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martes, 5 de abril de 2011

El reino de Dios y la teologia de la liberación.

En el Nuevo Testamento, los conceptos sinonímicos “reino de Dios” o “reino de los cielos” tienen un aspecto tanto temporal-moral cuanto escatológico. En lo temporal, el hombre aspira a que el reino —lugar de justicia— sea una actualidad que se instaura: “Venga tu reino”, dice Jesús orando al Padre (Mt. 6, lO). La vivencia del reino no puede darse si no se ha dado antes la conversión que hace al hombre ser “nuevo” y dispuesto para entender dicho reino: “Arrepentíos, pues el reino de los cielos está cerca” (Mt. 3, 2). En esta etapa terrenal, el reino se caracteriza por la coexistencia dialéctica del bien y del mal, aún dentro del hombre convertido cuando todavía éste es rudimentario en su fe.
Pero dicha dialéctica aparece como la posibilidad de ascenso: es el conocido “árbol” de humildes orígenes y excelsitud futura (Cf. parábola del grano de mostaza, Mt. 13, 33-43). En otra de las llamadas “parábolas del reino”, el mismo Jesús asimila dicho reino a un campo donde brotan juntos trigo y cizaña (Mt. 13, 24-30). El fruto de la palabra depende de las condiciones espirituales de cada uno (Cf. parábola del sembrador, Mc. 4, 1-20). La depuración final de los elementos negativos compete a una Voluntad última y providente, escatológica (Cf. parábola de los peces desechados en la orilla, Mt. 13, 47-50). Así pues, el reino es tensión entre lo que ya pertenece al ámbito de lo redimido y lo que aún no lo es. Es decir, el reino es una tensión entre lo temporal perfectible y lo eterno perfecto.
Esa es también la dialéctica liberadora del reino en la TL. Las liberaciones temporales son pasos hacia el “cielo nuevo y tierra nueva” escatológicos. En el breve tratado de los Boff, “reino significa a libertação total e global de toda a criação, finalmente purificada de todo o que a oprime, transfigurada pela presença plena de Deus” (76). El teólogo de la liberación aspira a que la Iglesia sea una expresión perceptible de la progresión del reino hacia su plenitud. Para que la Iglesia anuncie y realice dicho reino es preciso que opte por la causa social, como dice Ellacuría: “La Iglesia realiza su sacramentalidad histórica salvífica anunciando y realizando el Reino de Dios en la historia. Su praxis fundamental consiste... en un hacer que lleve a que el Reino se realice en la historia” (710). Y es que, para Ellacuría y para toda la TL, no hay una historia profana y otra sagrada, sino una sola historia; la salvación alcanza forzosamente a la dimensión sociopolítica, “que es parte esencial suya aunque no sea su totalidad” (714). Consecuentemente, Ellacuría afirmará que la fe de una Iglesia que denuncia las causas de la pobreza no puede ser “opio social”, sino principio de una liberación “que lo abarque todo y lo abarque unitariamente” (719).
Finalmente, la dimensión escatológica o última del reino es la que debe hacer prescindir de ideologías y vivir más de utopías. La utopía es de suyo dinámica; la ideología es estática. Siguiendo a Mannheim, Gutiérrez dice que son utópicas aquellas orientaciones que trascienden la realidad y que, al informar la conducta humana, tienden a destruir parcial o totalmente el orden de cosas predominante.
Ideológicas, por el contrario, son aquellas orientaciones que se integran en la realidad pero sin pretender su transformación; sólo refrendan el valor o pseudo-valor del sistema (1987, 312-314).

(Las páginas citadas son de :Guamán Poma de Ayala. Pionero de la teología de la liberación. Madrid: Editorial Pliegos, 1992.).

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