Álex Rosal es actualmente el editor de Libroslibres y Voz de papel, director del suplemento Fe y Razón, y periodista en ejercicio. Cuenta con una larga trayectoria profesional en el mundo del libro y del periodismo religioso. Todo ello le cualifica como un observador excepcional del catolicismo social español.
Pregunta: ¿Goza de buena salud el sector editorial del libro católico? ¿no se edita, acaso, un excesivo número de títulos?
Respuesta: Creo que sí. Las editoriales religiosas españolas poco a poco van a más y en los últimos años han surgido nuevos sellos en este campo. Sin embargo, si comparamos nuestro sector con Italia o Francia, estamos a mucha distancia de estos dos países en cuanto a creatividad, innovación y repercusión de los propios títulos en la opinión pública. No debemos ser complacientes. Todavía nos queda mucho camino que recorrer. Y todavía hoy las editoriales religiosas debemos hacer un gran esfuerzo por situar el libro religioso en España al alcance del gran público, ése que habitualmente no acude a un punto de venta especializado, y que va cogiendo el hábito de comprar libros en las grandes superficies.
P.: Los nuevos editores y las pequeñas empresas del sector del libro se quejan de las dificultades que presenta el mercado español: altos costes de edición, problemas en la distribución, prepotencia de las grandes editoriales, escasas ayudas, un número estacionado de lectores... No obstante, siguen siendo miles los títulos editados anualmente en España. ¿Qué reflexiones podría ofrecernos desde su experiencia como editor independiente?
R.: En España se editan cada año la friolera de 60.000 títulos. Es una barbaridad. Y es verdad que editar hoy en nuestro país es casi llorar. La edición es un sacerdocio, una vocación, y un poquito mal de la cabeza debemos estar los editores para dedicarnos a estar profesión. Pero es apasionante. Es como una droga. A pesar de todas las dificultades… me niego a adoptar una posición derrotista. El lema de LibrosLibres es: «Aunque somos pequeños, emprendemos grandes empresas». Y todos los días me repito este lema a mí mismo y a los colaboradores. Hay que soñar. Hoy somos pequeños, nuestros títulos no llegan al gran público, nuestras ventas no son todo lo esperado y la influencia de los libros todavía es escasa en la opinión pública española. Pero seguimos trabajando. Hace tiempo leí a Woody Allen afirmar que «el 90 por cierto del éxito se basa simplemente en insistir». Y con más moral que el Alcoyano, todos los días insistimos una y otra vez en esto de editar libros, con la esperanza de que el genial cineasta no nos haya engañado.
P.: Barioná, el Hijo del Trueno, es el primer libro de su nuevo sello editorial Voz de papel. Tratándose de la primera obra de teatro del existencialista Sartre, de temática navideña y profundo sentido cristiano, su lanzamiento constituye una auténtica provocación al diálogo entre creyentes y no creyentes; entre cristianos y laicistas. ¿Qué acogida le está dispensando público y crítica?
R.: Muy buena. En apenas dos meses se han vendido más de 4.000 ejemplares y son muchísimos los reportajes, críticas y artículos de opinión que han hablado de este libro. Desgraciadamente, la mayoría de los suplementos literarios y programas televisivos dedicados a la cultura han optado por el silencio y la marginación. La progresía española sigue en sus trece. Y el sectarismo se ha instalado entre los gurús de la República de las Letras. Pero bueno, lo importante es que este inédito de Sastre, esta obra «católica» del padre del existencialismo francés, ha visto la luz gracias al mérito de José Ángel Agejas, su descubridor, y al buen hacer de Pablo Cervera, que es el director de Véritas, una colección que pretende el diálogo fe-cultura, y que está avalada por seis universidades católicas: San Pablo-CEU, Francisco de Vitoria, UCAM, Católica de Valencia, Abat Oliba y Cardenal Herrera Oria.
P.:En España se editan cientos de publicaciones religiosas en papel; a lo que se suma una creciente oferta en internet. Y siguen apareciendo nuevos productos, como el semanario Alba, www.analisisdigital.com, etc. No obstante, no existe un diario, ya impreso o digital, que sea la referencia de los católicos españoles, como lo fue en su momento El Debate. ¿No deberían sacrificarse algunas de las realidades ya existentes para proponer al lector un instrumento, ya impreso o electrónico, más ambicioso?
