Si el consumo, el lujo, los coches, los objetos caros y la posesión son los ídolos menores, el gran ídolo construido al dios Mammón es la globalización económica. Mammón se abraza y funde con la globalización, o sea, el resultado del capitalismo más salvaje, más puro y más duro que jamás se haya dado en la historia de la humanidad. ¡Mammón ha triunfado!
El capital es el incienso apropiado para este dios. Este incienso sólo se le ofrece al dios del dinero. Los capitales transnacionales huelen a pólvora destructora y marginadora de más de media humanidad, pero ese olor es grato al olfato de Mammón. Un grupo de enriquecidos del mundo le ofrecen culto desde el olor de este falso incienso que empobrece y oprime. Los sacerdotes y monaguillos de Mammón, nos piden a todos que nos inclinemos ante el ídolo de la globalización y el olor al falso incienso de los capitales transnacionales, que nos postremos en humillación ante estos ídolos que hoy no encuentran rivales. Que nos postremos, tendidos boca abajo, sin atrevernos a mirar a los ojos de este Dios Mammón, ni los de sus ídolos.
Quien no se arrodille y adore tanto a Mammón como a sus ídolos, serán lanzados al foso de los leones o al horno de fuego que arde sin cesar para consumir a los que no rindan culto y pleitesía a este dios y a sus ídolos custodiados por los ricos y acumuladores de este mundo. Hoy hay algunos, como era el caso de los ignorantes del tiempo de Jesús que no podían cumplir la ley y eran declarados malditos, que no pueden arrodillarse ante los ídolos de Mammón. Son sólo sus víctimas, incapaces ya de arrodillarse ante las fuerzas del incienso que huele a pólvora... el capital.
En estos casos, el ídolo globalización, los deja morir de hambre... o si queréis los mata o los asesina. No importa que sean niños, desempleados o el considerado por muchos sobrante humano al que no se atreven a eliminar ni siquiera los sacerdotes de Mammón. Los dejan en la infravida hasta que, poco a poco, van muriendo... y dicen que de muerte natural, que nadie los ha asesinado, que nadie los mata, que nadie es responsable de la muerte de estos niños, de estos mil millones de hambrientos en el mundo... son ellos los que se mueren -dicen los sacerdotes con una bella oratoria en sus templos brillantes por el lujo... pero suena a falso retumbando en los oídos como una molestia fatal.
Algunos no se resignan al olvido que Mammón ha tenido de ellos. Aunque nadie les deja entrar en sus templos al estar custodiados por porteros entrenados y guardias de seguridad que no permiten que nadie saque de allí ningún producto si no es adorador de Mammón, no quieren obedecer ni resignarse a este dios cruel. No quieren porque sus hijos están mal alimentados, con carencias sanitarias y educativas... Mammón tiene todo controlado para los suyos. Sin embargo un grupo no se resiste y, con sus pocas propiedades, a veces con las manos vacías y con deudas a Mammón, cruzan fronteras en busca de sacerdotes mammonistas que se apiaden de ellos y les dejen participar de ese culto al consumo, al menos para sobrevivir, de ese olor del incienso que es el capital, al menos para poder dar de comer a sus hijos... son los migrantes del mundo que no se resignan a morir olvidados por Mammón.
El ídolo de la globalización se defiende. Dice que lo que quiere es un mundo más humano en donde todos puedan participar de las riquezas en poder de los sacerdotes de Mammón. Pide este ídolo que se le deje avanzar. Quizás -grita- algún día las riquezas del mundo rebosen y algo pueda llegar a los pobres. Miente descaradamente diciendo que quiere un mundo más humano... mientras sigue acumulando en manos de unos pocos privilegiados, sicarios de Mammón y ladrones del mundo... y la sima entre ricos y pobres crece, aumenta... no hay esperanza para los pobres del mundo. Mammón los ha dejado caer en el olvido, diciendo que no es él quien los mata, sino ellos los que se mueren... ¡Terrible desfachatez la de este Mammón de los infiernos terrestres, de los hornos de fuego que consumen a los pobres del mundo!
A veces, en un arrebato de broma satánica, lanza un mensaje a los pobres, a los pueblos que no consiguen desarrollarse y dice: Algún día la producción de riquezas y bienestar que disfrutan un pequeño grupo de adoradores míos, lo disfrutaréis todos vosotros también... y lanza una carcajada que transmite su eco a los infiernos, tanto los de la tierra como los del más allá, molestando a los oídos del Dios verdadero. Una carcajada que se traga el lago de fuego en donde se lanzan a todos los condenados... pero los pobres no pueden creer a Mammón. Saben que la forma de vida de sus sacerdotes no es posible ampliarla a toda la humanidad... No es sostenible.
Sin embargo, Mammón sigue prometiendo, pero ya no es el “puedo prometer y prometo” de algunos que hablan con cierta sinceridad, sino que es un prometer mintiendo... mentiras que cavan los sepulcros de los más débiles, que ahondan fosas comunes para los hambrientos del mundo... No hay solución.
¿No hay hoy en el mundo sacerdotes del Dios verdadero que griten contra tanta mentira y despojo? ¿Ya no existen profetas de Dios? ¿Acabaron con la muerte de Jesús, el último de los profetas? ¿No tiene el Dios verdadero fuerzas para levantar profetas hoy... o es que no encuentra a quien enviar? ¿Quién responderá hoy “envíame a mí, Señor”? Ojala que alguien responda: “Envíame a mí, Señor”.
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