Reconocía que necesitaba el perdón de Dios, que estaba totalmente carente de la justicia de Dios, y no confia­ba en sí (como hizo el fariseo), sino en Dios.

C. Luc. 15:17-19, "Yo aquí perezco de hambre. Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti: Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jor­naleros". El hijo pródigo era pobre en es­píritu.

D. Sal. 51:1-3, "Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones ... yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre de­lante de mí". El ver. 17 (verso clave) dice, "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios". David era pobre en espíritu.

V. "Porque de ellos es el reino de los cielos", porque estos son los únicos que lo buscan.

A. Los "pobres en espíritu" serán per­donados y hechos ciudadanos del reino de los cielos, pero es en vano hablar de la salvación a los que no quieren reconocer que son pecadores que deben arrepentirse y cambiar sus vidas. El Médico no puede ayudar al enfermo que no quiere recono­cer que está enfermo.

B. Juan 3:5, "el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios". El famoso rabino, Nicodemo, tuvo que arrepentirse y cambiar su vida. No podía entrar en el reino de los cielos en virtud de ser "un principal entre los judíos" (ver. 1). Ya no bastaba con ser "judío", ni aun con ser un judío famoso. El tenía que humillarse (ser "pobre en es­píritu"), y obedecer al evangelio, para entrar en el reino. Tuvo que arrepentirse y bautizarse y dejar que el Señor le transformara en la imagen de Cristo. Los pobres en espíritu no discuten acerca de la necesidad de bautizarse, porque al saber que el bautismo es un mandamiento del Señor (Mar. 16:16) para remisión de pecados (Hech. 2:38), con gusto lo obede­cen.

C. Col. 1:13, Dios "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo".

D. Mat. 18:3, Tenemos que arrepen­tirnos y hacernos como niños (humillarnos como niños, ver. 4), para poder entrar en el reino de los cielos.

Conclusión.

A. "Los pobres en espíritu" son per­sonas humildes que reconocen que son pecadores, destituidas de la gloria de Dios. Reconocen que están en bancarrota espiritual.



B. Estos crucifican la soberbia, porque re­conocen que no pueden justificarse a sí mismos. Por lo tanto, ponen toda su con­fianza en Dios.

C. Compungidos de corazón, los tales obedecen al evangelio de Cristo, para obtener el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo, Hech. 2:37,38.

D. Entonces como cristianos siguen siendo "pobres en espíritu", siempre dispuestos a admitir faltas y pedir perdón, Sant. 5:16; 1 Jn. 1:9.

Preguntas sobre Mateo 5:3, los pobres en espíritu

1. ¿Qué significa la palabra "bienaventurado"?

2. Según los escribas y fariseos ¿quiénes eran los bienaventurados?

3. ¿Qué dice Sant. 4:6; 1 Ped. 5:5 acerca de los soberbios y los humildes?

4. ¿Cuál es el equívoco más grande de los soberbios (el que impide la conversión de ellos)?

5. ¿Por qué se asociaba Jesús con los pecadores? Véase Luc. 5:30-32.

6. ¿Eran pobres en espíritu los fariseos que querían justificarse a sí mismos? (Luc. 16:15).

7. Descríbase la actitud del fariseo de Luc. 18:9-14. ¿Era pobre en espíritu? Explíquese su respuesta. ¿Qué pidió este fariseo? ¿Dio gracias a Dios?

8. La iglesia de Laodicea quería justifi­carse a sí misma (Apoc. 3:17). Jesús dijo que era iglesia "pobre". ¿Eran pobres en espíritu?

9. ¿Quiénes son, pues, los pobres en espíritu?

10. ¿Por qué dice Jesús en Luc. 6:20, "Bienaventurados vosotros los pobres", en lugar de decir, "Bienaventurados los po­bres en espíritu" (Mat. 5:3)?

11. ¿Son dichosos todos los pobres?

12. ¿Son buenos todos los pobres y malos todos los ricos?

13. Hablando en forma general, ¿son pobres o ricos el pueblo de Dios?

14. La palabra traducida "pobres" en Mat. 5:3 y Luc. 6:20 es la misma que se usa para hablar de Lázaro (Luc. 16:20,22). ¿Qué tan pobre era él? ¿Sería correcto decir que los pobres en espíritu están en bancarrota espiritual?

15. Descríbase la influencia negativa que las riquezas tienen sobre el alma según los siguientes textos: Luc. 12:13-21; 16:19-31; 1 Tim. 6:6-10, 17-19.

16. ¿Cómo demostró la mujer pecadora de Luc. 7:36-50 que era pobre en espíritu?

17. ¿Cómo demostró el publicano de Luc. 18:9-14 que era pobre en espíritu?

18. ¿Era David pobre en espíritu? Véase Sal. 51.

19. ¿Qué significa la expresión "de ellos es el reino de los cielos"?

20. ¿Qué tenía que hacer Nicodemo para entrar en el reino? Véase Jn. 3:1-5. ¿Cuál es la relación entre este texto y Mat. 5:3?