R.: No. Todas estas iniciativas son muy útiles y definitivas de cara al futuro. Desde hace diez años hay un renacer de los medios de comunicación en el ámbito católico. Es bueno que haya inquietud entre los católicos españoles por tener más altavoces desde donde comunicar la Buena Nueva del Evangelio y eso dará, seguro, como resultado, el nacimiento de nuevos areópagos. ¿Un diario católico? Todo llegará. Posiblemente no sea ahora el momento, pero llegará. De pequeño solía jugar a una maquinita de esas que había en los bares y que se llamaba «la cascada», creo recordar. Consistía en meter monedas de 25 pesetas. Éstas se amontonaban y caían en cascada. Había dos desniveles, como dos pequeñas bandejas que «empujaban» las monedas. Cuantas más monedas registraba el aparato, más posibilidades había de que cayera algún suculento premio. Con la prensa «católica» pasará algo así. Cuantos más periodistas trabajen en este sector, más empresarios se vean interpelados por la comunicación y más medios existan… el fenómeno «cascada» dará como fruto un diario católico al estilo El Debate.
P.: Impulsado por diversas circunstancias, el catolicismo social está manifestando notables muestras de vitalidad: los éxitos en audiencia de COPE, extensión y consolidación de Popular TV, la reciente sucesión de diversos congresos de laicos (Foro de la Familia, Congreso del Apostolado Seglar, Católicos y Vida Pública, el II Congreso Internacional de la Familia en UCAM…), la aparición de nuevos medios informativos, diversas manifestaciones convocadas por entidades pro-vida, una iniciativa legislativa popular en marcha en defensa de la familia, etc. A su juicio, todo ello, ¿es mera reacción defensiva o la expresión de una renovación del catolicismo social en sintonía con la convocatoria de Juan Pablo II a una Nueva Evangelización?
R.: Contra el PSOE se vive mejor, es evidente. Cuando estos insensatos del Gobierno se han lanzado contra los católicos españoles de esta forma tan alocada, la gente se ha sentido herida y reacciona. Ay, menudo Gobierno. Zetapé se ha rodeado de gente moderna como Zerolo y Leire Pajín; mete a Vogue en La Moncloa, y en vez de dedicar su tiempo en solucionar los problemas reales de los currantes –vivienda, familia, seguridad, enseñanza, trabajo e hipotecas–, se transforma en el Papa de la nueva religión laica. Y ese elefante medio cojo, resfriado y algo ciego, que es la Iglesia católica, empieza a coger fuerzas ante lo que considera una agresión sostenida y burda. Los católicos de siempre, los culturalmente cristianos, los que figuran en las estadísticas como «no practicantes», empiezan entonces a sentirse molestos de que les quieran vender la burra. De espectadores pasan a protagonistas. De la omisión a la acción. Los grupos católicos engordan en números y las iniciativas se multiplican. El elefante ya no cojea tanto e incluso anda con cierto gracejo. Es el milagro. Contra el PSOE se vive mejor. A Zetapé hay que hacerle un monumento sufragado por el cepillo de los templos. Ningún documento episcopal, homilía o exhortación apostólica ha logrado despertar del letargo y del aburguesamiento a los miles de «católicos» de bautizo del niño o de funeral del abuelo. A esos católicos que acudían a la parroquia por lo «estrictamente necesario» comienzan a cogerle cariño a la Iglesia. «Algo hay que hacer», comentan en voz alta. El miedo parece dejar el sitio a un incipiente testimonio de orgullo por esa fe aprendida de pequeño y apartada con desdén en la adolescencia. No está mal. En ocho meses, el catolicismo español se ha revitalizado. Ahora bien, a ello hay que unir lo sembrado durante el pontificado de Juan Pablo II. En estos últimos años es cuando se empiezan a ver los frutos. Una nueva primavera eclesial se está mostrando. No tiene nada que ver la nueva ornada de sacerdotes con los de la generación de los sesenta, y perdón si alguien se siento ofendido, pero la realidad es tozuda. Por supuesto, los seglares de entonces y los de ahora son como el día y la noche. Hay una generación de laicos de entre 25 y 40 años que está asumiendo la responsabilidad histórica de «hacer Iglesia», de ser protagonistas de este momento, de crear iniciativas, de construir sociedad civil, de impulsar nuevas acciones de evangelización. Afortunadamente, la palabra «prudencia», que históricamente ha sido sinónimo de cobardía en el ámbito eclesial, no está en el vocabulario de los nuevos seglares católicos y sacerdotes de nuestro país.
