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miércoles, 20 de abril de 2011

Nuestra Pascua. ¡Feliz Pascua!

PASCUA DEL SEÑOR 2011.
«Resurrectio Domini, spes nostra», «la resurrección del Señor es nuestra esperanza» (San Agustín: Sermón 261,1).
"Cantemus Domino: gloriose enim magnificatus est". "Cantaré al Señor, sublime es su victoria" (Liturgia de las Horas, Pacua, Oficio de Lecturas, Ant. 1).
De la misma manera que el pueblo hebreo se encontró con el desierto, más allá del Mar Rojo, así también la Iglesia –un año más-, después de la Resurrección, se encuentra con los gozos y esperanzas, los dolores y angustias de la historia. Y, sin embargo, esta historia ha cambiado, ha sido marcada por una alianza nueva y eterna, está realmente abierta al futuro de Dios, inmersa en el plan salvador de Dios, que guia la historia de la humanidad.
El libro del Éxodo (cf. 15, 19-21) narra cómo, al atravesar el mar a pie enjuto y ver a los egipcios ahogados por las aguas, Miriam, la hermana de Moisés y de Aarón, y las demás mujeres danzaron entonando este canto de júbilo: «Cantaré al Señor, sublime es su victoria, / caballos y carros ha arrojado en el mar». Los cristianos hemos repetido en todo el mundo este canto en la Vigilia pascual, y explican su significado en una oración especial de la misma; es una oración que ahora, bajo la plena luz de la resurrección, hacemos nuestra con alegría:
«También ahora, Señor, vemos brillar tus antiguas maravillas, y lo mismo que en otro tiempo manifestabas tu poder al librar a un solo pueblo de la persecución del faraón, hoy aseguras la salvación de todas las naciones, haciéndolas renacer por las aguas del bautismo. Te pedimos que los hombres del mundo entero lleguen a ser hijos de Abrahán y miembros del nuevo Israel».
Los relatos del evangelio de estos días pascuales , nos revelan el cumplimiento de las antiguas figuras: Jesucristo, con su muerte y resurrección, ha liberado al hombre de aquella esclavitud radical que es el pecado, abriéndole el camino hacia la verdadera Tierra prometida, el Reino de Dios, Reino universal de justicia, de amor y de paz. Este "éxodo" se cumple ante todo dentro del hombre mismo, y consiste en un nuevo nacimiento en el Espíritu Santo, fruto del Bautismo que Cristo nos ha dado precisamente en el misterio pascual. El hombre viejo deja el puesto al hombre nuevo; la vida anterior queda atrás, se puede caminar en una vida nueva (cf. Rm 6,4). Pero, el "éxodo" espiritual es fuente de una liberación integral, capaz de renovar cualquier dimensión humana, personal y social.
La Pascua es la verdadera salvación de la humanidad. Si Cristo, no hubiera resucitado, no tendríamos ninguna esperanza, la muerte sería inevitablemente nuestro destino y el del mundo entero. Pero desde la Pascua, la resurrección de Cristo supone una nueva creación. Es un acontecimiento que ha modificado profundamente la orientación de la historia, inclinándola de una vez por todas en la dirección del bien, de la vida y del perdón.  Por eso, desde lo profundo del corazón decimos: «Cantemos al Señor, sublime es su victoria».
La Iglesia, nuevo pueblo de Dios, nacido de las aguas del Bautismo, está llamado a dar testimonio en todo el mundo de esta salvación, a llevar a todos el fruto de la Pascua, que consiste en una vida nueva, liberada del pecado y restaurada en su belleza originaria, en su bondad y verdad.
A ello estamos llamados, porque también hoy la humanidad necesita de esa salvación, que debe se no sólo  retoques superficiales, sino en una conversión espiritual y moral. Necesita la salvación del Evangelio para salir de una crisis profunda y que, por consiguiente, pide cambios profundos, comenzando por las conciencias de los creyentes, para que su testimonio sea creíble.
 Que el Resucitado se dirija a las comunidades sufrientes -de múltiples formas- de la humanidad También que se haga presente en las comunidades cristianas que sufren y son probadas. Que el Resucitado sostenga a los cristianos que sufren persecución e incluso la muerte por su fe. Que Él conceda la fuerza para emprender caminos de diálogo y de convivencia serena a los países afligidos por el terrorismo y las discriminaciones sociales o religiosas.
Que la potencia salvadora de la resurrección de Cristo colme a toda la humanidad, para que superando las múltiples y trágicas expresiones de una "cultura de la muerte" que se va difundiendo, pueda construir un futuro de amor y de verdad, en el que toda vida humana sea respetada y acogida.
Que la Pascua de Cristo traiga luz, paz  y fortaleza a vuestros corazones. La resurrección de Cristo es nuestra esperanza en todo lo expresado.

Valencia –España-. Pascua de Resurrección del Señor 2011.
Rafael Pla Calatayud.

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