21. ¿Cuál es la relación entre Mateo 5:3 y Mat. 18:3,4?

22. ¿Son pobres en espíritu los her­manos que no quieren reconocer sus faltas y pedir perdón? (Véase Sant. 5:16).

3 comentarios:

  1. San Pablo a los corintios, en la segunda lectura dice: Hermanos: Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios.

    Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Y así, como dice la Escritura, el que se gloríe que se gloríe en el Señor.

    El texto argumenta contra la actitud de autosuficiencia religiosa de los corintios y su desmesurada valoración del saber y de la retórica de los predicadores, que ha causado la división de la comunidad en minúsculos grupos y, lo que es peor, el olvido de “la sabiduría de la cruz”. El Apóstol quiere deshacer los partidos y divisiones que desgraciadamente se han instalado en la comunidad de Corinto. Señala que él no ha formado ningún partido, ni siquiera ha sido enviado a bautizar; expone su teología de contradicción a la sabiduría humana. La fe cristiana no se construye en adhesión a una determinada ciencia, sino en la entrega gratuita a la persona de Jesús. Con cariño, recuerda a los cristianos su procedencia social. El creyente solamente se gloría y tiene interés verdadero en la persona de Jesús.

    Dios no se ha manifestado a través de la grandeza de la retórica o la imposición del poder, sino que en el límite de la angustia y del aniquilamiento de la cruz de Jesús ha querido mostrar el poder de su amor para salvar al hombre. La “lógica” de la cruz se manifiesta también en la gratuidad con que Dios elige a los cristianos. Ellos mismos, miembros de la comunidad de Corinto, son el mejor argumento para probar la validez de la sabiduría de la cruz, como principio constitutivo de la vida cristiana y de la comunidad eclesial. Ninguno de ellos podría ostentar títulos, méritos personales o de clase, para justificar su elección, pues “nadie puede presumir delante de Dios”. Con razón, Pablo concluye diciendo: “De Él os viene que estéis en Cristo Jesús”.

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  2. El Apóstol desarrolla una teología, semejante a la contenida en la carta a los Romanos: ni el judío con su ley, ni el pagano con su conciencia han logrado salir del hoy en que se hallaban metidos. Solamente el mecanismo de rehabilitación realizado en la muerte del juez juzgado, que es Jesús, ha posibilitado la justificación y la salvación. En este caso, no hay razón para el orgullo (Rm 3,27). No tiene sentido. Este planteamiento radical de fe hace del que cree uno que o confía en Dios o encuentra sin salida el camino de su vida. La idea es muy sencilla y clara.

    La cuestión es ser en Cristo Jesús. Dios os ha elegido a vosotros, a fin de que existáis en Cristo. Por tanto, tenéis motivos para enorgulleceros, pero no por motivos propios, por lo que sois a los ojos de los hombres, sino por lo que sois, en Jesucristo, a los ojos de Dios. Gloriarse en el Señor es la actitud del más pobre, porque no tiene nada de que gloriarse y, en todo caso, sólo puede orgullecerse del triunfo del otro. Es la actitud del que se apresta a cumplir las bienaventuranzas, el único programa realista del que se sabe pobre delante de Dios. Con razón, dice Pablo que pensar así, es una auténtica locura.

    La experiencia de la fe que tiene esta comunidad confirma lo que había dicho Jesús: que los pobres son los evangelizados y que de ellos es el Reino de Dios. Pues Dios se complace en elegir a los pobres, a los ignorantes, a los humildes, para que en medio de la debilidad y de la ignorancia resplandezca la fuerza y la sabiduría divinas. El evangelio y la experiencia del evangelio de los primeros cristianos demuestran que Dios descalifica todos los caminos de salvación que ofrece el mundo: el poder, la riqueza, la sabiduría humana.

    Lo único que puede salvarnos es la fuerza liberadora que se manifiesta en la Cruz de Cristo. En él tenemos los creyentes la sabiduría, la justicia, la santificación y la liberación. Y, para recibir todo esto, lo único necesario es la pobreza bien entendida que nos libera de la falsa autosuficiencia y nos abre a la gracia de Dios. El pobre no tiene nada de qué gloriarse, pero lo recibe todo para gloriarse en el Señor. Una Iglesia en la que brillan y se destacan las eminencias y los importantes de este mundo contradice el proyecto de salvación de Dios en Jesucristo.

    Los corintios, de no ser nada, han pasado a ser una nueva creación en Cristo. Han obtenido la sabiduría, la justicia, la santidad y la redención: todo el conjunto de las aspiraciones de los griegos y de los judíos. Jesucristo crucificado es la expresión máxima de la sabiduría de Dios; es al mismo tiempo el cumplimiento fiel de las promesas por las que Dios manifiesta su justicia; es el paso hacia la resurrección que posibilita el don del Espíritu de santificación; y, finalmente, es la muerte liberadora de la esclavitud del hombre.

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  3. paso visitando su blog, sean muy bendecidos.

    mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com

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