P.:Los llamados “nuevos movimientos eclesiales”, ¿están desempeñando un papel relevante en ese movimiento de renovación de la Iglesia española? ¿Qué aportaciones, de los mismos, subrayaría en particular?
R.: Están ayudando a renovar la Iglesia. Son un fruto maduro del Concilio Vaticano II. Han logrado crear comunidades vivas, con calor humano y espiritual, cercanía y profunda conversión personal. Presentan a un Dios que está vivo, que te ama, que te escucha, que está contigo, que te recibe con los brazos abiertos sin mirar las tonterías que todos cometemos en la vida. Son los nuevos carismas de la Iglesia que ha suscitado el Espíritu Santo, de la misma manera que a lo largo de la Historia de la Iglesia ha ido suscitando el nacimiento de otras espiritualidades que hoy en día consideramos como «tradicionales» pero que en su momento eran «nuevas».
P.: Lo “políticamente correcto” se impone desde el poder político y cultural dominante, generando un tipo humano satisfecho, consumista, nihilista, nada crítico con el poder y las modas, pero duramente cerrado a cualquier propuesta de la Iglesia. En estas circunstancias, ¿puede, la Iglesia católica, constituirse en alternativa real a esta mentalidad, con una presencia social activa, o debe replegarse a la práctica litúrgica y sacramental? ¿Mantiene capacidad de diálogo con los hombres y mujeres de hoy?
R.: La tentación de todos los católicos es de quedarnos replegados en la sacristía, que hay buena calefacción y tiene buenos muros para protegernos del mundo. Pero eso no sería muy honrado. No sería cristiano. La oración, los sacramentos, las lecturas de meditación son medios para ser mejores seguidores de Cristo. Nos debe dar las fuerzas necesarias para «salir a la calle» y ofrecer al mundo que la felicidad en esta tierra se encuentra en Cristo. Que Jesús sana tus heridas y apaga el fuego que hay en tu corazón. Que es un bálsamo en el dolor. Que de Él te puedes fiar por que quiere lo mejor para ti.
P.: ¿Católicos en partidos políticos o partidos católicos?
R.: Me da igual. Lo importante es que los católicos que trabajen en la vida pública testimonien su fe, sean coherentes con lo que dicen creer y lo transmitan sin vergüenza ni omisión. Que su fe cristiana esté por encima de la disciplina de partido.
P.:> La presencia pública y política de los católicos era impulsada, durante buena parte del pasado siglo XX, por la jerarquía, sirviéndose de la Acción Católica, particularmente. La realidad actual es otra: existe un panorama de pérdida de vigor en algunas organizaciones tradicionales; habiendo visto la luz nuevos movimientos eclesiales cuyo interés en la acción pública es muy dispar, pudiéndose detectar cierta tendencia hacia el “recogimiento” interno. En las actuales circunstancias, ¿es conveniente la búsqueda de cierta “unidad de acción”? Las llamadas plataformas transversales (e-Cristians, etc.), ¿podrían facilitar esa convergencia de tácticas, medios y voluntades?
R.: Totalmente. El Congreso de Católicos y Vida Pública impulsado de Alfonso Coronel de Palma desde el CEU, con la siempre inestimable coordinación de Carla Díez de Rivera, así como el nacimiento de E-Cristians, nacido de la mano de Josep Miró i Àrdevol, o el Foro de la Familia y otras iniciativas de ese corte son imprescindibles hoy en día en nuestro Iglesia. Necesitamos plataformas de encuentro para conocernos, querernos y poder trabajar juntos por el Reino de Cristo en la tierra. Desgraciadamente sigue imperando el «yo soy de Pablo; yo de Pedro; pues yo de Apolo; nosotros pertenecemos a Cefas». Después de 2.000 años de cristianismo, corremos el riesgo de seguir divididos en tendencias, facciones y grupos, que lejos de unirnos en un mismo cuerpo, muchas veces nos sitúan en posiciones contrapuestas, y casi, casi, diría, nos hacen ser adversarios irreconciliables; surgiendo así un «capillismo eclesial» que recuerda mucho a las primitivas comunidades de Corintio: «Yo soy de la base; pues yo de los de la jerarquía; nosotros vivimos el Evangelio con autenticidad; nosotros somos los que cumplimos fielmente la Palabra...». Es la triste realidad de una Iglesia santa, que tiene a su vez en su regazo a muchos hijos que nos creemos muy «cumplidores», pero que no mostramos a diario el camino del Amor que señala el Maestro. En los últimos años hemos gastado demasiada energía en descalificarnos y etiquetarnos mutuamente, más que dedicarnos a transmitir juntos la Buena Nueva del Evangelio. Un anti-testimonio para el mundo. Es hora de poner fin a este «capillismo» e intentar comprendernos, buscando más lo que nos une que lo que nos separa. Evitando las fricciones y malos entendidos, la maledicencia y la crítica. Perdonando ofensas pasadas. Buscando construir más que destruir. Viendo en los demás el rostro de Cristo. Ya lo decía Pablo VI: «Hoy la gente da gran importancia al restablecimiento de la unidad con nuestros hermanos separados, y esto es bueno. Este es un esfuerzo que merece la pena realizar, y todos deberíamos cooperar en él con confianza, humildad y tenacidad. Pero no debemos olvidar nuestra tarea de trabajar aún más por la unidad interna de la Iglesia, que es tan necesaria para su vitalidad apostólica y espiritual». O dicho de otro modo: «En esto conocerán todos –dice Cristo- que sois mis discípulos: si os tenéis amor los unos a los otros». Por eso que bienvenidas sean todas estas plataformas de encuentro, pero primeramente para ser un testimonio de unidad ante el mundo, y, posteriormente, como nexo para el trabajo de evangelización.
P.: ¿Cuáles son las raíces, según su criterio, de las constantes muestras de anticatolicismo militante de algunos sectores sociales españoles coordinados con la acción de gobierno del PSOE y sus aliados? Los católicos autodenominados progresistas, por ejemplo Cristianos socialistas del PSOE, ¿podrían jugar un papel relevante, realmente, en el necesario diálogo entre la Iglesia y esos sectores manifiestamente laicistas?
R.: No me gustaría estar en la piel de José Bono, Paco Vázquez o de María Antonia Iglesias, así como de otros miles de católicos de buena voluntad que apoyan al PSOE elección tras elección. Y no me gustaría estar en esa tesitura de ser católico y socialista a la vez, por que no deseo el mal a nadie, y menos, que nadie se vuelva loco, tenga que acudir al frenopático o desarrolle un principio de esquizofrenia. Que acabe gagá, vamos. Por que ya me dirán como se compatibiliza ser católico, y, a la vez, estar apoyando a un partido que quiere más aborto y menos apoyo a la familia, aprobar la eutanasia en el cercano horizonte de unos años, legalizar el matrimonio entre homosexuales y la adopción de niños por parte de éstos, menos clase de Religión, menos Iglesia... ¿Cómo se come todo esto? Algunos me podrán decir: «Y de la guerra en Iraq, ¿qué?». «¿Qué partido español ha sido el más implicado en terminar con esa metedura de pata de Aznar y lograr sacar a las tropas de ese infierno?». Bien, muy bien. Es positivo que el PSOE apoye en algo a la actitud de la Iglesia que tan valientemente clamó contra esa injusta guerra. Pero, seamos serios: ¿Qué le queda al PSOE de sus guiños a los católicos de otra época? Casi nada. Muerto el marxismo y asumido el liberalismo económico, las banderas programáticas de los socialistas son hoy un desatino a la inteligencia de los católicos.
P.:Estamos convocados a un referéndum para el día 20 de febrero, en el que se propone la ratificación de un tratado sobre la constitución europea. Entre los católicos ya se han manifestado tomas de postura muy dispares. Esta circunstancia, ¿constituirá un motivo de fractura interna del catolicismo social español o, al contrario, una expresión de su expresividad y capacidad?
R.: No lo creo. Es un tema para el debate y la discusión. En este tipo de cuestiones no debe entrar el dogmatismo. Comprendo las razones de sí y del no en el referéndum del 20 de febrero. San Agustín decía que «en lo opinable, libertad, en lo fundamental, unidad, y en todo, caridad». Este asunto pertenece a lo opinable, por lo tanto, libertad.
P.: ¿Me permite una pregunta de carácter personal que, creemos, puede ser de interés para los lectores? ¿Dónde encuentra, Álex Rosal, la fuerza para mantenerse firme en un mundo progresivamente hostil a cualquier expresión de una vivencia religiosa?
R.: En Cristo. Él me da las fuerzas para perdonar las ofensas; me da la energía para no desanimarme; me muestra la dirección correcta cuando estoy perdido, y me inspira en las ideas.
Autor: Fernando José Vaquero Oroquieta | Fuente: Arbil.org
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